Cuánto vale un título en un país saturado de profesionales

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El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Isabel A. Vega Mareño
Carmen J. Luján Corrales

“El que uno tenga su título no le garantiza encontrar trabajo”, son las palabras de Marisol Aguilar de 30 años que es arquitecta titulada y que además tiene una segunda carrera terminada en diseño de interiores y, como plus, cuenta con un título en diseño de modas de un instituto técnico.

Karina Rocha, una joven de 25 años, defendió su tesis en Comunicación Social en junio de este año y recuerda las palabras de Marisol contemplando la ciudad de Cochabamba desde un mirador en la zona del Temporal a las 15:00 horas del 14 de septiembre, justamente día de su aniversario departamental. Es feriado y no hay mucho movimiento, desde su posición percibe que la ciudad y su eje metropolitano se expanden cada vez más. Llegan a su mente los rostros de los jóvenes que entrevistó para conocer su situación laboral y aprovechar para realizar un reportaje sobre el empleo juvenil que le sirva como una herramienta para concursar en alguna convocatoria de periodismo que suele salir a menudo.

Luego de mirar su cuaderno de apuntes, imagina a los miles que están en la misma situación. Todos tienen algo en común: son profesionales, tienen un título en mano, algunos acumulan especializaciones que van adjuntando a su hoja de vida. Vuelve a mirar la ciudad y sí, lo que parece no crecer a la par de las edificaciones, como le dijeron algunos especialistas, es el mercado laboral.

Karina regresa la mirada a sus apuntes y lee que según datos de “El Nuevo Mundo del Trabajo, investigación de la Realidad Laboral en el Área Metropolitana de Cochabamba 2013” de la Fundación Abril, el mundo laboral joven es de 30% en un rango de edad entre 19 y 30 años, donde las mujeres se encuentran en una situación de desventaja  en relación al salario, incluso cuando tienen una tasa de profesionalización más alta que los hombres. Sigue buscando cifras y encuentra el análisis de la realidad boliviana realizado por la Fundación Jubileo en julio de 2015, donde dice que en el país la bonanza macroeconómica registrada durante la última década se contrasta con una crisis laboral, porque la pérdida creciente de la calidad del empleo implica la generalización de la precariedad laboral en todos los sectores y ramas de actividad económica.

Nunca fue afecta a las cifras, pero pone atención en las características de la demanda laboral de jóvenes que según el Centro para el Desarrollo Laboral Agrario (CEDLA) son preocupantes porque la demanda está sujeta a criterios de discriminación, ya que en su mayoría (58%) buscan a hombres adultos y a mujeres jóvenes sin hijos (54%). Además, los jóvenes fueron contratados para puestos de vendedores (31,2%), trabajadores no calificados (26,5%), y obreros en manufacturas diversas (17%). El CEDLA también señala que sí disminuyó el desempleo, pero afecta más a la población con mayor nivel educativo en un 10.5%, a jóvenes de 15 a 24 años en un 14,5%, a mujeres 9,5% y a los más pobres en 12,7%.

Pasó media hora desde que Karina llegó al mirador, decide cerrar su hoja de apuntes y comienza a traer a  su mente los rostros de los  jóvenes que entrevistó y comienza a entender otras realidades de vida. Decide dividirlos en tres grupos. El primero, jóvenes profesionales (entre 25 y 30 años) que “deben trabajar” porque no cuentan con la ayuda familiar para poder costearse especializaciones que los lleven a una realización profesional. El segundo, jóvenes profesionales en el mismo rango de edad que pueden sacar adelante estudios complementarios y que sí cuentan con el colchón financiero de una familia que no les cobra manutención. El último grupo es de jóvenes profesionales más adultos (30 a 35 años), que los denominó los “con carrera” porque encontraron estabilidad laboral. Todos ellos coincidieron en algo que para muchos se convierte en frustración y desánimo: por más títulos que un profesional pueda acumular, acomodarse en un trabajo estable y que coincida con el área de especialización por la cual se eligió una carrera universitaria, es un privilegio que pocos gozan.

Jóvenes SIN ayuda económica

Karina se pone más cómoda  sobre una piedra que parece una banca, la primera persona que le viene en mente es Judith Becerra, licenciada en Ciencias de la Educación de 27 años, quien le contó que  tuvo varios problemas para conseguir empleo porque influye mucho la “muñeca” o influencia  para acomodarse en un buen trabajo. Además, le aseguró que por la necesidad de llevar dinero a casa, los jóvenes optan por aceptar cualquier trabajo, en cualquier área y con baja remuneración; en otros casos, tienden a hacerse militantes de un partido político para asegurarse una “pega” (empleo).

Luego, Karina recuerda su charla con Noemí Apaza, comunicadora social de 25 años. El lugar del encuentro fue una banca de la Plazuela Colón, la había esperado a que saliera de una entrevista de trabajo. Noemí le relató que debido a la situación económica de su familia debió empezar a trabajar desde el colegio como niñera y, en otras ocasiones, como vendedora de ropa. Esto la retrasó en su proceso de titularización, pero logró sacar su título. Sin embargo, al momento de buscar empleo dentro su profesión, el peso de la experiencia de trabajo dejó que debilite sus ilusiones y expectativas. Conocer sobre las experiencias de Noemí hizo que Karina revise nuevamente su hoja de apuntes, en seis domingos anteriores había revisado las publicaciones dominicales de los dos periódicos de Cochabamba donde la demanda laboral en un 34% pide de tres a cinco años de experiencia y en un 46%  de uno a dos años, y sólo el 19% no demanda ninguna experiencia previa. Y sí, esto coincide con lo que Noemí le contaba.

“Al principio te dicen ‘no tienes título’, luego tienes el título, pero te dicen ‘no tienes experiencia’ y al final no hay nada otra vez y es frustrante’”, recuerda las palabras que Noemí le dijo tomándose de la cabeza, indicando con ese gesto la incoherencia  de los empleadores.

Saúl Sarabia, sociólogo de  26 años fue el tercer entrevistado de Karina en este grupo de jóvenes que no cuentan con apoyo financiero. Pero él, a diferencia de las dos muchachas anteriores, desistió de seguir buscando un trabajo dentro su área de estudios porque además de la inexperiencia pesó su apariencia, catalogada por varios bajo el estereotipo de “rockero”, o sea, irresponsable. Por ello, tuvo que trabajar como portero de un edificio, mesero, carpintero y ahora es recolector de llantas usadas en una empresa recicladora. Él nunca contó con beneficios sociales.

Pensar en la situación de estos jóvenes, hace que Karina recuerde lo que Gabriel Rodríguez, investigador y comunicador de la Fundación Abril, le dijo con anterioridad sobre el efecto del subempleo, es decir, el joven se ve imposibilitado de ejercer su profesión y debe realizar otro tipo de tareas o ganar menos salario por necesidad. Por otro lado, el subempleo también está afectando a los profesionales jóvenes o denominados “junior” que desean incorporarse al mercado, como le confirmó la socióloga y economista Tania Ayllón, pues en el mundo laboral se encuentra cada vez más gente con alta calificación que se ve obligada a empezar su carrera profesional en condición de subcontratación, es decir,  ellos están cualificados para trabajaos de mayor nivel, pero aceptan esa situación.

¿Cómo combatir esto? Ayllón le mencionó que el desafío está en consolidar políticas mucho más profundas que van más allá de las dirigidas a las empresas en términos de las condiciones laborales o de condiciones de captación de la fuerza de trabajo, es decir, es un problema estructural que tiene Bolivia donde se comprueba su imposibilidad  de generar un aparato productivo que sea alimentado por un mercado interno y que devele una industria competitiva.

Jóvenes CON ayuda económica

En otra entrevista, pero de carácter grupal, Karina pudo reunirse con seis jóvenes profesionales en diversas áreas que viven otra realidad. Cuentan con el apoyo de una familia que puede esperarlos a cumplir sus metas profesionales y a que consigan especializaciones mediante cursos, posgrados e incluso la posibilidad volverse independiente con la creación de su propia empresa.

En un café céntrico de la ciudad, una auditora, una odontóloga, un ingeniero industrial, una arquitecta, una ingeniera comercial y un ingeniero en telecomunicaciones le habían hablado sobre sus experiencias en su vida laboral profesional. Todos coincidieron en que no es fácil conseguir un trabajo, es necesario buscar, hacerse de contactos y pagar el derecho de piso, pero afirmaron que éste debe ser practicado antes de salir de la universidad para que sirva como un puente al mundo laboral.

“Es difícil, el país no ofrece las condiciones para tantos profesionales, hay demasiados en el Departamento y más con la competencia de las universidades, ahora hay que prepararse mucho más”, le contó Mariela, odontóloga de 27 años. Esto le vuelve a recordar que en su hoja de apuntes trae datos de una revisión de cuatro universidades representativas de Cochabamba, tres privadas y una estatal, y sí existen algunos convenios para pasantías y otras formas de práctica laboral, pero sólo para algunas carreras y no llega a la totalidad de los estudiantes.

Sobre la famosa “muñeca”, los jóvenes que asistieron a esa sesión-entrevista, sí la consideran como algo frustrante, pero que deja abierta la vena de la competitividad para demostrar la calidad académica y de vocación reflejadas en la satisfacción de un mérito propio. Karina recuerda la expresión de los rostros de todos cuando lanzó la pregunta sobre la realización profesional, miedo a contestar y otros gestos que denotaban que recién caían en cuenta de su situación. “No soy feliz con lo que hago, pero esto me da estabilidad económica, pero no estoy realizándome”, le confesó Carol Fiel, auditora de 28 años, quien dijo haber escogido una carrera lucrativa más que vocacional y que ahora recién ve las consecuencias.

Al oír esto, Karina recordó que en otra oportunidad, Gustavo Maldonado,  psicólogo organizacional con más de 15 años en esta área, le dio pautas para entender lo que ocurre con los profesionales que se conforman con un trabajo ya sea porque necesitan el dinero o porque les conviene: a la larga se convierte en una frustración que podría terminar en una depresión, esto tiene como consecuencia un mal desempeño laboral que puede terminar en un despido. Sin contar que la depresión y frustración afectan otros niveles como el familiar y el social. “Yo creo que las personas que estudian, no estudian para frustrarse, estudian más bien para poder tener opciones en la vida tanto personales como  profesionales. El tema es que nuestro mercado laboral es muy saturado, más bien creo que es importante que las personas se capaciten para enfrentarlo”, le dijo.

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