La palabra “bagayo” se añadió al vocabulario de la lengua española con el propósito de diferenciar el comercio y transporte de productos en las fronteras, de personas que no necesariamente son grandes empresarios o contrabandistas, sino más bien a los que trafican en mínima cuantía.
Cristina Quispe (38) es una de las primeras mujeres que se animó a realizar este trabajo, en un ambiente que es principalmente dominado por los hombres, ya que para poder transportar la mercadería de un lado a otro se deben armar grandes bultos que llegan a pesar más de 60 kilogramos, nadar, caminar y hasta corres, es uno de los desafíos que debe afrontar todos los días con la intención de ganar el dinero para sustentar a su familia de 3 hijos, sin el apoyo paterno.
“No tenemos otra opción, no hay trabajo en otro lado, así que toca nomas venir todos los días al río a buscar la mercadería para hacer pasar”, dice acalorada y cansada, ya que debe madrugar desde las primeras horas del día para ganar las mejores “cargas”.