El desempleo encubierto tiene rostro de mujer

 

Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.

En la feria de la Ceja de El Alto

Julieta Tovar Ibieta

 

“Vivir al día”. Ésta es la regla 24/7 de cientos de familias que dependen de la venta de diversos productos en las ferias que se instalan en las calles y avenidas de las ciudades del país. Esta actividad económica genera ingresos para alimentar y vestir, además de contribuir a los hogares y hasta para darse algún “gustito” extra. Las comerciantes de la Ceja, avenidas Antofagasta, Tiahuanaco y calles aledañas en la ciudad de El Alto, son parte de este  universo.

El pan del día y el estudio de los hijos inducen a mujeres a salir a las calles a comerciar variados productos. Esta ocupación, si bien genera ingresos, no es un empleo de calidad y no ofrece seguros de salud ni de jubilación. En el departamento de La Paz el 55% de su población es trabajador por cuenta propia, de acuerdo con los datos del Censo de Población y Vivienda 2012 del Instituto Nacional de Estadística (INE).

En la Ceja misma no hay un mercado, en el sentido normado por la comuna, sino que hay múltiples ferias que se extienden cual si fuesen anillos de Saturno. Desde la división misma con la ciudad de La Paz, hacia las avenidas Tiahuanaco, Antofagasta, las calles: Raúl Salmón, Franco Valle y Jorge Carrasco hasta la avenida 6 de Marzo, desde la uno y hasta la 11, que es la avenida Satélite, se instalan ferias. De igual manera, ocurre  hacia la plaza Juana Azurduy y las calles aledañas: Constantino Medina, Sempértegui y Romero, aunque en esta área las asociaciones están más identificadas por productos como ser abarrotes, verduras y frutas, además con agrupaciones de mayor número de comerciantes.

Y ¿por qué es tan apetecible vender en la Ceja? La respuesta es clara: Esta área de la ciudad de El Alto, que quedó en el límite con la ciudad de La Paz, es el “centro de comercio”, según señala el coordinador de Ferias y Mercados del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto (GAMEA), Boris Becerra. Además, es el “primer círculo” alrededor del cual se fueron formando los barrios y zonas que conforman esta urbe, asegura el Mapeo Económico Ciudad de El Alto, de la Fundación INFOCAL La Paz, elaborado por Javier Michel.


ROSTROS ENDURECIDOS, PERO RISUEÑOS

La inclemencia del tiempo en una ciudad a 4.000 msnm no es una simple frase, es una realidad que a diario golpea el rostro de cientos de mujeres jóvenes, maduras, ancianas y niñas. Todas signadas por la necesidad de ganarse el pan del día, tanto de ellas como de sus familias.

En la feria de la avenida Tiahuanaco y sus alrededores, que no es la única, hay anaqueles, pero desde las 15:00 horas, comienza el ajetreo de colocar los puestos callejeros. Doña Juana se instala cada tarde, pero en jueves y domingo también “me vendo en la 16 de Julio”, comenta, al asegurar que esa es la más grande de la ciudad de El Alto, coincidiendo en la apreciación con el Coordinador de Ferias y Mercados del GAMEA.

En la feria que sigue el trazado de la línea férrea que unía la ciudad de La Paz con el puerto de Guaqui, entre la intersección de las avenidas Tiahuanaco y Satélite, alrededor de 1.000 familias dependen de estas ventas diarias. La mayoría de las comerciantes son mujeres ancianas, mayores, jóvenes y adolescentes, aunque la presencia de varones no está ausente. De igual manera ocurre en las otras ferias.

“Hay que ganarse el pan del día”, dice lacónicamente doña Margarita con un bebé acomodado en una camita ocasional que su mamá le arma en medio de los productos para la venta. Otras madres tienen a sus hijos en cochecitos. Algunas los llevan cargados sobre sus espaldas en coloridos aguayos. Todas estas criaturas están bien abrigadas, así combaten el frío de la diaria jornada.

En las tiendas, principalmente de ropa, atienden mujeres jóvenes. Son empleadas sí, pero no son parte de ese 37,7% de trabajadores asalariados, puesto que les dan una remuneración en algunos casos por ventas y en otros sin llegar al mínimo nacional. A estos reducidos ingresos se suma la ausencia del seguro de salud y de cobertura de renta de jubilación. A diario, desde las tres de la tarde, las jovencitas ofrecen pantalones, jeans, chamarras, poleras, blusas y vestidos, entre otras prendas de vestir. La mayoría asegura que con el fruto de su trabajo ayudan a sus familias, pero también logran cubrir sus  propias necesidades.

Es casi una ventaja salir a vender por la tarde, de acuerdo con las apreciaciones de las protagonistas de esta historia. Las razones de este contento son simples. Doña Angélica, por ejemplo, comenta que por la mañana cocina para su familia, porque “si no quién nos daría de comer”. Ella es una de las cientos de comerciantes que vende en uno de los anaqueles de la avenida Tiahuanaco. Por las mañanas “puedo ir al colegio”, señala una jovencita que se niega a decir  su nombre y dar más detalles. Pero eso sí, indica que ayuda a su mamá.

Los conflictos entre vecinas, compañeras de oficio y hasta de infortunio, también forman parte de esta convivencia diaria. Así lo hace saber doña Juana. El dolor de este comportamiento, prácticamente le obliga a mencionar esta molestia. A pesar de todo, es necesario ganarse la vida.
ENCUBIERTO

Las ferias alrededor de la Ceja de la ciudad de El Alto encubren el desempleo, debido a que si bien la venta de productos genera ingresos para las familias, igual el comercio es una fuente laboral precaria, sin cobertura de seguros de salud ni de largo plazo. La atención de salud tanto de hijos como de las mismas comerciantes se da en centros públicos y, en contadas ocasiones, en clínicas privadas.

La posibilidad de acceder a una renta de jubilación es una utopía. Las mujeres mayores de 50 años, tan próximas a alcanzar la edad de retiro, porque tienen al menos tres hijos nacidos vivos, lamentan no poder hacerlo porque carecen de la cobertura de ese seguro. En tanto que las menores de 25 años ni siquiera saben de qué se trata esta protección de largo plazo.

En Bolivia el empleo “es mayoritariamente informal”, con sólo el 32% de los trabajadores protegidos por la Ley General del Trabajo, de acuerdo con el análisis que realiza Armando Méndez, Profesor Emérito de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Académico de la Economía y expresidente del Banco Central de Bolivia.

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