El phubbing crece como hábito descortés; peritos piden control

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María, más conocida en las redes sociales como Kyo, duerme con el celular y al despertar lo primero que hace es revisarlo. Sedienta de nuevas notificaciones, sale de su habitación mirando la pantalla sin notar que su mamá le está preparando el desayuno o que su hermano menor la saluda. Este es sólo un ejemplo de miles en los que se usa el celular frente a los demás: en el almuerzo, con los amigos, en una reunión, en pareja, etc. En todos los espacios sociales que se puedan imaginar está el denominado phubbing.

El phubbing viene de las palabras inglesas phone (teléfono) y snibbing (desairar) y su significado denota lo que ocurre cuando alguien  ignora a otra persona por estar concentrado en su teléfono celular.

La maestra de la Unidad Educativa República de Francia, Sandra Mariño, asegura que hoy se puede ver a estudiantes que llevan sus celulares como si fueran extensiones de su cuerpo. Lo curioso, dice,  es que son «los padres de familia quienes proporcionan el aparato a sus hijos”. En muchas ocasiones, agrega, los padres no pueden controlar el uso del equipo por los berrinches que realizan sus hijos cuando son despojados de sus celulares, asumiendo en algunos casos conductas agresivas.

Por extraño que pueda parecer, éstas son escenas que, además de ser cotidianas, muestran problemáticas de aislamiento, baja autoestima y de poco o nada de interés por lo académico. Por lo general   los adolescentes buscan en el celular un refugio, pues con él sienten un alivio emocional al estar en contacto con otras personas, conocidas o no, sintiéndose importantes y comprendidos.

El desafío de controlar el phubbing es una forma de ignorar a los demás. La prohibición del uso o el decomiso del celular no es la solución, pues el aparato constituye un elemento distractivo incluso cuando no está en uso. Además de los chats, los usuarios acceden a juegos que acaparan la atención de los jóvenes, cuya mente es invadida por frases como «quiero pasar al siguiente nivel del juego”, «qué dirán de mi publicación”, «cuántos likes tendré”, «la última selfie está genial”, «quiénes estarán cambiando de estado”, etc.

Los jóvenes sienten que al no revisar su celular se pierden de mucho, cuando eso no es cierto, porque lo que verdaderamente pierden son minutos de la vida real al aislarse de los demás pensando en sus pequeños mundos imaginarios. En realidad, el problema está en la persona y no en el dispositivo, la solución está en aprender a controlar el phubbing, saber cuándo, dónde y en qué tiempo usar el celular para no ignorar a quienes están compartiendo tiempo real.

Mariño sugiere que en el colegio se debe analizar esta problemática proporcionando a los estudiantes un espacio de reflexión para que puedan darse cuenta de lo que está ocurriendo. En este marco, dijo, se podrán crear actividades en las que se desarrollen habilidades sociales y, con ello, evitar el esconderse tras el celular.

Una máscara de moda

Diego Eróstegui Navia, especialista en pedagogía, indica que el problema surge a raíz de la disposición de tanta tecnología sin una orientación adecuada. Es más cómodo encerrarse utilizando los celulares como máscaras, ya que  para algunas personas  es menos estresante que hablar cara a cara.

Señala que esta situación influye negativamente en la salud, pues disminuye la actividad física, provoca cansancio en la vista, la postura del cuerpo se deforma, causa hiperactividad, hay una pereza activa, estimula la falta de concentración y a ello se debe agregar que el estudiante se encierra en un mundo de fantasía, muchas veces para evitar enfrentar algo real.

Afirma que el phubbing es una forma de ignorar a los demás, porque para quienes lo practican  es más cómodo y es una forma segura de exponerse a los demás. Con las redes sociales, de manera virtual, se evitan o se crean conflictos pero nunca se los enfrentan verdaderamente. «Esto se da porque como personas necesitamos que la sociedad nos reafirme y nos apruebe, para nutrir nuestra identidad. Es por ello que estamos pendientes de la opinión del resto sobre nosotros”, dice.

Esto  tiene que ver con la nomofobia, que es una enfermedad en la que las personas que la padecen tienen miedo a perder la señal, que se les acabe la batería del teléfono u olvidar el celular en casa.

Los chicos crecen pensando en ellos mismos y en sus necesidades y el celular satisface todo eso. Es cierto que husmear en el Faceboock y ver videítos de gatos en el YouTube distrae y hace que el tiempo se pase volando. Es ahí donde comienza la adicción por la atracción de esas sensaciones, dice Eróstegui.

Por eso, las personas que revisan cada cierto tiempo sus celulares  a veces tienen la sensación de escuchar los sonidos de notificaciones, de mensajes o  de que sus celulares están vibrando, cuando en realidad son simples sensaciones.

Eróstegui señala que es importante que las personas aprendan a dar un mejor uso a la tecnología y a no refugiarse en  los aparatos, a no abusar del uso de los celulares. Pide que haya un mayor acercamiento de los padres a sus hijos y que juntos puedan trabajar en la autoestima y la autoimagen. Es importante que en las escuelas y en los hogares no se permita que un aparato interfiera. «No permitamos que el phubbing crezca como hábito descortés y natural. Desconectemos nuestra atención de los aparatos para conectarnos con nuestra familia, amigos, pareja y personas reales. ¡Dejemos el círculo  de ser víctimas o verdugos del phubbing!”, agrega.

Autores: Isaac Franz Condori Rojas, Herbet Alcides Pérez Mendoza y Luz Vania Cosme Tinta. Asesora: Prof. Sandra Edith Mariño, de la Unidad Educativa República de Francia «B”.

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