Editor marzo 30, 2022
Periodista, de Luis Gandarillas

Se calcula que en las redacciones periodísticas de Bolivia, al menos el 60% es mujer
(foto: Luis Gandarillas).

 

Mujeres periodistas relatan experiencias negativas relacionadas con acoso sexual, violencia simbólica, cosificación y discriminación. Los medios de comunicación son considerados actores claves para alcanzar una sociedad más justa e inclusiva.

 

Por Josué Daza y Patricia Cusicanqui

Decenas de periodistas son autoras de artículos y reportajes acerca de otras mujeres violentadas y acosadas, sin ellas escribir sobre sus propias experiencias. Sometidas no solo a los modelos patriarcales sino también al sexismo que se replica dentro de las Redacciones de los medios de comunicación en Bolivia, la mayoría calla por temor a perder sus empleos o a la exposición pública.

La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, resolución adoptada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en septiembre de 1995, reconoce la enorme contribución que pueden hacer los medios de comunicación “al adelanto de la mujer”, por lo que fomenta la presencia formal y sustantiva de las mujeres dentro de los medios de comunicación, tanto públicos como privados.

No obstante los avances registrados en los últimos años, el machismo aún representa un problema real en las Redacciones. Los siguientes son testimonios anónimos de mujeres periodistas que, de forma voluntaria y en un ejercicio reflexivo, tomaron la palabra en un encuentro formativo de la Red de Periodismo para una Vida Libre de Violencia y narraron sus experiencias.

“Después de la pandemia, en mi caso, el acoso ha sido peor”, cuenta una redactora que se vio forzada a dejar su trabajo por los abusos de uno de sus superiores. “Muchas callamos porque son los jefes (quienes incurren en violencia). Yo necesitaba el trabajo, de veras que lo necesitaba y saben que no te vas a ir y que no vas a decir nada. Noté que había lo mismo con otras compañeras, fue algo muy incómodo y totalmente agresivo. Eso de agarrarte por la cintura (sin tu consentimiento) parecerá tan cómico para algunos jefes y era muy recurrente; para mí fue algo que realmente me traumatizó”.

Como se describe en ese relato, el ejercicio de poder dentro de los medios de comunicación también es parte de esta problemática que afecta a millones de mujeres en el mundo. Los casos de acoso y violencia simbólica dentro de las Redacciones no se cubren, pero son un secreto a voces.

“Ejercer como periodista siendo mujer es muy difícil. Una sufre acoso constantemente, muchos piensan que por ser simpática una ha de ser hueca, que no sabes o tienes capacidad de hacer tu trabajo o que simplemente estas ahí por muñeca”, dice una reportera sobre cómo se sintió cosificada.

“La mirada y la forma en que se dirigen a ti hablan por sí solas, se nota cuando van de mano con una intención desagradable”, añade su compañera de la universidad, aludiendo a los primeros pasos recorridos en la consolidación de su carrera.

Otra forma de violencia y de discriminación es creer que en periodismo hay áreas temáticas de interés exclusivo de mujeres y cuya cobertura está también restringida a las mujeres periodistas, como aquellas relacionadas con el cuidado del hogar, la belleza y la farándula, entre otras. Asimismo, las fuentes pueden ser altamente discriminatorias y ejercer acoso.

“Era como que tenía que ganarme un lugar dentro de la cobertura. Es mucho el machismo dentro de la cobertura diaria, lo sufrí en carne propia al principio, hasta que luego de un tiempo te vas dando a respetar y te ganas un lugar dentro del rubro”, expone una corresponsal.

Los cuestionamientos a la vida privada de las mujeres son otro factor de discriminación y de postergación, la maternidad en particular, dado que en las empresas públicas y privadas la consideran un perjuicio, cosa que no sucede con sus pares hombres que son padres.

“Fui a postular a un medio de comunicación porque tenía la experiencia y conocían mi trabajo. Cuando hablé con el jefe de prensa, lo primero que me preguntó fue por qué había dejado de trabajar y le dije la verdad, que había sido mamá”, recuerda una madre profesional. “Su respuesta inmediata fue que no me podían contratar porque tenía un hijo, y que, en general, ninguna empresa lo haría por todo lo que demanda la maternidad. Fue un golpe muy bajo”.

Asimismo, el nivel de compromiso de los medios de comunicación con el enfoque de género y otras iniciativas tendientes a alcanzar la igualdad y equidad entre hombres y mujeres es todavía escaso.

“Había propuesto a los editores y demás gente con cargos altos en el periódico hacer un taller invitando a periodistas que sepan de la temática y que nos hablen (de periodismo con perspectiva de género), pero nunca me dieron una respuesta concreta (…) Y este era un tema del que tampoco se hablaba ni se problematizaba en las reuniones de editores”, relata una periodista, exempleada de un reconocido periódico. “Y las veces que hice una observación a algún tipo de cobertura, sufría doble discriminación, no solo por mujer, sino por joven”, añade.

Esto último evidencia que la violencia se expresa no solo en razón de género, sino por grupos etarios, y que podría atravesar también otras dimensiones como la clase social y la etnia, lo que desde la perspectiva de género se conoce como la interseccionalidad.

En Bolivia, la inequidad de género con relación a las estructuras de poder en el ámbito laboral se manifiesta de diversas formas, desde el acoso hasta innumerables violaciones a los derechos de la mujer como muestran los testimonios precedentes. Los datos al respecto son escasos o imprecisos por la falta de denuncias y apoyo a las víctimas.

Una muestra de esta desigualdad está en la brecha participación laboral. Para 2019, el Sistema de Información de Mercados Laborales y Seguridad Social registró que las cifras siguen favoreciendo a los hombres: mientras ellos sufrían una tasa de desempleo del 3,28%, en el caso de las mujeres, esta se duplicaba al 6.01%.

Además de enfrentar violencia y menos probabilidades de triunfar en el mundo profesional, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 26,5%, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).