Un voluntario alemán en la ciudad de La Paz y sus experiencias en ‘Cebra Por Un Día’
Las Cebras de La Paz: “Es una lucha cada día”
Lukas Praller*
Son las 11 de la mañana. Hace frío en la ciudad de La Paz, está lloviendo, el cielo se presenta totalmente gris en este martes de diciembre. Es el verano paceño. ¿Monotonía cotidiana? Para nada. Adentro, en el Edificio Csapek de la calle Federico Zuazo, se reunieron 11 chicos y chicas, todos animados y motivados a hacer de este día un día especial, un día como nunca lo experimentaron, lleno de amor, respeto y cariño. Por el momento, sin embargo, todos llevan anteojeras, están sentados, no ven ni perciben nada, ni el mal tiempo, ni la buena docena de personas que secretamente está entrando a la habitación en hurtadillas, súper silencioso, súper despacio. Solamente se escucha la respiración de los participantes del grupo, inhalando profundamente, exhalando lentamente, acompañados de música relajada, como en una clase de yoga.
Entonces, de la nada las manos de los desconocidos empiezan a dar masajes a los chicos, primero los brazos, después los hombros, al final la nuca. Es el momento cuando todos dejan sus anteojeras y abren sus ojos. Están rodeado supuestamente de un muro en blanco y negro, color de los trajes que llevan las personas que están paradas. ¡Llegaron las Cebras! Y justo ahora acaba la fase final de la preparación para el programa “Cebra Por Un Día”. Los chicos sonríen de oreja a oreja, se da abrazos por todo lado y también yo, un voluntario alemán que trabaja en la ciudad de La Paz por seis meses, casi no puedo aguardar más para ser una Cebra, de “ser referente de Cultura Ciudadana con el ejercicio pleno de valores, alcanzando la unidad en la diversidad”, como dice la visión oficial del programa.
En palabras menos patéticas significa que las Cebras, para darles un poco de información de trasfondo, quieren sensibilizar a la gente y –aprendiendo con el ejemplo– desarrollar un espíritu de cordialidad, respeto, amor y tolerancia en la sociedad paceña; para lograr eso, ellas realizan talleres y programas en las temáticas del tráfico, del ruido, de la seguridad y de la basura. El trabajo de las Cebras Educadores Urbanos (nombre oficial), que forman parte de la Secretaria Municipal de Educación y Cultura Ciudadana de la ciudad de La Paz, se basa en dos pilares: la parte educativa y la parte social. El pilar educativo trata de alertar sobre varios problemas en el municipio y generar transformación y cambio positivo en estos espacios a través de la así llamada “Actitud Cebra” que difundan los jóvenes durante su trabajo en las calles, en hospitales o talleres para los paceños. El otro pilar, la parte social, intenta de brindar oportunidades a jóvenes en situaciones de riesgo social – con una beca estudiantil y un puesto fijo en el equipo de trabajadores de las Cebras.
“Para nosotros es importante que estos chicos puedan recibir la mayor capacitación posible para enfrentar su vida profesional en el futuro”, explica Lissett Olivares Rivero, la jefa de la Unidad Cebra Educadores Urbanos. “Muchos son de situaciones altamente vulnerables, que vienen de la Periférica con problemas sociales muy terribles. Un poco somos el sostén de ellos en esta oficina”. Según informaciones oficiales, el pilar social debe ser una respuesta y alternativa a jóvenes con dificultades y escasos recursos económicos, a condición de que están estudiando durante su trabajo voluntario. Si éste es el caso, los capacitan en diferentes temáticas, como expresión corporal y cultura ciudadana. “También tenemos educación financiera por los pocos recursos que tienen muchos de ellos”, expone Olivares. “Por tanto, buscamos y fomentamos muchas becas”. El desarrollo personal de una persona tiene prioridad. Acá se cierra el círculo.
Ese pilar social, a saber, también involucra el programa “Cebra Por Un Día”. En este caso, ciudadanos o empleadores de cualquier empresa visten el traje de Cebra ayudando a ordenar la ciudad y transmitir el espíritu Cebra. El masaje –como fue mencionado– siempre es la última parte de la capacitación antes de salir a la calle.
Unas horas antes, a las 9 en la mañana. Poco a poco aparecen los participantes de la nueva versión de “Cebra Por Un Día” en las instalaciones de la organización, presentándose a sí mismos, tomando asiento en un círculo, listos para el Warm-Up, un ejercicio físico que debe estimular el ánimo y la conexión ente los asistentes. Yo vine con una amiga alemana que también trabaja en La Paz por el tiempo de su voluntariado y nosotros somos los primeros que deben hablar, para cumplir con el segundo paso de la preparación sobre los aspectos feos de la ciudad que nos molestan y sobre los valores que –en un mundo ideal– caracterizan a la gente de la ciudad. Son actividades como éstas que los asesores de las Cebras nos muestran para llamar nuestra atención sobre problemáticas en el municipio y sobre la pregunta de cómo mejorar la situación actual. Y pronto nos damos cuenta que nuestros valores personales están unidos fuertemente a la construcción de una ciudad nueva, ordenada, perfecta. Lo que nos quieren decir las Cebras: Hay que empezar con su propio comportamiento, con su propio esfuerzo, entonces, para poder cambiar la ciudad en un lugar más digno donde vivir.
Primero, sin embargo, me quedo un poco escéptico. Me parece ingenuo pensar que se puede cambiar la cara de una ciudad del tamaño de La Paz sólo con una pequeña capacitación, buen humor y voluntad de transmitir amor y respeto. Pero después de un ratito, el espíritu positivo me cautiva y el pensamiento de ser parte de algo importante y único se impone. “¿Por qué no?”, me pregunto. ¿Por qué no predicar con el ejemplo? ¿Por qué no poner una sonrisa en la cara de la gente? ¿Por qué no dar el primer paso hacia un futuro mejor? Al fin y al cabo, grandes cosas siempre empiezan con un esfuerzo personal, con un sueño individual. Lleno de energía salgo con mis compañeros a la calle. Tenemos una misión.
Desde sus principios en 2001, mucho cambió en el programa de las Cebras
Hacer la experiencia de ser Cebra es casi una actividad común en el municipio de La Paz hoy en día. Varias veces al mes se lanza una nueva versión de “Cebra Por Un Día”, ya sea con ciudadanos o empleadores de una empresa.
No obstante, fue un camino largo hasta lograr lo que representan las Cebras en 2018 en la sociedad paceña. En 2000, la ciudad de La Paz recibió una nueva gestión municipal. Fue el año en el cual surgió la idea de dar solución a varios problemas que aquejaban al municipio, sobre todo la falta de educación vial. Como respuesta a la necesidad de cambiar este hecho, nacieron las Cebras: Educadores Urbanos el año 2001. Es así que el primer reto de los Educadores Urbanos Cebras fue enseñar a la ciudadanía a respetar el semáforo, el paso de cebra y las señalizaciones, utilizando un traje de dos piezas para dos personas y cuatro patas.
Desde este tiempo, mucho cambió. Hoy, las Cebras llevan un diseño más amigable (cada uno tiene su propio traje) y también ampliaron sus actividades; aparte del tráfico son competentes para la educación en temáticas tal como seguridad, basura y ruido. Sin duda, esa tendencia requirió una ampliación de la plantilla: Actualmente hay 260 Cebras en las calles de La Paz. Una de ellas es Johan Salinas, asesor de Cebras Educadores Urbanos desde 2017.
“Yo tengo formación en antropología por la cual he tenido muchas experiencias con diferentes agrupaciones juveniles en la ciudad de La Paz”, comenta. Trabajó con jóvenes que en realidad estaban buscando alternativas de vida, alternativas educativas, dice. Lo que lo motivó a trabajar como Cebra era el hecho de que esos jóvenes tienen un espíritu de energía y mucha voluntad por ofrecer esa energía a su ciudad. “Entonces, lo que se hace aquí en el programa de las Cebras es canalizar esa engería a través de diferentes programas educativos y gestionar este proceso”, explica. Un proceso que no siempre es fácil, pero también con la ayuda de Salinas se logró capacitar más de 3.000 jóvenes desde el principio del programa.
Sin embargo, aunque Salinas sólo está con el proyecto hace un año, ya experimentó las partes tristes de su trabajo. “Una experiencia bien sensible era cuando un grupo de jóvenes al fin de año estaba terminando su carrera universitaria y me dijeron: ‘Ya no vamos a volver a las Cebras.’ Y claramente les pregunté: ‘¿No, por qué?’ Y me comentaron que ya habían terminado de estudiar en la universidad y que el Programa de las Cebras les ha ayudado mucho a poder culminar sus estudios”, cuenta. “Es tiempo de dar la oportunidad a otros jóvenes para que puedan ser Cebras Educadores también, me explicaron”. Para Salinas es un indicio comprensible que muestra la solidaridad y la empatía que el programa generó en los voluntarios – no solamente en la lógica de que pasaron por aquí, sino también de que están llevando y transmitiendo ese proceso educativo, la filosofía Cebra, para poder llevar a otros espacios y otra gente. “Simplemente me alegró mucho saber eso, que el programa les ha podido a esos jóvenes dar una oportunidad de poder terminar el proceso de estudio”, dice. “Además, a mí me ha satisfecho mucho que el programa les ha servido a estos jóvenes para poder cerrar un círculo. Ahora, seguramente comienza otro. Pero nosotros hemos logrado que esos jóvenes se van agradecidos”.
“¡Actitud Cebra! ¡Filosofía Cebra! ¡Familia Cebra!”
Son las 11 y media. Bajamos las escaleras del Edificio Csapek, un momentito después ya estamos en la calle. Todavía está lloviendo, pero esto no nos perjudica para nada. Cantando, bailando y abrazando pasamos por los callejones. ¿Mal tiempo? Para una Cebra no hay días malos.
“El arte de ser Cebra es olvidar sus dudas”, explica Goya Bautista, una trabajadora social de la entidad. Eso, a veces, es más difícil de lo que algunos creen, sigue. Cada uno tiene su vida privada, cosas que lo molestan, problemas con la salud. “Pero el momento en que llevas el traje, también llevas responsabilidad”. Responsabilidad de ser un ejemplo, responsabilidad de ser un buen ciudadano que actúa siempre de manera adecuada. Sin duda: Transmitiendo el espíritu Cebra no sólo es ganas, ante todo es trabajo.
Eso, lógicamente, no nos afecta mucho. Al fin y al cabo, nosotros –los participantes– hemos esperado semanas y a veces meses para tener la oportunidad de ser Cebra por un día. ¿Dudas? Ni rastro.
Por lo tanto, todos llegamos a la avenida Camacho, en el centro de la ciudad, con buen humor, dividiéndonos en tres grupos, cada uno ubicado en otra esquina organizando el tráfico, acompañando a los peatones sobre el cruce, reprendiendo a los chóferes que lleven su cinturón de seguridad. Un “Buen día” acá, un “Qué le vaya bien” allá. No pensé que actuar amable y poner una sonrisa en la cara de la gente sería tan fácil. Realmente es increíble ver las reacciones de los transeúntes: La señora mayor que nos saluda del otro lado de la calle; el niño sonriendo que abre sus brazos para recibir un abrazo grande; los chóferes que dejan su mal humor y rápidamente se abrochan el cinturón con una sonrisa a sabiendas que cometieron un error. Es un gusto puro. Después de dos horas volvemos contentos a las instalaciones de las Cebras. Mientras tanto, nuestro grito todavía resuena de las calles. “¡Actitud Cebra! ¡Filosofía Cebra! ¡Familia Cebra!”
De esa manera, las Cebras hechizan a cientos de participantes cada año, sin mencionar a todos los voluntarios que fueron capacitados mediante este programa que ya recibió varios reconocimientos, tal como la de “La Mejor Campaña Educativa” (2008), “Personaje de La Paz” (2009, por la FIPAZ) o “Personaje del Año” (2010, por diferentes medios de comunicación). Por último, el trabajo de más de 3.000 Educadores Urbanos que transitaron por el proyecto, recibió además el premio de UNICEF “Cebra: Amiga de la Infancia” en 2012.
Por eso, no es una gran sorpresa que durante los últimos años el programa se exportara hacia otras ciudades de Bolivia. Primero, frente al desorden vehicular y la necesidad de una planificación mejor coordinada, las Cebras llegaron a El Alto en 2009. Un año después, el municipio de Tarija acogió este proyecto en sus políticas ciudadanas con el fin de inculcar Cultura Ciudadana en sus habitantes. Y, al final, en noviembre de 2010, también Oruro recibió el proyecto Cebras como parte de sus políticas de gestión municipal para sensibilizar a su población.
“Han logrado cambiar el estado de ánimo de la ciudad de La Paz”
Sin embargo, el mayor logro en la opinión de Olivares es la conciencia en la sociedad. “La gente al principio no estaba acostumbrada a las Cebras, a los abrazos, a los saludos. Pero esto es lo que hemos logrado nosotros. Un día que no las tengo en la calle, porque las tengo en otra actividad, la gente me pregunta ‘¿Qué ha pasado con las Cebras?’”, pone el ejemplo. “La gente ya se ha identificado y empieza a desarrollar una conciencia del trabajo de los chicos. Los respetan, ponderan, tratan de ayudarlos cuando los ven. Creo que en estos 16 años hemos cumplido algo muy importante en el desarrollo de la ciudad con nuestra educación de amor”.
Salinas la secunda. Según él, el cambio de la ciudad no es cuantificable, pero es calificable. “Tú tienes una forma de comportarte frente a la Autoridad de Tránsito, pero tienes otra forma de comportarte, que es mucho más emocional, frente a lo que es la Cebra”, expone. Por eso dice que sí hay un cambio, sobre todo en los niños, pero también en los jóvenes que salen de los colegios y asumen la rol educador que la Cebra proyecta. “Entonces, siento que las cebras sí en estos últimos 16 años han logrado cambiar el estado de ánimo de la ciudad de La Paz”.
Premios, reconocimientos y una conciencia social – pero unos retos quedan
No obstante, quedan retos – también para una entidad tan prometedora como las Cebras. Sobre todo en el comportamiento de los chóferes y los peatones hay que mejorar, informa Olivares. “A veces también nosotros estamos tan preocupados con nuestra vida, con nuestros problemas que nos olvidamos de un ‘Por favor’, un ‘Gracias’ o un simple ‘Hola’”.
Lo que Salinas quiere llamar la atención en esa temática es que cada ciudad tiene su propia lógica cultural, su propia dinámica. El desafío de las Cebras será, entonces, responder a la dinámica especial que tiene el municipio de La Paz y generar planes educativos nuevos, o sea planes para poder desarrollar mejor el trabajo de las Cebras en la ciudad. “El rol de la Cebra constantemente está en una dinámica de cambio”, destaca. “Entonces, en el futuro las Cebras van a cumplir todos esos roles que ya están proyectando, pero añadiendo otros roles más positivos en el cambio actitudinal de La Paz”.
Para Salinas, eso significa seguir educando, pero también en otras áreas y otros espacios que vuelven urgente en la convivencia paceña. Con La Paz Limpia, La Paz Segura o La Paz Feliz, las Cebras ya establecieron tres talleres de temáticas específicas extra que surgieron de la necesidad de la población. Una tarea en el futuro debe ser seguir siendo atentos a los cambios en la ciudad y responderlos con actividades y ofertas sociales para enfrentar esos problemas potenciales.
Entonces, ¿qué significa eso para el futuro, de las Cebras, pero también de la sociedad? ¿Cómo habrá cambiado la ciudad de La Paz en, digamos, 15 años a través del esfuerzo de las Cebras? En la opinión de Lissett Olivares Rivero, hay que estar paciente. “Yo estoy convencida que la cultura ciudadana no cambia muy rápido. Pero con los chiquitos, lo veremos en unos 15 años más, que realmente La Paz habrá avanzado mucho más”, está optimista y pone el ejemplo: “Mi hijo tiene ocho años. Toda la vida le digo que hay que lavarse tres veces”, empieza. “Ha faltado sólo un taller de las Cebras para que se lave cinco porque la Cebra le ha dicho que después de cada comida él tiene que lavarse los dientes. Listo. Entonces, no importan los ocho años que he trabajado en decirle que es importante. Si la Cebra transmite valores positivos, en ellos llega más rápido. Creo que estamos avanzando en esto, pero realmente es una lucha cada día. Lo que queremos nosotros es transmitir con amor varias cosas, otra filosofía. Y lo vamos a seguir haciendo. Todo es mejor con una Cebra”.
*Lukas Praller es voluntario de la Deutsche Welle Akademie en la Fundación para el Periodismo.