Hasta hace algunos años, tener un celular de última generación en el bolsillo podría haber sido un signo de estatus social, pero no algo imprescindible. Incluso hoy, para la mayoría de los bolivianos el aparato sirve para dos operaciones básicas: recibir y hacer llamadas telefónicas. Pero la tecnología ha revolucionado de tal manera nuestra vida que, en este momento, tener un celular inteligente y acceder a internet no es sólo un gasto suntuario: es una necesidad.
Y es una necesidad porque gracias a la irrupción de las nuevas tecnologías ha cambiado absolutamente todo: la forma de hacer y de distribuir música, la cinematografía, incluso la forma en que nuestros niños juegan.
Pero es posible que la mayor cantidad de cambios para la vida cotidiana de la gente se presente en el hecho de que las nuevas tecnologías han introducido una posibilidad revolucionaria para todos los ciudadanos: poder generar contenidos y compartirlos.
El ejercicio del derecho a informar y ser informado está más presente que nunca. Atrás va quedando la figura del periodista como intermediario entre el poder y la ciudadanía, del periodista que “interpretaba” la información para hacerla comprensible a la gente.
Y sobre todo, atrás va quedando el monopolio de la agenda informativa que hasta hoy poseían los medios de comunicación, siempre sometidos a múltiples intereses económicos, empresariales, políticos, mercantiles y hasta familiares.
Y esas múltiples presiones actuaban y actúan subrepticiamente en la agenda informativa cotidiana, al punto de que la ciudadanía cuestionó la confiabilidad de los medios. Los bolivianos lo hemos vivido en carne propia el año 2003, cuando los canales de televisión transmitían telenovelas mientras las fuerzas del orden reprimían duramente a los alteños durante la “guerra del gas”.
Los alteños decidieron entonces no dejar ingresar a sus zonas a varios medios. Sólo a algunos, como radio Erbol, Radio Pachamama y RTP les estaba permitido reportear. ¿Qué habría pasado entonces si hubiésemos contado con las nuevas tecnologías que ahora son tan accesibles? Es posible que estuviésemos contando una historia diferente.
Es por eso que la Fundación para el Periodismo decidió explorar lo que se denomina el periodismo ciudadano, un nuevo modelo de información en el que el ciudadano deja de ser un mero consumidor de noticias para constituirse en un generador y productor de contenidos.
Los orígenes del periodismo ciudadano datan de hace unos 15 años, pero comenzaron a mostrar su potencial en 2001 en Estados Unidos, cuando Al Qaeda derrumbó junto a las Torres Gemelas muchos paradigmas, entre ellos el periodístico. Las páginas web de los diarios estadounidenses colapsaron frente a la avalancha de personas que requerían información y los blogs y bitácoras entonces comenzaron a convertirse en fuentes alternativas que eran consultadas por la población.
Lo mismo ocurrió durante el tsunami de Indonesia y, posteriormente, cuando se produjo el terremoto en Chile, el año 2010; el fenómeno se reprodujo con creces en las redes sociales como Facebook y Twitter.
Ha corrido mucha agua bajo el puente y hoy, en Bolivia y en el mundo, todos los medios de comunicación tradicionales han abierto espacios para que la gente participe y comente las noticias presentadas. Aun así, persiste la resistencia a dar la palabra a los ciudadanos. Los teóricos del periodismo ciudadano señalan, con acierto, que los medios siguen creyendo que la gente quiere ser escuchada, cuando, en realidad, la gente quiere hablar.
En Bolivia hubo múltiples experiencias, como Voces Bolivianas, Indymedia o los grupos de blogueros constituidos en El Alto. Su aporte ha sido altamente valioso especialmente para los jóvenes, que son los más predispuestos a probar, utilizar y explorar las nuevas tecnologías. Pero estas experiencias no lograron trascender el esfuerzo individual o grupal del activismo bien intencionado pero poco promovido y menos aún valorizado por los medios de comunicación tradicionales.
Es necesario explorar el nuevo modelo desde la perspectiva informativa a partir de periodistas comprometidos con la democratización de la información. Cambiar la idea de que el periodismo ciudadano es el periodismo de los barrios, la información recopilada en las calles de los vecindarios.
El periodismo ciudadano es aquél que se compromete con esta nueva generación que quiere crear sus propias noticias, que se rebela contra el monopolio mediático de la información, que reivindica la importancia de lo que hace en su vida cotidiana; porque así vive, así estudia, así reproduce su círculo social.
El periodismo ciudadano es el que rescata lo que dice la gente, para profundizarlo, darle sentido y contexto e interpela al poder cuando la situación lo amerita. Es el que exige soluciones a situaciones concretas que afectan a la vida de una comunidad, por pequeña que ésta sea. Es el que toma el estandarte de quienes piden más y mejor internet para Bolivia, el que se suma y milita por mejorar los servicios básicos para la población. La experiencia iniciada por la Fundación para el Periodismo nos ha demostrado que estamos dando los pasos en el camino correcto.
Desde septiembre pasado, se han desarrollado tres plataformas digitales para las ciudades de Tarija, La Paz y Cochabamba. En Tarija, tras las primeras jornadas de capacitación para los periodistas ciudadanos, se registraron 108 personas, entre las que se encuentran importantes autoridades culturales, historiadores, estudiantes de comunicación y jóvenes bohemios que nos cuentan cómo comparten la noche en la ciudad.
En La Paz, la experiencia empieza ya a mostrar todo su potencial. La primera corresponsal registrada tiene apenas 16 años y es una joven estudiante de la zona de Chasquipampa. El segundo es un hombre de 74 años que informa sobre las diversas actividades que se realizan en la Universidad de la Tercera Edad. A apenas unas horas de anunciado el taller de capacitación, teníamos registrados 47 periodistas ciudadanos, dispuestos a informar. Los cochabambinos esperan el lanzamiento de su plataforma, que se realizará a mediados de diciembre.
El periodismo tiene tres principios básicos: responsabilidad, veracidad y oportunidad. Los ciudadanos interesados en informar nos han demostrado que son los primeros en respetar estas premisas. Ni una sola información de la analizada hasta el momento incluyó una calumnia contra alguna persona o algún comentario discriminatorio o racista. No hay insultos ni vituperios, no hay información alarmista ni falsa. Sería bueno que los medios tradicionales volcaran la vista hacia esa información, para acortar la brecha actualmente existente, que no sólo perjudica a las empresas periodísticas sino, sobre todo, a nuestro derecho a ser informados.