El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.
Luis Andrés Rodríguez
Satisfacer las necesidades básicas es un derecho humano que ha sido constitucionalizado. Sin embargo, un sector de la población en Bolivia está condenado a vivir de la caridad o a depender de sus familias. Marco César Torres tiene 26 años y está en busca de trabajo hace ocho años; estudió informática para lograr su independencia económica, pero ha sido rechazado en diferentes espacios laborales por su ceguera.
Similar es la situación de Gualberto Huaicho de 21 años, también técnico en informática, y Claudia Mita de 28 años que concluyó el bachillerato. Para estas tres personas ya fue difícil formarse y peor aún conseguir trabajo.
En la ciudad de La Paz hay 1.210 personas ciegas; de ese total, 83 son jóvenes de entre 18 y 30 años. En Caritas Bolivia, una institución de la Iglesia Católica, más de 300 personas se capacitan en diferentes áreas como informática, artesanía en joyas y panadería con la esperanza con conseguir un empleo formal. El profesor Nelson Luna comentó que tiene 24 estudiantes y tan sólo cinco tienen un empleo y hay una mínima probabilidad que alguno de los otros entre al campo laboral. Por lo tanto, esos restantes 19 estudiantes siguen esperando ser llamados para un puesto de trabajo.
¿Cómo cree que sobreviven las personas ciegas en nuestra sociedad? ¿Tienen que vivir del trabajo o vivir de la caridad de las personas, por pena? ¿Qué cree usted?
Claudia Mita fue la primera persona entrevistada y señala que la ceguera se clasifica en dos: la primera es la B-uno que significa total, es la persona no ve nada y; la (B-dos), ceguera parcial, que puede recuperar la vista. Pero a veces prefieren no curarse porque corren el riesgo o tienen miedo de una mala operación y quedarían a ciegas de por vida. Emilio Kantuta de 30 años, que es (B-dos), sufrió una mala operación y quedó sin poder ver. A pesar que se puede curar, prefiere quedarse así.
La investigación que se realizó fue sobre personas jóvenes con ceguera de aproximadamente 18 a 30 años, quienes no consiguen empleo por diferentes factores que les impide acceder a un trabajo. Todos y todas necesitan mantenerse, sustentarse y peor aún si tienen familia e hijos que mantener, educar y satisfacer sus necesidades de alimentación ropa y otros. Según el director departamental del Instituto Boliviano de la Ceguera (IBC) de La Paz, Edwin Ilaya, hay 83 jóvenes de 18 a 28 años de edad que están inscritos en la institución; de estas 83 personas sólo 10 lograron un empleo. De las 73 personas desempleadas ¿a qué se dedican, qué hacen para poder subsistir? Reciben un bono anual de Bs 5.000 para poder vivir con dignidad, durante 12 meses.
Claudia Mita señala que ni las personas que tienen título son contratadas por su discapacidad. “Estudian, se preparan, asisten a seminarios para obtener certificados, tienen que aprender braille y no son contratadas, tienen que esperar a que las llamen. Algunos les dicen que regresen y si vuelven, las personas se escapan, se pasan por delante y les dicen que no está, se hacen la burla de nosotros. Las instituciones quieren una persona sana, hasta ahora sigo buscando empleo”, comenta.
Para poder acceder a un empleo en alguna empresa o institución, lo primero que tienen que hacer es capacitarse y esperar a ser llamados. Si bien son contratados, prescinden de sus servicios para atender llamadas o de recepcionistas y otras actividades que no pertenecen a los estudios que realizaron, se sienten discriminados por la sociedad que los excluye. Estas personas mencionan estar preparadas para trabajar en el área que se las designe acorde a los estudios realizados. Algunos se resignan, se cansan y dejan de buscar trabajo; ya no van a repartir su hoja de vida a instituciones, por vergüenza, decepción y hasta llegan a deprimirse; además, temen ser atropellados por ir a buscar un empleo.
Tal vez se preguntarán cómo se sustentan, qué hacen para sobrevivir en una sociedad excluyente. Estas personas se dedican a la venta de tarjetas o simplemente piden limosna todo el día. De lunes a lunes se la pasan en las calles aguantando frío y lluvia para poder comer un pan con su refresco de dos bolivianos. Y lo peor de todo es que hasta son asaltados por antisociales, engañados con billetes falsos o les roban el poco dinero que ganaron vendiendo diferentes productos durante todo el día.
A algunas empresas privadas les pregunté si contaban con personas ciegas trabajando y respondieron que no, porque estas personas no están aptas o no podrían manejar, no tienen conocimiento para manejar dinero por el hecho de que tienen mucho movimiento.
Por lo tanto, se puede percibir que no hay personas con ceguera trabajando en las instituciones. Los empleadores mencionan que no hay ni una persona que se desempeñe en algún cargo de alguna entidad privada ya sea financiera, de productos alimenticios u otros. En algunos lugares tal vez las haya, pero no es común que estas personas con ceguera estén con algún empleo.
¿La discriminación aumentó o bajó? Mirian Vega no lo cree así. “Un psicólogo de la universidad estatal me hacía sentir como un objeto de burla. Para presentar mis exámenes tenía que esperar a lo último y llamaba a los compañeros y me decía que me siente al medio de ellos, me sentía mal. Lamentablemente no pude denunciarlo porque dijo que aquí no hay ningún tipo de preferencia, tratos especiales. Traté de mantenerme firme en lo que pensaba de mis exámenes, por eso no denuncié al profesor, tuve que aguantar”, confesó.
Emilio Kantuta dice: “Nosotros tenemos derechos, derecho al trabajo a la salud, queremos que se respete. Hay una Ley, la 223 que favorece a las personas con discapacidad, pero no es así. Estamos preparados, estudiamos, yo les pido que nos hagan la prueba y se darán cuenta las habilidades que tenemos para poder trabajar. En ocasiones digo para qué estudiar si no vamos a trabajar, para qué tanta capacitación, asistir a seminarios, hablar otros idiomas si nunca vamos a trabajar. El hecho de que no consigamos trabajo es porque las personas no confían en nosotros. Yo le pediría al gobierno que no nos discriminen, a nosotros no nos ayudan, a las demás personas con discapacidad sí les ayudan, pero a nosotros…”.
Si bien hay una Ley donde menciona que el cuatro por ciento de personas con discapacidad tienen que trabajar en las entidades públicas, el gobierno afirma que cumple con esta normativa, pero qué pasa con estas personas que se encuentran sin empleo, las entidades privadas no las contratan porque necesitan personal apto, idóneo para que satisfaga las necesidades que demanda su empresa para no ser perjudicados.
Qué se puede hacer para que estas personas trabajen, para que puedan tener un sueldo justo, para que puedan acceder a una vida justa donde no tengan que rogar a la gente. Existe un centro de rehabilitación, Luis Braille Santa Cecilia, donde la encargada del área de psicología Deyci Flores menciona que en el centro aproximadamente se encuentra a 30 jóvenes. Ninguno de ellos está trabajando.
El problema de las personas sin empleo es muy amplio. Se tendría que crear políticas de inserción laboral, normas, reglas que ayuden a estas personas a poder trabajar ya que tienen las habilidades y destrezas porque se capacitan, estudian a nivel técnico o un grado de licenciatura. Tanto Claudia, Emilio, Einar, Marco, Mirian, Gualberto y todas las personas de estas instituciones, exigen lo principal que es respeto y dignidad, que los traten por igual, que no se fijen en sus capacidades diferentes porque están aptos, preparados para trabajar en distintas áreas. Piden que se cumplan la ley, tanto en las instituciones públicas como privadas y que no sean excluidos por la sociedad.
Panadería Caritas Bolivia