El periodismo se enfrenta en estos tiempos a una serie interminable de desafíos. Desde que a inicios de siglo la digitalización de los medios y el cambio de comportamientos de las audiencias marcaron una crisis de contenidos y de modelos de negocios a los medios tradicionales, hasta estos días en los que a ello se ha añadido el impacto de la pandemia y la insostenibilidad económica, el panorama se muestra incierto y preocupante.

Ojalá los reportajes periodísticos a profundidad (de esos que priorizan el contexto y la complejidad de los temas por encima del número de caracteres y clics) se compartieran tan masivamente en redes sociales como ocurre con las falsas cadenas de WhatsApp, la fotografía salida de contexto o modificada, o el audio alarmista que apela a las emociones (como la indignación y el medio) y ni siquiera tiene autoría. ¡Qué mundo sería, ¿no?! ¡Qué debates brotarían!