Huancarami, la localidad a Achocalla que lucha por agua

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Desde que tiene uso de razón, Lourdes Quispe Calderón recuerda estar días, meses y años detrás de una fuente de agua. La mujer de 46 años tiene el rostro cobrizo y su trato es dulce, cuando sonríe sus dientes delanteros brillan, los de arriba llevan enchapados unos corazones de oro. Su cabello lacio azabache está amarrado en dos largas trenzas que le llegan al final de la espalda.

Ella vive en  la comunidad de Huancarami, municipio de Achocalla. Se trata de un municipio turístico que con un lago invita a tardes de sol, comida al aire libre y paseos en bote; es un punto de relajamiento. Para Lourdes ese descanso es casi un lujo en la comunidad. La falta de agua es la pena de todos los días para sus habitantes.

Para llegar a su comunidad hay que tener vehículo propio o tomar un taxi desde Achocalla y pagar  10 bolivianos por viaje. El coche transita por un camino de tierra que expulsa polvo cuando el conductor acelera la máquina. La sequedad es el sello de este lugar, especialmente entre abril y octubre los meses con menos lluvia en el año en el país.

Una cancha de fútbol con el césped pelado y una escuela son las construcciones más importantes de esta comunidad, donde viven 82 familias. Para Lourdes los recuerdos están congelados, siempre vio esa cancha a veces descuidada y en muchas menos ocasiones casi reluciente, pero lo que sí es constante es la falta de agua. Como mujer sabe de la necesidad del agua en varias tareas domésticas. Las familias de esta comunidad aprendieron a colectar agua, dos veces por semana, de una vertiente en la localidad vecina de Junthuma.

A  sus vecinos no les pareció correcto eso de permitir que otra localidad se abastezca de sus fuentes líquidas. Hubo más de un altercado por este motivo.

Sólo en la época de lluvia llega la paz, todos están más tranquilos porque en vez de ir por el agua pueden acopiarla en sus casas y a buen resguardo del polvo. A veces, en la época húmeda, el clima se vuelve hostil y las lluvias caen con tanta fuerza que son capaces de arrasar huertos. En Huancarami tiene mucho sentido aquella frase antigua: “Llueve sobre mojado”.

Un día Lourdes se cansó de esperar a que el cielo les regale agua y decidió cambiar el destino de su comarca postulando a la secretaría general de la comunidad. Con el respaldo de las mujeres llegó al cargo. Pero ese apoyo no era garantía de una gestión tranquila, los hombres, sobre todo, decidieron hacerle la vida imposible y se oponían a todo lo que ella proponía. Ella resume este problema en una sola palabra con varias representaciones: “machismo”.

La tarea de conseguir agua tiene rostro de mujer. Las niñas que nacen en comunidades sin agua, como la de Lourdes, crecen cumpliendo esta labor para tareas domésticas, pero también de cuidado de las cosechas de sus familias.  La solución propuesta por la autoridad de esta comunidad, más que llevar los baldes, es ejecutar políticas para mitigar la carencia de agua. Pese a algunos obtusos que se oponían, la chola que tiene el cabello de Rapunzel era y es obstinada, casi testaruda.

El 2017 inició su cruzada. La estrategia era la de comprar un terreno, con fuente de agua natural, a la comunidad de Junthuma. Hizo la propuesta a la vecindad y luego de convencer a sus detractores logró tener el visto bueno de la mayoría. Para mantener su credibilidad le dio transparencia a todo el proceso. Hubo que hacer una colecta entre los comunarios y reunir un capital de arranque para comenzar a hacer realidad el sueño de llevar agua a los domicilios. Algunos no la apoyaron y otros confiaron en ella a ciegas. Algo que hasta ahora sucede.

Su mandato concluyó, aunque sus labores no. Inmediatamente después fue designada presidenta de la Asociación de Regantes de Huancarami. Se empapó de las tareas del cargo y con ese conocimiento contactó a autoridades del gobierno para pedir apoyo. Ahora está casi en la parte final del sueño, a punto de despertar.

En su comunidad no todos aprecian su labor. “Están felices la mayoría de mis comunarios, aunque a veces hay problemas y me atacan por la compra del terreno. Me dijeron que es mentira lo que he pagado y me han dicho que me estaba agarrando dinero, que les estaba engañando. Ellos dicen que el agua del gobierno es gratis”, habla y se apena, pero no se da por vencida.

Yolanda Chambi Calle, una de las aliadas de Lourdes, tampoco se da por vencida. Ella recuerda que desde su niñez iba a buscar vertientes para encontrar y trasladar agua a su casa. Andaba con bidones hacia Junthuma y a veces tenía suerte. Es que el agua no solo es necesaria para que ella y su familia vivan… es vital para sus sembradíos, ellos sobreviven gracias a la agricultura. Y hace décadas que el panorama seco no cambia.

Yolanda tiene 37 años y un optimismo casi infantil. Cuenta: “Nosotros carecemos de agua, no tenemos agua y si tenemos es poquito y no nos abastece a todos. Necesitamos agua para sembrar nuestras hortalizas, si tuviéramos agua entonces tendríamos casi todo el año hortalizas”.

Por el momento algo se mantiene: los días de cosecha de agua son martes y sábado. Después hay que rezar por lluvias… aunque no por tanta lluvia.

Huancarami no tiene agua pero cuenta con una tierra bendecida. Allí se puede sembrar: lechuga, papa, arveja, choclo, repollo, coliflor, maíz, haba… y el mercado principal de la cosecha es El Alto, luego los productos son llevados a la ciudad de La Paz.

Los pobladores afirman que los productos que ofrecen  son naturales, sin uso  de químicos. Están orgullosos de sus cosechas, aunque afirman que con riego permanente serían felices y no tendrían carencias económicas. “Sería una bendición para nosotros. Ni siquiera haríamos Carnaval porque sabemos lo que cuesta tener agua”, comenta Quispe.

Esta pesadilla seca está a punto de acabar. Corina Condori Guarachi es supervisora del proyecto estatal de microrriego. Ella confirma que ya se hizo el diseño y que los comunarios, liderados por Lourdes, tienen todo avanzado para el traslado de agua de una comunidad a otra. Eso sí, los convenios de permisos de fuente de agua y el paso del proyecto de una comunidad a otra son etapas morosas. “No todo es de fácil ejecución”, sentencia la ingeniera civil que vive en El Alto pero que va a la zona de forma regular. Ella es prácticamente parte de la comunidad y ha hecho de esta batalla una cuestión propia.

Lourdes espera que todo se concrete hasta fin de año, anhela que un día pueda tener agua propia, ella, su familia y la comunidad que la vio nacer. Aún es un sueño, pero falta poco para abrir los ojos y ver que se hizo realidad su añoranza.

Texto y fotos: Erick Ortega y Regina Ortiz Flores

Este reportaje fue realizado en el marco del curso “Derecho humano al agua, saneamiento y periodismo”, promovido por la Fundación Para el Periodismo, con el apoyo financiero de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y de la Unión Europea.