Luis Segovia es un joven de 26 años, sueña con ser arquitecto, en la actualidad se ve obligado a levantarse temprano todas las mañanas para cargar un bulto de 45 kilogramos sobre sus hombros y cruzar el río Bermejo para llegar hasta la Argentina, por esta faena puede ganar hasta 200 bolivianos diarios.
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La Real Academia de la Lengua Española incluyó a principios de los 90 la palabra bagayero; un sustantivo que sirve para distinguir a las personas que se dedican al bagayo, ósea al contrabando de productos en mínima cuantía. Actualmente son más de 7 mil personas, en su mayoría jóvenes, los que se dedican a esta actividad en la frontera Bermejo (Bolivia) – Aguas Blancas (Argentina).
Es jueves y hacer mucho calor, levantarse a las cinco de la mañana no es problema para Luis, “con tanto calor no se puede dormir”, dice mientras prepara las pilchas para ir hasta el río Bermejo; unas zapatillas viejas, un pantalón corto y una muda de ropa, para cambiarse una vez que termine de cruzar el río.
“No olvides llevar la coca que te encargaron”, le recuerda un compañero que lo llama por el celular. Según indica Luis; una importante carga lo espera para “lomear” hasta la localidad de San Ramón de la Nueva Orán (Argentina).
– “Tenía pensado ir a la universidad, pero bueno, no había la plata y tocó trabajar en esto, a parte veo otros amigos y compañeros que han estudiado, pero están igual que yo, trabajando aquí en el río”.
– Pero eres joven todavía, ¿no piensas estudiar arquitectura o alguna otra carrera universitaria?
-Al principio estaba ahorrando, porque la universidad más cerca está en Tarija (a 139 km.), bueno aquí también hay universidad, pero solo seis carreras, ninguna me interesa, pero también pienso que no hay trabajo, así que la verdad parece que de gana voy a estudiar, al final quizás termine aquí nomás.
La decepción y frustración intenta ser disimulada con la risa del grupo, algunos compañeros de trabajo bajo los efectos de alcohol. Son apenas las 8 de la mañana y el estado de embriaguez es notorio en el rostro de algunos bagayeros, según explican; el tipo de cambio de la moneda en frontera hace que una lata de cerveza sea más barata que una botella de agua, una oferta muy atractiva, Luis cree que solo una cerveza bien fría le ayuda a combatir el calor que algunos días supera los 45 grados centígrados, un aliciente para la caminata de 10 kilómetros que está a punto de comenzar, pero por hoy decide solo acullicar coca y pegarse un chapuzón en el agua.
-Bueno, tenemos que acelerar el paso, porque más tarde se ponen fuerte los controles y a veces cuando los gendarmes (argentinos) no están de humor, te quitan las cosas.
– ¿Tienes miedo a que te pase algo? ¿No es peligroso hacer este trabajo?
-El único miedo es que te metan cosas ilegales en los bolsos, que por culpa de eso te detengan y metan preso, porque ahí no hay vuelta atrás, a vos te hacen responsable.
– ¿Qué cosas ilegales? ¿Droga?
-Sí, pasa que muchas veces los bultos ya los preparan en Bermejo y nosotros solo los hacemos pasar, queda confiar en el patrón nomás, por eso yo trabajo con conocidos nomás, porque a otros compañeros ya les pasó que les pusieron cosas ahí en el bolso, ahora están presos allá (en alguna cárcel de Argentina). Y es claro cuando te ofrecen pagar más, es porque ya llevan otra cosa, entonces ya es para desconfiar, pero hay otros que saben lo que llevan, se arriesgan por querer ganar un poco más de plata.
– ¿No pensaste en dedicarte a otra cosa?, ¿Algo que no sea tan cansador o peligroso?
-Y claro que me gustaría trabajar en otra cosa, pero acá en Bermejo no hay otras opciones; el que tiene plata pone los comercios, nosotros los pobres somos los que cargamos y pasamos las cosas para despachar a diferentes provincias.
– ¿Cuántas personas dependen de vos?, ¿Tienes familia?
-Por el momento no tengo hijos, ayudo a mis papás y hermanos, ellos producían en el campo, pero ahora llega todo más barato desde la Argentina, mis hermanos prefieren venir aquí, porque produciendo en el campo ya no da, como ves, todos estamos metidos aquí.
La fuerza joven es el principal recurso de los grandes contrabandistas, bolivianos y argentinos que disponen de grandes sumas de dinero para poder comprar productos textiles, comestibles, electrodomésticos y todo lo que uno pueda imaginarse pasar entre las fronteras.
La agilidad para cargar, caminar, correr y hasta evadir algunos controles militares, son el principal motivo para captar a personas entre los 20 a 40 años, con pagos que muchas veces son atractivos, pero con los riesgos de sufrir algún impase, o en algunos casos hasta perder la vida en un operativo militar, al cruzar el río o a la larga por problemas de salud, que con los años pasa factura.
– ¿Por qué no hay trabajo en esta frontera?, ¿Cuáles crees que son las causas?
-No hay empresas, no hay apoyo del gobierno, hablan de crear fuentes de empleo y lo poco que hay es para sus familiares, si no eres del partido político no puedes trabajar en alguna institución, a mi hermana le pidieron plata para que entre a trabajar a una oficina, se tuvo que ir de Bermejo para trabajar en una empresa de Santa Cruz, aquí no pudo encontrar nada.
La opinión y visión de Luis parece ser compartida por la mayoría de los jóvenes que están inmersos en esta actividad, calificada y reconocida por los gobiernos de ambos países, como ilícita o ilegal, pero al no haber alternativas, prefieren hacer de la vista gorda.
No hay datos fehacientes sobre el desempleo, aunque según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) uno de cada diez bolivianos se encuentra en el cuartel de desempleados, esta cifra es muy cuestionada, con más razón en esta frontera en donde el contraste del gobierno argentino, a través de un censo rápido en 2018, logró detectar a más de 7 mil personas se dedican al bagayo, la mayoría jóvenes, a lo mejor si tienen una fuente de sustento, pero tal vez alejado del concepto de empleo.
En medio de una sociedad que reduce sus oportunidades laborales en el bagayo, Luis espera un mejor futuro, cumplir el sueño de ser arquitecto, o al menos que sus hijos cumplan ese deseo, para quienes no desea heredar la rutina de cargar bultos pesados, evadir controles, coquetear con el narcotráfico y además ser visto como “los ilegales”. De momento queda levantarse todos los días a las 6 de mañana, alistar el bolso y partir hasta el otro lado de la frontera, al que espera llegar sin ninguna novedad y volver de la misma manera, al menos hasta que se le presente una mejor oferta.