La violencia sexual a niños y niñas indígenas: entre el silencio y la impunidad
Casos de violencia sexual en población guaraní del chaco tarijeño
Un completo y estremecedor reportaje sobre la naturalización del abuso sexual contra niñas adolescentes indígenas guaraníes. La posesión del cuerpo de la mujer por el hombre es expresado con crudeza en este relato.
Neyver Espíndola Mogro
La región del Chaco del departamento de Tarija ocupa las provincias Gran Chaco que tiene como centros urbanos importantes de referencia a Yacuiba, Villamontes y Caraparí, además ocupa la parte de la provincia O´Connor, que tiene a Entre Ríos. Sin embargo, desde una perspectiva de país, el Chaco tarijeño es parte del Chaco boliviano que comprende también las provincias Hernando Siles y Luis Calvo de Chuquisaca, y la provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz. En el Chaco boliviano habitan varios pueblos indígenas, siendo el guaraní el más numeroso.
Los problemas por la demanda de tierra y territorio han influido para que los guaraníes de Yacuiba se organicen en la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), que fue fundada en 1996. La APG está conformada por 17 capitanías comunales (tenta), las cuales reconocen como principales órganos de dirección y asesoramiento a la ÑemboatiGuasu (asamblea grande), que se convoca cada cierto tiempo.
La economía del pueblo guaraní está basada en la agricultura para la autosubsistencia, que comparte con familias y población tanto chaqueña como campesina.
Las relaciones de género entre hombres y mujeres guaraníes están basadas en el poder desigual. En la cultura guaraní las relaciones son de dominio del hombre sobre la mujer, y están sujetas a las condicionantes políticas, culturales, materiales y económicas en el marco de un proceso histórico de larga data, que sostiene el andamiaje que subordina a las mujeres y las niñas al varón.
Esta política patriarcal queda así sellada en las memorias de las mujeres guaraníes que identifican en esta práctica a una autoridad masculina de doble vía: por un lado, la potestad de entregara a la hija; por el otro, el hombre que la recibe como su pareja. En palabras de Marcela Lagarde, el patriarcado es “uno de los espacios históricos del poder masculino que encuentra su asiento en las más diversas formaciones sociales y se conforma por varios ejes de relaciones sociales y contenidos culturales” (2001: 91).
Los motivos de los silencios cómplices de las mujeres guaraníes
De acuerdo a la abogada Mariel Paz (Responsable del Proyecto Litigio Estratégico en casos de violencia de género en el CERDET), “a lo largo de la historia, las mujeres guaraníes han sido entregadas a varones guaraníes con la finalidad de constituir parejas y establecer las familias; por otra parte, las mujeres han sido sometidas a relaciones de apatronamiento en las haciendas”.
Así hemos rescatado relatos y testimonios que nos cuentan en muchos casos las mujeres que han constituido parejas mediante los arreglos familiares de entrega de las hijas a guaraníes de otra familia y a terceros.
La entrega de las hijas tiene una significancia fundamental en el pasado y el presente de las mujeres guaraníes de Yacuiba (entrevistas a Mariel Paz, 2017). Y esto cobra fuerza en los testimonios e historias de vida de las mujeres ancianas que viven en las comunidades guaraníes de Yacuiba: “Mi papá tiene la culpa, mi papá me ha obligado a que yo viviera con ese hombre viejo. Entonces yo haciéndole caso en todo a mi papá, me quedé embarazada de él y él se fue, se escapó y me dejó así. De esa manera es que tengo esta chiquita. Yo estaba trabajando, yo fui un domingo a visitarlo a mi papá, en ahí ya él me dijo eso y ahí dice que estaba el hombre, en su casa de mi papá. Así nomás hemos empezau a vivir y… Hasta una señora inclusive lo ha demandau a mi papá: ¿Por qué él tenía que obligarme a que yo viviera con ese hombre? Le he dicho: “vos como papá cómo vas a obligar a que viva con ese hombre ese, además ese hombre es viejo, no lo conoces, por ahí fuera maleante todo eso, cómo vas a ser así”. Y mi papá se ha enojau, a la señora le ha dicho “yo soy su papá y yo sé lo que estoy haciendo”. Pero después de eso se ha escapau él, sí… me ha dejau así embarazada grande”. (Testimoniode Mujer adulta # 1).
Otra mujer cuenta: «Yo entonces tenía 17 o 18 años, no me recuerdo, yo a todo lo que me decía mi papá yo tenía que hacer caso. Y si no le hacía caso (en formar pareja con un hombre) él iba a negar que era mi papá. Ni yo no lo conocía a ese hombre, según que mi papá decía que lo conocía”. Él era del río Pilcomayo según que decía ¿no? (Testiminio de Mujer adulta # 2).
Estos casos exponen cómo el acatamiento de la decisión paterna significa para la mujer joven guaraní preservar el vínculo y la pertenencia a su familia de origen; representa además la adquisición del estatus de “mujer” en tanto se tiene una pareja y se procrea, y con ello se obtiene la aprobación de la comunidad para ser madre y establecer relaciones sociales distinto al del ser niña. En suma, con el aparejamiento arreglado, las mujeres adquieren derechos y deberes en la comunidad, se adjudican existencia social, material y política.
Los testimonios, las reflexiones, la memoria colectiva y las historias contadas por las madres y las abuelas remiten siempre a la época en que las mujeres eran entregadas. En estos pensamientos, en los recuerdos transmitidos y heredados por las mujeres y los hombres guaraníes destaca siempre la reiteración de la mujer sin voz ni decisión propia, que se traspasa, se entrega al hombre; a la vez, en casi todos los testimonios y recuerdos, se enfatiza al padre como la imagen familiar que decide la entrega de la hija.
Ante esta situación que piensan las jóvenes mujeres guaraníes al respecto? Ellas plantean lo siguiente: “Muchas veces nuestros abuelos entregaban muy jóvenes a nuestras abuelitas, a nuestras tías, muy jovencitas, a veces de 12 años, 13 años, a veces de 10 años…” (Entrevista mujer joven guaraní # 1).
“Lo que me contó mi mamá: a los 13 años ya se juntaban, no andaban de novios, nada, porque si su papá la pillaba con un hombre ya la entregaba”. (Entrevista a mujer joven guaraní # 2).
“Se dice ¿no?, lo que cuentan, antes que desde muy pequeñitas la entregaban, le buscaban su marido y sin que ellas sepan de eso, desde muy pequeñas las entregaban”. (Entrevista mujer joven guaraní # 3).
Estas experiencias, que no son las únicas en el mundo guaraní, refuerzan que la decisión paterna de entregar a la hija a un hombre para conformar pareja expresa una relación histórica de dominio sobre el cuerpo de las mujeres y las niñas guaraníes.
Sin embargo, la antigua costumbre de entregar a la hija para conformar pareja fue una norma generalizada para las mujeres y niñas de generaciones anteriores. En la actualidad, estos cánones se han debilitado hasta casi desaparecer.
Sin embargo, ha surgido un nuevo problema que en el último tiempo ha aumentado el número de casos en toda la sociedad civil, pero particularmente con mayor fuerza y énfasis en el mundo guaraní: la violencia sexual.
Violencia sexual en el mundo indígena guaraní de YakuIgua
La violencia sexual hacia las mujeres y las niñas es un crimen con presencia universal y se define en términos de relaciones de poder. Los mecanismos de poder que se despliegan sobre las mujeres son diferentes y se ejercen también de manera distinta dependiendo de dónde se los ejerce, quién los ejerce, sobre quién o quiénes se los ejerce, y a nombre de qué tipo de institucionalidad (estatal, familiar, comunal) y en qué contexto cultural, social, económico e histórico se impone este poder.
Cualquier tipo de violencia, pero sobretodo la violencia sexual es totalmente diferente a la que sucede en otros contextos y grupos. Sierra y Sieder al respecto explican que: «las mujeres indígenas enfrentan violencia de muchos tipos: además de las múltiples violencias estructurales que las marginan, también sufren violencia física, psicológica y sexual directa, ejercidas por una gama de actores estatales y no estatales por muchas razones distintas.
La mirada sobre la violencia sexual hacia las mujeres y niñas guaraníes implica analizar las particulares relaciones de poder que existen en la sociedad guaraní de Yacuiba e historizarlas a partir de la convergencia entre el género, la clase, la etnia y la dimensión generacional. Es importante hacer notar que cuando se habla de violencia sexual a niñas se debe tomar en cuenta los siguientes aspectos:
- Estos casos no solamente involucra las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres; implica también las asimetrías de edad entre agresores adultos y niñas. Este no es un dato menor, puesto que nos encontramos frente a un poder que se ejerce desde una posición de autoridad, influencia abusiva y dominación sobre alguien, en este caso la niña, que se encuentra en una situación de desventaja y desigualdad de fuerza, de madurez biológica y emocional.
- Los casos de violencia sexual hacia niñas que vamos a compartir muestran que la mayoría de las veces el agresor sexual es un miembro de la familia de la víctima, son personas que tienen un deber de cuidado sobre ellas y están además en una posición de confianza. Estas situaciones colocan a las niñas en el dilema de callar o denunciar y cargar sobre sus hombros con la culpa de la ruptura del núcleo afectivo y material que la sostiene a ella, a su madre y a sus hermanos.
- Y finalmente otro aspecto que llama la atención es la lealtad de las madres hacia el padre o jefe de familia y proveedor se manifiestan en muchas oportunidades a costa de la integridad de la propia hija. Vemos entonces que los poderes que someten a las niñas víctimas de la violencia sexual confluyen en una vinculación de obediencia de género y generación dentro de un contexto de pobreza y naturalización de la violencia.
Casos de violencia sexual hacia las niñas y adolescentes
Este caso, la víctima tiene 16 años y ha sido violada desde los 14 años por su primo hermano. La violencia se “descubre” cuando la madre y la hermana de la víctima perciben su embarazo. Los escenarios geográficos del abuso son la casa de la adolescente y las zonas aledañas a la comunidad por donde ella transita cotidianamente para realizar sus actividades domésticas (por ejemplo, ir a la casa de la abuela a moler ají); la ausencia de otras personas favorece al violador. Aun estando en la casa, las niñas y adolescentes están expuestas a la violencia sexual ya que en varias comunidades la distancia entre una casa y otra o entre la casa y el potrero es considerable, y las actividades que debe realizar la madre de la niña, como ir al potrero, implican dejarla sola y expuesta al ataque de su agresor, quien le sigue los pasos y conoce muy bien las actividades familiares, las circunstancias y momentos en que puede tenerla a su merced.
A continuación se cita la declaración informativa de la víctima obtenida del cuaderno de investigaciones, gracias a la abogada defensora de la niña se puede leer:
“Cuando tenía 14 años, mi primo me agarró por la fuerza cuando yo estaba volviendo de la casa de mi abuelita, que queda en un bordecito alejado de mi casa, de ahí me llevó al monte y me sacó toda la ropa y él se bajó su pantalón y me violó, y me dejo ahí, entonces me cambié y me fui a mi casa. Desde ahí él iba a mi casa todos los días porque hacía pelear a los gallos y yo me encerraba en el cuarto de mi mamá, que es también mi cuarto. Cuando mi mamá se salía al patio a tomar mate, él entraba a mi cuarto, se acostaba a lado mío y me manoseaba, entonces yo me levantaba y me salía del cuarto. Cuando mi mamá se iba al potrero él iba y mis hermanos estaban en el colegio y yo me quedaba solita en mi casa porque no podía estudiar, ya que me dolía mucho la cabeza y el aprovechaba que no estaba nadie y siempre me agarraba y abusaba de mí y me daba miedo contarle a alguien de mi familia. Hace unos meses atrás me dejó de venir mi período y me sentía mareada y vomitaba y mis pechos empezaron a crecer y yo me asusté porque me salía algo blanco de mis pechos y él se fue sin avisar a Santa Cruz y llamó de allá a mi tía para contarle que había encontrado trabajo”.
En este caso al ser el agresor primo de la adolescente, la figura masculina no constituye el símbolo de la autoridad paterna como eje sobre el que se organiza y sostiene económicamente a la familia. Esto guarda relación con el hecho de que la madre no calla ni encubre el delito (como suele suceder en otros casos), que fue denunciado ante la Defensoría de la Niñez.
Sin embargo, es claro que el agresor ejerce un poder sobre la víctima, quien en su declaración testifical expresa “me daba miedo contarle a alguien de mi familia”. De no haberse producido el embarazo, muy probablemente la situación de abuso se habría repetido. Cabe aquí mencionar que de los 15 casos de violencia sexual hacia niñas y adolescentes guaraníes denunciados desde el 2013 hasta ahora, ante la justicia ordinaria, seis han derivado en embarazo. Con estos datos, es claro que los embarazos ayudan a cruzar el umbral hacia el dominio público.
Otro caso hace referencia a una niña que tiene 12 años y fue víctima de abuso deshonesto por parte del padrastro. Según el relato, un día ella ingresó al cuarto en el que se encontraba el padrastro y éste le tocó los senos. La niña comunicó a su madre lo ocurrido y además dijo que el concubino le ofreció dinero para tener relaciones sexuales. Según testimonio de la madre, breve tiempo después de la revelación de la niña, el concubino le dijo: “Yo quiero decirte sinceramente que te quiero a vos pero también quiero vivir con tu hija, quiero vivir con las dos”.
La información de la familia y de otros documentos, no son precisos, y esto dificulta observar la secuencia de los diferentes episodios que van configurando el cuadro de las relaciones y la violencia. Sin embargo, aparentemente, el padrastro inició los acercamientos abusivos ofreciendo dinero a la niña para tener relaciones sexuales. Es muy probable que hayan existido varios momentos y circunstancias tanto de ofrecimiento de dinero como de manoseo del cuerpo de la niña. También por la entrevista hecha a la propia madre, se revela que la familia está inmersa en un contexto de consumo de alcohol y de violencia de parte del hombre hacia la madre y niña.
El revelamiento de la violencia sexual no ocurre de manera simple con la comunicación de la niña a su madre -de haber sido tocada por el padrastro-, sino que se produce en un ambiente en el que convergen sucesos de violencia, amenaza y consumo de alcohol: luego del episodio de manoseo a la niña, ella va a refugiarse a la casa de los abuelos maternos, en horas de la noche el padrastro llega ebrio a esa casa y protagoniza una pelea con los familiares y la concubina. La niña relata que en ese momento el padrastro la amedrentó con un rifle para que calle y al día siguiente le dice: “vámonos, dejemos a tu madre sola”.
El detonante para romper con el silencio es una situación extrema de riesgo de la integridad física. Muy probablemente, de no haberse producido este tipo de actos, la violencia sexual habría continuado y el secreto se habría sostenido. Respecto de la decisión materna de denunciar, el factor determinante parece ser la revelación que le hace el concubino de su intención de “convivir” con ella y su hija. Si acaso el conocimiento de que la niña está siendo agredida sexualmente puede ser tolerable, la intención manifiesta del concubino para mantener una relación de bigamia y promiscuidad ya no lo es. Este caso nos muestra los límites que existen entre la permisividad y la censura, lo inaceptable y lo definitivamente prohibido.
Nos preguntamos aquí: ¿cuál es la diferencia entre la violencia sexual oculta y a la vez conocida y la violencia sexual ejercida de manera abierta y pública? Probablemente una de las diferencias resida en la aprobación o no de este tipo de comportamientos por parte de la comunidad, que es el espacio de relaciones sociales y comunitarias en el que se encuentra esta familia.
Este caso nos permite situar la mirada en el rol que juega la comunidad guaraní ante la violencia sexual, lo que la comunidad permite y no permite, las medidas y acciones que puede tomar frente a hechos de esta naturaleza, y la capacidad (o no) de la comunidad guaraní para constituirse en un cinturón de seguridad y protección ante la violencia sexual. En este caso se destaca la intervención del capitán comunal, quien, como ya se dijo, presentó denuncia ante la Defensoría de la Niñez junto con la madre.
A través de una carta, el capitán sienta los márgenes de la tolerancia a este tipo de actos, qué permite y qué no permite la comunidad. En este caso, lo prohibido, lo censurable es la violencia sexual ejercida por miembros de la familia y la amenaza latente de la promiscuidad. Probablemente, esta situación se convertiría en un mal ejemplo para el resto de las familias y en una amenaza a la eficacia de las normas colectivas que rigen la convivencia familiar. Destaca también en la carta la decisión implícita de trasladar la competencia sobre este problema a la esfera de la justicia ordinaria, que coincide con la mayoría de los casos de violencia sexual conocidos por capitanes de otras comunidades. Se asume que los delitos de violencia sexual deben ser resueltos en el ámbito de la justicia del Estado.
A continuación compartimos las declaraciones del agresor ante la Policía (gracias la abogada defensora): “Quiero declarar que mi persona no ha cometido ningún delito de abuso deshonesto como me sindican, lo que sí hice [es] pegar a mi mujer, le he perseguido para quererla pegar. Esto fue cuando estaba borracho. Ahora, quiero indicar que me perdone mi esposa, también las autoridades. Nunca más voy a querer pelear con ella ni con nadie; le prometí a mi concubina no volver a tomar, ni pelear y me portaré bien. Aclaro que estábamos peleados y ahora estamos a punto de volver a vivir con ella. Me dijo mi esposa que me va a perdonar, también yo vine porque me entregaron la citación, yo estaba con mis hijitos en mi casa, si hubiera cometido algún delito me hubiera escapado. Yo vine porque soy inocente, es totalmente falso la denuncia, mi concubina ha interpretado mal, si hubo algún cruce de palabras ella lo malinterpretó porque nunca le haría daño a mi entenada, más bien yo quería reconocerla como mi hija cuando nos casemos, yo ayudé a criarla desde chiquita, igual que a mis otras entenadas que nunca le haría daño a mi entenada […]”.
A diferencia de los anteriores, en este caso se puede observar con mayor nitidez la dinámica intrínseca del juego perverso que se desarrolla para mantener las posiciones de poder dentro de la familia. Cobran relevancia los argumentos que presenta el agresor tanto para evadir sus responsabilidades ante la justicia como para resguardar su control y autoridad patriarcal.
Finalmente, apela a la frecuente estrategia de sembrar dudas y confusiones cuando la violencia sexual no deja huellas físicas: “Mi concubina ha interpretado mal, si hubo algún cruce de palabras ella lo malinterpretó porque nunca le haría daño a mi entenada”.
Cabe también observar la capacidad del agresor para manejar un doble discurso según el lugar en que se encuentre: frente a su concubina no tiene reparos en exteriorizar su intención de tener dos “mujeres”, y en esa perspectiva él ve a su hijastra no como a una niña que puede ser su propia hija, sino como a una mujer, sin barreras de edad ni prescripción familiar, con la que puede convivir por el hecho de que comparte con ella un mismo techo; en cambio, frente a los operadores de la justicia desarrolla una alocución esforzada en exacerbar los sentimientos propios de un padre de familia.
La estrategia tiene éxito no solo frente a la concubina sino también ante la manipulable justicia, ya que de acuerdo a la abogada defensora, pese a haber sido notificada, la madre de la víctima no volvió a presentarse ante las instituciones investigadoras del caso. Razón por demás suficiente para que la fiscal decida emitir resolución de rechazo de la denuncia sin mayor esfuerzo de investigación.
En el siguiente caso que se muestra que la agresión se produce más de una vez sobre la misma víctima, pero además, y esto sucede en diferentes comunidades, la hermanita menor de la misma familia también es abusada sexualmente.
Se trata de una familia guaraní que inicialmente reside en una comunidad aledaña a la ciudad de Yacuiba; la hija mayor, de 13 años, cuando retornaba de la casa de una vecina a su hogar en horas de la noche, es abordada por un hombre de 43 años quien la toma del brazo y la lleva hasta la escuela de la comunidad en donde intenta violarla; la niña se libera de su agresor y llega hasta su casa.
Así cuenta la mama de la niña este suceso: “La niña se hallaba en la casa de mi vecina viendo televisión. A las ocho de la noche se vino a mi casa, llegó su primo para que le preste 10 bolivianos, y la niña fue a la casa de la vecina para que me preste yerba y al salir le dijo a la vecina que no le alumbre con la linterna porque más allá estaban xxxx (tres vecinos de la comunidad, entre ellos, el agresor) y ella no quería que le vean ellos para irse tranquila a su casa. Cuando estaba a medio camino a casa le alumbraron con sus linternas y ellos la vieron y vinieron corriendo. Don xxx la agarró fuerte del brazo, le hizo dar la vuelta diciéndole que vaya con él. Ella se negó diciéndole que temprano tenía que barrer la escuela, y él le dijo: “no sabes cuánto te amo, de noche no puedo dormir pensando en vos, como quisiera tenerte entre mis brazos”. Y ella le dijo: “cómo va a pensar en eso, que ella no tiene la edad para salir con él”. Ahí le preguntó su edad, y le dijo que tenía 13 años y él le respondió que él tenía 32. Ella le dijo que no la moleste, que su mamá la iba a pegar y él le respondió que él la iba a defender, y le fue llevando de a poco con dirección al colegio. Le preguntó dónde estaban sus papás, y ella le dijo que su familia está en la casa, y le dijo que nunca la iba a engañar: “desde el primer momento que te vi te he llevado en mis sentimientos”. Luego intentó violarla pero se detuvo ante las súplicas de la niña”.
La madre, a través de la Fiscalía, presenta denuncia por tentativa de violación y en junio de 2010 el tribunal de sentencia de Yacuiba falla declarando absuelto al acusado. La familia, incluyendo a sus hijas, se traslada a vivir a otra comunidad. Quizás este traslado de domicilio haya sido a consecuencia de la violencia sexual que sufrió la niña. En diciembre de 2010, a escasos seis meses de dictada la sentencia por tentativa de violación, la madre de la niña nuevamente presenta denuncia ante la Defensoría de la Niñez de Yacuiba. En esta oportunidad la familia ya se ha trasladado a otra comunidad y la denuncia es presentada por el delito de violación de la misma niña, que ya tiene 14 años, y además de su hermanita de 12 años. Ambas se encuentran embarazadas e identifican como su agresor a la misma persona, un joven vecino de la comunidad que tiene presumiblemente 17 años. La hija menor indica que fue violada monte adentro cerca de la quebrada de la comunidad.
En este caso, la denuncia registra que el capitán grande de la comunidad “se encuentra enormemente preocupado ante esta situación, pues las menores llevan su embarazo sin que nadie asuma su responsabilidad”.
Otro caso llamativo en una comunidad guaraní tiene como víctima a una adolescente de 14 años, y pese a que la ficha de seguimiento de la Defensoría de la Niñez de Yacuiba no registra mayores datos. En las entrevistas a personas que conocieron el hecho se pudo conocer que la víctima se trasladaba, tal como otras adolescentes, desde la comunidad en donde vive a otra cercana para asistir al colegio. Durante los días hábiles, ella se quedaba en casa de la abuela para presentarse diariamente a clases, en tanto que los fines de semana, retornaba a su comunidad. Una noche en que la adolescente se dirigía a casa de su abuela, en un auto estacionado en un lote baldío y lleno de malezas había seis varones jóvenes que le taparon la boca con un trapo impregnado en alcohol o algo parecido y luego la llevaron a otro lugar en donde la adolescente sintió que le inyectaron algo; fue violada por todos ellos y posteriormente la dejaron nuevamente en el mismo lugar en el que la habían asaltado.
Las dirigentas de la APG de Yacuiba que acompañaron a familiares de la víctima a la Defensoría de la Niñez señalan que luego de presentada la denuncia, esta institución no hizo nada.
La madre menciona que «esto se ha quedado así, sin resolver nada, los de la Defensoría la han hecho venir, yo misma he ido con ellas dos o tres veces. Hasta una vez de esas me acuerdo que la he retado a la doctora que estaba ahí entonces. La doctora la hacía venir a la madre con la chica, la víctima. Mire, ha esperado que pasen cinco o seis días del hecho para que recién le hagan el examen forense, solo a eso la ha hecho venir, y de ahí le ha dicho vuelva mañana. Al final dicen que ahí lo han dejado porque vienen gastando pasaje, comida, para que las haga venir para nada y despacharla después para que vuelva al otro día. Allá en la FELCC yo creo que le han tomado su declaración, pero de ahí no se ha hecho más nada, lo han dejado así; han dicho que iban a ir a la comunidad pero nunca han aparecido. La doctora decía, y eso ha sido lo que me ha dado más rabia a mí: “no tengo con quien ir”, “no tengo movilidad”, de todo se quejaba, tranquila sentada en su escritorio, como a ella no le han hecho nada. De eso ha sido mi rabia, la he retado ese día, de ese día no hemos vuelto más, porque la señora tampoco ha vuelto, y se ha quedado así. (Entrevista a exdirigente de la APG zonal.)
La negligencia del personal de la Defensoría de la Niñez llega en este hecho a los límites de la desidia y la obstaculización del acceso a la justicia, y es uno de los ejemplos extremos de cómo, en algunos casos, el andamiaje institucional estatal creado para la protección de los derechos de la niñez se ha desfigurado transformándose en una burocracia indolente e ineficiente.
Retornando a las circunstancias en las que se produce la violación, el caso nos muestra una situación excepcional, poco frecuente en las rutinas, tácticas y procedimientos de la violencia sexual en el ámbito comunal, y la ausencia de acciones investigativas impiden identificar si los agresores provienen de alguna comunidad aledaña o si, por el contrario, se trata de hombres que se trasladan desde los centros urbanos para realizar este tipo de crímenes.
De la narración de la adolescente se evidencia que esta fue una violación planificada y calculada. Las características del hecho abren interrogantes cruciales de cara a combatir la violencia sexual en el contexto de las comunidades indígenas y rurales: ¿cómo las familias, las comunidades y sus autoridades podrán mantenerse prevenidas frente a las hermenéuticas, rostros y contextos de la violencia sexual que se van ensanchando y diversificando? y ¿en qué momento este tipo de casos dejará de ser una excepción?
El caso que se describe a continuación muestra los mecanismos de la violencia sexual que ejerce el maestro con las niñas, así como las estrategias de encubrimiento y obstaculización de la justicia que despliega la institucionalidad educativa en concomitancia con la Defensoría de la Niñez.
Un maestro del segundo curso de primaria organizó para sus alumnos y alumnas un paseo a un lugar cercano a la escuela. En el transcurso de esta actividad recreativa, el maestro se emborrachó y cometió abuso deshonesto con cuatro niñas de ocho años. Cuando las familias se enteraron, fueron a la Dirección Distrital de Educación de Yacuiba para denunciar el hecho, donde se les informa que este profesor había cometido actos similares en otra escuela, por lo que fue suspendido del ejercicio de la docencia durante un tiempo. Las familias presentan también denuncia ante la Defensoría de la Niñez, donde se firma un “acta de compromiso” en la que el maestro se compromete a hacer entrega voluntaria de las calificaciones y a pedir de forma inmediata su traspaso de unidad educativa. Los familiares de las niñas víctimas manifiestan su conformidad con el compromiso y desisten de toda acción penal futura. Además de las firmas de padres de familia y del profesor denunciado, el acta registra la firma de la Responsable de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia de Yacuiba. Esto demuestra que los representantes de las instituciones del Estado avalan y encubren el delito.
En este caso, el poder e impunidad del agresor se ejerce en un contexto de pobreza, marginamiento social y discriminación (todas las víctimas son niñas guaraníes), con amplio déficit del ejercicio ciudadano del derecho a tener y reclamar derechos, a acceder a la justicia y a la reparación. El caso grafica el ensamblaje entre los diferentes poderes y sus efectos: no solamente consta el poder patriarcal abusivo sobre los cuerpos de niñas, sino también el poder institucional de impedir que accedan a la justicia.
Es así que escuela es una de las instituciones más representativas del poder estatal en las zonas rurales, y en algunos casos constituye la única presencia del Estado en la comunidad. Sin embargo, la escuela, ha sido en muchas oportunidades un espacio de seducción, chantaje, intimidación, violencia y violación sexual de la infancia.
La violencia sexual infantil naturalizada
En las líneas anteriores se desarrolló una síntesis de las expresiones de la violencia sexual, dominación de clase, política patriarcal, despojo del territorio y el racismo. Todas ellas afectan a las mujeres, niñas y adolescentes guaraníes; sin embargo, la violencia sexual afecta a las niñas y adolescentes de manera diferenciada en razón de que la edad marca condiciones de mayor vulnerabilidad y exposición a la violencia.
A continuación se destacan los problemas que tienen incidencia en la violencia sexual hacia víctimas “niñas y adolescentes”:
– La violencia sexual siempre es ejercida dentro de una relación de poder, que se personifica en el padre o padrastro como poseedor de las mujeres y niñas, su cuerpo y su destino. Es decir que la violencia sexual hacia las niñas y adolescentes guaraníes se constituye en una de las expresiones de la estructura familiar jerárquica de la sociedad boliviana.
– En la lógica de la ley del más fuerte que rige dentro de la esfera familiar, los mecanismos de sometimiento de los miembros de la familia a la autoridad paterna y patriarcal se manifiestan en la alianza de la madre de la niña víctima de violencia sexual con el agresor jefe de familia. El encubrimiento de esta violencia por algunas madres se basa en la necesidad de preservar los recursos económicos para la manutención de los hijos, aunque existen casos en los que la figura del padre de familia proveedor es meramente simbólica, ya que el ingreso económico principal (cuando no el único) proviene del trabajo de la madre.
– En todos estos casos, el embarazo “ayuda a cruzar el umbral hacia el dominio público”; de esta manera, la violación puede ser evidenciada y el violador juzgado, aunque ello no necesariamente ocurra en todos los casos. A la vez, el embarazo como demostración inequívoca de la violación nos abre otros caminos para explorar los contextos y rutinas de la violencia sexual hacia las niñas; el embarazo muestra que probablemente la violación se haya producido más de una vez
– Los datos también muestran la mayoría de los agresores sexuales de las niñas y adolescentes son personas conocidas por ellas y sus familias, y los casos de esta naturaleza refieren al agresor como una persona conocida y cercana a la vida de las víctimas (vecinos, amigos de la familia que frecuentan la casa o primos).
– Las niñas guaraníes encuentran otro lugar de exposición a la violencia sexual en la escuela. En el caso referido acá, la Dirección Distrital de Educación y la Defensoría de la Niñez propician un “acta de conciliación” mediante la cual avalan y encubren el delito, crean un vínculo entre su poder como autoridad de servicios públicos estatales y el agresor sexual, para protegerlo. La impunidad se produce en un contexto de pobreza, de marginamiento social y discriminación (todas las víctimas son niñas guaraníes).
Estas historias nos hablan de vidas marcadas por una violencia sexual que se repite en distintas temporalidades, en diferentes circunstancias y en diferentes espacios geográficos, ensañándose monstruosamente con una misma niña o adolescente.
A manera de conclusión
Entre los problemas que tienen influencia en la violencia sexual se pueden mencionar:
– La pobreza vinculada con la carencia de tierra propia como factor que empuja a las familias a migrar en busca de oportunidades de trabajo. Ello deriva en situaciones que colocan a las familias, y a las hijas en particular, en situaciones de vulnerabilidad múltiple mediadas por la inequitativa distribución de la tierra y relaciones de producción basadas en la explotación laboral.
– El alto consumo de alcohol por parte del “jefe de familia”, que trae como consecuencia una pobreza y carencia material exacerbada al depender la familia solamente de los ingresos económicos que obtiene la madre.
– A su vez, el alcoholismo en la familia genera situaciones que exponen a las niñas y adolescentes al contacto frecuente con vecinos o amigos que visitan la casa de la víctima para consumir bebidas alcohólicas. Esta dinámica de relaciones sociales familiares mediadas por el alcohol convierte a las niñas y adolescentes en presas fáciles de la violencia sexual;
– La visita frecuente de amigos o vecinos a la familia, aunque no siempre está mediada por el consumo de alcohol, también favorece la violencia sexual en la medida en que el “amigo” va ganando terreno en la confianza y libertad que le otorga la familia para invadir la intimidad de las vidas de las niñas y adolescentes. Las concepciones y nociones referidas a los límites que marcan las fronteras entre la privacidad del hogar y las relaciones sociales que establecen algunas familias con terceras personas, no son parte de los códigos y lógicas de interacción social.
– Los derechos colectivos y los derechos de las mujeres están íntimamente ligados en sus discursos. Ellas no perciben contradicciones entre la lucha por los derechos colectivos y la lucha por los derechos de las mujeres. Esto no significa una adhesión a las prácticas patriarcales que se desarrollan en las comunidades; las mujeres guaraníes mantienen, como las mujeres indígenas de otros países, la postura de luchar por los derechos colectivos, a la par de cuestionar las prácticas patriarcales dentro de sus pueblos.
En suma, la violencia sexual que se repite sobre una misma víctima (ya sea niña o adolescente) ocurre como resultado de una convergencia entre factores estructurales y elementos de naturaleza particular. El punto común que explica la reiterada victimización es la confluencia de poderes de distinto tipo cuando encuentran condiciones de carencias materiales, sociales y afectivas extremas.