VIOLENCIA GINECOLÓGICA

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VIOLENCIA GINECOLÓGICA

 Susana Mercedes Moya López

En agosto de 2017, un ginecólogo del centro de salud CIES de la ciudad de La Paz, fue acusado de filmar a su paciente desnuda mientras le implantaba un Dispositivo Intrauterino (DIU). El Ministerio Público acusó al médico de tener material pornográfico en su celular. Después de su detención, y posterior liberación bajo medidas sustitutivas, el galeno fue alejado de esa institución de salud.

La violencia ginecológica es otra forma de violencia de género cuando el especialista sobrepasa los límites de la revisión física. Desde comentarios hirientes, machistas y racistas, hasta maltrato o indiferencia sobre temas de salud sexual y reproductiva. La Organización Mundial de la Salud, recomienda que las mujeres deben asistir a los controles ginecológicos por lo menos una vez al año. La prueba del Papanicolau es fundamental para la prevención y detección temprana del cáncer de cuello uterino. Pese a esta recomendación, hay mujeres que evitan en lo posible asistir a las consultas ginecológicas, debido principalmente a malas experiencias y traumas durante las revisiones.

Para la doctora Patricia Suaznabar, Ginecóloga y Coordinadora de Marie Stopes International Bolivia en La Paz, la violencia ginecológica es el maltrato hacia las pacientes cuando el profesional en salud lastima a la paciente durante la revisión con la utilización de instrumentos desproporcionados sin tomar en cuenta que los cuerpos de las mujeres son de distinto tamaño. “cuando una mujer (ginecóloga) atiende a otra mujer sabe lo que nos duele, lo que nos molesta, lo nerviosas que somos ante un examen ginecológico, los hombres a veces no saben y utilizan instrumentos más grandes que lastiman a las pacientes, entonces esas cosas nos llevan a una agresión ginecológica en el trato que el médico puede dar en su consulta”, afirmó.

Las redes sociales se han convertido en plataformas de denuncia de distinta índole, en junio de 2017, una joven arquitecta mexicana, denunciaba a través de su cuenta de Facebook los malos tratos que había recibido de parte de su ginecólogo. Desde el tocamiento y frotamiento de las manos y dedos de la paciente mientras la auscultaba, hasta callarla con frases como: “¡Cállate! No me interrumpas, ¿crees que sabes todo?, ¿Qué no entiendes? ¿Cuál es tu problema?!”.

En otro caso en Argentina, una mujer de 27 años, denunció que su ginecólogo de confianza que la atendía desde los 14 años, le había frotado el clítoris con los dedos insistentemente mientras le preguntaba si eso la excitaba, además de otros comentarios de índole sexual ajenos a la consulta. El médico fue absuelto por la justicia argentina, el juez del caso determinó que la paciente “malinterpretó” “las maniobras médicas” y culpó a la paciente por no “tener la voluntad de detener la situación”.

En nuestro contexto, estas denuncias no son ajenas a la realidad de los servicios médicos públicos o privados del sistema de salud de Bolivia. Shadé Mamani, activista feminista y de diversidades sexuales y de género, cuenta que cuando acompañó a su pareja a una consulta ginecológica, la doctora que la atendió se sorprendió visiblemente cuando le contó que era lesbiana. A partir de ese momento, el trato hacia ellas fue “distinto” y “seco” en todo el servicio de salud. La noticia de su orientación sexual se esparció por todo el centro médico en menos de una hora.

Andrea, estudiante de diseño gráfico de 23 años, tuvo que soportar la “charla reflexiva” de parte de su ginecólogo cuando le confesó que era lesbiana. El doctor se tomó a la tarea de recordarle que las personas con orientación sexual distinta, tienen mayor índice de contagiarse de VIH. “Me dijo que era lesbiana porque no había tenido nunca un orgasmo con un hombre y que era muy jovencita para decidir mi sexualidad”, contó.

La planificación familiar y la decisión de ser madre, todavía son temas tabú en la sociedad. Esther, comerciante de ropa de 32 años, cuenta que cuando le dijo a su ginecólogo que quería someterse a una ligadura de trompas, éste le dijo que él no sería cómplice de sus “malas decisiones”. Su médico insistía en convencerla para que utilice un dispositivo intrauterino (DIU), pese a la negativa de la paciente. “Me sentí juzgada y menospreciada cuando me dijo que necesitaba la autorización de mi pareja y yo le dije que no tenía pareja, entonces fue peor porque me miró con lástima”, dijo.

“Fui víctima de violación cuando era niña”, cuenta Ana de 25 años. Las visitas para atención ginecológica siempre fueron desagradables para ella. En los últimos 5 años, cambió de médico en 4 oportunidades porque ninguno de ellos le genera confianza a la hora de realizarle las revisiones. “Lo primero que hago es informarles que estoy en tratamiento psicológico antes de iniciar la consulta y aun así me riñen cuando me quejo de dolor al momento de la introducción del espéculo”, afirma.

Los malos tratos dentro de las consultas ginecológicas son más frecuentes de lo que se puede esperar, estos están “normalizados” y “naturalizados” dentro de los servicios médicos y hace que identificarlos sea un problema. La violencia ginecológica es un tema real pero con muy poca credibilidad sobre su existencia, debido principalmente al miedo y a la vergüenza. Las mujeres que han sufrido este tipo de tratos comienzan a hablar desde sus experiencias para alertar a las demás y evitar que se siga negando la integridad de la mujer como tal, ante el sistema de salud.

 

 

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