Tomarse un café e imaginarse una ciudad ordenada y cuidada

FERNANDO CABEZAS

   

Dentro del Seminario Internacional LPZ Ciudad Inteligente (LPZCI), el taller Dibujando una Ciudad Inteligente, fue quizás el evento que mayor interés concitó entre quienes asistieron para saber cómo se construye una ciudad inteligente y qué beneficio traería para el ciudadano.

La Fundación para el Periodismo, institución organizadora del seminario-taller trajo a expertos europeos y latinoamericanos para que ayuden a dar este primer paso y pidió a los españoles Mario López de Ávila y May Escobar Lago que dicten un taller que permita a profesionales en el área del desarrollo de La Paz, avanzar en sus conocimientos de la planificación de una ciudad moderna, confortable, asistida.

Un día antes, en el ciclo de conferencias, varias interrogantes habían convergido en  cuál debía ser el camino a diseñar y transitar para que La Paz se convierta en una ciudad inteligente y si se tendrían las posibilidades económicas para avanzar en tamaña empresa.

May Escobar sólo necesitó la frase introductora para despejar la incógnita “No hay una, son muchas las rutas que se pueden optar para construir una ciudad inteligente”, dijo;  y Mario López recordó que ya había advertido que “el dinero es secundario, lo más importante es la iniciativa”.

Así empezó el taller denominado “Dibujando la Ciudad Inteligente” que comenzó con retraso porque en los paceños está arraigada la impuntualidad camuflada con el nombre de “hora boliviana”… impuntualidad que crispó los nervios de los capacitadores que estuvieron a punto de implantar un “plan B” que, en definitiva, no se supo cuál era porque al borde del tiempo establecido, finalmente, se llegaron a conformar las cinco mesas previstas.

Casi sin darse cuenta, tres horas después, los talleristas hacían caso omiso de la advertencia que había llegado el tiempo de las conclusiones, que el taller estaba terminando. Todos, al mismo tiempo, seguían hablando  entusiasmados de la urbe soñada, de las acciones y de cómo tendrían que encararse los obstáculos de la construcción de una ciudad inteligente.

Escobar y López, los capacitadores, debieron insistir en que ese “word café” -el método utilizado en el taller- estaba terminando.

Antes de los abrazos y de la entrega de certificados,  los “anfitriones”, talleristas encargados de cada mesa, expusieron las quimeras formuladas en este ejercicio motivacional. Estas ideas concertadas que no tendrán el valor de conclusiones, pero que esta distinta mañana de agosto,  sirvió para que cada uno sueñe con una ciudad acogedora, con ciudadanos felices, conectados e informados a través de nuevas tecnologías de la información y comunicación, con un transporte puntual y sin minibuses, con gente sin temor a ser asaltada en la calle,  con trámites menos burocráticos…

 

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