Escrito por: Malkya Tudela Canaviri, periodista con 18 años de ejercicio. Se ha desempeñado como reportera y editora en los periódicos La Prensa y Digital del PIEB.
En el complejo del Hospital de Clínicas un grupo de practicantes de la Facultad de Medicina camina buscando público, entre los pacientes de consulta externa, para ejercitar una explicación sobre los peligros de la nefropatía diabética. Una mujer les interrumpe en su guión: «¿Pueden hablar en aymara? Es que mi papá no entiende». La respuesta de los universitarios es una sonrisa nerviosa antes de continuar con su speech en castellano.
No es casual pedir atención en idioma nativo en los hospitales de tercer nivel del sistema público de salud porque allí acude en su mayoría una población llegada de provincias, personas sin la cobertura de una caja de seguridad social o sin posibilidades de pagar un centro privado.
Ese sistema de salud pública atendió 12,7 millones de consultas externas en el país en 2015, frente a las algo más de 6 millones atendidas por la seguridad social o a las mucho menos atendidas por los subsistemas de salud privada, de la iglesia, de las fuerzas armadas y policía y de las ONG.
Tan solo en el Hospital del Norte de El Alto, camino a Copacabana, desde su apertura en marzo 2015 a junio 2016, el crecimiento de la demanda fue del 25% en consulta externa, hospitalización y servicio de quirófano, con ligeras diferencias entre ellas.
Frente a esa masiva demanda, los hospitales públicos de tercer nivel, dotados de especialidades y subespecialidades, no han crecido en cantidad. Es más, curiosamente se ha reportado una reducción del número de nosocomios entre 2015-2016: de 71 a 66. Igual pasa con los hospitales de segundo nivel: de 238 a 219. Pero los centros de primer nivel, ubicados principalmente en provincias y barrios citadinos alejados, aumentaron considerablemente en el último año: en 74 unidades.
Sin embargo las 12,7 millones de consultas no se distribuyen racionalmente entre los tres niveles del sistema público. La lógica es acudir con prioridad a los hospitales de tercer nivel e incluso los centros de primer nivel derivan masivamente sus pacientes a los centros especializados. En La salud en el municipio de La Paz (GAMLP, 2013) se muestra que un 36,5% de las personas enfermas o accidentadas buscan ayuda en los grandes centros, y apenas un 16% acude a los pequeños centros de atención básica.
Los centros de salud pequeños carecen de profesionales, de insumos y de laboratorios. La jefa de Epidemiología del Hospital del Norte, Jackelin Ferrufino, explica que este año la falta de insumos en los centros de primer nivel alteños derivó en la masiva llegada de mujeres gestantes y pacientes con problemas menores que se supone deben se tratados en los centros de primer nivel.
Sin camas para los pacientes
Luego de tres años de prácticas médicas universitarias, Yésica Claros describe así al Hospital de Clínicas: «Es una pena, las camas están sujetadas con ladrillos…, los insumos de los doctores en quirófano son super viejos, hay que esterilizarlos y esterilizarlos… Los guantes los reciclamos, todo se recicla, los bisturís, las agujas, ¡y es un hospital de referencia!, es muy triste, es lamentable».
El «deber ser» es como en las películas: un paciente, una cama y su propio equipo de monitoreo en una habitación hospitalaria. Todo lo contrario al pabellón Británico que parece de épocas de guerra, con baño común para muchos pacientes que ocupan catres dispuestos contra las paredes dentro de un gran galpón.
Oficialmente en Bolivia hay 1,1 camas por cada 1.000 habitantes. En el Hospital del Norte, donde tienen 126 camas funcionando, han preferido utilizar la proporción por cada 100.000 habitantes: 14 camas. Pero eso es 0,14 camas cada 1.000 habitantes. La peor situación del país.
El Alto, junto con Potosí y Beni, tienen los peores promedios de Bolivia en el indicador camas por 1.000 habitantes. Entre 189 países, según Index Mundi, Malí registra 0,1 camas y Mónaco ostenta sus 16,5 catreras.
Si la dotación de camas hospitalarias sufre de escasez en el sistema público, los recursos humanos son aún más deficitarios. Jackelin Ferrufino, provista de estadísticas en su laptop, reporta: «Tenemos un médico por cada 18 camas. El estándar internacional es 1 médico por cada 6 camas en área normal y en las UTI (Unidad de Terapia Intensiva) 1 por cada 4. Licenciadas (en enfermería), lo mismo. Desde todo punto de vista, incluidos auxiliares (de enfermería), estamos en déficit».
Tercer nivel que no es tercer nivel
El microclima generado por las estufas a gas contrasta con la mezcla de frío y viento altiplánico que predomina afuera, en la carretera hacia Copacabana. Dos mujeres vestidas con chompas, gorros, chalecos y mantas de lana, polleras, enaguas y polainas, comienzan a enrojecer por el calor mientras esperan afuera de las oficinas administrativas del Hospital del Norte.
El hijo de una de ellas se accidentó en Ixiamas hace 22 días en una moto. El joven estuvo diez días en el centro médico, y lleva 12 en el hospital alteño. Sin SOAT, no le cubre el seguro, pero su madre ha visitado oficina tras oficina y le queda por pagar 2.485 Bolivianos de los 6.000 presupuestados. Todavía tiene la esperanza de una rebaja con sus gestiones.
También aquí es normal atender a forasteros, principalmente llegados del altiplano. Los administradores dicen que el Hospital del Norte no tiene una población asignada para atender planificadamente. ¿Debe atender a los 901.823 habitantes de El Alto? ¿También a los habitantes de las provincias? ¿Y a los que envían o refieren los centros médicos desde la sede de gobierno? Ante la duda, no se niega el servicio a nadie, incluido el accidentado en Ixiamas.
El plan de apertura del Hospital del Norte en dos fases fue atropellado por la demanda de la población. Las unidades de terapia intensiva, pediátrica, neonatal y adultos mayores se abrieron sobre la marcha, sin esperar a la llegada administrativa de la segunda fase.
El presupuesto en salud en Bolivia tiene una prioridad menos que secundaria. En 2014 el gasto total en salud fue de 6,3 % respecto del Producto Interno Bruto, y esa asignación implica una gran brecha en comparación con el gasto de 14,2 % en América Latina y el Caribe.
La saturación y sobrecarga de trabajo es el signo en todos los casos, así como la falta de personal. Es un problema complicado porque el sistema público debe responder a esas deficiencias con recursos propios principalmente.
Entonces cuando el pediatra del Hospital del Norte recomienda un neumólogo pediatra, un cirujano pediatra o un traumatólogo pediatra, no queda más remedio que referir el caso al Hospital del Niño, uno de los nosocomios del Hospital de Clínicas. Lo mismo con pacientes para el Hospital de Quemados y, desde el pasado agosto, con pacientes de la Unidad de Terapia Intensiva (UTI).
«Para no tener problemas de infecciones hospitalarias, que ya se nos han presentado, estamos haciendo la adecuación de la infraestructura como corresponde a una UTI», dice Ferrufino. Resultado: El Hospital del Norte también refiere o envía pacientes para distintas especialidades al Hospital de Clínicas.
El resultado son los pacientes itinerantes que van de El Alto a La Paz, o viceversa, en muchos casos después de haber llegado desde alguna provincia y formando las lastimosas filas de madrugada para sacar ficha en el Hospital de Clínicas. Frente a ese panorama, el director del complejo hospitalario de Miraflores, Gonzalo Sillerico, aclara que la situación financiera «está conforme» y sin problemas que reportar.
A pesar de esa conformidad, en el Hospital del Tórax han pasado siete días desde que el 11 de noviembre el doctor José Urizacari, director interino, firmó un comunicado para anunciar la suspensión del servicio de Rayos X y de la central telefónica debido a que una tormenta eléctrica fulminó esos equipos.
¿Cómo funciona un Hospital del Tórax sin equipo de Rayos X? Con mucha desconfianza de parte de los usuarios y con incertidumbre para reparar los equipos. Los pacientes son incrédulos acerca de que tampoco funciona el servicio de Ecocardiografía. «Nos tildan de flojos», dice el médico.
Sillerico admite el problema de la falta de recursos humanos, pero insiste en que eso es relativo: «Nos falta personal pero no los podemos contratar en este momento porque no tenemos las máquinas necesarias. ¡Para qué voy a contratar hoy un anestesiólogo si no tengo la máquina!».
*Reportaje escrito dentro del Programa Integral de Open Data y Periodismo de Datos, impulsado por la Embajada Británica, apoyado por el European Journalism Centre y realizado por la Fundación para el Periodismo.