Diario de un resfriado: Los “enfermizos” números tras un simple estornudo

Mijail Miranda Zapata

Cuando lo vi llegar supe que era un mal augurio. Llegó cubierto por una gabardina negra que le cubría el cuerpo hasta por debajo de las rodillas. Una voluminosa bufanda gris envolvía su cuello y enterraba parte de su rostro. Ingresó a la oficina, estiró de mala gana su asiento y de sus bolsillos sacó una bolsa con el nombre de una cadena farmacéutica y la arrojó sobre su escritorio.

Pocos minutos después, alrededor de aquel envoltorio se multiplicaban los pañuelos desechables estrujados, que yo veía entre el espanto y el desagrado. Uno de mis compañeros de trabajo, luego de estornudar y toser con la fuerza de un trueno, me pidió que lo cubriera por la tarde, porque ya no aguantaba el resfrío. Entonces supe, en una oscura premonición, que nada bueno me esperaba en lo que venía.

Según el boletín de vigilancia epidemiológica Nº 15 del 2018, emitido por el Ministerio de Salud, 808.612 personas sufrieron algún tipo de infección respiratoria aguda con costos enormes para el sistema de salud y también para las finanzas personales. Es decir, oficialmente, comparto con casi un millón de bolivianos la desgracia de, además, alimentar las arcas de los laboratorios farmaceúticos.

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