admin marzo 7, 2019

Mujeres de pollera en la política

Un goteo que se volvió riada

Desde la fundación de la República hasta la Revolución Nacional de 1952, las mujeres –y peor las mujeres de pollera– fueron excluidas del voto y la participación. Domitila Chungara dio el primer paso y la siguió la comadre Remedios Loza. De ahí en adelante, la oleada de mujeres políticas no ha hecho más que crecer.

Oscar William Romero Rivero

“No hay sociedad ni jerarquía, ni civilización sin ceremonial”. Ésta era la frase que usaban los liberales y los republicanos, la elite en el poder, para posesionar a los gobernantes, desde principios del siglo XX, en actos protocolares que se cumplían en el Palacio Quemado y el Legislativo y donde no se permitía el ingreso del pueblo y menos de los indígenas. Hombres y mujeres de traje formal oscuro, los zapatos negros y las camisas blancas eran protagonistas y testigos privilegiados de las actividades históricas. Las mujeres indígenas no podían ingresar a menos que lo hicieran en condición de ayudantes de limpieza.

Desde 1825 hasta la Revolución Nacional de 1952, las mujeres no sólo fueron excluidas del voto, sino de la participación de las deliberaciones y del poder, mucho más si tenían condición de indígenas. Sólo después de 84 años de la inauguración del Palacio Legislativo la primera diputada de pollera ocupó un curul, una chola llamada Remedios Loza Alvarado, artesana, locutora y presentadora de televisión. La popular “Comadre”, hija de indígenas aymaras y principal colaboradora del compadre Carlos Palenque, jefe del partido populista Conciencia de Patria, abrió una puerta que había estado herméticamente cerrada.

Domitila Chungara y Lidia Gueiler Tejada ama de casa de la mina Siglo XX y militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario respectivamente fueron predecesoras de Loza en dos sentidos. Chungara fue la primera mujer en postular como candidata a vicepresidenta por el Frente Revolucionario de Izquierda y Gueiler fue la primera (y única) presidenta de Bolivia y la segunda de América del Sur.

En una entrevista difundida por la Red Erbol, la popular comadre Remedios asegura hoy que ella, junto al compadre Palenque, echaron la semilla para sembrar la participación de los excluidos en la vida pública. “Cuando murió el Compadre nos hicieron una guerra sucia brutal y mortal quienes hoy han desaparecido; es decir, el MNR, el MIR y la ADN. Hoy miro lo que pasa y digo: No es mi tiempo. Nuestro tiempo fue el de antes, en el que se levantaron las banderas, se movilizaron las polleras, desde los medios primero, y desde la política luego”.

La chola nuevamente irrumpe en los aposentos del poder en agosto de 1993, cuando, tras la posesión del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada, aparece en el balcón del Palacio Quemado Lidia Katari, esposa del primer vicepresidente indígena de Bolivia Víctor Hugo Cárdenas; además, la madre de Cárdenas e indígenas aymaras de Huatajata acuden como invitados especiales.

En el siglo XXI las puertas fueron derribadas y los curules ocupados. Las salas de sesiones del Parlamento, las prefecturas y las alcaldías comenzaron a llenarse de mujeres de pollera. Cuando asume el primer presidente indígena, Evo Morales, las polleras, el poncho y las ojotas se abren paso y entran masivamente en el Legislativo y los ministerios, disminuyendo seriamente la discriminación y la exclusión, que otrora eran cotidianas.

En su publicación “La nueva burocracia plurinacional en Bolivia”, que investiga al municipio de la Guardia en Santa Cruz, la Gobernación de Chuquisaca y el Ministerio de Educación en La Paz, Ximena Soruco establece que existe una mayor presencia de mujeres, jóvenes e indígenas en 2013 con respecto a 2001. Se evidencia también una mayor equidad de género, con una participación de 42% de mujeres y 58% de hombres. Hasta antes del 2001, la presencia de varones en el aparato estatal, en cambio, sobrepasaba el 75%.

De acuerdo al informe de la ONU, en 2017 Bolivia ocupaba el segundo lugar en el mundo en cuanto a participación de las mujeres en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Según un estudio del organismo internacional, existe el 53,1% de presencia de mujeres en la Cámara de Diputados y un 47,2% en la Cámara de Senadores; entre ellas, son mayoritarias las mujeres de pollera. La pollera ya es parte activa de la política nacional.

Cuando arribamos a la segunda década del siglo XXI, las mujeres de pollera se convirtieron en protagonistas cotidianas de la vida política. En 2016 otra mujer de pollera, Beatriz Álvarez Jahuira, de Sol.bo, obtuvo el cargo de alcaldesa de la sede de gobierno por siete días. Ella recuerda con nostalgia que esos días tuvo que combinar el desafío de ser autoridad y las arduas tareas que cumplía en su casa, como pareja y mujer de pollera. En mayo de este año, Hilaria Cejas, del Movimiento San Felipe de Austria, fue nominada como alcaldesa interina de la ciudad de Oruro, en ausencia de Edgar Bazán. “Las puertas estarán abiertas y trabajaré para terminar las obras que ha dejado el Alcalde, no voy a trabajar sola, ustedes me van a guiar”, afirmó entonces al periódico cruceño El Deber. Y así sucesivamente.

Para muchos ya no es una novedad que las mujeres de pollera sean funcionarias y autoridades. Su presencia opacó la discriminación y la exclusión que rigió en el país desde el siglo XIX hasta principios del siglo XX. El color de la piel, la vestimenta y el idioma ya no son cerrojos que impiden su participación activa en la política, sino señales que despiertan admiración.