En los últimos días se hicieron virales capturas de pantalla que revelaban la posición política del periódico

Página principal del portal web del periódico de circulación nacional.

Columna de Opinión – Paola Mejía

En el cerro más alto de Auquisamaña, un barrio residencial de La Paz, se encuentran las oficinas centrales del periódico La Razón, un diario de circulación nacional que fue fundado en marzo de 1990 en la sede de gobierno boliviana.

Escuela de periodistas de renombre de Bolivia, desde su primera edición, de la mano de Jorge Canelas y Mario Frías, hasta hace poco (o tal vez hasta hace mucho), La Razón tuvo fuerte relevancia e influencia en los círculos políticos, sociales y económicos de Bolivia; influencia que perduraría durante muchos años. Así pues, por ejemplo, el estudio académico «Los medios de comunicación más influyentes en Twitter», publicado el 25 de enero de 2018 por Pablo Andrés Rivero, revelaba que La Razón era el medio de prensa escrita más influyente en las redes sociales.

¿Pero qué salió mal?

El 2009, tanto La Razón como el medio televisivo ATB, fueron adquiridos por el empresario venezolano Carlos Gill. Sin embargo, en septiembre de 2020 se reveló que, en realidad, el 2009 Akaishi Investments (que resultó ser una empresa fantasma) le adquirió a Grupo PRISA sus medios de comunicación en Bolivia. Estos habrían sido comprados con recursos prestados por Venezuela al Programa Evo Cumple y éste terminó en cuentas privadas de Marcelo Hurtado y Carlos Gill, para posteriormente emplearlas para la compra de dichos medios.

Esto, en cierta medida, podría explicar el respaldo agresivo por parte de La Razón, a la cabeza de Claudia Benavente (su actual directora) al Movimiento Al Socialismo (MAS). Además que, el periodista Raúl Peñarando develó en «Control Remoto, un libro publicado en 2014, que La Razón se caracterizaba por ser uno de los medios más beneficiados con el el entonces pauteo gubernamental.

No obstante, existen otros indicativos de lo que podría denominarse «crónica de una decadencia periodística anunciada», como por ejemplo, el problema con el caricaturista Al-Azar, a quienes sus colegas y compañeros de trabajo pidieron no incitar a la violencia con sus viñetas durante los conflictos de octubre y noviembre de 2019, petición, totalmente comprensible, pero en la que Benavente dio la espalda a sus periodistas y, en cambio, brindó total apoyo y respaldo a una persona ajena a la empresa.

A esto se suma el titular de la portada del 13 de noviembre de 2019: Mientras los medios de prensa escrita de Bolivia señalaban que Jeanine Añez había asumido la presidencia del país, La Razón tituló: «Añez se proclama presidenta y anuncia prontas elecciones»

En 2020, se ganó el repudio de sus propios trabajadores cuando a finales de junio se llevó a cabo la «masacre blanca de La Razón», donde todos sus periodistas y editores fueron obligados a renunciar sin que el pago de sus beneficios fuese llevado a cabo de manera correcta.

Y, como cereza del pastel, en los últimos días se revelaron capturas de pantalla, en la que La Razón responde con insultos a un lector evidentemente opositor al régimen de Luis Arce.

Es posible que esta serie de elementos hayan conllevado a que, entre la población en general y La Razón, exista una brecha que va más allá del análisis sobre el trabajo del medio periodístico en una era claramente digital.

Si se hace un análisis de las redes y el sitio web de La Razón podríamos conconluir que:

  1. El sitio web juega con elementos multimedia, como ser: fotografías, infografías, videos y audios, la página es pulcra, está muy bien ordenada y diferenciada por secciones. La sección de columnas de opinión es muy llamativa, justamente por la dinámica creada con productos que caen en la multimedialidad.
  2. Sin embargo, sus notas periodísticas carecen de hipertextualidad. Es decir, no se encontrarán textos que deriven a otros links donde repose más información complementaria a la ya mencionada. Es posible que esta característica, si se la tomase en cuenta, llegase a ser un valor agregado para el periódico.
  3. Para La Razón la característica de la mundialización no es relevante, sí tiene una sección, «Mundo», pero el contenido no es variado, al contrario es el mismo que radica en otros sitios web informativos.
  4. No es personalizado, aunque sí se podría decir que está hecho para el lector paceño ya que incide con más profundidad en los temas de esta ciudad, pese a ser un diario de circulación nacional.
  5. Es un sitio web que se actualiza permanentemente debido a los hechos que van aconteciendo.

¿Y la interacción? ¿Y la confiabilidad?

A este punto quería llegar con todo lo explicado en párrafos anteriores.

Si se toma como referencia la página de Facebook del periódico, se puede hacer un análisis simple, sencillo y rápido: Tiene más de 500.000 seguidores pero sus posteos, en el mejor de los casos, llegan a tener 200 «me gusta», 70 comentarios, y unas cuantas decenas de compartidas. Evidentemente dichos números no corresponden a la proporción de seguimiento que tiene.

Por otra parte, se pudo evidenciar que actualmente en plataformas como Twitter, donde el periódico La Razón era bastante reconocido, ahora es seriamente criticado por los usuarios de esta red, quienes hacen énfasis en la falta de posición periodística y, a su vez, su sobra de posición política. Dejando muy en claro que el diario ha dejado de ser una fuente seria y confiable de información.

Entonces ¿Cómo pasas de ser un referente periodístico a ser un medio duramente rechazado y criticado?

Si hasta ahora no lo ha comprendido, lo invito a releer la nota.

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