Subirse a una moto de carreras, dominar la tierra o el barro para no caer y tener el control absoluto en una competencia, requiere mucha preparación física y psicológica. Muchos solo lo sueñan, algunos lo logran y muy pocos como Miguel «El Pity» Ortiz van más allá.
Sin una pierna, pero con la pasión intacta, participa en competencias de motociclismo y se destaca como piloto. A la fecha ha obtenido varios trofeos, pero sobre todo, sigue demostrando que las adversidades que aparecen en la vida siempre pueden ser superadas.
Su historia en el mundo del motociclismo comienza en el año 1998, cuando recorrió un circuito de carreras por primera vez sobre una moto prestada, en Montero, Santa Cruz, donde actualmente vive.
Quedó enamorado con la adrenalina y el sonido de las máquinas que luchaban por los primeros puestos, pero no tenía una motocicleta para participar de los eventos deportivos.
Tras unos cuatro años de duro trabajo y ahorro consecuente logró adquirir una. “Pude comprarla después de juntar plata y el 2002 he corrido de nuevo, en la categoría 250 cuatro tiempos (XR), saqué un cuarto lugar y de ahí me quedé en esa categoría hasta hoy en día. Ese mismo año conseguí un subcampeonato nacional”, cuenta el piloto, admirado por muchos fanáticos de este deporte.
Los años posteriores continuó en carreras locales y departamentales, mejorando su técnica y destacando siempre entre los mejores pilotos, sin pensar que la desgracia llegaría de forma repentina. El año 2009 perdió la pierna en un accidente que le pudo costar la vida.
Después de una revisión técnica de las motocicletas, previa a una competencia en la localidad de Portachuelo, Santa Cruz, cuando retornaba a su hogar, un vehículo lo atropelló provocando la tragedia. Por cuatro meses los médicos intentaron salvar su pierna, pero no lo lograron.
“Pasé la revisión y estaba retornando en otra moto más pequeña, estaba con luces y todo, pero una persona en su camión, en estado de ebriedad invadió carril y me atropelló”, relata.
Pensó que jamás se volvería a subir a una motocicleta y que tampoco podría realizar muchas de las actividades que cualquiera hace, como pasear con sus hijos, correr o salir a bailar.
Pasaron los meses y comenzó a deprimirse más, hasta que llegó la persona que le devolvió la esperanza. Uno de sus mejores amigos, Álvaro Barrios, que también es fanático del motociclismo. Él insistió mucho para que Miguel vuelva a montar una moto.
Un día logró convencerlo y Miguel se animó a rodar nuevamente sobre una moto, aunque con mucho temor y desconfianza. “Me subí. Él me lo ponía la marcha y yo empecé a acelerar. He quedado llorando, tenía mucha alegría de volver a sentir la felicidad que se siente cuando se maneja, pero tristeza también porque pensé que no iba a manejar como antes”, asegura.
Tras varios días de incertidumbre, uno de los primos de Miguel comenzó a trabajar en las modificaciones de la motocicleta hasta que logró adaptar un pedal para que pueda hacer el cambio de marchas con su pierna derecha.
“Después de hacer la adaptación volví a las carreras, participé de un rally y no pensé que me iría tan bien. Salí entre los tres primeros lugares y todo el mundo quedó sorprendido”, asegura Miguel.
Después de esa carrera, “Pity” se dio cuenta que podía superar cualquier adversidad con voluntad y el apoyo de sus amigos y familia. No dudó nunca en volver plenamente a las competencias de moto.
Comenzó a entrenar duro y obtuvo excelentes resultados. “La mente hace mucho, uno tiene que estar pendiente de no cometer errores y caer”, explica Miguel.
La preparación física y mental es muy importante pero el estado mecánico de la máquina también es fundamental. Cuenta con el apoyo de alguien que siempre deja su motocicleta en perfectas condiciones.
“Cuando uno está en el comienzo de la invalidez es complicado, todo te da rabia porque no puedes hacer muchas cosas, eres como un niño, pero la familia está ahí para apoya y eso es muy importante”, afirma.
“Yo le pido a las personas discapacitadas o que tienen alguna enfermedad, no se dejen vencer, hay que mantener la mente ocupada porque el tiempo se acumula y es difícil salir del estancamiento”, agrega Miguel.
Actualmente vive con su esposa. Tiene cinco hijos, dos niñas y tres niños. Una de ellas, la más pequeña, sigue sus pasos y ya consiguió su quinto campeonato nacional de bicicrós.
Cuando Miguel no está sobre la moto, se dedica a su negocio, junto a su esposa. Tienen un restaurante en Montero donde preparan delicias cruceñas y también platos a pedido.
Sus sueños más grandes son volver un día a su casa caminando con la ayuda de una prótesis y también correr en el Gran Premio Integración del Oriente.
“Yo quisiera agradecer a la familia Alarcón Rodríguez, a mi amigo Andy y a su familia por siempre recibirme en Cochabamba, en su casa. Siempre me brindan todo el apoyo, desde el año 2002, cuando nos conocimos. También a todos los pilotos del país que todos son mis amigos y a mi escudería Pity Ortiz que siempre me da todo el respaldo”, manifiesta Miguel.
Pese a todas las adversidades, Miguel es feliz y tiene muchas ganas de salir adelante junto a su familia y mantenerse siempre como un padre ejemplar. Como muchos otros, no tiene una vida fácil; pero sí la esperanza intacta y el valor que caracteriza a las mejores personas.
Redacción, producción audiovisual y línea de tiempo: Elaboración propia
Fotos: MotoCrossOnline – Jessi Nogales – Flash Mx