Marynés Salazar, experta en temas de género y promotora de los derechos humanos
(foto: captura Facebook Psinergia Bolivia – Comunidad Sexual).
Entrevista a Marynés Salazar Gutiérrez, doctora en Investigación Transdisciplinar, doctora en Educación, master en Filosofía y Ciencia Política, especialista en sexualidad, licenciada en Psicología y directora de Psinergia.
Por: Claudia Quenallata
Edición: Patricia Cusicanqui
— Se habla a diario de la violencia en diversas formas y esferas, ¿qué es la violencia y cómo se manifiesta?
— La violencia es un estado de tensión en la lucha por el poder, donde una o varias personas buscan someter a otra u a otras personas causándoles daño. Se manifiesta en cuatro niveles: agresión o conducta reactiva; maltrato o comportamiento agresivo dirigido a someter a alguien a conocimiento de que se le causa daño (bullying); abuso o comportamientos agresivo y maltratador planificado y sistemático dirigido a someter a alguien generándole daño (un delito); y crueldad o comportamiento agresivo, maltratador y abusivo dirigido a someter a alguien generándole daño para el disfrute de quien comete este comportamiento (patología). Los niveles de violencia se manifiestan en tres tipos de violencia: física, psicológica o sexual y estos a su vez se expresan en formas de violencia: simbólica, mediática, educativa, familiar, salubre, patrimonial, digital, política y otras.
— ¿Cuál es el curso de la violencia contra las mujeres y la niñez y la adolescencia?
— La violencia, especialmente hacia la mujer y hacia niñas, niños y adolescentes, es un hecho estructural que sigue un curso que se inicia con la violencia simbólica que transmite los mandatos culturales violentos normalizados y naturalizados por la sociedad. Esta violencia se transmite a través de medios de comunicación que fomentan el estereotipo violentador a nombre de moda, información, noticia o farándula; luego se manifiesta a nivel físico, psicológico o sexual en espacios familiares, educativos, salubres, patrimoniales, digitales o políticos que terminan reproduciendo los estereotipos normalizados y naturalizados. Es posible cortar esta espiral de la violencia, pero para ello es importante comenzar con el análisis de la misma, evitando situar a la agresión, al maltrato, al abuso o a la crueldad como sinónimos de violencia por flojera de pensar un poco más.
— Refiere la violencia simbólica como el inicio de la espiral de violencia estructural, ¿en qué consiste esta y cómo se expresa?
— La violencia simbólica es aquella que precisamos desnormalizar y desnaturalizar, pues es la que por siglos ha posicionado a la mujer como objeto de reproducción, si no tienes hijos no eres mujer; de producción, si no te sacrificas no eres mujer; y de exhibición, si no encajas en los estereotipos no eres mujer. Y ha posicionado al hombre como instrumento, objeto, de ataque, si no eres macho no eres hombre; de control, si no mantienes el sistema en el que naciste no eres hombre; y de consumo, si no tienes mucha mujeres o posesiones no eres hombre; esta violencia es la que debemos transformar si queremos eliminar paulatinamente la violencia.
— La violencia contra las mujeres, los niños, niñas y adolescentes no ha cesado y las cifras reveladas tras el confinamiento por la pandemia prueban que se ha exacerbado…
— La violencia no va a cesar nunca en tanto sea un estado de tensión en la lucha por el poder, donde una o varias personas buscan someter a otra u a otras personas causándoles daño; lo que sí podemos disminuir son los niveles de violencia como la agresión, el maltrato y la crueldad. En tiempo de pandemia, se han profundizado los niveles de violencia física, psicológica y sexual en el entorno familiar, en tanto este deseo de manifestar poder solo tenía al hogar o a la casa como espacio para hacerlo; en la mayor parte de los casos ha seguido una cadena en la que se encontraba al hombre, que ante su impotencia de cumplir las funciones que la sociedad le encomienda, descargó su miedo, su ira y su tristeza en su pareja, y ésta a su vez, en sus hijas e hijos; o ambos en éstos últimos. Esta puede ser una posibilidad por la que incrementaron los feminicidios e infanticidios.
— En el caso de niños, niñas y adolescentes, las estadísticas muestran (desde siempre) que los violentadores son, por lo general, familiares cercanos, ¿cómo se entiende y explica esto?
— Justamente porque la búsqueda de poder se manifiesta contra las personas más débiles y se sigue la cadena tan conocida socialmente, los hombres descargan su impotencia en las mujeres, en las niñas, niños y adolescentes; resulta difícil hacer entender a la sociedad que las personas nos hemos constituido en engranajes que hacen funcionar sistemas que nos controlan y que terminan encajándonos en las funciones dispuestas para ser mujeres o para ser hombres, y que, sin percatarnos vamos pasando de generación en generación.
— En el caso de las y los violentadores, ¿qué rasgos que pudieran alertar al resto del entorno familiar presentan estas personas?, ¿cómo identificarlos?
— Generalmente son personas que encajan en el sistema como instrumentos de ataque, control y consumo; son personas que se encuentran a la defensiva y por ello atacan antes de sentirse atacados, son personas que quieren mantener su idea de control en las demás, por ello acuden a la violencia psicológica, sexual o física para someter o sostener su poder, son personas que tratan a las demás como si fueran objetos de su pertenencia.
— Desde su experiencia y análisis, ¿el consumo de pornografía, imágenes sangrientas, drogas o alcohol condicionan la actitud de los violentadores sexuales o es únicamente un asunto de poder?
Es un asunto de poder, pero la pornografía, las imágenes sangrientas, las drogas o el alcohol son detonadores de ese abuso de poder. La pornografía es un delito porque sabemos que exacerba el deseo de posesión de la otra persona cual si fuera un objeto de desahogo. Las imágenes sangrientas exacerban el deseo de ataque a las otras personas en tanto desensibilizan las relaciones interpersonales y minimizan la empatía. Las drogas y el alcohol bloquean la capacidad de raciocinio y viabilizan la emergencia de emociones controladas por la persona.
— ¿Por qué hay mujeres madres que en muchas ocasiones no denuncian los casos de violencia que sufren sus propias hijas, y en algunos casos pueden convertirse en cómplices de los hechos de violencia sexual o física hacia sus hijas?
Porque en sus vidas ha transcurrido la espiral de la violencia, es decir han ido asumiéndose como objetos de reproducción, producción y exhibición, a través de los mensajes transmitidos por los medios de comunicación, por las iglesias, por las escuelas y por la sociedad en general y lo van transmitiendo hacia sus propias hijas; pero además ellas mismas han vivido otras violencias como son la psicológica, que socava su estima, la sexual, que somete sus decisiones, y la física, que ha sometido sus cuerpos; la mayor parte de estas mujeres no encuentra otra vía de salida para sí mismas o para sus hijas, pues han asumido la normalización y la naturalización de la violencia.
— En un país como Bolivia, con altos índices de pobreza, con cientos de miles de madres saliendo a trabajar cada día, ¿cómo pueden la familia, la comunidad y las instituciones del Estado ayudar a reducir los índices de violencia?
La pobreza no solo es carencia de cosas, las cosas son importantes, pero no lo son todo. Las personas debemos satisfacer las necesidades de subsistencia, participación, entendimiento, ocio, libertad, identidad, creación y protección de manera equilibrada con el ser, tener, hacer y trascender (Max Neef, M. 2000), solo así podremos dejar de ser pobres; es decir no confundiendo los satisfactores con las necesidades. Es esto justamente lo que las sociedades y sus representantes deben comprender; en ese sentido dejarán de enviar mensajes como el cuidado solo de la propiedad privada (incluida “mi familia”, “mis hijos”, “mi mujer”, sino generarán encuentros comunales donde todas y todos entendamos que las niñas, niños y adolescentes, así como su bienestar es responsabilidad de todas y de todos.
— Ante los numerosos casos de violencia hacia las niñas y adolescentes que se presentan a diario en el país, ¿cuál es el cabo suelto que hasta ahora no han podido atar las entidades del Estado, ¿qué hacer efectivamente para la prevención hacia toda forma de violencia?
Aún no están entendiendo qué es la violencia, cuáles son sus niveles, cuáles son sus tipos, cuáles son sus formas; aún no están logrando romper con la idea permanente del cuidado de la propiedad privada en desmedro del cuidado de la comunidad. Creo que a nivel de las autoridades siguen resolviendo lo urgente pero no lo profundo, por ello se mantiene el discurso de que “niñas, niños y adolescentes son el futuro de Bolivia” pues de mirarles como presente serían otras las medidas familiares, educativas, salubres, mediáticas, políticas que se verían obligadas y obligados a tomar.
— ¿Cuál debería ser el rol de los medios de comunicación en la cobertura de los hechos de violencia sexual a niñas y adolescentes?
Deberían partir por recordar que todas y todos debemos movernos en el marco del “interés superior de la niñez”. Si deciden hacer esto verían que esto es complejo pero sencillo a la vez, se lograría con una sola orden de los dueños de medios, de los directores de los productores: “transmite las noticias como si tu público siempre fueran niñas, niños y adolescentes”… porque así es, independientemente del horario en que se difunda “algo” siempre existirán niñas, niños y adolescentes observando, escuchando y aprendiendo.
En ese sentido, seguro que la cobertura de hechos de violencia evitaría mostrar detalles escabrosos y morbosos cuando vayan a difundir una noticia, buscarían palabras empáticas, y buscarían siempre mostrar la posibilidad de solución, para dar esperanza a las niñas, niños y adolescentes. Les aseguró que la información mediática cambiaría radicalmente y, por ende, la realidad.
— ¿Según su experiencia como cree que los medios de comunicación deberían apoyar en la cobertura o difusión para la prevención de violencia hacia las niñas y adolescentes?
Recordando que no solo tienen como función la transmisión de información, sino también la de educación de toda la población, especialmente de niñas, niños y adolescentes, Ya harían un gran favor a todas y todos, dejando de reproducir estereotipos que sitúan a las mujeres como objetos de reproducción, de producción y de exhibición, y a los hombres como instrumentos de ataque, de control y de consumo, pero harían más favor aún a las wawas, dándoles el lugar que les corresponde como personas de derecho.