Noche de terror para los negocios
En noviembre del 2019, al menos 16 negocios fueron atacados por gente violenta en La Paz. Giovanna, vendedora de una de las tiendas, tuvo que hacer guardia en la puerta de su trabajo para que no lo ataquen.
A Gladys, dueña de un pequeño almacén, le inquieta la idea de que agresiones similares vuelvan a repetirse. Lo seguro es que ambas mujeres sintieron miedo esa noche.
Algunas puertas de vidrio están quebradas. Tienen surcos que parecen impactos de balas. Distintos edificios y viviendas de la zona de Cota Cota, en La Paz, aún permanecen con las ventanas rotas. En otro lugar, hay restos de fierros y plásticos chamuscados por causa de un incendio que transformó los vehículos en cenizas. En una de las casas, en la pared, hay un grafiti que dice “Dictador”. Parece una zona de guerra.
El 10 y 11 de noviembre, después de la renuncia de Evo Morales, se registraron ataques a diferentes establecimientos de la zona sur en La Paz. La revisión de las noticias no reproduce a cabalidad lo que sintieron las personas en esas fechas. Podría parecer una película de terror, pero el miedo fue real.

Un mes después, un recorrido por la zona de Cota Cota permite comprobar las marcas en 16 negocios, y en algunos inmuebles, que fueron afectados por actos vandálicos de personas que estaban en contra de la salida de Morales. Fueron brutales agresiones que culminaron en saqueos, destrozos y, en el peor de los casos, el incendió de algunas casas y 64 buses Pumakatari.
La avenida Muñoz Reyes es la principal avenida de esa zona. Es tranquilo transitar por esta vía; sin embargo, después de 34 días de los hechos vandálicos, los ventanales de algunos edificios continúan rotos, como si fuese la cicatriz de una herida que no terminó de sanar.
Entre las calles 24 y 30 de Cota Cota hay diferentes comercios. Algunos de los inmuebles donde están ubicados estos negocios son grandes edificios de más de 17 pisos que parecen fortalezas impenetrables; sin embargo, son frágiles en la base porque las fachadas de las tiendas son de vidrio.
Giovanna Cachi trabaja en una de las tiendas de esa zona. Es vendedora en la tienda de Sobopret. Este negocio comercializa material de construcción y está ubicado a media cuadra de la calle 28. No es una tienda muy grande, es un espacio de casi 40 metros cuadrados con un pasillo estrecho, que posiblemente ayudó para que los vándalos no se llevaran los tres escritorios de madera de color café oscuro y las pesadas muestras de viguetas de cemento que están en el piso junto a dos pilares de plastoformo. Este material es muy inflamable y pudo ser fácilmente incendiado la noche del domingo 10 de noviembre.
Una semana antes de ese inusual domingo en Chasquipampa, que es una zona cerca a Cota Cota, se registraron bloqueos, movilizaciones de simpatizantes del expresidente y enfrentamientos en contra de los policías. Giovanna pudo presenciar esos conflictos porque decidió alojarse temporalmente en la casa de uno de sus familiares. Quería estar más cerca de su trabajo. Cada día tuvo que sortear los bloqueos para llegar hasta Sobopret.
Un día antes de la renuncia, el sábado 9, la jornada de trabajo fue normal. Giovanna y sus compañeros abrieron la tienda a las 8:30 y cerraron a las 12:30 “puntual”. Pese a la falta de minibús para trasladarse y los conflictos, para ella era más seguro movilizarse a pie por esa zona.
Para sorpresa de todos, el domingo a las 16:51 Morales hizo pública su renuncia a la presidencia. Giovanna, al enterarse de esa noticia, decidió acudir a la tienda para resguardarla porque escuchó que las personas que continuaban movilizadas, en la calle 53 de Chasquipampa, tenían el objetivo de saquear los negocios. Más ahora que su referente político dio un paso al costado.
“Había gente que lloraba (…) escuché que estaban bajando para empezar a saquear. Todos decían: ¡van a saquear! Yo me dije: ‘iré a la oficina a ver’. Con mi hermana y mi hermano hemos querido bajar, pero la Policía no nos dejó porque en la 53 aún seguían gasificando”.
Giovanna con sus hermanos buscaron otros caminos que estuvieran alejados de la gasificación para bajar hasta Cota Cota. Sin embargo, no se imaginó que en esa búsqueda de otra vía se toparía con el incendio de los primeros buses Pumakatari.
“Quisimos bajar de ahí. Cuando vinimos por detrás de la 53 que los Pumas ya los estaban quemando. Qué terrible era eso. La gente gritaba ¡salgan de ahí! ¡Salgan de ahí!, porque decían que iba a explotar”.
Esa noche, después de evadir a la policía y hallar un incendio inesperado en el camino, Giovanna con sus dos hermanos pudieron llegar hasta Sobopret a las 8 de la noche. Pudo constatar que los rumores de saqueo eran reales porque a metros de donde estaba parada, una turba de personas saqueaba y desmantelaba el mobiliario de una farmacia conocida.
“Ya estábamos llegando y estaban rompiendo Farmacorp. O sea, ya estaban saqueando todo. Y yo con mi hermano hemos corrido aquí para que no rompan los vidrios”.
Horas antes la turba rebasó a la policía hasta replegarla en Chasquipampa, y descendió hacia otros sectores como Cota Cota y San Miguel. Armados con piedras, hondas y palos, pasaron por la avenida Muñoz Reyes causando destrozos a los negocios que creían que tenían alguna relación con Santa Cruz.
– ¿No tuvo miedo de que cerca de usted estén saqueando?, le pregunté.
– “Sí, pero no sabíamos qué hacer. Yo decía: ¿y ahora qué hacemos? No había ni una movilidad para que por lo menos saquemos las computadoras”, cuenta.
Al menos treinta minutos de inquietud tuvo que resistir Giovanna en la puerta de su trabajo, resguardando la tienda de Sobopret junto a sus hermanos hasta que los saqueadores se retiren de la farmacia.
Después, la turba se dispersó en diferentes direcciones, pero la preferencia de la mayoría de los movilizados era continuar bajando. Otros, con las manos llenas de productos saqueados, decidieron escapar por las calles más cercanas. Giovanna pensó que todo había terminado y retorno a su casa.
“A las 11 de la noche decía: ‘¿cómo estará la oficina? ¿Será que sigue bien?’ Por eso, bajé con mi papá, su esposa, su hijo y yo. Cuando llegamos aquí, en la tienda todo estaba roto”.
A media noche, Giovanna al llegar por segunda vez a la tienda, pudo observar que la puerta y el único ventanal estaban quebrados. Se llevaron 25 overoles nuevos de trabajo y material de escritorio. También comprobó que los dos equipos de computadoras continuaban sobre los escritorios, pero los cables estaban desconectados.
La calle 30 de Cota Cota fue otro de los puntos de bloqueo, enfrentamiento y saqueo. Aluval, un taller de carpintería en aluminio, fue otro de los negocios que saquearon y destrozaron los vidrios de la tienda.
Más abajo, un establecimiento que se dedica a la venta de ladrillos de construcción, también sufrió daños. El dueño, que aún conserva el temor de ser expuesto, dice que la calle se tiñó de color naranja porque los bloques, que estaban apilados sobre la acera, fueron lanzados a la calle.
Gladys es la dueña de una casa y de una pequeña tienda que está en inmediaciones de la calle 30. La puerta de su negocio resistió los golpes producidos por la gente movilizada esa misma noche. “Nos han golpeado a patadas las puertas”, relata.
La mañana del lunes 11 continuaron las movilizaciones en la misma zona. Algunos grupos de manifestantes bajaron otra vez por la avenida Muñoz Reyes, otros se reunieron al frente de la tienda de Gladys. “Había wawas de 10 años, de 12 años. Yo les miraba y les decía ustedes no son de aquí”. Uno de ellos le respondió que es de El Alto. Gladys prefirió no preguntar más y dice que les invitó a agua y algunos dulces antes que se fueran.
Gladys sintió miedo esos días de saqueo. Confiesa que estuvo detrás de la puerta de su tienda, que era arremetida a golpes, dispuesta a defender y hacer frente si la gente hubiese logrado ingresar al interior de su negocio. Después de 34 días, pese al golpe anímico de las protestas, retornó la normalidad a su tienda; sin embargo, le inquieta lo que pueda pasar hasta las nuevas elecciones presidenciales. ¿Ocurrirá todo de nuevo?, se pregunta.
