La economía boliviana
Entre el extractivismo y el paso a la producción con valor agregado
Roxana Ramos de Cadima
Desde hace varios años los bolivianos apuestan por la industria de alimentos que, en su cadena productiva da trabajo al agricultor, transportista, empleado de la empresa que los procesa y a quienes comercializan estos productos…
José, nombre ficticio -gerente de esta industria alimenticia prefiere no ser identificado – explica: “Poco a poco, con los años, aumentamos el número de condimentos y otros productos y en los últimos diez, industrializamos la empresa con molinos y maquinaria electrónica para mejorar el proceso”.
“Así, de fraccionar los condimentos en pequeñas bolsitas, pasamos también a procesar lagua de choclo o de chuño – consomé de maíz andino fresco o papa deshidratada de las regiones altas; tojorí y api – deliciosas bebidas hechas a base de maíz blanco y rojo-. Sopas deshidratadas como chairo o fricasé – esta última deliciosa sopa picante de carne de cerdo”-, explica José.
“Cumplimos con todos los registros sanitarios que son muchos pero, así estamos más tranquilos, aunque estas regulaciones son a veces caprichosas”, subraya
Silvia Delgado propietaria de una industria similar asentada en Sucre-Chuquisaca, explica cómo su emprendimiento comenzó gracias a la calidad del ají que se produce en ese departamento. Luego, superando muchos problemas incluso personales, fue creciendo con sopas como la cazuela de maní, que tiene mucha demanda y bebidas elaboradas en base de granos.
“Casi todo es producido en el departamento, pero se vende en todo el país” comenta orgullosa Delgado a un periódico local.
Entre las consumidoras, Elizabeth Cadima, al referirse a la industria de alimentos en Cochabamba, señala que conoce a los dueños desde hace muchos años, cuando empezaron con una pequeña tienda de barrio.
Afirma, “Yo nunca he escuchado nada de algún problema sobre estos productos, porque cuidan mucho la calidad”. Continua, “son condimentos que tienen el sabor que uno busca en la comida”. La “llajta”, o “tierra”, como se denomina a esa ciudad en su lengua nativa (quecha), es conocida por la variedad y excelencia de sus platillos culinarios.
Sobre los condimentos chuquisaqueños, el Chef boliviano Jorge Baldivieso, con estudios en Cordon Blue de Perú, explica que los Condimentos Pereira son muy buenos y variados.
Bolivia privilegia la extracción de recursos naturales
Desde antes de su fundación, Bolivia priorizó la extracción de recursos naturales, relegando la producción con valor agregado, es decir la industria de mayor elaboración y precio de venta, es decir, la producción a gran escala que permite bajar los costos para obtener precios de venta más competitivos a nivel internacional, señala el analista económico Enrique Velazco.
Según la Fundación de Estudios Sociológicos en Bolivia (FUNDES), ocho de cada diez empresas en Bolivia son micro o pequeñas (MIPES). Esta división se basa en el número de trabajadores que utilizan en la producción, así las micro tienen entre uno y diez, las pequeñas entre once y veinte, las medianas de veintiuno a cuarenta nueve, las grandes cien o más.
La distribución de estas se muestra en el siguiente cuadro.
Ocho de cada diez empresas en Bolivia son microempresas. El universo de las PIMES es de 98%, el 2% restante representa a los grandes emprendimientos, con más de cien empleados.
A pesar de las políticas de incentivo determinadas por el actual gobierno, como la de préstamos en condiciones especiales y otras, las pequeñas y medianas empresas (PIMES) disminuyeron drásticamente.
El entrevistado afirma que el año 2004, 55 % de la exportación provenía de empresas privadas, con producción mayormente con valor agregado y el resto resultaba de la extracción de recursos naturales.
“Sin embargo, entre 2013 y 2014 esa figura se ha invertido, es decir, se ha re primatizado la economía, solo 2 de cada diez son privadas y las ocho restantes, son administradas por el Estado para la extracción de materias primas como gas y minerales. Esto determina que más de la mitad de nuestras exportaciones sean de materia prima y están controladas por el Estado”, agrega Velasco
El grafico de FUNDEMPRESA, refleja el incrementó del cierre de empresas, especialmente los años 2015 y 2016, por falta de condiciones para su desarrollo.
“La producción con valor agregado es la que más empleo y crecimiento genera en cualquier país, pero en el nuestro debe superar muchas trabas como la carga tributaria, la ‘estreches’ del mercado y el contrabando”, señala al respecto el analista.
Aclara que la inversión a largo plazo es la que genera economías de escala -la que produce en cantidad para abaratar sus costos y así ser más competitivas frente a otras-.
Estos emprendimientos deben importar maquinaria, lo que implica impuestos, instalación de energía eléctrica, gas y otros servicios que se suman al costo inicial de la maquinaria. A ello, se suman los costos de la seguridad social y doble aguinaldo a los empleados, explica.
Por esto, salvo excepciones de emprendimientos que ya nacen con un mercado asegurado, como por ejemplo, una venta segura a alguna iniciativa gubernamental, las inversiones en manufactura actualmente representan sólo 11% del total, según FUNDEMPRESA.
Velazco detalla, que las empresas de manufactura, normalmente tienen un retorno de capital de entre cinco y quince años y explica, por falta de seguridad a largo plazo, los emprendedores privados nacionales, prefieren iniciar empresas que generen dinero a corto plazo como la especulación financiera y el comercio, esta última actividad en muchos casos ligada al contrabando y a las denominadas “coimas”, es decir, pagar para acelerar algún proceso.
Cita a cuatro tipos de emprendedores: los que invierten y se capacitan solo por probar una idea pero, sin necesidad de ganancias o a aquéllos que tienen formación e invierten para lograr réditos que son los más dinámicos.
Por otro lado, añade, están quienes no tienen mayor preparación pero, para sobrevivir se lanzan a diferentes emprendimientos, con mayor o menor suerte, como deben pagar impuestos, cierran sus empresas y luego las vuelven abrir. Algunos de ellos son los de la “actual burguesía alteña”. Finalmente están los que no tienen ninguna preparación y por subsistir un día se dedican a la venta de un artículo y al siguiente a otro, vendedores ambulantes, precisa.
“La manera de salir adelante es desarrollar una economía de producción a gran escala y no la actual, que se basa en la venta de materias primas o extractivismo que genera excedentes para la importación de muchos productos que abastecen el mercado interno y reducen las posibilidades de venta de las iniciativas nacionales”, sostiene y agrega “La extracción de materia prima distorsiona la política macroeconómica, las posibilidades de empleo, la distribución del ingreso”.
El cuadro muestra el volumen y valor de las importaciones que llegan al mercado boliviano.
Sumado a esto explica Velasco, “gracias a la actual Ley de Bancos y Entidades Financieras, estos nunca pierden dinero… y por ello ofrecen créditos a personas que, en muchos casos, no saben en que invertir y al no hacerlo correctamente, se convierten en deudores…”
“No se trata que el empresario quede sin responsabilidades sino de que, estas estén claramente definidas y se cumplan, lamentablemente, el Estado es el más informal en el cumplimiento de estas normas, aunque exige su observancia” señala.
Enrique Velazco sostiene que la solución a estos problemas “está en hacer que el extractivismo no perjudique a la producción nacional, porque ese dinero se utiliza para importar productos que se podrían producir en el mercado interno generando empleos y desarrollando la industria nacional”.
“Para que el extractivismo no perjudique el desarrollo de la producción, el Estado debería tener una idea clara sobre la importancia del desarrollo empresarial. Sin embargo las reparticiones estatales tienen visiones diferentes sobre d las empresas. Así el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas las ve como contribuyentes, el Ministerio del Trabajo, Empleo y Previsión Social emite disposiciones para aplicar cargas laborales…etc”.
Afirma, “Nadie ve el tema del desarrollo productivo como la solución contra la pobreza, desigualdad y a favor de la inserción internacional. Todos esperamos vivir de rentas y comercios y así nunca se desarrollará una política laboral coherente, normas fiscales que favorezcan no sólo la recaudación sino más bien el desarrollo, en las que los impuestos permitan bajar los costos del empresario”.
Por todo ello, se concluye que hacen falta políticas coherentes de incentivo a la producción privada nacional y con valor agregado, que es la que genera empleo, crecimiento y una distribución de la riqueza basada en el salario del trabajador, quien de esta manera, podrá satisfacer sus necesidades con su salario y contar con excedentes, lo que también dinamizará la economía boliviana, para alcanzar el verdadero bienestar de los bolivianos.