El pronombre posesivo mía y mío se interioriza desde los primeros meses de nacimiento en el proceso de socialización dentro de la familia, donde se hace referencia a la propiedad de un objeto. En esta etapa, los juguetes e incluso las personas tiene carácter de objeto:“la mamá es mía”, “el papá es mío”, “este juguete es mío”. Ese sentimiento de propiedad sobre las cosas se refuerza en la socialización secundaria, principalmente en la escuela, donde muchos de los textos para el aprendizaje de lectura y escritura muestran ejemplos del uso del pronombre mía y mío respecto de las cosas y seres vivos,como animales y plantas. Así se va desarrollando el sentimiento propiedad sobre algo que creemos que se usa, se manipula, se rompe, se deshecha, se maneja, se intercambia, se vende, etc.