Las primeras lecciones enseñadas por Nuestra Señora de La Paz

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Olga Yegorova

Día cuatro en La Paz – todavía ni pensar en decir que conozco esta ciudad en forma de hoyada. Sin embargo, les cuento las primeras lecciones que Nuestra Señora de la Paz me ha enseñado.

Lección 1. Si quieres adaptarte al espíritu de la ciudad, deja tu ropa negra en el armario.

En el último medio año viví en Suecia, un país en que el negro no solamente cubre la ropa de la mayoría de la gente, sino también es un símbolo de vestir chic, del minimalismo moderno y del individualismo al mismo tiempo. Venir aquí con mi ropa negra, durante el día me hace sentir como un emo, una metalera o una vándala – al menos eso se piensa de la gente que se viste de todo negro.

Toda la ciudad está brillando en una amplia gama de colores. Empezando por las mujeres vendedoras con sus vestidos largos y sus multicolores kepis rayados en los que traen productos o incluso a sus niños, hasta la gente de las oficinas que se encuentra para almorzar en los restaurantes – parece que aquí la diversidad de colores es expresión para la individualidad de cada uno. Además de sus variadas pinturas originales, las casas están marcadas por grafitis – en parte por ilustraciones altamente artísticas, y también por garabatos simples. Y para no olvidar: la comida que se vende por todos los lados: frutas, nueces, pasteles que aparte de colorear las calles, nunca me dejan con hambre.

Lección 2. Equivocarse y encontrar el camino correcto es el estandarte cotidiano.

Las calles de La Paz se parecen al labirinto de una feria – llenas de gente, vendedores, coches, perros y ruido. Así que durante los pocos días en que estoy descubriendo mi nuevo entorno, me he equivocado del camino unas cinco veces. Por suerte, al final siempre llegué al destino. ¿Por los mapas que estoy trayendo conmigo? – No, el tráfico del centro no deja con mucho tiempo para buscar calles en mi mapa de tamaño miniatura. ¿Con mi sentido de orientación intuitivo? No, no dispongo de ello para nada. ¿Cómo entonces? Preguntar, preguntar y otra vez… preguntar. Preguntando a vendedores callejeros me ha ahorrado seguramente unas horas de vagabundear por las calles y además – me ha confrontado con estereotipos sobre mi país: “Los alemanes son fríos, verdad?”, pregunta una señora después de indicarme el camino. Yo, algo  irritada: “Pues, depende; cada uno es diferente… pero tal vez, sí son fríos”. Nos despedimos y yo sigo perdiéndome en las calles.

Y cuando me encontré en una calle soleada, todavía no me sentí completamente sola – no se puede escapar de los perros callejeros, que son parte del aspecto urbano. Si tienes algo para comer en tus manos, te van a acompañar en tu camino.

Lección 3. Aunque tengas prisa, para, respira y date cuenta de la belleza y de lo demás.

A veces, las numerosas nuevas impresiones me hicieron descuidar lo que hay debajo de mis pies: los caminos peatonales. Eso puede ser peligroso en la metrópolis. Con frecuencia las calles están caracterizadas por tener baches y huecos profundos porque faltan sus tapas de alcantarillas y rejillas de metal.

Aparte de esas condiciones, La Paz tiene calles en subidas y bajadas que me desafían cada día. Esta ciudad, localizada en un hoyo enorme a unos 3.500-4.000 metros sobre el nivel del mar, siento la falta de oxígeno con cado paso que doy. No ayuda mucho que algunas calles, la mía incluida, tenga algo más que un 20 por ciento de pendiente. Con mis 22 años es la primera vez que paro y respiro fuertemente en mi camino a casa. Pero dicho esto, sólo refleja una cara de la moneda. Parando en mi camino me he dado cuenta de lugares que nunca esperé: cafés en aquellos donde se toca jazz contemporáneo boliviano, centros culturales en que líderes espirituales dan conferencias sobre alternativos conceptos del ser y las vistas espectaculares que me quitan el aliento aún más.

*Olga Yegorova es pasante de la Deutsche Welle Akademie en la Fundación para el Periodismo.

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