admin octubre 5, 2018
“Yo no odio a los hombres para nada, es más, los amo tanto que creo que toda mujer debería tener tres o cuatro como mínimo.” Esta frase de la caricaturista y escritora Ana Von Rebeur y su sentido del humor provocador siempre vienen a mi mente cuando pienso en las actuales feministas.

Son las 16 horas y 41 minutos de un miércoles de abril de 2014. Me dirijo hacia La Virgen de los Deseos para entrevistarme con María Galindo, la famosa activista que vela por los derechos de las mujeres. Quedamos por teléfono en vernos a las 17. Estoy algo nerviosa, porque la Galindo es un ícono, un arquetipo femenino transgresor; la villana de la película del submundo patriarcal paceño, la bruja, para muchos hombres de este país. Es la misma persona que no tuvo pelos en la lengua para llamar “proxeneta” a Gloria Limpias en una entrevista televisiva con ella; es la misma mujer que en una de sus performances pintó de colores los genitales de indigentes en el Obelisco de la Sede de Gobierno, a la vista de unos incómodos (por decir menos) transeúntes. Por estas y muchas más hazañas María Galindo era mi heroína.

Soy una mala feminista

Jerusa Pozo

“Yo no odio a los hombres para nada, es más, los amo tanto que creo que toda mujer debería tener tres o cuatro como mínimo.” Esta frase de la caricaturista y escritora Ana Von Rebeur y su sentido del humor provocador siempre vienen a mi mente cuando pienso en las actuales feministas. 

Son las 16 horas y 41 minutos de un miércoles de abril de 2014. Me dirijo hacia La Virgen de los Deseos para entrevistarme con María Galindo, la famosa activista que vela por los derechos de las mujeres. Quedamos por teléfono en vernos a las 17. Estoy algo nerviosa, porque la Galindo es un ícono, un arquetipo femenino transgresor; la villana de la película del submundo patriarcal paceño, la bruja, para muchos hombres de este país. Es la misma persona que no tuvo pelos en la lengua para llamar “proxeneta” a Gloria Limpias en una entrevista televisiva con ella; es la misma mujer que en una de sus performances pintó de colores los genitales de indigentes en el Obelisco de la Sede de Gobierno, a la vista de unos incómodos (por decir menos) transeúntes. Por estas y muchas más hazañas María Galindo era mi heroína.

Su columna en el periódico La Razón, y ahora en Página Siete, es imperdible para muchas, sean o no feministas, porque la Galindo tiene un doctorado en desnudar la verdad incómoda y llamar las cosas por su nombre.

Me pongo a pensar en qué sería más inteligente abordar primero: si el machismo del gobierno de Evo Morales o algo más contingente. Llego al lugar, los grafitis hablan por sí solos: frases como “la inteligencia es altamente femenina” es lo primero que capta mi atención, junto a la fotografía en blanco y negro y de antaño de una cholita. Una joven me pregunta mi nombre y me dice que me siente, que María no tardará en bajar.

No pasan más de dos minutos y la persona que he estado esperando se acerca. El sonido de su pisada fuerte con botines militares anticipa el carácter por el que es tan conocida. Es María Galindo: no está maquillada y lleva un abrigo negro de lana que la cubre toda.

Me mira de pies a cabeza de una manera intimidante y me lanza un “dime”. Inmediatamente, me presento como la persona con la que agendó la entrevista hace un par de días. Me pregunta de qué medio soy. “De Radio Impacto”, respondo. Me dice que no concede entrevistas para ese tipo de medios y que me puedo retirar. Le agradezco y hago lo propio.

Estoy algo consternada de camino a la radio, llamo a mi jefe y le explico lo que pasó, él se ríe y me contesta: “Era obvio que pasaría eso, es María Galindo”. Al llegar a la estación me explican que no soy la primera periodista que mandan y que la María devuelve con cara de decepción. Mi director me cuenta que, según su experiencia y la de otros medios, María Galindo tiende a discriminar, por decirlo así, a periodistas que no son o no parecen ser de su línea, y que termina ejerciendo la misma violencia que tanto crítica. La verdad es que nunca sabré si fue discriminación, si María estaba ocupada, si estaba teniendo un mal día o si en ese momento me faltaba más “cancha”, pero fue algo que definitivamente no me esperaba.

Transcurre la semana y no puedo dejar de comentar mi experiencia, en especial con mis colegas mujeres. Parece que yo soy la única periodista que no sabía que María Galindo es “especial” a la hora de conceder entrevistas. Una colega me pregunta como fui vestida: “Si vas vestida como una mimada del patriarcado o una Barbie, María no te da ni el saludo”. Entonces recuerdo que fui con calza negra, botas y un vestido floreado, pero luego pienso que es ridículo que una activista de tal índole termine haciendo lo que tanto critica.

Ya han pasado cuatro años desde ese evento y he ido aprendiendo mucho más sobre feminismo, he conocido amigas dentro del colectivo y tengo más herramientas y conocimiento sobre el tema.

“La peor enemiga de una feminista es otra feminista.” Una afirmación que suena controversial, pero que se ha convertido en una realidad para muchas mujeres del movimiento, en el cual se han armado reglas implícitas o una imagen precisa de como debe actuar y verse una feminista en pleno 2018: debe ser una activista conocida, debe ser vegana, odiar a los hombres, pero aun así masculinizarse en sus actitudes; ser lesbiana (no es algo obligatorio, pero suma puntos); mostrarse intelectual; ser agresiva y por sobre todo criticar y burlarse fervientemente de toda mujer que no posea estas características.

Si bien, gracias a las distintas olas del feminismo, ejercemos derechos ahora considerados básicos, como el derecho al sufragio y a trabajar, dentro del movimiento se da lugar a las discriminaciones y a la vulneración de potestades que tanto son criticados al patriarcado. Tal vez algunas no lo acepten, pero es una regla implícita que se ejerce en las charlas y en los chistes de pasillo, en el trato de dirigentes feministas con mujeres que quieren integrar el colectivo.

¿Existe una sola manera de ser feminista en estos días? ¿Se ha caricaturizado la imagen de las feministas?

Según la activista transgénero Tamara Nuñez del Prado, la temática de la discriminación entre feministas es algo de no acabar: “Primero hay que determinar que en este momento no existe un solo feminismo, sino que son cientos de visiones de feminismos en todo el mundo. En algunas, y sobre todo las más extremistas como Argentina y México, el feminismo solamente puede ser ejercido por mujeres y ahí salen las denominadas feminazis. En el último congreso que hubo en Buenos Aires este año, una de las temáticas de discusión era si las mujeres transgénero podíamos o no participar de los movimientos feministas, así de extremo, cuando esto no debería estar ni si quiera en discusión, cuando el tema de fondo en ese momento era y es la discriminación que sufren las poblaciones por feminizar o infantilizar”.

Otro aspecto que resalta Tamara es que hay polémica al momento de definirse unas a otras: “Yo soy trans, pero siempre me defino como mujer y punto. Porque me ahorro explicaciones y es así como me siento”.

Pero lo más importante que menciona es que “donde más se arraiga la discriminación es en los subgrupos, en donde feminizan para discriminar. Es común escuchar hablar a un gay despectivamente sobre su pareja en la comunidad LGTB, diciendo: ‘Éste es mi marida, éste es la loca’. En los grupos vulnerables siempre va a existir la discriminación patriarcal. Y esto subsume a los grupos feministas, por ejemplo las feministas burguesas que no cuestionan que el sistema económico-social es netamente patriarcal. En la historia de la sexualidad, Fucoault habla muy claro de como el matrimonio es extraído de las castas y la religión, y lo vuelven una institución económica social dentro del sistema capitalista y esto es para garantizar un sistema de desigualdad. No veo que las feministas burguesas cuestionen al patriarcado, o a ese sistema de dominación del hombre sobre la mujer como los del contrato del matrimonio, me pregunto si son feministas de verdad”.

Entonces el feminismo, dentro de sus tantas formas, sí discrimina, pero ¿discrimina en nombre de la igualdad? A cuatro años de mi experiencia con María Galindo, me atrevo a contactarla por Facebook. Le digo que quiero hacerle un par de preguntas acerca del feminismo radical.

Según María “el movimiento feminista ha pasado por muchas etapas desde que se formó la denominada primera ola. Cofundé el movimiento anarcofeminista en Bolivia en 1992 y hemos avanzado bastante desde esos días. La violencia puede estar arraigada, pero tienes que ponerte a pensar que hace no mucho vivíamos oprimidas durante siglos, que no contábamos con los derechos básicos. Era obvio que los movimientos saldrían con mucha fuerza y que durante el trayecto se cometan errores. Es como que el péndulo del reloj fue impulsado con tanta fuerza que tomará un tiempo hasta que se equilibre, pero todo lo que tenga que darse a consecuencia de haber destapado esta olla es legítimo”. 

Pienso que María Galindo nunca supo que yo fui una de las tantas periodistas a las que no quiso conceder una entrevista.

Dentro de las muchas formas de feminismos que se ejercen hoy en día existen contradicciones, se ejerce violencia patriarcal y se van gestando nuevas definiciones y, por ende, muchas mujeres ponemos en práctica lo que hemos venido aprendiendo desde hace siglos: a oprimir a los demás de la misma manera que lo hicieron con nosotras.

Posiblemente no es algo consciente, pero al momento de ejercer violencia solamente lo hacemos de una manera: como nos enseñó el patriarcado. Es posible que esa violencia venga de todo el resentimiento y la rabia reprimida por generaciones y que solamente dejaremos de replicar lo que hicieron con nosotras cuando nos liberemos de ella. Muchas feministas hemos sentido en carne propia la violencia por parte de otras feministas y no queremos reproducirla y es por esto que por ahora somos y nos denominamos “malas feministas”. 

 

 

Deja un comentario.

Tu dirección de correo electrónico no será visible. Los campos obligatorios están marcados con *