admin noviembre 29, 2018

“La maté porque era mía”

Es la primera respuesta con la que Darwin Ovale (22) explica haber terminado con la vida de Vanessa (21)¿Qué le hace creer que ella era de él?, ¿de su propiedad? 

 Maria Marcia Montoya

En el diccionario de lengua española solo se encuentra la palabra mío y su acepción en género femenino mía, significa «que me pertenece». En diccionarios digitales (wiktionary) obtuvimos la siguiente información: Mío, mía son pronombres posesivos en primera persona, sustituyen al sustantivo, se usa para establecer una relación de posesión. Indican la propiedad de algo para alguna persona. Estos expresan la propiedad de algo[1].

El pronombre posesivo mía y mío se interioriza desde los primeros meses de nacimiento en el proceso de socialización dentro de la familia, donde se hace referencia a la propiedad de un objeto. En esta etapa, los juguetes e incluso las personas tiene carácter de objeto:“la mamá es mía”, “el papá es mío”, “este juguete es mío”. Ese sentimiento de propiedad sobre las cosas se refuerza en la socialización secundaria, principalmente en la escuela, donde muchos de los textos para el aprendizaje de lectura y escritura muestran ejemplos del uso del pronombre mía y mío respecto de las cosas y seres vivos,como animales y plantas. Así se va desarrollando el sentimiento propiedad sobre algo que creemos que se usa, se manipula, se rompe, se deshecha, se maneja, se intercambia, se vende, etc.

Patriarcal es el sistema en el que vivimos, en éste las diferencias de sexo colocan a la mujer en situación de desigualdad por su condición biológica y física. Es devaluada, se la percibe como inferior, carente de valentía, por lo tanto, su espacio es lo privado, lo doméstico, los cuidados dentro o fuera del hogar. En este mismo sistema el hombre es sobre valorado, es superior, es el protector. Por lo tanto, las relaciones sociales son desiguales; la mujer está subordinada, oprimida en todos los ámbitos. Esta opresión se reproduce también en las relaciones pareja, donde los mitos del amor romántico, creados también por el sistema patriarcal, no hacen sino agudizar la opresión frente a una persona que dice “amarla” y a quien también “ama”.

Si el niño crece creyendo y asumiendo esos roles y estereotipos, cumpliendo con los mandatos de masculinidad que dominan y degradan a la mujer, entonces las somete.

Si a todo ello añadimos que en el aprendizaje del lenguaje los pronombres posesivos no sólo se utilizan para definir la propiedad de una cosa (objeto), sino también el de personas (“mi papá, mi mamá, mi hijo, mi esposa, mi pareja mi corteja/o, mi enamorada/o, mi expareja), entonces todo/as podemos ser ubicados en el lugar de objeto.

Sobre esto, la licenciada Liliana Vargas, maestra de lenguaje, nos comenta “que el pronombre mía, refiere a  la propiedad de objetos o seres vivos, entre ellos a las personas. Es probable que el niño o niña desde muy pequeño interiorice a las personas también como objetos al referirse a ellos como “mi papá, mi mamá” , ya que estos pronombres son también posesivos”. 

¿A qué llamamos feminicidio?

“El feminicidio es una ínfima parte visible de la violencia contra niñas y mujeres. “Sucede como culminación de una situación caracterizada por la violación reiterada y sistemática de los derechos humanos de las mujeres. Su explicación se encuentra en el dominio de género,caracterizado tanto por la supremacía masculina como por la opresión, discriminación, explotación y, sobre todo, exclusión social de niñas y mujeres, como propone Haydee Birgin. Todo ello, legitimado por una percepción social desvalorizadora, hostil y degradante de las mujeres. La arbitrariedad e inequidad social se potencian con la impunidad social y judicial en torno a los delitos contra las mujeres”[2].

Bolivia, según datos de la ONU, es el país con el índice más alto de feminicidios en Latinoamérica. Cada 56 horas muere una mujer a causa de la violencia de género. En 2018, de enero a agosto, han muerto 76 mujeres. Datos de la Fiscalía General del Estado. 

Solo en este año, de enero a octubre del 2018, se han producido 85 feminicidios, y las cifras van ascenso cada año.

Otros datos

Se ha visitado en Trinidad, Beni las oficinas departamentales de la Fiscalía y la Policía para obtener información sobre feminicidios. En ambas han expresado que la información se debe solicitar mediante nota a la ciudad de la Paz, por esta razón presentaremos datos bajados del internet.

Según la Defensoría del Pueblo la edad de las victimas oscila entre 13 y 60 años, el grupo mayor es de mujeres entre 21 y 30 años, es decir mujeres jóvenes. Los víctimadores son en un 62% esposos y/o concubinos y en 34% expareja o enamorados.

Llama la atención este último dato. ¿Qué es lo que impulsa a la expareja a acabar con la vida de la fue su compañera, esposa y/o concubina?¿Qué vinculo aún existe en el imaginario del feminicida para dar muerte a una mujer con la que ya se supone ha terminado su relación? ¿Será ese sentimiento de posesión y propiedad que permanece instaurado en identidad reforzado por los mandatos patriarcales, así como de los pronombres posesivo «mía», que se queda inmutable más allá del tiempo? ¿Qué le impide romper con ese “objeto” para él devaluado, degradado y subordinado?

El feminicidio está basado en la desigualdad entre mujeres y hombres y eso es lo que mucha gente no capta. El problema no es que haya hombres que matan, sino que hay las condiciones que permiten que ellos maten. Y entre esas condiciones están las que genera un Estado que no actúa. La misoginia es un fenómeno político-cultural, es la construcción ideológico-afectiva y política para legitimar la exclusión, la discriminación, la explotación y la opresión de las mujeres. 

La masculinidad actual cree que el cuerpo de la mujer es de su propiedad

Existen masculinidades, cada sociedad impone una forma de ser hombre. Sin embargo, entre todas ellas hay una invariante,es la masculinidad hegemónica o machismo –definida como oposición o rechazo a la feminidad​–. Está asociada directamente con el patriarcado como lógica de relación y de comprensión del mundo, donde el varón es el género predominante en la condición humana.

Existen modelos de masculinidad. Una de ellas, que se está acentuando en la actualidad, es la que “el hombre tiene el derecho de poseer el cuerpo de la mujer”. Este complejo proceso de la formación de masculinidades no es solo es social, sino cultural y estructural. Es la idea generalizada de cómo deben ser los hombres, de masculinidad hegemónica, sobre el mandato patriarcal de posesión que tienen sobre el cuerpo de las mujeres.

En una entrevista a la psicóloga del Hospital Francisco Viedma, ,Zulma Juchani Beltran, sobre la posición de la mujer como objeto, ella manifiesta que «el amor siempre implica asumir que el otro/a es un objeto amoroso (hombre o mujer). Dice que la relación de amor es siempre posesiva y se da en ambos. La mujer como objeto amoroso se visibiliza más por cuanto es utilizada como objeto de uso sexual y esto se da desde el enamoramiento». 

Es innegable, pese a esta hipótesis, que es la figura del feminicidio lo que ha permitido visibilízar mejor la violencia contra la mujer. Las muertes de mujeres han aumentado; el empoderamiento de las mujeres, su deseo y derecho a vivir en libertad ha puesto en alerta a la masculinidad hegemónica que se siente amenazada y siente que debe actuar. Y actúa con crueldad, con saña, frente a aquellas que osan, interpelarla, retarla y peor aún confrontarla.

¿Cómo desmontar el sistema? 

No se trata de satanizar a los hombres, se trata de construir relaciones de hombres y mujeres en libertad y de que todas las relaciones deben ser consensuadas. Contamos con una Constitución que establece como un principio la equidad de género (Art. 8 Paragrafo II)

Debemos desmontar el sistema construyendo la igualdad, desmontando los estereotipos de género, democratizando los roles y destruyendo de uno en uno los mitos del amor romántico. Construir un Estado que formule políticas efectivaspara la igualdad de oportunidades, funcionario/as público/as que hayan trabajado procesos de individuación para romper con sus esquemas mentales.

Mientras los hombres se sientan con derecho sobre las mujeres, ellas permanecerán en condiciones precarias. No es suficiente con aumentar ni agravar las penas, ni con represión ni violencia que se va a erradicar esa agresión, sino enfrentando las causas. La violencia de género es un problema político para América Latina y el mundo. La ley 348 ha contribuido a visibilizar un sistema judicial machista, patriarcal, arcaico, cuyo efecto letal para las mujeres es la impunidad. Solo el 4% con sentencias en casos de feminicidios. Se necesita voluntad del Estado para reconocer que la violencia es un problema estructural y afrontar desde adentro.

El lenguaje como construcción social es un sistema abierto e inacabado, e influye en la posición de las personas en las relaciones interpersonales ¿Será posible algún día enunciar al objeto amoroso sin anteponer el pronombre mí, mío o mía?

BILIOGRAFIA

[1]https://es. wiktionary.org/wiki/m%C3%ADo

[2]Lagarde Marcela, revista digital, “mujer del maditerraneo”, enero, 2018