Córdoba y Cámara, “dueños” de la noche en La Paz, entre la corrupción y el delito
Daniela Romero Linares
Las noches en La Paz. El humo de cigarro envuelve las discotecas y bares y forma una especie de neblina que se torna más densa con las horas; la música, el alcohol, las luces de colores y el baile son las características del preludio al fin de semana. Pero en otros rincones del centro paceño la noche se prolonga, pueden ser las 4:00, las 13:00, las 17:00, de un domingo, de un lunes o de un miércoles, el tiempo no pasa, el día no vuelve, en los locales de remate lo clandestino se materializa y reina el delito. Todos lo saben, nadie controla.
El Caballito, de Ernesto Córdoba, y el desaparecido Katanas, de Marco Cámara, son por ahora dos ejemplos de la movida nocturna que escapa a la ley. El primero es un local de remate que funciona todo el día en Villa Fátima, pese a una infinidad de clausuras; y el segundo fue, en su momento, el table dance más conocido de la ciudad y que en 2016 fue clausurado y derrumbado tras un escándalo que involucró denuncias de trata de blancas. Uno de los asuntos en común que tienen los dueños es el gusto por este negocio, por el que ambos fueron denunciados por corrupción y otros delitos que derivaron en procesos penales e, incluso, en la cárcel.
Alguna vez fueron socios, hoy son enemigos a muerte. En 2007 uno de los Córdoba, Marco Antonio, era diputado suplente del desaparecido partido opositor Podemos. “En ese momento tenía poder”, dice Marco Cámara, quien en ese tiempo administraba Katanas desde Santa Cruz. Una vez en La Paz, cuenta, se reunieron y Córdoba le ofreció garantías para no cerrar su local a cambio de que le entregue 2.000 dólares cada mes. Cámara aceptó, hicieron el pacto y con ese “negocio” estuvieron muchos años, según su propio relato.
De este vínculo nadie sospechaba, pero de sus negocios al margen de la ley siempre hubo indicios. Autoridades ediles sostuvieron en reiteradas oportunidades que era difícil controlar estos locales porque mientras más clausuras había, los administradores y dueños se las ingeniaban para reabrirlos con otro tipo de actividad.
Según un recuento, Ernesto Córdoba fue detenido por lo menos cinco veces por denuncias de robos y venta de droga que ocurría en sus boliches, pero de todos los procesos logró salir sin problemas. Cámara se escudaba en Santa Cruz, pero la Policía ingresó al menos una docena de veces a Katanas y encontró venta de droga al raleo.
A otros negocios menos conocidos, cuyos propietarios son los mismos, nunca llegó un operativo. Clientes que alguna vez pasaron por los locales aseguran que se vendía cocaína y marihuana, que trabajaban menores de edad y hasta policías y algunas autoridades disfrutaban la noche. Con esos clientes y la inacción de autoridades, Córdoba y Cámara llegaron a ser los amos y señores de la noche y del delito.
El imperio del Katanas
En el Katanas, cuando las luces se prendían y la música invadía el lugar, las chicas comenzaban su show de baile exótico, los varones pedían bebidas y la compañía de otras damas. Cuando se formaban parejas subían a las habitaciones en el segundo nivel donde había sillones de tapiz rojo y en las paredes pinturas de hombres con cabezas de cabra, de perro, de cocodrilo, de halcón, de escarabajo, en pleno acto sexual con mujeres. Otras figuras decoraban el lugar con toques egipcios.
“Mi hija y mi exmujer manejaban el negocio, ella (su hija) era la administradora, yo sólo recibía lo recaudado, pero desde Santa Cruz”, asegura Cámara, quien desde septiembre de 2016 está encarcelado en la cárcel de San Pedro, acusado de ser el que manejaba todo el negocio y la llegada ilegal de las muchachas desde otros países.
La última vez que Katanas estuvo de pie, en octubre de 2016, se pudo conocer en detalle todos los ambientes gracias al ingreso de medios de comunicación con la Policía. Un vestidor grande con ropa femenina estaba en el segundo nivel, había zapatos de tacón y decenas de manillas que ostentaban las trabajadoras después de que sus acompañantes compraban tragos. Brillantes y de colores, las pulseras estaban en las barras del local y en las habitaciones.
Un guardia de seguridad que hace algún tiempo trabajó en el Katanas y que ahora se emplea en boliches de la zona Sur cuenta que la movida “era densa”. “Los clientes fijos que tenía eran los que tenían plata, las chicas trabajaban casi toda la noche y parte de la mañana porque se iban con ellos después de salir de ahí”.
El guardia confirma que había paredes falsas que servían de escondites para las jóvenes extranjeras que no tenían sus pasaportes al día y para las que eran menores de edad. “Ellas se movían en un ambiente de mucha fiesta, pero había una persona que las controlaba siempre, había venta de droga adentro, hubo varios operativos afuera donde la Policía detuvo a los que vendían”, recuerda.
La Fiscalía imputó a Cámara por los delitos de trata y tráfico y se informó que viajaba con frecuencia a Paraguay con el objetivo de traer a las jóvenes que trabajarían después de Katanas. En una oportunidad, el fiscal departamental Edwin Blanco aseguró que los viajes del dueño del table dance eran muy frecuentes por lo que se consideraron “extraños”. Asimismo, investigadores llegaron a una casa en la zona de Llojeta, donde encontraron a unas cuatro mujeres extranjeras quienes aseguraron haber sido víctimas de Cámara después de que se les arrebataran sus pasaportes.
“Yo no tengo ninguna deuda con la justicia por asuntos de trata, las mujeres que trabajaban ahí eran mayores de edad, sabían en lo que trabajaban, nunca se les quitó sus pasaportes. Todo es una mentira”, se defiende Cámara desde el penal paceño donde permanece con detención preventiva.
¿Controles?
La Alcaldía realiza diferentes operativos de control de lugares de expendio de bebidas alcohólicas, locales nocturnos, lenocinios, entre otros. Esas acciones son difundidas regularmente por los medios de comunicación; sin embargo, la fiscalización no llega a todos y hay boliches a los que no van ni los guardias municipales ni la Policía. “Hay gente de la Policía y de la Alcaldía que recibe también dinero (coimas), esto es un secreto a voces que sólo saben los dueños y las autoridades, pero nadie dice nada de forma pública”, comenta el guardia de seguridad.
Así, por más de 12 años el night club fue uno de los referentes de las noches masculinas. “El imperio”, con una esfinge en la puerta y una especie de maniquí de mujer que salía de un portal con una calavera en la mano izquierda, logró zafar batidas y sanciones de la Alcaldía en diversas oportunidades.
Cámara recuerda que fue el único negocio nocturno que duró tantos años. Hace pocos puso en funcionamiento la Barra Americana, con las mismas características, pero no tuvo éxito y en poco tiempo lo cerró.
Él fue denunciado por su hija Nohemí por el delito de trata y tráfico de personas, por las jóvenes, bolivianas y extranjeras, que llegaban a trabajar al table dance. Durante una inspección al lugar se encontró, supuestamente, pasaporte de varias muchachas.
Desde la cárcel de San Pedro, Cámara niega que sea tratante de personas. Sentado afuera de su celda, en el segundo piso del sector La Posta, asegura que todo fue montado por los hermanos Córdoba y su hija. “Somos enemigos a muerte y me quisieron acusar de trata, le lavaron el cerebro de a mi hija que ha dejado de quererme”, sostiene.
Relata que cuando se negó a seguir pagando 2.000 dólares mensuales de “garantía”, los Córdoba le entregaron credenciales de la Asamblea Legislativa lo que le daba a él y a sus trabajadores carta blanca para hacer lo que quisieran sólo mostrando esos documentos. “Pero llegó un momento en que me cansé y quise dejar de tener esa relación con ellos, fue en ese momento que me amenazaron y nos declaramos enemigos”, dice.
Cámara, de aspecto robusto, ojos llorosos y el rostro un poco hinchado estalla en llanto cuando habla de sus hijos, cree que no tiene sentido salir de la cárcel si se encontrará con su desprecio. No obstante, a principios de agosto pidió -mediante sus abogados- la cesación a la detención preventiva cuyo fallo salió en su contra días después.
El dueño de Katanas sostiene que su fortuna la consiguió hace más de 20 años, cuando comenzó en Santa Cruz con el cambio de dólares y con la venta de vehículos traídos de Chile, le siguieron negocios como la venta de hielo al por mayor y hace algún tiempo atrás la implementación de un parque de juegos electrónicos para niños. Asimismo, es propietario de un hotel en la población de Copacabana, tiene un inmueble en Villa Fátima y otros en el exterior del país.
El Katanas y La Barra Americana, que nunca logró funcionar, fueron los únicos negocios que -según Cámara- impulsó.
En contrapartida, la abogada Paola Barriga –que defiende a Nohemí- asegura que Cámara es dueño de dos locales nocturnos en la ciudad de Santa Cruz: Red Lips y el Gran Centro, este último “tiene como fachada un parque de juegos para niños pero en realidad es un prostíbulo”. Cuenta que cuando se hizo un operativo en ese lugar la Policía encontró preservativos usados y una serie de objetos propios de burdeles. En su defensa, el dueño de Katanas reconoce que el Gran Centro le pertenece, pero es un parque de niños que actualmente no funciona porque fue allanado por la Fiscalía.
Sobre los bienes de Cámara, Barriga afirma que ninguno de los que él menciona está a su nombre, por lo tanto no se conoce una actividad legal que le haya permitido ganar la fortuna que tiene.
Al margen de él, el año pasado seguían detenidos el que era el administrador de Katanas, Gustavo Fernández; uno de los trabajadores del dueño que tenía la misión de controlar a las chicas, Wálter Pabón; dos policías que -según la investigación- acompañaban a Cámara hasta el aeropuerto a recibir a las jóvenes; un chofer de la Guardia Municipal y un funcionario de la Alcaldía de La Paz. Un policía que trabajaba en la Dirección de Migración cumplía, en ese entonces, detención domiciliaria. “Estamos hablando de toda una red y todavía falta que se investiguen a más personas que están involucradas con Cámara”, sostiene la jurista.
El remate El Caballito
Mientras el Katanas funcionaba los fines de semana, más al norte -en la puerta de entrada a Villa Fátima- El Caballito, de Ernesto Córdoba, abría todos los días sin importar la hora. Así se ganó centenares de clientes, muchos de los cuales siguen siendo fieles.
El Caballito es un boliche de remate, donde las personas que salen en las noches llegan en la mañana a continuar la borrachera y la fiesta. Como este local hay muchos en La Paz, pero éste logró la fama precisamente por las veces que fue clausurado y reabierto.
La clandestinidad ha sido la tentación para unos que querían conocer el lugar y para otros que llegaban porque no tenían otro sitio donde beber. Ubicado a media cuadra de la plaza Villarroel, una puerta de garaje da la bienvenida a El Caballito. El inmueble tiene cuatro pisos, de los cuales los últimos dos son ocupados, o eran ocupados, por el propietario del boliche y su familia. En la planta baja funciona el remate.
Aquí los clientes deben seguir su instinto y sus sentidos del tacto y del oído, pues ingresar a El Caballito debe ser a ciegas. La oscuridad invade los primeros metros antes de llegar al boliche como tal. Un pasillo techado de unos 10 ó 15 metros de largo conduce a los clientes, al llegar se ingresa por una puerta que da paso a un espacio completamente hermético, las luces rojas lastiman la vista, mesas y sillas de plástico se distribuyen por el lugar. Años antes, después una batida edil, Córdoba puso sillones de cemento para impedir decomisos.
En una anterior entrevista, Córdoba reconoció que era el dueño de El Caballito, pero negó rotundamente que en ese lugar se cometan delitos. Pero en las pocas presencias policiales se descubrió venta de marihuana y cocaína al raleo, se cometió dos asesinatos dentro del local, uno de ellos derivó en la clausura del boliche. Tiempo después, el dueño volvió a abrirlo.
En una de las últimas clausuras que hizo la Alcaldía se descubrió cómo era el lugar, pues no cualquiera tenía acceso. Los administradores se manejan por claves con sus clientes, tienen horarios fijos y se forma una especie de logia.
Sin embargo, no es el único negocio que maneja Córdoba. Según testigos, personas que trabajaron con él y autoridades, suman al menos 35 los boliches que son de su propiedad, entre ellos New Pa’ gozá, que pese a múltiples clausuras sigue en operaciones. Un funcionario municipal recuerda que empezó con El Azabache, en la calle Armentia, un negocio también de remate.
Es un vox populi. A partir de los jueves, que es cuando abre El Caballito, algunas personas se despliegan por las esquinas aledañas al boliche. Son las “campanas” y están ahí por dos motivos: para alertar cualquier presencia de autoridades que quieran hacer controles y para ofrecer droga. “Una vez que hacen el contacto con los clientes, los invitan a ingresar al local para hacer la transacción y enganchar con los tragos y todo el servicio de ese lugar”, dice Julián Q., un extrabajador de este centro nocturno que por muchos años conoció cómo funciona.
La droga se vende al raleo, es decir en pequeñas cantidades. “Hay chicas que llegan desde las 5:00 y salen por la tarde. A veces salen borrachas y las meten en radiotaxis, incluso hay menores de edad, se nota”, revela una de las vecinas del local. Córdoba en alguna oportunidad negó que se permita el ingreso de menores edad y que no era responsable de que los hombres introduzcan droga, pero prometió que iba a hacer un control.
Ernesto Córdoba fue investigado hace unos cuatro años por la Fiscalía después de que en un operativo se encontrara a dos adolescentes trabajando como damas de compañía; sin embargo el caso nunca prosperó.
María del Carmen Ávila es una mujer que hace tres años perdió a su hijo Fabián. El muchacho formaba parte de la pandilla Family Ridhaz y fue achuchillado en El Prado y murió desangrado. Esta señora investigó por su cuenta para dar con los responsables del crimen y supo que hay vínculos entre los pandilleros con Córdoba. Paralelamente, la casa de la mujer está al lado de la que funge como discoteca Pa’ Gozá, en la avenida 6 de Agosto, también propiedad de Córdoba.
“Abren desde el jueves hasta el domingo, todos los días a puerta cerrada. Me crucé varias veces con Córdoba, es el dueño, hace cortar la luz de la plaza que hay aquí para que nadie filme o los identifique a los que venden droga”, cuenta. Además, asegura que es testigo de la llegada de “jovencitas” ebrias que incluso intentaron ingresar a su casa por la puerta de atrás del local nocturno. Desde la Unidad de Seguridad Ciudadana de la Alcaldía señalaron que se desconoce que en este lugar se quite la luz, pero afirmaron que harán una investigación.
La mujer cuenta que una vez encolerizó cuando Córdoba le dijo que Fabián era amigo suyo. Desde esa vez nunca más quiso dirigirle la palabra. “La Alcaldía sabe todo, lo que hace este señor con todos sus boliches, pero no hace nada, este hombre tiene poder y nadie hace nada”, denuncia Ávila, quien mantiene la firmeza de seguir indagando hasta dar con el asesino de su hijo.
Según un reporte de la comuna, El Caballito fue clausurado unas 12 veces, con memoriales de por medio, pero su dueño volvió a abrir y actualmente sigue en funcionamiento. Hace unos cinco años, Córdoba anunció que para evitar más problemas y, según él, denuncias falsas, los ambientes de este boliche de remate se iban a convertir en un jardín de niños. Nunca ocurrió eso.
El año pasado, el bar La Diosa también fue clausurado por la Alcaldía por no contar con licencia de funcionamiento, todo el operativo de la intendencia fue después del escándalo del club Katanas, de Marco Cámara, ubicado al frente, sobre la Capitán Ravelo.
Los dos rivales a muerte reconocieron en su momento que los lugares que administran o administraban estaban al borde de caer en lo ilícito, pero las decenas de testigos les dan la contra. Aseguran que la droga, la trata e incluso robos menores imperan en estos locales nocturnos.
Las noches en La Paz. La oscuridad que incita a los ciudadanos a olvidar la rutina por algunas horas y dar paso a la diversión, es la misma que esconde y es cómplice de los negocios prohibidos de los Córdoba y de Cámara cuyas “luces” se prenden para algunos, los más conocidos y preferidos. Entre amagues de control edil y policial gana la negligencia de ambos que dan piedra libre a la vigencia de estos “negocios”.