admin octubre 5, 2018
“No pensé ni por un minuto que vivía en mi propia cárcel, que servía a mi verdugo con todo ese amor romántico que nos enseñan desde que somos pequeñas. Piensas… sientes que vives dentro de lo ‘normal’ y te dices a ti misma que ¡todas pasamos por esto! Pero no me di cuenta que eso nos destruye como personas. Hasta que una misma decide cambiar y dejar ese ciclo violento”. Martha (nombre ficticio), con los ojos llenos de lágrimas, aguantando las ganas llorar, contemplando sus manos quemadas que fricciona sobre la pollera multicolor que lleva puesta, cuenta su historia de terror a la cual decidió cambiar el final.

Desconocimiento de la normativa

La mitad de las mujeres no conocen sus derechos

Shirley Bello Málaga

“No pensé ni por un minuto que vivía en mi propia cárcel, que servía a mi verdugo con todo ese amor romántico que nos enseñan desde que somos pequeñas. Piensas… sientes que vives dentro de lo ‘normal’ y te dices a ti misma que ¡todas pasamos por esto! Pero no me di cuenta que eso nos destruye como personas. Hasta que una misma decide cambiar y dejar ese ciclo violento”. Martha (nombre ficticio), con los ojos llenos de lágrimas, aguantando las ganas llorar, contemplando sus manos quemadas que fricciona sobre la pollera multicolor que lleva puesta, cuenta su historia de terror a la cual decidió cambiar el final.

Cientos de historias similares de violencia se repiten cada día, episodios donde el poder de la masculinidad hegemónica hace de las suyas, como siempre, sin importar raza, condición económica y menos educación.

Es una sala de espera cuyas pálidas paredes amarillas deprimirían a cualquier ser humano que se asome a su puerta inhóspita, el Servicio Legal Integral Municipal (SLIM) recibe denuncias de víctimas de violencia. Al entrar, debes esperar pacientemente tu turno hasta que salga la responsable que hará pasar a los presentes según el orden de llegada, preguntando qué servicio estás esperando: si para la Defensoría de la Niñez, para el SLIM o si tienes cita con alguna de las profesionales. Doña Martha, apresurada, se acerca a la responsable y en voz baja le dice: “Yo vengo a denunciar, licenciada”. Sin embargo, la respuesta es fría y nada empática. “Ya señora, tiene que esperar no más, hay harta gente”.

El municipio de La Paz cuenta con nueve Plataformas de Atención Integral a la Familia (PAIF) que brindan los servicios de Defensoría de la Niñez o Adolescencia (DNA) y de Servicio Legal Integral Municipal (SLIM), ambos dependientes del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz y de la Defensoría Municipal. “Las PAIF se encuentran en nuestros nueve macrodistritos de la ciudad de La Paz, incluyendo dos rurales que son Zongo y Hampaturi. Además, como Defensoría Municipal, tenemos una línea gratuita de emergencias de la violencia, 156, que atiende las 24 horas. En nuestros servicios brindamos la atención gratuita de trabajo social, psicología y legal”, menciona apresurada la responsable, porque las víctimas esperan impacientes para ser atendidas.

Las denuncias diarias que reciben las Plataformas de Atención Integral a la Familia, a través del Servicio Legal Integral Municipal, son atendidas entre 30 a 45 minutos cada una.

Mientras tanto, en esa monótona sala de espera, Noemí (nombre ficticio), quien se encontraba sentada a mi lado, inicia la conversación diciéndome: “A mí me toca evaluación psicológica, ya vengo hace un mes a la psicóloga ¡buenita es!, me está ayudando mucho, cada vez duele menos lo que me paso”, termina su frase con una sonrisa de alivio, sintiendo esa paz, con la esperanza de no volver a sufrir nuevamente cualquier tipo de violencia.

En medio de tanta espera, se nota que la mayoría de las víctimas de violencia se encuentran acompañadas por alguien de confianza, son esas personas que les dan “valor y fuerza” para seguir adelante y no desanimarse en la denuncia. La mayoría de ellas hablan en medio de susurros, casi todas llevan sus rostros cubiertos por sombreros, gorras o chalinas para no ser reconocidas o también para ocultar los hematomas que llevan en sus rostros. Muchas de ellas tienen la mirada perdida, fijada en un punto, esa mirada triste, llena de ilusiones truncadas, pero con una esperanza de buscar mejores días.

La Encuesta de prevalencia y características de la violencia contra las mujeres- 2016 (EPCVcM) muestra datos alarmantes: 75 de cada 100 mujeres casadas o en unión libre, sufrió algún tipo de violencia; el 71.3% en el área rural urbana; y, el 82.5% en el área rural. En muchos casos, estos abusos no son denunciados.

52 de cada 100 mujeres solteras de 15 años y más han sufrido violencia por parte de su novio, enamorado (o ex). Cuando se analiza la relación de la violencia contra las mujeres, con su nivel educativo, se observa que hay mayor vulnerabilidad cuando las mujeres no tienen ninguna educación. 34 de cada 100 mujeres justifican la violencia vivida argumentando los roles y estereotipos de género. La violencia es justificada por los agresores desde la infidelidad de las mujeres, la falta de respeto a los hombres o si las mujeres salen mucho. Cuando se analiza la relación de la violencia contra las mujeres con su nivel educativo, se observa que no existen sustanciales diferencias.

Sólo 64 de cada 100 mujeres declaran haber oído sobre la Ley No. 348.

 

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