Los datos muestran que, en definitiva, trabajar en prensa en Bolivia sigue siendo una labor de muy alto riesgo. Demuestran que los discursos de odio no se quedan sólo en palabras, sino que son generadores de reacción, en este caso agresiones físicas y verbales contra periodistas, fotógrafos y camarógrafos.
David Ovando
A tres años del conflicto poselectoral de 2019, la narrativa creada desde el Gobierno para desprestigiar a la prensa sigue marcada y en medio de la coyuntura actual se ha vuelto a reactivar, según la percepción del sector en Cochabamba, el departamento donde más agresiones a periodistas hubo tras las fallidas elecciones generales.
La situación actual es preocupante. Según un sondeo realizado la pasada semana por la Red de Apoyo y Protección a Periodistas (RAPP), entre 41 trabajadores de la prensa cochabambina, casi ocho de cada 10 periodistas sufrieron en el último año agresiones verbales, físicas o amenazas en el ejercicio de su labor.
El 51% de los consultados recibió amenazas o insultos a través de las redes sociales.
El reporte de agresiones de la Federación Sindical de Trabajadores de la Prensa de Cochabamba (FSTPC) señala que desde 2019 hubo 117 casos de agresión a la prensa en el departamento, de los cuales 23 periodistas, camarógrafos o fotógrafos resultaron heridos.
Entre las agresiones más comunes estuvieron las provocadas por petardos, escupitajos, empujones, insultos, y el borrado de imágenes de cámaras de video y fotografía, además de amenazas abiertas contra periodistas y medios de comunicación en las redes sociales.
Uno de los puntos de inflexión del conflicto con la prensa, después de la renuncia del expresidente Evo Morales Ayma, el 10 de noviembre de 2019, fue cuando el diputado Ademar Valda cuestionó públicamente a los trabajadores de la prensa en el grupo de WhatsApp de la Brigada Parlamentaria de Cochabamba porque no se difundían presuntamente videos de las protestas de sectores afines al Movimiento Al Socialismo (MAS), revélelo la FSTPC.
“Si te (les) molesta mi reclamo, mil veces debería indignante la muerte, la persecución y el golpe de Estado. Solo pedí que difundan los vídeos que todos me dijeron nunca salen en Bolivia”, insistió Valda a otro periodista.
Minutos después, decenas de trabajadores de la prensa, en clara oposición a las críticas de Valda, abandonaron el grupo.
El 30 de octubre de 2019, la prensa de Cochabamba sufrió la agresión más dura, en relación a la cantidad de periodistas. Ese día, un grupo de transportistas (2.000 personas aproximadamente) afines al MAS que llegó en una marcha a la plaza principal de Cochabamba agredió con objetos, empujones e insultos a trabajadores de la prensa que en ese momento se manifestaban en el lugar para pedir respeto a su labor. La Policía, pese a encontrarse en el lugar, sólo observó.
Al menos 30 periodistas fueron golpeados a vista y paciencia de la Policía, que se redujo a “contemplar” y mirar la golpiza que dieron los transportistas a los trabajadores de la prensa, detalla el informe de la FSTPC.
Las próximas protestas de grupos afines al MAS empezaron con duras críticas a la prensa y la narrativa “prensa vendida, prensa comprada” cobró fuerza y fue creciendo en todos los sectores políticos del partido de Gobierno. Entonces, comenzó una sistemática agresión contra los periodistas en todos los escenarios de protestas.
En el otro lado de la moneda política, emergió la Resistencia Juvenil Cochala (RJC), para contrarrestar las protestas de los sectores afines al MAS. Este grupo se ocupó de bloquear y desbloquear rutas de acceso en la ciudad, también comenzaron con un sistemático y agresivo plan de agresión a la prensa, principalmente en los puntos de bloqueo y en su reducto de Cala Cala.
Discurso de odio
Aunque casi desde el inicio de su gestión, el expresidente Evo Morales tuvo una mala relación con los medios de comunicación independientes, fue en 2016, tras perder el referendo para conseguir la reelección indefinida, que su discurso contra los medios se endureció, principalmente por el caso Gabriela Zapata.
En mayo de ese año, el exministro Juan Ramón Quintana habló por primera vez del “cártel de la mentira” identificando a medios a los que el Gobierno consideraba enemigos.
Para Quintana, un grupo de medios de comunicación impulsaron una campaña de desprestigio contra Morales y el Gobierno en general, en el marco del referendo del 21 de febrero de 2016.
Es así que los medios de comunicación independientes quedaron marcados y el discurso en su contra persiste hasta la actualidad, abarcando a muchos otros más, fuera de los identificados en el “cártel de la mentira” de Quintana.
Para el analista político, Paulo Bosco en Bolivia se puede identificar dos tipos de prensa a nivel general, “aquella supeditada a intereses políticos de un partido u otro, donde a los “trabajadores se les impone una línea política”.
“Por otro lado tenemos a periodistas y equipo de prensa que no están bajo control político de ningún partido y que trata de brindar la mayor información imparcial posible, es decir informar verazmente que es lo que sucede en nuestro país”, explicó Bosco.
Para el Secretario Ejecutivo de la Confederación de Trabajadores de la Prensa de Bolivia (CSUTB), Jorge Ábrego, la prensa de Cochabamba, por su condición geográfica, pagó la factura de la región, considerada como bastión de MAS.
“Se impuso el discurso de odio y las agresiones a la prensa recorrieron todos los sectores de los medios de comunicación. La narrativa de prensa vendida, no solo vino del MAS, también vino de la oposición, concretamente de la RJC, añadió.
El analista político Fernando Salazar considera que nunca se tuvo una prensa independiente en Bolivia en su totalidad, es una forma de “ideario”. Sin embargo, reconoció que la formación de profesionales de periodistas fue fundamental para ejercer el periodismo en las calles en procesos distintos, como las radios mineras.
El discurso contra la prensa en Bolivia empeoró en el último año
La labor de la prensa en Bolivia empeoró en los últimos tres años, según un sondeo realizado por la RAPP.
La percepción negativa sobre el ambiente de trabajo para los periodistas está vigente desde los conflictos poselectorales de 2019.
De 41 periodistas que respondieron al sondeo, el 56% aseguró que el discurso contra la prensa desde el oficialismo y también desde la oposición empeoró, mientras casi el 37% señaló que sigue igual respecto a hace un año.
En tanto, el 92% de los consultados consideró que desde los conflictos de 2019, cuando decenas de periodistas fueron agredidos, no cambió en nada la situación de los trabajadores de la prensa.
Pero eso no es todo, un alto porcentaje de periodistas ha sufrido en el último años agresiones verbales, físicas o amenazas en el ejercicio de su labor. Un 76% fue víctima de agresores contra la prensa.
El 51% de los consultados recibió amenazas o insultos a través de las redes sociales. La mayoría a través de cuentas de Facebook y de Whatsapp.
Los datos muestran que, en definitiva, trabajar en prensa en Bolivia sigue siendo una labor de muy alto riesgo. Demuestran que los discursos de odio no se quedan sólo en palabras, sino que son generadores de reacción, en este caso agresiones físicas y verbales contra periodistas, fotógrafos y camarógrafos.
Entrevistas
Edwin Soria/periodista
Las narrativas que se mencionan por si solas podrían considerarse en el marco de la libre expresión del público que critica a los medios, pero cuando se cruza la barrera de la violencia e impide el libre ejercicio periodístico son un delito contra la integridad del periodista y peor aún contra el derecho a la información y la democracia.
Creo que estas narrativas son impulsadas por grupos de poder político en ambos bandos para que no se ponga en evidencia sus verdaderas intensiones o peor aún, que los medios nos sometamos a sus narrativas .
Piensa que primero se debe buscar identificar a los promotores de estos hechos violentos y censurarlos y denunciarlos .
También veo necesario un ley complementaria para garantizar la libertad de prensa, el acceso a la información y que se pueda sancionar a la gente violenta que atenta al trabajo periodístico y no impere la impunidad, por último que todo eso también implica un autocracia a nuestro trabajo para hacerlo más prolijo y velar por la imparcialidad o por lo menos en la parte y contraparte .
Alejandra Ayala/periodista
Fue allí, en las mismas calles, en medio del conflicto, que ciertos mal llamados líderes comenzaron a sembrar la duda en los manifestantes, quienes llenos de intriga, pero con los ánimos revueltos empezaron a atacar a quien fuera responsable de mostrar la realidad. Empezaron a atacar a la prensa; Primero con silbidos, con gritos, luego con empujones, escupitajos y lanzamiento de botellas, petardos y piedras.
Fue difícil el trabajar en ese ambiente hostil, pero ¿Cómo explicar a personas aleccionadas que uno solo realiza su labor? ¿Cómo explicar que sólo somos obreros del mismo pueblo que demanda información? ¿Cómo hacerles entrar en razón y convencerles que detrás de cada periodista hay una familia que lo espera en casa? La repuesta solo era, “Prensa vendida, prensa mentirosa”.
Analizando los hechos, finalmente creo sí fue culpa de la misma “prensa”, pero de aquella que utiliza medios de comunicación con personas pseudo periodistas quienes se ocupan de brindar información errónea, parcializada y enfocada en sembrar odio, intolerancia y dolor, todo para lograr el cometido de esos mal llamados líderes, quienes sacaran provecho de la incertidumbre y dolo ajeno, de la lucha y el conflicto.
Como prensa debemos unirnos, protegernos, entender la diversidad de formas de cobertura actual, basados en los nuevos recursos tecnológicos, la población debe ser parte también de esta prensa apoyando y entendiendo la labor que se realiza en las calles, se debe hacer una auditoría e identificar plenamente lo que es prensa y lo que es campaña política y mediante un ente colegiado para precautelar a la población mencionando que un programa no lleva una línea estrictamente de prensa, sino que es elaborada por criterios personales, para no confundir y mantener a la población informada con veracidad, sin miedo a la verdad.
Edith Erquicia/periodista
Dentro de los insultos más recurrentes que recibí como periodista fue el de “prensa vendida”. Cuando más lo escuché fue durante los problemas postelectorales de 2019. Creo que todos los periodistas que estuvimos en cobertura en esas épocas fuimos blanco de ese tipo de calificativos.
Las palabras despectivas llegaban de grupos afines al Gobierno y de los que no lo eran, es decir, que nadie estaba conforme con el trabajo sacrificado de los periodistas y nos sentimos incomprendidos por la sociedad. Cuando la población de a pie califica de esa manera a sus periodistas no hay verdadera empatía hacia los trabajadores de la prensa.
Mitigar las agresiones es lo que se habló en esas fechas y también posteriormente, pues cualquier grupo de ciudadanos que no se sientan representados nos tachan de vendidos o mentirosos cuando lo que se publica no va con sus intereses. Lo único que se puede hacer, como gremio, es unirse, más allá del medio al que se represente, como en 2019 que se definió usar unos mismos chalecos sin expresar el medio al que pertenecíamos. Eso fue verdadera unión que venció al discurso y se hizo realidad.
Muchas veces salimos en marchas de protesta que hicieron eco en la población, pero poco o nada se logró, por eso también es importante el compromiso no solo de los trabajadores de la prensa, también de los dueños de los medios de comunicación. Esperemos que para futuros conflictos o problemas la prensa pueda unirse como en 2019 y demostrar que esa es nuestra principal arma.
Gustavo Carry/Periodista
El periodismo en Cochabamba atraviesa por una de sus peores crisis que fue puesta en evidencia durante los conflictos del 2019 que desencadenaron en la salida del entonces presidente Evo Morales del poder y poco o nada ha mejorado desde entonces. Múltiples agresiones físicas a los trabajadores de los medios de comunicación desde esa fecha han naturalizado este comportamiento por parte de diferentes sectores sociales. Amenazas y hostigamiento hoy son, lamentablemente, una práctica común y habitual con la que tenemos que lidiar los periodistas a la hora de cubrir situaciones de conflicto.
Lamentablemente todas estas agresiones no tuvieron ninguna consecuencia a nivel jurídico en contra de quienes la propician, teniendo en cuenta este antecedente es que, teniendo en cuenta experiencias propias, los periodistas prefieren desistir de continuar cualquier proceso debido a que estos no prosperan y terminan quedando en nada.
Una prensa sin bando ni cobijo. Y es que los periodistas que deben lidiar con esta situaciones tachados con diferentes calificativos totalmente alejados de la realidad, puesto a qué lamentablemente es de conocimiento general que los medios en dónde los periodistas trabajan atraviesan serios problemas económicos dejando a los trabajadores con una mora salarial arrastrada por varios meses en múltiples casos. Un panorama anecdótico teniendo en cuenta el calibre de los insultos que lanzan en contra de la prensa y que hablan de periodistas vendidos y relacionados a hechos de corrupción.
La solución a este problema pasa con una medida de protección a nivel judicial en contra de quienes agredan a los trabajadores de la prensa, solamente con sanciones más duras y ejemplarizadoras se logrará sentar un precedente que logré defender la integridad de quienes trabajamos en la búsqueda de la verdad.
Betty Rojas Rodríguez/periodista
“Prensa vendida” es lo que escuchamos de todos los sectores cuando existe un conflicto, cualquiera que sea éste, no importa. Para quienes pronuncian esas palabras, los periodistas se vendieron cuando no les hicieron escuchar lo que querían y necesitaban oír para revalidar lo que ya creen.
La triste realidad es que los periodistas sólo son trabajadores que buscan narrar los hechos para que la población conozca todas las versiones de lo sucedido y pueda generar sus propias opiniones al respecto, pero con toda la información necesaria.
Los periodistas, la mayor parte de las veces sin equipo de protección, están ahí en medio de los conflictos, para que la población tenga la información de primera mano, pero como premio a ese esfuerzo y el riesgo que asumen para cumplir con su deber, sólo reciben insultos, desconfianza, empujones, pedradas, gases lacrimógenos y, como siempre, se exponen a ser llamados “vendidos”.
Pero hagan lo que hagan, nos digan lo que digan, los periodistas y la prensa responsable en general continuarán en su misión de buscar la verdad y hacerla pública, aunque ese trabajo tenga por efecto incomodar a algunos.
Humberto Ayllón/Periodista
Los movimientos sociales son los principales actores que nos agreden verbal y hasta físicamente a todos los periodistas por el hecho solo de supuestamente no decir lo que a ellos les gusta o parezca, de ese modo nos empiezan a gritar “prensa vendida, prensa mentirosa”.
Lo que aveces da impotencia estar en el lugar con estos movimientos sociales y se nos prohíbe hacer nuestro trabajo con normalidad. Somos empujados, botados con basura, nos gritan en nuestras caras y se esconden en el tumulto de las masas.
Tenemos que mirar y solo callar por qué responder a esa situación es casi firmar que te peguen sin ninguna compasión.
Da rabia, angustia, incertidumbre y sobre todo miedo. Vi colegas llorar, vi colegas pegadas sin importar que eran mujeres. Mientras las autoridades correspondientes como los Dirigentes y la Policía solo miraban desde el palco.
Yo creo que tener una ley que garantice el derecho al Trabajo del Periodista con sanciones representativas como cárcel sería lo mejor para que los dirigentes y personas que sean identificadas lo piensen dos veces antes de agredir a los periodistas.
Como también que las autoridades correspondientes (Policía) haga cumplir y hacer respetar nuestros derechos.
Galería de Fotos (2019)
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