El sexismo benevolente del legislador
Nada menos que en la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia, un espacio donde se supone nacen las normas y las acciones para construir un país basado en respeto, se perpetró un hecho nefasto que marca el retroceso en el Objetivo 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”.
El senador Hilarión Padilla, en la sesión del pleno de la Cámara de Senadores, dirigiéndose a su colega Andrea Barrientos, dijo que no discutiría con “la hermana porque al final es mujer”.
“Hermana senadora a mí no me gusta discutir con señoras. Yo respeto a mi mamá”, dijo el senador.
Inmediatamente la legisladora repudió las palabras machistas del legislador y anunció que formulará una denuncia en la Comisión de Ética.
Dos cosas sorprenden de este hecho deshonroso: lo primero es que no se trata de un escenario cualquiera, es un lugar que para muchos aún acoge a los padres de la patria, a esas personas idóneas que fueron elegidas con el voto del pueblo para establecer una representatividad enmarcada en la ética y en apego a las normas.
Es desde donde este señor está sentado que se construye las leyes. Totalmente desacorde a la coyuntura donde las mujeres están saliendo a las calles para buscar nada más que un trato democrático y justo.
Lo segundo que me preocupa, y considero lo más peligroso, es que en muchos casos, sus colegas, ni siquiera se percataron lo deshonroso de su comentario. Es más, al ser consultados por la prensa, lo defendieron y alegaron que el Legislador trataba de “ser respetuoso con una dama”.
A esto se conoce como el sexismo benevolente, que enmascara la discriminación hacia las mujeres con conductas de protección y cuidado. Es la explicación que brinda María Lameiras, doctora en psicología y coautora de varios artículos académicos sobre los estereotipos de género.
Según esta profesional, la conducta de Hilarión Padilla, como muchas otras actitudes cotidianas, representan la consideración de las mujeres “como seres inferiores y por tanto necesitadas de la protección y cuidados masculinos”. Estas acciones son de temer porque, en este caso, es mucho más difícil identificar el machismo y sexismo porque está disfrazado de cortesía.
Esta conducta es sumamente peligrosa. En un ambiente laboral puede lograr que a las mujeres se las valore con menos críticas negativas que a los hombres, pero también se les asigne tareas menos complejas y que no son propuestas para ascensos.
De acuerdo a varios estudios en psicología, el sexismo benevolente también puede ocasionar que las mujeres se desalienten y tengan un rendimiento más bajo.
Claramente las declaraciones del legislador son expresiones que refuerzan y mantienen la visión de las mujeres como seres diferentes a los hombres; por tanto, deben ser ubicadas en lugares diferentes, deben ser excluidas para que “hombres” como este, ocupen esos espacios. Esto a su vez genera que nos alejemos más del Objetivo 5 de los ODS de las Naciones Unidas.
Es común que todos y en especial el Estado considere como sexismo solo aquellos actos que humillan y violentan a la mujer, pero considero que estos hechos nefastos, expresados en la actitud machista y sexista de Padilla, disfrazada de cortesía, merecen un cuidado más delicado porque tienen efectos tan crueles como un feminicidio; además, reducen a objeto y limitan la capacidad intelectual de la mujer, anulándola de entornos de toma de decisión. Lo que significa callar la voz, no solo de una legisladora, sino atentar contra la participación e igualdad de los derechos de todas las mujeres que son mayoría en Bolivia.
Por: Jocelyn Giovanna Chipana López.