Así serán las ciudades inteligentes del futuro…

 

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¿Qué le parecería vivir en una ciudad con la que pueda interactuar? Una ciudad que actúe más como un organismo vivo, una ciudad que responda a sus necesidades…

Alrededor del mundo este tipo de ciudades ya están siendo construidas, desde Masdar en Abu Dhabi hasta Songdo en Corea del Sur.

En el futuro, todo lo que hay en una ciudad, desde la red eléctrica pasando por las tuberías de alcantarillado y hasta las calles, edificios y automóviles estarán conectados a una red.

Habrán edificios que le apagarán la luz, carros que se manejen solos encontrarán ese tan anhelado espacio de parqueo. Hasta los basureros serán inteligentes.

Pero, ¿cómo nos preparamos para este futuro inteligente? ¿Quién hará un monitoreo y controlará los sensores que paulatinamente estarán más presentes en cada edificio, poste de luz y tubería? ¿Es ese el futuro que queremos?

Cómo resolver la crisis del tráfico

Los embotellamientos son probablemente uno de los principales problemas de las grandes ciudades.

A pesar de que gracias a la información disponible se puede predecir dónde pasarán los embotellamientos, lo que no es posible es descongestionar las calles de carros.
La compañía israelí Waze le pide a los ciudadanos ayuda para resolver el problema y, con base en los datos de viajes reales enviados masivamente por sus fuentes, crea un mapa de las condiciones en tiempo real.
Se estima que un 20% de los conductores de Israel contribuyen y usan la aplicación. Las anécdotas proporcionadas evidencian que cuando el servicio no está disponible se genera un caos.
La ciudad de Río de Janeiro acaba de anunciar una sociedad con Waze en un esfuerzo para adoptar la tecnología a su centro de operaciones.

Curiosamente, Google compró a Waze por un monto de US$1.300 millones, posiblemente despejando la vía para que el buscador de internet se convierta en la próxima gran corporación en entrar en el mercado de las ciudades inteligentes.

Muchas corporaciones que se dedican a la tecnología como IBM, Siemens, Microsoft, Intel y Cisco actualmente tienen una enorme actividad comercializando software para resolver gran cantidad de problemas de las ciudades, desde escapes de agua hasta contaminación del aire y congestión vial.

En Singapur, Estocolmo y California IBM está recolectando información del tráfico y probándola a través de algoritmos para predecir dónde ocurrirá un embotellamiento una hora antes de que suceda.

Mientras tanto, Río de Janeiro cuenta con un centro de control al estilo de la NASA donde múltiples pantallas absorben la información generada por sensores y cámaras ubicados alrededor de la ciudad.

En total, IBM tiene alrededor de 2.500 proyectos alrededor del mundo e, incluso, ha registrado la marca «ciudades más inteligentes» (Smarter Cities).

En un reciente evento sobre ciudades inteligentes de IBM, uno de sus ingenieros bromeó diciendo que la compañía «tiende a mirar a las tuberías y después viene la gente y destruye todos nuestros preciosos sistemas optimizados».

Ese comentario resume el sentimiento que algunos tienen sobre el enfoque corporativo del manejo de la ciudad.

«Algunos quieren afinar el funcionamiento de una ciudad como se hace con un auto de carreras, pero, en el proceso, dejan afuera a los ciudadanos», dice Anthony Townsend, director del Instituto del Futuro y autor del libro Smart Cities: Big Data, Civic Hackers y Quest for a New Utopia.

IBM sostiene que sí involucra a los ciudadanos en sus proyectos de ciudades inteligentes.

En Dublín ha trabajado con el ayuntamiento para hacer disponibles una gran cantidad de datos que ha llevado a crear pequeñas e ingeniosas aplicaciones como ParkYa, que usa la información del tráfico para ayudarle a la gente a encontrar los mejores espacios de parqueo en la ciudad.

Y en la ciudad estadounidense de Dubuque, en Iowa, donde esta misma empresa está desarrollando medidores de agua inteligentes, ha puesto información a disposición de los ciudadanos a través de un portal de la comunidad, de manera que individuos puedan ver su uso de agua y hasta compararlo con el de sus vecinos.

Pero hay una sensación de que para esta firma las ciudades son un problema esperando por ser resuelto.

Las ciudades inteligentes necesitarán redes inteligentes en las que todo esté conectado.

«Necesitamos construir ciudades que se adapten a las necesidades de sus ciudadanos pero antes no era posible porque no había información suficiente», explica la doctora Lisa Amini, directora de IBM Research.

Amini hace una comparación entre los patrimonios de las ciudades, como el alumbrado eléctrico, los semáforos y las tuberías de agua, y los patrimonios de las grandes corporaciones, para los cuales los sistemas de IBM fueron originalmente diseñados.

Townsend no está convencido de que la tecnología se puede transferir tan fácilmente.

«El Gobierno no toma decisiones como lo hacen las empresas. Los ciudadanos no son consumidores», dice.

China está ocupada construyendo decenas de nuevas ciudades y está empezando a adoptar genormes salas de control como la que IBM ha creado en Río.

Esto es algo que para Townsend es preocupante.

«La sala de control en Río fue creada por un alcalde progresista, pero ¿qué pasa si llegan los chicos malos? ¿Estamos creando capacidades que pueden llegar a ser mal usadas?», se pregunta.

Red ciudadana

Una ciudad como un auto de carreras

Steve Lewis ha tenido la idea de adaptar una ciudad como lo haría con un coche de carreras, literalmente, mediante el uso de la tecnología originalmente diseñada por McLaren para autos de Fórmula 1.

Al igual que los sensores en un coche de carreras que constantemente nutren de información a un servicio central de asistencia, Lewis concibe un sistema operativo urbano que controle sensores a escala de una ciudad.

Su tecnología se está utilizando en ciudades de China y Brasil, y también se ha integrado en el aeropuerto de Londres «London City Airport» para crear una red de sensores que mejore los servicios.

Pero su sueño personal es la construcción de una ciudad inteligente desde cero, y ha comprado tierras en Portugal para poder llevarlo a cabo.

La ciudad, llamada PlanIT Valley, se convertirá en el máximo escaparate del sistema operativo urbano.

Todo, incluyendo los ladrillos con los que se construirán las casas y oficinas, estará equipado con sensores para que sean inteligentes.

Hay otro capítulo en la historia de las ciudades inteligentes. Uno que está siendo escrito por los ciudadanos, quienes están usando las aplicaciones, sensores caseros, teléfonos inteligentes e internet para dar respuesta a los problemas que son importantes para ellos.

En Nueva York, por ejemplo, cada vez que hay fuertes lluvias en la ciudad, las aguas negras se desbordan y llegan al puerto a un ritmo de más de 96 mil millones de litros cada año.

Pero el uso de un procesador Arduino, un sensor que mide los niveles de agua en las tuberías de aguas negras y una aplicación para teléfonos inteligentes llamada Don»t Flush me («no me tires de la cadena»), te avisa si es seguro «bajar la cadena» sin que esos residuos sigan contaminando.

Otro ejemplo es Egg (huevo), una red de sensores en la que la comunidad es la principal protagonista, que alerta sobre un problema a menudo oculto en nuestras ciudades.

Investigadores estiman que dos millones de personas mueren cada año como resultado de la contaminación del aire y, a medida que las ciudades se vuelven más superpobladas, es probable que el problema empeore.

Egg recopila datos sobre la calidad del aire mediante la venta de un sensor barato que la gente pone fuera de sus hogares y que recoge las lecturas de los gases de efecto invernadero, el óxido de nitrógeno (NO2) y el monóxido de carbono (CO).

Los datos se envían a internet, donde se integran en un mapa para mostrar los niveles de contaminación en todo el mundo.

Conseguir que los ciudadanos participen en el proceso de mejora de las ciudades es crucial, piensa Andrew Hudson-Smith, director del Centro de Análisis Espacial Avanzado del University College de Londres.

Él y su equipo han creado un panel de control de la ciudad para hacer de Londres más inteligente.

Como el centro de control de Río de Janeiro, este tablero de instrumentos recopila datos como los niveles de contaminación, el clima y el nivel del agua en el río.

El muro de iPads es una opción más económica que la sala de control de Río.

Pero también ve algunas cosas que Río no controla, como lo que es tendencia en Twitter y lo «feliz» que es la ciudad.

Una versión de este panel de control está conectado en una pared de iPads en la oficina del alcalde de Londres, Boris Johnson.

Pero lo más importante, también hay una versión disponible en la web.

«El público tiene la misma información que los políticos y eso tiene el potencial de ser muy poderoso», dice.

«Muchas de las grandes empresas están mirando el modelo de sala de control, pero ahora cuestionan esa idea».

«¿Por qué encerrar toda esta tecnología en una habitación cuando se puede poner en las manos de todo el mundo?», se pregunta Hudson-Smith.

Servicios bajo presión

¿Es una ciudad con sensores una ciudad con censura?

La primera fase de las ciudades inteligentes puede ser emocionante. La ciudad se convierte en un laboratorio viviente de tecnologías inteligentes que pueden gestionar todos los sistemas: desde el agua, al transporte, la seguridad, la basura, la energía limpia, etc.

Pero, ¿en qué punto esta ciudad repleta de sensores puede convertirse en una ciudad que censura? En muchos sentidos, cuando ponemos en común todos los sistemas digitales que están en funcionamiento en una ciudad, tenemos una especie de «llave en mano» hacia una ciudad con censura.

El conjunto de los sistemas inteligentes y sensores tiene que ponerse en funcionamiento dentro de un contexto urbano en particular y sus múltiples tipos de actores: desde los barrios con su específico conocimiento sobre la ciudad, hasta los administradores que conocen los entresijos de sus edificios.

Todo debe ser capaz de estar conectado con los controles centrales o controladores de sistemas inteligentes que afectan a las personas.

Esta es una manera en que la capacidad de censurar que está incorporada en los sistemas inteligentes puede ser reprimida o contenida.

Todos los sensores podrían dar lugar a un nuevo tipo de red de ciudad de código abierto.

Saskia Sassen, experta en desarrollo urbano
Universidad de Columbia

No hay duda de que las ciudades se tienen que volver más inteligentes.

Para el año 2050 se estima que el 75% de la población mundial vivirá en zonas urbanas, algo que pondrá presión sobre la red de transporte, los servicios de emergencia y los servicios públicos que ya están llegando a sus límites de capacidad.

En la actualidad los proyectos para ciudades más inteligentes son a muy pequeña escala: la creación de centros tecnológicos o zonas verdes, experimentos con redes eléctricas inteligentes o la introducción de autobuses eléctricos o sistemas de bicicletas compartidas.

«Se habla un montón sobre ciudades inteligentes, pero no existe ninguna tecnología por ahí que en realidad esté cambiando la vida de las personas», dice Hudson-Smith.

«También piensa que estamos en un punto de inflexión y en cinco años, predice, «las cosas van a ser muy inteligentes»», agrega.

En ese entonces la infraestructura de datos de nuestras ciudades va a ser tan importante como lo son ahora el metro o las carreteras.

Si estos datos deben controlados por grandes empresas o por los mismos ciudadanos aún no está claro. Pero vale la pena recordar las palabras de Dan Hill, director ejecutivo de la firma de investigación Fabrica, sobre para qué fueron diseñadas originalmente las ciudades.

«Nosotros no contruimos ciudades para que sean eficientes. Las hicimos para la cultura, el comercio y la comunidad, elementos que son todos muy ineficientes».

«En la prisa por hacer que se desempeñen mejor, podríamos estar perdiendo su mayor activo», reflexiona.

«Porque al final, serán ciudadados inteligentes quienes puedan crear verdaderas ciudades inteligentes».

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