Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.
Yola Mamani
Las oportunidades laborales para las mujeres son más reducidas que para los hombres, pero si esa mujer es negra y vive en precariedad económica casi no existen posibilidades. Entonces, no les queda más que dedicarse a la agricultura familiar, al trabajo asalariado del hogar o, si tienen condiciones, a emprender una actividad propia. Y eso está ocurriendo con las afrobolivianas.
Sin embargo, no hay datos estadísticos que corroboren esta situación, ya que las cifras del desempleo son por sexo y no por origen o etnia. Informes del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) dan cuenta de que la tasa de desempleo en el país es del 8% y que en el caso de las mujeres alcanza al 10%.
Los principales obstáculos que enfrentan las afrobolivianas son el racismo y la discriminación, y a eso se suma, de manera muy fuerte, el acoso sexual, por la hipersexualización que envuelve a hombres y mujeres negros.
Precariedad laboral
Un estudio realizado el 2009 por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) —Parecemos extranjeras en nuestra propia tierra, totalmente desconocidas por el resto de la población: condición de las mujeres afrobolivianas— indica que para las afrobolivianas “además de la discriminación racial que limita las posibilidades de empleo, las condiciones de pobreza hacen que realicen trabajos de menor remuneración; elevados índices de analfabetismo son obstáculos para acceder a mejores condiciones de trabajo”.
En ese documento, María Inofuentes, entonces Responsable de Género del Centro Afroboliviano para el Desarrollo Integral y Comunitario (CADIC), señala que las mujeres negras, en el ámbito laboral, son “empleadas domésticas, algunas comerciantes, vendedoras, también pocas hay que hayan logrado ser auxiliares de oficina o trabajadoras en fábricas”. La situación no ha variado sustancialmente, a pesar de la Ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación, promulgada el 8 de octubre del 2010.
La norma, en su artículo 5, inciso b, define a la discriminación racial como “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza o por el color, ascendencia u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar, directa o indirectamente el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales reconocidos en la Constitución Política del Estado y las normas internacionales de Derechos Humanos, en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública y/o privada”.
Racismo y sexismo
Las mujeres entrevistadas coincidieron en dos aspectos. Por un lado, indican que, en su caso, el racismo y la discriminación siguen prácticamente sin cambios, lo mismo que el sexismo que afecta en especial a las mujeres.
Por otro lado, ellas reivindican el adjetivo “negra” o “negro”, porque es una autoafirmación que visibiliza su presencia. Sin embargo, también indican que aún hay gente que utiliza estos términos de manera despectiva, lo cual es una manifestación de la pervivencia del racismo.
En cuanto a lo laboral, cuando las mujeres negras buscan trabajo son frecuentes las expresiones racistas, que suelen traducirse en frases compasivas, en el mejor de los casos, que aluden a la esclavitud que sufrió el pueblo afro, o en ofrecimientos de salarios que están por debajo del mínimo nacional, sobre todo en el trabajo del hogar, para cumplir tareas múltiples que resultan ser de explotación.
De darse la oportunidad de acceder a un trabajo, tienen que enfrentar el acoso sexual en condiciones mucho más groseras y morbosas que las no negras, y están más expuestas a manoseos y frases obscenas.
Lo anterior tiene que ver con la existencia de mitos sexuales con relación a hombres y mujeres negras, en especial la fogosidad. Todas las entrevistadas coincidieron en señalar que de ahí proviene esa mirada que las convierte en objeto sexual y sensual disponible.
Una realidad escondida
Carmen Angola, artista, fotógrafa independiente y activista, es negra; nació en la ciudad de La Paz, pero sus padres son de Coroico, una región de los Yungas que se caracteriza por la presencia de población afroboliviana.
Debido a la actividad económica de sus padres, ella no tuvo la necesidad urgente de trabajar para vivir y se dedicó al estudio; sin embargo, sí se involucró desde muy joven en las luchas de la comunidad afroboliviana, reconocida en el artículo 3 de la Constitución Política del Estado (CPE). Es así que conoce a fondo la realidad de las mujeres negras.
En lo laboral, Angola dice con contundencia que no existen oportunidades de trabajo digno. La mayoría de las integrantes de su organización, CADIC, se dedican al trabajo asalariado del hogar; a la agricultura, lo que las mantiene entre el campo y la ciudad; y algunas más difunden su cultura a través de talleres y espectáculos.
Algo que destaca es que las mujeres negras tienen muchas aspiraciones de superación y por eso se esfuerzan estudiando; no obstante, la discriminación las lleva a abandonar las aulas o, si concluyen el ciclo de estudios, no encuentran oportunidades laborales. Asimismo, cuestiona la relación mecánica que suelen hacer la mayoría de las personas entre la cultura negra y el baile.
Nesly Pérez Inofuentes nació en Chijchipa, en los Yungas; tiene 25 años y egresó de Derecho, aunque no ejerce su profesión. Dejó su hoja de vida en diferentes instituciones públicas y privadas, pero nunca la llamaron; ella trabaja en una importadora de repuestos y apoya de forma voluntaria en una organización que trabaja con niñas y niños afrobolivianos.
De más joven se dedicó al trabajo asalariado del hogar durante dos meses, pero fue una época de pesadilla. En ese tiempo llegó a odiar su color y su origen. Los hijos de su empleadora la insultaban de manera frecuente con expresiones racistas y trabajaba en condiciones de explotación.
Eliana Vargas es de la población yungueña de Tocaña. Tiene 18 años; salió bachiller en su pueblo, pero todavía no sabe qué quiere estudiar, aunque se inclina más por algo técnico. Su principal ingreso económico proviene de la agricultura familiar, actividad que la trae de manera frecuente a la ciudad de La Paz donde comercializa su producción.
Otra actividad importante en su vida es la difusión de su cultura. A ella la encontramos en los ensayos para la entrada folklórica de la Universidad Mayor de San Andrés; el grupo que baila saya afroboliviana la invitó para que enseñe a bailar a sus integrantes.
Heydi Vásquez estudio administración de empresas, pero para vivir vende cosméticos en un puesto en la calle. Hace tiempo dejó de importarle que le digan “negra” de manera despectiva, aunque siente que disminuyó la discriminación. Su papá es negro y su mamá blanca, y tiene tres hijos, dos negros y una blanca, lo que de cierta manera la estigmatiza. Su carácter fuerte le sirvió para frenar las insinuaciones sexuales que le hacían cuando trabajaba como secretaria, de más joven.
Saraí Amorós es cubana, vive en La Paz hace cinco años; es comunicadora y trabaja como presentadora de noticias de televisión. Ella no tuvo problemas para conseguir trabajo en Bolivia, pero le exigieron disimular con extensiones su cabello corto y rizado, imposición que ahora ya no está dispuesta a tolerar. La discriminación para ella se manifestó también en actitudes compasivas por su color y en la subestimación de su capacidad. El acoso que más sufre es el callejero y prefiere ignorarlo.
Sin información
Dos instituciones gubernamentales que deben velar por los derechos de la población desconocen cuál es la situación de las mujeres negras. Un funcionario de la Bolsa de Trabajo del Ministerio de Trabajo informó que ni hombres ni mujeres negras buscan ahí oportunidades laborales, por lo que esa instancia ignora el tipo de actividades que realizan y en qué condiciones.
Kioq León es responsable de la Unidad de Aplicación e Implementación de la Ley 045, dependiente de la Dirección General de Lucha contra el Racismo y toda forma de Discriminación. Su función es recibir denuncias, pero carece de datos. De manera general indicó que quienes más avanzaron en sus derechos son las poblaciones afroboliviana y lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB).