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A pocos centímetros de ser electrocutada: los cables voladores de La Paz

 

María Claudia Hacker

La Paz es una ciudad altamente diversa. Tanto como lo son sus habitantes y sus barrios, también lo son sus fenómenos urbanos. Hoy quiero dedicar esta nota a uno de ellos que hasta ahora me sigue asombrando y dejando con una duda crucial: ¿Son peligrosos los cables eléctricos colgando a pocos metros de mi cabeza en las calles paceñas?

Acabo de leer una nota que narra la muerte de un jefe policial el pasado mes de septiembre causada por un cable que colgaba del aire. Pasó aquí en La Paz, en Calacoto para ser exactos. Un tráiler que era más alto de lo normal había desprendido el cable telefónico, dejándolo colgando del cielo. El policía que pocos minutos después pasó en moto por debajo del cable, fue electrocutado de inmediato por el mismo. Esa nota contesta la duda que hasta ahora tenía.

Me había puesto a investigar sobre el peligro al que estos cables nos exponen a nosotros, los peatones paceños. Y esperaba encontrar otra respuesta: que no, que ya no circula electricidad por ellos y que, por eso mismo, uno no se expone a ningún peligro al cruzárselos. Estos cables me los encuentro por todos lados de la ciudad y me asombra ver que aparentemente soy la única que intenta esquivarlos con un movimiento un tanto exagerado, con tal de que no me rocen, pues suelen estar colgando a pocos centímetros de mi cabeza o a la misma altura de ella.

Sabiendo del peligro que emerge de cada cable suelto, no entiendo por qué se les permite seguir colgando tranquilamente sobre nuestras cabezas. Incluso tras la muerte del jefe policial, la situación sigue siendo la misma y no ha cambiado. Sin embargo, existe una red telefónica a la que uno puede llamar y denunciar los cables que ve colgando sueltos sobre las vías y aceras. Habría que llamar para ver cuánto tiempo el cable denunciado podrá seguir colgando en libertad sobre nuestras cabezas, anunciando una posible muerte súbita…

La Fundación para el Periodismo presenta el primer curso sobre Community Manager

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La Fundación para el Periodismo, siempre a la vanguardia en la capacitación sobre las nuevas tendencias, desarrollará el Primer Curso de Community Manager a partir del próximo lunes 11 de enero de 2016, con la facilitación de José Torrez, como una respuesta a la cada vez mayor demanda que recibimos sobre esta temática.

IMPORTANCIA: Hoy en día, en la llamada “era digital”, tenemos claro que no vale sólo estar presente en la comunicación tradicional u offline, porque lo que antes era considerado adecuado y válido para presentar una empresa, marca, producto o servicio, en estos momentos no es suficiente.

En este contexto apareció hace algunos años la figura del community manager, con una presencia indiscutible en la en la mayoría de las empresas ya que, debido a la gran velocidad con la que se ha desarrollado hoy en día el mundo online, éste ha tenido una transformación y una evolución enorme, haciéndolo imprescindible en toda estrategia comunicacional.

OBJETIVO: El objetivo del curso es formar nuevos profesionales en el área de Social Media y Redes Sociales que puedan gestionar, analizar, construir y moderar comunidades en Internet de una marca, producto o servicio a definir, además una serie de estrategias en consonancia con los objetivos de la comunicación tradicional.

DESTREZAS: El participante aprenderá a manejar las herramientas y las redes sociales en su beneficio y en el de la empresa donde trabaje. Adquirirá conocimientos básicos para poder estructurar una estrategia que se reflejará en el trabajo final, donde aplicará lo aprendido en un diseño para su espacio laboral o en un proyecto propio.

Duración del curso: Cinco semanas

Horario: 17:00 a 19:00

La cara del empleo y desempleo juvenil en Cochabamba

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Carlos Rafael Prada

El desempleo juvenil es un factor que afecta a muchas áreas en general, tanto en Bolivia como en el mundo. En esta oportunidad, se realizó un análisis del área metropolitana de la ciudad de Cochabamba, que está conformada por los municipios de Cochabamba  (Cercado), Sacaba, Quillacollo, Colcapirhua, Tiquipaya y Vinto.

Para conocer esta realidad, se tuvo acceso al  libro “El nuevo mundo del trabajo”, elaborado por Eliana Quiñones, Gabriel Rodríguez, Carla Ascarrunz y Víctor Hugo Calisaya, en el que los autores comentan que hasta el 2012 el mundo laboral del área metropolitana de Cochabamba estaba compuesto por personas jóvenes, ya que el 30,9% no superaba los 30 años de edad.

En ese material se encontraron datos apropiados que es importante abordarlos; entre ellos, la edad en la que empezaron a trabajar. Se identificó que la mayoría de las y los trabajadores/as (49,2%) empezó a una temprana edad (13-19 años), por lo que denominan a este grupo como “trabajadores infantiles”.

Dentro de los sectores de la economía y la actividad, se encuentran diferentes secciones del trabajo donde los jóvenes y adultos se desenvuelven. Se conoce que un 18% de las personas se dedican a la industria, artesanía y explotación de canteras, el 16, 6% a las artes, mecánica u oficios y un 15,1 % a los servicios comunales y personales.

Un punto importante de abordar es la forma en la que se realizan los contratos al momento de trabajar. Según datos de INCISO, un 48,4% realiza un contrato escrito; el 23,5%, contrato verbal y; el 28,1%, ninguno. Esto indica que existe un gran porcentaje de personas que están en riesgo de ser despedidos y, a partir de ello, poner en peligro sus derechos laborales.

Raúl Ávila de 26 años edad, actualmente desempleado y profesional en Marketing y Publicidad, realizó a lo largo de su profesión una serie de trabajos que ayudaron a que su currículum tenga más presencia, pero en su último trabajo que fue en una nueva empresa de publicidad, se dejó llevar por todas las propuestas que le hicieron, desde trabajar en casa, asistir sólo a reuniones y presentar sus trabajos en las fechas establecidas, etc., pero al tercer mes se enfrentó con una serie de problemas porque la empresa empezó a tener déficit económico y las promesas simplemente no se cumplieron. Finalmente, no obtuvo el pago completo de su último sueldo y fue despedido indirectamente, sus derechos fueron violados y actualmente sigue buscando trabajo.

Incumplimiento de los derechos

En esta gestión se promulgó el Decreto Supremo No. 2346, que fijó un incremento salarial del 8,5% y que subió el salario mínimo nacional en un 15%, a Bs 1.656. Algunos anuncios que requieren personal no cumplen este Decreto, existen ofertas de trabajo que bordean los 1.200 bolivianos e incluso menos y no son trabajos de medio tiempo, sino de ocho a más horas diarias.

Según el libro de INCISO, muchos trabajadores están realizando horas extras sin remuneración. Las ocho horas legales de trabajo se incrementan dependiendo el lugar. Algunos trabajan sábados y hacen horas extra para cumplir objetivos o simplemente no perder el trabajo. El 40,07% de las personas trabajan más de 48 horas a la semana, y un 65,89% reconoce que no pagan horas extra a sus trabajadores.

La paga del aguinaldo es otro factor que afecta a los derechos laborales de trabajadores dependientes e independientes. Un 19,4% de trabajadores dependientes no cuenta con este pago, muchas personas desconocen los derechos que tienen y es la razón por la que no exigen lo que les corresponde por Ley.

Una misma situación en distintos contextos

No es suficiente haber cursado el colegio, tener una profesión y sobre todo contar con el respaldo de los padres. La desesperación por conseguir trabajo se puede dar en distintos contextos, como el caso de Lourdes Tapia de 22 años, titulada en Comunicación Social de una universidad privada, quien se encuentra actualmente buscando trabajo. Ella explica que fundar una empresa propia es complicado porque el mercado cochabambino es muy cerrado y tradicional. Expresa que buscar trabajo es aún más difícil para alguien que está comenzando a hacer camino, porque muchas empresas sólo buscan practicantes o exigen un nivel de experiencia de dos hasta cuatro años.

Otro caso es el de Vita Sejas, también de 22 años, quien empezó a trabajar desde los 12 debido a que sus padres se habían divorciado y cada uno hizo su vida. Relata que su madre tuvo que migrar a España para buscar mayores oportunidades económicas, por lo tanto él y su hermana tuvieron que quedarse bajo la responsabilidad de su tía. Vita expresa que su madre no les mandaba suficiente dinero para sobrevivir, situación que lo llevó a salir a buscar trabajo desde temprana edad.

Su primer trabajo consistió en construir techos y transportar material de construcción, recuerda que le pagaban Bs 40 por día. Mucho después, encontró una empresa de molduras donde le ofrecían Bs 50 diarios y decidió al instante cambiar de trabajo. Con el tiempo fue rotando en trabajos como albañil, ayudante de ferretería y otros. Afirma que su niñez se la pasó estudiando y trabajando y que haber cargado y manipulado algunos materiales desde niño le ocasionó problemas de salud.

Con el tiempo y más maduro, Vita tuvo la oportunidad de migrar a Argentina para trabajar, pero los gastos eran más fuertes, casi todo el sueldo se le iba en alimentos y algunos víveres para el hogar. Fue entonces que decidió volver a Bolivia y encontró trabajo en una empresa de pollo frito muy reconocida, de donde fue despedido porque creían que su trabajo no llenaba las expectativas de la empresa.

Algunas iniciativas de ayuda

El programa llamado “Mi Primer Empleo Digno” que está enfocado en jóvenes que viven en áreas urbanas y periurbanas, promueve el desarrollo de habilidades y destrezas laborales, comprende formación en aula y pasantías en empresas para adquirir experiencia. En suma, incrementa la probabilidad de acceder a un empleo digno.

Actualmente, se encuentran en un periodo de receso y tramitando los títulos de jóvenes que lograron culminar sus actividades en las siguientes áreas: carpintería, metalmecánica, constructor, costureros y gastronomía. Hasta la fecha, este programa ha beneficiado a 1.367 personas que están catalogadas como “jóvenes”, 270 son cochabambinos.

La realidad laboral con los jóvenes en Bolivia es dura, si bien no encuentran un trabajo por distintos factores, los que tienen uno están en una situación de precarización muy elevada como lo confirman los autores de “El Nuevo Mundo del Trabajo” cuando dieron a conocer que un 21,2% de trabajadores entre los 19 a 30 años se encuentran en un nivel altamente precarizado. Este dato es preocupante porque no existe una garantía de condiciones socioeconómicas mínimas y suficientes para una supervivencia digna.

 

Bermejo, en camino del desempleo

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Maura Quispe Castro

Por su ubicación geográfica, Bermejo es ciudad fronteriza que limita con los ríos Bermejo y Grande de Tarija y la República de Argentina. Se encuentra en la provincia Arce del departamento de Tarija. Se caracteriza por registrar un dinámico crecimiento, pero también por una fuerte inestabilidad económica y poblacional, al depender de la fluctuación de la moneda argentina. Cuenta con un alto porcentaje de población flotante. Según el Censo 2012, tiene 34.400 habitantes. En el área rural viven 29.459 personas y, en el área urbana, 4.941 personas.

La mayor parte de la población ocupada se encuentra en el sector agropecuario (23%), seguido de los trabajadores de los servicios y vendedores del comercio (22%). Los trabajadores no calificados suman el 17% y los de la industria extractiva, construcción y manufactura, el 16%.

En los últimos años, la crisis económica se apoderó del municipio de Bermejo, porque desde hace tres años la zafra de la caña de azúcar fue desastrosa económicamente. Ni qué decir de la zafra 2015, que hasta ahora no se desarrolla con normalidad al no haberse firmado un acuerdo entre el sector cañero integrado por la Federación de Productores de Caña de Azúcar Bermejo, la Federación de Cañeros del Sur y el sector industrial a través de la Ley 307, D.S. 1554 Y RM 230.

Por el momento, la Cooperativa Primero de Septiembre es la única que está cosechando caña de azúcar con su personal zafrero, pero no es suficiente para desarrollar una molienda normal.

La zafra irregular y sus efectos

Una zafra con resultados negativos y no esperados como la registrada en este año, tuvo como efecto que cerca de tres mil familias no lleguen a Bermejo. Normalmente, estas familias participan de la cosecha de caña de azúcar en la época de zafra, prestando su mano de obra, de mayo a octubre o en algunos casos hasta noviembre.

La economía de Bermejo gira en torno de la cosecha de la caña, beneficiando al vendedor de helados hasta al que trabaja en un taxi. Al no haber la cosecha de caña de azúcar, se ha iniciado un proceso de migración hacia la Argentina.

Fausber Soraide, ejecutivo de la Federación de Trabajadores Zafreros de Bermejo, manifiesta que las personas que se trasladaron hasta Bermejo por cuenta propia esperanzados en conseguir trabajo en la cosecha de caña de azúcar, se están trasladando a las fincas argentinas, para participar en la cosecha de verduras y hortalizas. Por ese trabajo reciben una remuneración mínima.

Soraide señala que últimamente llegaron jóvenes de los departamentos de Chuquisaca y Potosí en busca de trabajo. Al no haber una zafra normal, están “changueando” en construcción, en desyerbes y cosecha de maní. Estos trabajos momentáneos han provocado que cerca de tres mil familias se queden sin una fuente de ingresos.

El comercio informal

Al ser Bermejo una población fronteriza, el comercio informal también bajó debido a la devaluación de la moneda argentina, lo que provocó que las ventas disminuyan, sector que contrata mano de obra juvenil. Por lo tanto, se observa que varios negocios están cerrando sus puertas, como un efecto colateral de una cosecha de caña de azúcar irregular.

Trabajos en construcción

Otra de las situaciones que está viviendo Bermejo en el área laboral, es que las empresas constructoras que prestan servicios a la Gobernación Sección Bermejo y al Gobierno Municipal en la construcción de unidades educativas, puentes, asfalto de calles y carreteras, ante la crisis financiera que tiene la Gobernación del departamento de Tarija, se han visto obligadas a disminuir personal y, en algunos casos, a paralizar trabajos por falta de desembolsos económicos de varias planillas que se adeudan.

Con este sector también afectado, la crisis económica está golpeando con fuerza al municipio de Bermejo. Algunas empresas suspendieron sus trabajos sin poder realizar la cancelación respectiva a sus trabajadores, dejándoles a la deriva.

El desempleo juvenil alcanza al 12 por ciento

El economista Alfredo Chosgo señala que para nadie es desconocido que la economía regional está cada vez más deprimida, “estamos entrando a una severa recesión económica,  todos los aparatos productivos están paralizados; por ejemplo, el sistema comercial fronterizo está apagado, debido a que es muy cíclico, depende de la economía argentina. La economía del vecino país está paralizada, no funciona; la segunda base económica, el aparato productivo principal  de Bermejo es  la industria azucarera, desde la gestión 2013 se logró producir 600 mil quintales de azúcar, cuando se debía producir un millón y medio de quintales. La gestión 2014 fue un fracaso, este año no se sabe qué es lo que va a pasar, mientras que la actividad petrolera es cero, con ello estamos perdiendo el nivel del bienestar familiar, no hay fuentes de trabajo y los ingresos son cada vez menos”.

Chosgo continuó analizando la situación actual de Bermejo al asegurar que “cuando las tres bases, los tres pilares fundamentales de la economía regional están por el suelo, hay que pelear por algo que le dé vida a Bermejo, no hay otra fuente”; sin embargo, Chosgo reconoce que una alternativa para la diversificación y desarrollo productivo es la agricultura, pero  para desarrollarla se requiere de sistemas de riego, porque esta región que cuenta con el 90% de tierras productivas “son al secano, al temporal, depende de las lluvias, por lo que para garantizar desarrollo agropecuario, hay que pensar en la construcción de un  sistemas  integral de riego para el Triángulo Sud”.

“Antes de la paralización del ingenio azucarero se tenía cerca de un ocho por ciento de desempleo; es decir, que de cada 100 jóvenes en edad de trabajar, ocho no tenían empleo, ahora ese porcentaje se está incrementando a un 12 por ciento en la región de Bermejo y la razón por la que no se nota el desempleo, es porque los jóvenes se van a la “Banda” a trabajar; es decir, a las fincas del norte argentino, aunque la Argentina está pasando por una crisis económica ante la devaluación de su moneda”, concluyó Chosgo.

Menos empleo y más migración

Según el administrador Mario Morales, varios ciudadanos viven del jornal, del sueldo y al no haber trabajo no podrán sostener a sus familias, habrá una pérdida económica y una pérdida laboral y profesional. Por otro lado, los trabajadores gremiales tienen bajas ventas y algunos tienen que trabajar como taxistas para tener ingresos.

200 a 300 personas que transportan la materia prima al ingenio azucarero, hoy por hoy están sin trabajo como también el personal zafrero, que son cerca de 5.000 mil familias. Los productores de caña de azúcar llegan a 1.500 y están ubicados en la primera y segunda sección de la provincia Arce del departamento de Tarija. La industria azucarera tiene actualmente  600 personas que trabajan como efectivos y  transitorios que están distribuidos en diferentes áreas  de la industria azucarera. Esta cifra se redujo considerablemente comparada con anteriores zafras donde el número de personal llegaba a cerca de 1.200 trabajadores en época de zafra de la caña de azúcar. Para todos ellos, la única solución es migrar temporalmente a la Argentina, bajo las condiciones anteriormente citadas.

La ciudad de Bermejo, de ser una fuente generadora de empleo en la cosecha y molienda de la caña de azúcar y el comercio informal, hoy en día no ofrece fuentes de trabajo. Si se es político, es posible conseguir un cargo en la Alcaldía, Gobernación y otras instituciones del Estado. Mientras tanto, para los demás, la frase común que se escucha es “hay que tener paciencia”, “no pagan las instituciones”, “volvete mañana”. Es por eso que decimos que ahora el empleo en Bermejo está de bajada.

 

Trabajo por necesidad y no soy feliz

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Nils Puerta Carranza

El tema del empleo es un problema complejo que no sólo se remite a los que no tienen una fuente laboral, sino también a aquellas y aquellos  quienes, a pesar de contar con un trabajo, es como si no lo tuvieran debido a la  infelicidad vivida cotidianamente en él y que va carcomiendo sus expectativas.

Testimonios de jóvenes profesionales expresan su situación laboral y atribuyen su desgracia a la  errada selección de personal efectuada en las instituciones públicas y privadas de la ciudad de Tarija, donde no reclutan adecuadamente a las personas de acuerdo a sus destrezas, capacidades y habilidades. Ellos afirman que se prioriza sobre todo el favoritismo, la “muñeca”, el compadrerío, dejando en un segundo plano la preparación, la  capacidad, la  ética e idoneidad profesional.

Ana María de 28 años

“La verdad yo entré a trabajar por ayuda de mi tío que me recomendó, ingresé con muchas esperanzas pero hace mucho tiempo ya lo hubiera dejado…  Necesito el trabajo para ayudar a mi familia, tengo un hijito de tres años y su papá me abandonó antes que naciera mi bebé. No se imagina lo que tengo que pasar todos los días, el ambiente laboral es muy hostil siento que tengo muchos enemigos en mi oficina, cada vez que me esfuerzo por hacer las cosas bien, me boicotean y eso me deprime. Solicité que se haga evaluaciones para reubicar al personal y no tuve respuesta positiva, por eso he decidido literalmente cumplir como robot mi trabajo sin llevar la iniciativa. El lugar donde me pusieron ahoga mis cualidades y apaga todo lo que aprendí en la universidad”.

Juan Carlos de 32 años

“Mi vida se vuelve monótona y el desgano se acrecienta al sentirme frustrado por no haber logrado ejercer mi profesión exitosamente, el puesto que tengo no es el que supuestamente gané en una selección de personal. Tengo que hacer labores múltiples y no precisamente lo que compete al puesto de Auditor”.

Fabricio de 21 años

“Salí bachiller y de inmediato busqué trabajo para ayudar a mi familia, hago las funciones de mensajero, llevo y traigo información, soy algo así como el ´chico de los mandatos´, la empresa donde trabajo tiene varios escritorios y se dedican a hacer consultorías, el personal está codo a codo por lo chiquito del ambiente, a la semana cuatro días los veo con sus jeteas – enojados, sólo el viernes cambian de cara. Mi deseo es seguir estudiando y salir de allí, a veces siento que me tratan como perro. Yo soy bueno para la computación, pero lamentablemente me seleccionaron para ir y traer”.

El 80% de los funcionarios públicos y privados no está satisfecho en su fuente de trabajo explican que se mantienen en su puesto laboral por la necesidad de ganar un salario y no por cumplir una eficiente labor que satisfaga sus expectativas como seres humanos, según un estudio realizado por alumnos de último año de la Carrera de Psicología de la Universidad Juan Misael Saracho de Tarija.

El estudio da cuenta que al no sentirse satisfecho el empleado, su rendimiento no es el óptimo y esto repercute en los clientes o contribuyentes que acuden a las instituciones y empresas de la ciudad de Tarija, a esas empresas que prestan servicios a la población.  En su generalidad, lo que salió a luz fueron quejas, principalmente por la mala atención.

Al pagar el servicio de luz, en tono molesto una señora manifestaba: “No son amables y piensan que nos están haciendo un favor”.

Con lágrimas en los ojos otra persona que se encontraba haciendo un trámite de registro de inmueble, decía: “Es una barbaridad, nos tienen de un lado a otro y nadie da una correcta información, la verdad pienso que el servicio es deficiente”.

¿Cuáles son los factores que inducen a esta situación?

Gran número de empleados que ingresan en la mayoría de las  instituciones públicas y empresas privadas, son contratados por favoritismo político y, en otros casos, por un mal o inexistente manejo de técnicas de selección de personal que no favorecen al desarrollo adecuado de los roles y funciones que deberían cumplir los empleados en sus cargos potenciales.

Al margen de los conocimientos y experiencias presentadas en el  currículum, que no siempre se consideran al momento de contratar a una persona, se deja de lado factores notables para un eficiente desenvolvimiento, al no tomar en cuenta las capacidades emocionales y afectivas, las habilidades de relaciones humanas, la predisposición al trabajo proactivo y colaborativo, que apuntan en esencia a la auto realización del trabajador.

Un estudio  científico al problema de la empleabilidad

En el marco de una investigación realizada en la ciudad de Tarija, donde se tomó en cuenta el  aporte de la Psicología Institucional como ciencia que explica las relaciones interpersonales para lograr una mejor organización y condiciones que  tienden a promover el bienestar de los integrantes de la organización y empresas en general, se detectó que al interior de las instituciones y empresas públicas y privadas, existen aspectos inherentes al bajo rendimiento e insatisfacción en los trabajadores al cumplir sus funciones.

La selección de personal es un elemento esencial para un buen funcionamiento institucional y forma parte de la gestión de recursos humanos, que es la encargada de velar por el bienestar de los trabajadores como de la propia institución.

Si el personal no es el adecuado ni se encuentra motivado e integrado a la cultura organizacional, va a remar en contra de los objetivos y las metas perseguidas por la empresa, conduciendo así al fracaso, la insatisfacción y desmotivación de los mismos.

Pero, si es que dicho capital humano es de calidad y se encuentra motivado, puede conducir a la empresa hacia el éxito, el cual se refleja en la productividad y satisfacción que presentan los empleados, el clima laboral que se genera, logrando así desempeñar funciones de una manera más efectiva y sinérgica, tanto como la satisfacción de los clientes.

El mismo estudio  recomienda  que la selección del personal se debe hacer desde un punto de vista científico, ubicando al empleado en el puesto de trabajo donde brinde el mayor de los esfuerzos para beneficio propio, de la empresa y de la comunidad.

Las instituciones, tanto públicas como privadas, no cuentan con la asistencia de un psicólogo y mucho menos con un gabinete psicológico que cumpla la función de selección de personal, implementación de programas para mejorar las relaciones humanas, tratar casos de Mobbing o acoso laboral, estrés, autoestima, etc., que son de vital importancia y no así los números u  objetos que hoy por hoy son una prioridad.

La infelicidad, una disyuntiva laboral

Si bien somos conscientes que en nuestro medio para conseguir un trabajo necesitamos de un padrino o de un  familiar que tenga influencias, la verdad es que existe un potencial humano insatisfecho que no consigue trabajo y si lo consigue, no se siente pleno, útil y feliz desempeñando  el mismo. Esta infelicidad laboral apaga la luz potencial del individuo quien se acomoda a la monotonía, al mínimo esfuerzo y, por inercia, este fenómeno repercute en el servicio deficiente y mediocre de las instituciones.

Si en nuestro país se contratara personas tomando en cuenta herramientas científicas que exploren cognitiva y emocionalmente a las personas para ocupar un puesto de trabajo, descubriríamos una nueva forma de encarar las tareas institucionales y empresariales en ambientes de proactividad, innovación, amabilidad y servicio de calidad.

No caigamos en que Si ya lo sabemos y No hacemos nada, es menester poner en discusión no solamente la forma de contratar al personal en general sino también, y aún con mayor énfasis, el tema del desempleo juvenil como derecho a trabajar en un lugar donde los jóvenes profesionales puedan entregar todas sus potencialidades sin sentirse abatidos, desmotivados, tristes en un puesto laboral que al final es considerado como un trabajo precario.

Emigrar es el destino de la juventud de las áreas rurales

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Yola Mamani Mamani

¿Emigrar o no emigrar? Ese no es un dilema para la mayoría de las y los jóvenes de las áreas rurales del Altiplano de La Paz. Su única duda es “a dónde”, si a la ciudad más próxima o al exterior. La falta de fuentes laborales, los vaivenes del clima y la falta de mercados, sumadas a las reducidas posibilidades de estudio, hace casi imposible su permanencia en los pueblos y comunidades, salvo que algún negocio familiar les garantice mínimas condiciones de vida o que tengan oportunidades de generar sus propios empleos en diferentes rubros.

Adolfo Quispe Pari, presidente del Centro Cultural “Acción Andina”, es uno de los pocos afortunados. Tiene 20 años y no necesita trabajar mientras estudia la carrera de Derecho en Achacachi, en una de las 13 sedes de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) en zonas rurales. Su familia tiene una próspera tienda de abarrotes, lo que le permitirá también ejercer su profesión de manera privada, pues él ha decidido no emigrar.

Sin embargo, él sabe de la escasez de fuentes laborales para la juventud en el municipio de Achacachi, provincia Omasuyos, en especial en las comunidades distantes, ya que en la misma ciudad el comercio es una oportunidad de autoempleo para sobrevivir, puesto que no existen políticas municipales para la generación de empleo. Mientras son adolescentes muchos optan por la venta callejera, aprovechando el elevado flujo de viajeros.

“Hay en construcción esporádicamente, en la administración de la alcaldía municipal unas 15 personas, donde además no puedes ingresar a trabajar si no eres del partido o si no tienes conocidos…; también hay la empresa Lacteosbol que genera empleo para tres personas”. Añade que las y los jóvenes que viven en comunidades alejadas “sí o sí se van al exterior”, porque la producción agrícola es incierta.

Héctor Apaza Callizaya, de 17 años es estudiante de secundaria y también es parte del Centro Cultural “Acción Andina” que aglutina a jóvenes de entre 15 y 18 años que se capacitan en diferentes áreas. Él indica que la gran falencia en Achacachi es la falta de empleo para las y los jóvenes y la incapacidad del gobierno municipal para generar fuentes de trabajo. Por eso emigran a las ciudades y al exterior apenas salen bachilleres; los pocos que se quedan, se dedican a la ganadería y a la agricultura familiar.

“Acción Andina” hizo llegar un manifiesto al alcalde de Achacachi, pero no tuvieron respuesta y están gestionando una audiencia para hacerle conocer sus preocupaciones sobre empleo, salud y educación de la juventud. Apaza lamenta que las empresas constructoras que contrata el municipio llevan sus propios trabajadores. Él, al igual que otros jóvenes, genera los recursos que necesita para estudiar trabajando los fines de semana como albañil, voceador del transporte público o lustrando calzados. “Otros chicos también venden empanadas, dulces en la paradas de minibuses que salen hacia a la  ciudad de La Paz”, comenta.

Más compleja es la situación de las mujeres, puesto que incluso no pueden acceder a algunas actividades consideradas masculinas, como la construcción. Sonia Tórrez tiene 26 años y estudia Lingüística en la sede de la UPEA del municipio de Taraco, en la provincia Ingavi. Su única fuente de ingreso es la producción agropecuaria, que depende de las condiciones climáticas y del acceso a mercados.

En la comunidad Pillapi de Taraco también viven de la agricultura, pero tuvieron que cambiar la tradicional cría de ganado ovino, debido a los altos costos de las ovejas, por la crianza de vacas y la lechería. Esa transición tuvo también su impacto en la juventud y en el incremento de la emigración. “Por eso me parece que la gente joven se va a la ciudad y muchos al exterior, ya sea en busca de trabajo o bien de estudio, muy pocas veces vuelven para seguir en el trabajo de la tierra”.

La situación no ha cambiado mucho desde que Concepción Zanga Ramírez, hoy de 36 años, dejó su comunidad en el municipio San Andrés de Machaca, en la provincia Ingavi. Integrante de la Federación de Mujeres Campesinas “Bartolina Sisa” cantonal, ella relata que a sus 16 años emigró a la ciudad de La Paz, cuando cursaba tercero básico; nunca más volvió a la escuela y se convirtió en trabajadora del hogar. “No tenía ningún tipo de profesión, entonces no me quedó de otra que trabajar de empleada; ese trabajo era muy abusivo, así que ahora trabajo como albañil desde hace tres años, aunque de vez en cuando voy a hacer lavado de ropa a las casas, cuando no hay trabajo de construcción”.

Concepción cree que “podría haber empleo (en las áreas rurales) si hubiera riego, porque eso aseguraría nuestra producción en ganadería, en producción de alimentos, pero mientras los municipios no inviertan en la juventud, en los emprendimientos, la situación de la gente joven va seguir así”.

Edwin Gerardo Jiliri Blanco es secretario general del sindicato Tupak Katari en el cantón Marquirivi del municipio Colquencha de la provincia Aroma. Ser soltero y tener 24 años no fue impedimento para que la gente lo eligiera como autoridad originaria por aclamación. Su mérito fue haber elaborado un detallado mapa de concesiones mineras que acabó con las disputas por límites entre la población; la principal actividad económica de la región es la explotación de piedra caliza. “Ahora mi gente conoce de qué punto a qué punto son sus concesiones mineras”.

Su caso es particular y lo reconoce, ya que los jóvenes no suelen ser tomados en cuenta y peor si se trata de mujeres, por eso ellas emigran más. Él tuvo la oportunidad de emprender un negocio propio, tiene una librería y servicio de Internet, y desde ahí motiva a las y los jóvenes a capacitarse. Tiene también la esperanza de seguir incidiendo en el municipio para que existan políticas efectivas de generación de empleo para la juventud.

Por el lado de las entidades gubernamentales nacional, departamental y local la apuesta es la generación de autoempleo, el incentivo a la producción agropecuaria y la presión para que las empresas constructoras empleen a la gente del lugar. Sin embargo, esto es incipiente y los resultados son inciertos.

María Ángela Mamani es asistente técnica del programa Accesos del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras y devela que no están teniendo éxito con la juventud. “Casi todos los jóvenes siguen emigrando hacia las ciudades más grandes en busca de trabajo, porque ya no sabemos lo que va a pasar con este cambio climático, por eso desde esta instancia se está implementando emprendimiento en las comunidades productivas”.

Fabián Yaksic, director técnico de Servicios Departamentales de Fortalecimiento del Gobierno Autónomo Departamental de La Paz y responsable del proyecto de Ley de Unidades Territoriales, indicó que en la mayoría de los planes municipales se omitió la generación de empleo para la población en general. Por ello, entre los objetivos principales de la gobernación está el trabajo conjunto con las autoridades de los municipios para identificar emprendimientos productivos que generen fuentes de trabajo. Sin embargo, aún no se ha previsto los mercados donde se pueda comercializar la producción.

Franklin Mamani Mamani, alcalde del municipio Villa Libertad Licoma, indicó que institucionalmente no generan empleo, pero sí están presionando a las constructoras de caminos para que contraten a la gente del lugar, aunque tampoco tiene muchas esperanzas. “Eso es difícil, ya que vienen  las empresas de ABC (Administradora Boliviana de Caminos) con su gente; en producción apoyamos pero el dinero del POA es muy poco”.

¿Microempresarias o empleadas?

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

 No tienen un contrato formal, pero sí un compromiso con la empresa: el pago puntual de los pedidos, caso contrario son enviadas a un sistema de riesgos y reportadas en el sistema de créditos por no cumplir la obligación que tenían con la empresa.

Roxana Wilma Aruquipa Mollo

“La mejor propuesta de negocio”. “Emprende tu propio negocio”. “Logra lo que te propones y celebra tu historia de éxito”. “Invita a una mujer emprendedora a convertirse en consultora y alcanza tus sueños”, son algunos de los llamativos carteles que atraen la atención de jóvenes universitarias que luego se dedican a la venta de productos por catálogos.

Las características que hacen atractivas a este tipo de labores económicas se traducen en que son ventas que no necesariamente se ubican en un local comercial o que requieren de un contacto de persona a persona. Las empresas que incorporan jóvenes  a esta actividad no señalan restricción de edad, sexo, nivel educativo o experiencia previa. Lo que ofrecen son flexibilidad de horarios, las metas de cada vendedor son propias, es decir, son autoimpuestas.

Sin embargo, en dicha labor desaparece el salario fijo, el contrato regulado y las seguridades sociales (prestaciones, derechos, pensión, salud), debido a que no hay una dependencia laboral; sin embargo, prevalece una relación laboral que se materializa en la solicitud, envío, recepción, despacho del pedido, asistencia a reuniones y eventos brindados por las empresas, así como la obtención de ganancias y premios.

Las universitarias que requieren de ingresos suelen insertarse en este tipo de oficios por las ventajas ya descritas y, en ciertos casos, porque resultan compatibles con un trabajo que se lo realiza dentro de la universidad.

Trabajo que no afecte el horario de estudio

Alina es estudiante de último año de la Carrera de Medicina, Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Pública de El Alto (UPEA). Como muchas, se dedica a la venta de productos de belleza por catálogo y nos cuenta detalles de su oficio.

¿Con qué empresas trabajas?

Empecé primero con Yanbal y un corto tiempo con Esika, L´bel y Cyzone. Elegí trabajar con la primera por la garantía de los productos. Con otras empresas me llegaban productos que no los había pedido o me reemplazaban los faltantes con otros productos. Por ejemplo, por un perfume que no llegaba me lo sustituían con otro producto que no lo podía cambiar. Ya estaba facturado y tenía que hacer el esfuerzo de venderlo.

¿Cómo llegaste a trabajar con esta empresa?

Yo llegué a la empresa porque en ese tiempo me vi embarazada y necesitaba un ingreso para mi hijo y para mi estudio. Necesitaba además un trabajo que tampoco me afecte en el horario de estudio y trabajar en mi tiempo libre. Entonces, una amiga que vendía estos productos me animó a ser parte de la empresa.

¿Qué ventajas observas en tu oficio?

En los casi ocho años que trabajo, las ventajas que veo son el porcentaje de ganancias que tengo de los productos  y los premios. Todo depende del monto que inviertas porque hay boletines especiales para nosotras con los precios más bajos o vienen regalos que son como incentivos. Además, también la empresa te realiza préstamos, pero en productos no en efectivo.

¿Firmó algún documento?

Sí. Dentro de éste se estipula el lugar del domicilio que tengo, mismo que luego lo verifican. También menciona que no tengo deudas en el banco. Figura un monto de inscripción que oscilaba para entonces en 15 dólares. Este monto es como una especie de garantía que reciben, como parte de un crédito. Es decir, si yo solicito el producto hoy, ellos me entregan después de un mes previa cancelación, caso contrario se quedan con la garantía. Es un monto que nunca te lo devuelven, es como una inscripción que se paga. Además, te piden un garante que debe ser una persona cercana. Adjuntamos un croquis del domicilio, una fotocopia de la cédula de identidad y una factura de la luz o del agua.

¿A cambio, qué te da la empresa?

En el primer pedido que se hace te entregan muestras gratis llamadas “probadores”. Catálogos, un regalo, folletos, etc. Luego lo hacen en cada pedido. Ahora, si queremos catálogos adicionales los tenemos que comprar.

¿Cómo realizas el pago a la empresa?

A través del banco. Se nos da un plazo de 21 días a un mes para pagar. Si pasara más tiempo, por ejemplo dos meses y no hemos pagado te cobran un interés. La verdad nunca me ha pasado porque siempre pagué puntual.

¿Puedes retirarte en cualquier momento?

Sí. Hay veces que dejo de hacer pedidos durante dos o más meses y luego vuelvo. No me pasó nada. Pero cuanto más tiempo trabajas con la empresa, más créditos te dan; es decir, puedo pedir más productos. Yo veo el tiempo como un respaldo a mi trabajo. Pero si dejas de pedir más de seis meses o un año sé que tengo que volver a inscribirme y eso significa volver a pagar la inscripción.

¿Qué ocurre si no llegas a cancelar el crédito?

Ingreso a lo que llaman “central de riesgos del banco”. Entonces dejan de darte el crédito, no sólo la empresa con la que trabajas sino otras empresas porque estás en el sistema del banco.

¿Hay un monto mínimo para realizar tu pedido?

Sí, es de 100 dólares para adelante.  Si es menos, no ingresa el pedido y no te lo facturan.

¿De dónde son los productos?

Vienen desde diferentes lugares. Hay productos que se fabrican en Colombia, Perú, también hay nacionales como la bisutería. Son productos que deben ser cancelados, previa factura, en el banco que te destinan.

¿Cuál es la ganancia que obtienes?

Son mensuales, dependiendo del monto que hagas. Si yo hago un pedido de 100 dólares mi ganancia es del 25% y el 75% es para la empresa. Pero cuanto más alto sea el pedido, el porcentaje va subiendo hasta el 40% como máximo. También se suma productos que te obsequian como artículos para el hogar y electrodomésticos. La verdad es que mi casa tiene muchos regalos que nunca pensé comprar. Mi ganancia son los descuentos, productos, regalos, porcentajes y es cada mes. Tenemos reuniones con la coordinadora de nuestro grupo y ella es quién otorga dichos incentivos.

¿La coordinadora forma parte de una estructura de trabajo?

Tenemos una directora o coordinadora.  Cualquiera de nosotras puede llegar a ese cargo si nos dedicamos a incorporar más personas en el rubro. En la incorporación de más personas también se gana. Por ejemplo, si yo incorporo más de tres personas me dan una estrella que consiste en que si una de mis consultoras realiza un pedido yo tendré un porcentaje extra, más  ganancias o más crédito. Tengo entendido que si logro tener más de tres estrellas, o sea incorporo más de 12 personas, subo de nivel y llego a cobrar un sueldo en efectivo. Además, empiezas a postular a otros cargos como Directora Junior porque ya tienes un grupo que manejas e incentivas y la empresa te paga. En la ciudad de El Alto tenemos más directoras ya que el producto se va expandiendo debido a que el mercado de La Paz está muy saturado.

¿Has intentado hacerlo?

Sí. Logré que ingresen algunas compañeras de la universidad, pero, algunas siguen y otras lo dejaron. Pero me dedico más a vender productos aunque sea arriesgado. A veces me encuentro con personas que no pagan, entonces tengo que pagarlo yo. Es una pérdida pero se debe correr los riesgos.

Mejor Líder

Por su parte, Guadalupe es estudiante de la carrera de Trabajo Social de la UPEA y dice tener el oficio de microempresaria al ser líder. Una vez al mes saca un pequeño panel de exposición en la puerta de la misma universidad. En éste expone productos como perfumes, lociones, bisutería y otros para la venta. Además, se puede observar un letrero que dice: “Gana dinero y alcanza tus metas”, con el que atrae la atención de jóvenes universitarias que deseen ingresar a la venta por catálogo.

¿Cuál es tu oficio?

Soy microempresaria y me dedico a la venta de productos que pertenecen a las marcas de Belcorp. Elegí trabajar con ellos porque otras líneas piden montos altos en los pedidos. También incorporo a señoritas que deseen convertirse en consultoras y tener una fuente de ingreso.

¿Cómo ingresaste a este oficio?

Busqué trabajo muchos meses. Vi que por ser jóvenes hay mucha discriminación porque nos piden tener experiencia o no nos quieren contratar porque dicen que no somos responsables o no tenemos altos estudios. Por eso yo empecé con la venta por catálogo y me fue bien.

¿Cómo te convertiste en líder?

Como consultora me fue bien y la empresa me hizo la invitación para poder ser líder. Nos dan la responsabilidad de introducir a un grupo de personas y de ahí creces. Te asignan una zona o sección para trabajar. Las inscritas tienen  metas en ventas y para que se inscriban se les entrega incentivos.

¿Qué ventajas y beneficios tienes como consultora y líder?

Yo encontré beneficios en las capacitaciones e incentivos que nos dan. Por ejemplo, como mujeres generamos nuestros propios recursos, no siempre el hombre puede generarlo y eso nos lleva tener una mejor autoestima. Yo gano bien, tengo un sueldo que depende de las personas que ingresen a trabajar con nosotras y de la actividad que hagamos porque debemos tener un plus de activas. Tenemos una jefa que es la gerente de zona y ella tiene su jefa, es una red. Si te trazas una meta lo puedes lograr, no es que sólo los hombres pueden sino también las mujeres.

Trabajan pero no cotizan

Según Manuel Urquidi, especialista en mercados laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la informalidad, característica de este tipo de empleos, se traduce en que los trabajadores no cotizan en pensiones. “Hay mucha gente que en Bolivia trabaja, pero no trabaja por un salario sino por una comisión, por sí mismo o depende de cuánto vende o de cuánta gente utiliza sus servicios como las consultorías o el trabajo a destajo. La gente que ingresa en la informalidad nada gana para el futuro”.

En Bolivia, según los datos del BID, habría un porcentaje de 57% de asalariados y un 43% de no asalariados (gente a destajo o consultores), de donde sólo el 3% son formales; o sea, estarían cotizando para una pensión.

Mónica Castillo, en su tesis sobre la dimensión subjetiva del trabajo en vendedoras y vendedores por catálogo, explica que el empleo informal fue y es la forma de trabajo predominante. “Como parte de este gran sector informal se encuentran el empleo a tiempo parcial o por subcontratación, que se han convertido en formas de empleo que acogen a gruesas capas de la población. Estas formas “atípicas”, aunque mayoritarias, de contratación terminan por reforzar la precariedad del trabajo en la medida que no garantizan ni cumplen con los requisitos sociales y económicos que le permitan al trabajador hacerse de certidumbres”.

Para Manuel Castells, autor del libro “La transformación del trabajo y el empleo: trabajadores en red, desempleados y trabajadores a tiempo flexible”, la precariedad laboral y la informalidad conllevan a una situación de desprotección social en la que el trabajo no permite al trabajador y a su familia cumplir las necesidades ineludibles para llevar una vida digna. “La dignidad laboral consiste por un lado en poseer pleno empleo (entendido como empleo permanente, a tiempo completo, durante toda la vida activa, sujeto a un sistema de seguridad social) y, por otro, que la actividad laboral le permita al individuo configurar proyectos de vida en el que él pueda desarrollarse como persona”.

Desde esta perspectiva, las ventas por catálogo no brindan, de manera regular, al trabajador ninguna protección laboral, menos social porque no le ofrece estabilidad de ingresos para su sustento económico. En los casos de esta investigación no se reporta ninguna seguridad laboral sino depende de la condición de la entrevistada. Es decir, que cada una de ellas es la responsable de proveerse una suerte de dignidad.

* El presente reportaje fue realizado con el apoyo del “Fondo concursable para investigación periodística sobre el empleo juvenil en Bolivia”, iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza.

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El próximo lunes 18 de enero de 2016, la Fundación para el Periodismo y la Universidad Nuestra Señora de La Paz lanzarán el programa de posgrado Diplomado en Periodismo Económico y Financiero que tiene el objetivo de formar de recursos humanos capaces de comprender, analizar e interpretar los procesos económicos y financieros que se registran en el país y el mundo.

Los participantes podrán entender el entorno comunicativo y socioeconómico en que se desarrolla la actividad periodística actualmente, tener una formación de base sólida en economía, finanzas públicas y privadas, así como acceder a una auténtica especialización que les permita trabajar con solvencia en los medios de comunicación.

 

Durante 10 semanas, seis docentes serán los encargados de desarrollar las siguientes materias:

 

MATERIA

DOCENTE

1)            Historia del pensamiento económico

Materia:

Flavio Machicado

2)            Teorías macro y micro económicas

Materia: Armando Méndez

 

Receso de Carnaval

 

 

3)            Periodismo económico

Materia:

Carlos Quiroga

 

4)            Economía nacional: Evolución y perspectivas

Materia: Alberto Bonadona

 

5)            Taller de Periodismo económico

Materia:

Guido Capra

 

6)            Taller internacional

Taller: Pablo Maas, editor economía del Clarín (Argentina)

 

Las clases se cumplen de lunes a viernes de 19:30 a 21:30 y los sábados de 09:00 a 13:00. Si te interesa el periodismo económico te puedes comunicar con la Fundación para el Periodismo al 2414687 o pedir mayor información al correo: jcastanosg@yahoo.com

“Lo tomas o lo dejas”

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Karen Gil

Eugenia Condori Chura viste como ayer: chompa delgada blanca, falda floreada celeste, tipo pollera, y sombrero pescador de jean. Calza su único par de zapatos y no acostumbra a usar calcetines. En su espalda carga a Daniela, su hija de año y medio, quien duerme envuelta en un colorido aguayo. Buena falta le hace dormir, por la fiebre de anoche apenas concilió el sueño en la madrugada cuando su mamá le bañó el cuello con su orín, antiguo remedio casero.

Son las 10:30 de la mañana de un martes de septiembre de 2015. Mientras subimos por la avenida principal de Jupapina, barrio de la zona sur de La Paz, Eugenia confía que esta vez su suerte cambiará y conseguirá trabajo con sueldo fijo que le permita contar con una casa. Trabajo que busca desde que migró de Pajchani Grande, comunidad aymara del municipio de Achacachi, a la ciudad de El Alto hace más de dos semanas.

Según el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), el desempleo femenino en El Alto llega a 19,6%, cifra superior a la de los hombres que es de 13.1%. Asimismo, señala que la población juvenil accede mayormente a empleos precarios y afirma un incremento de 22% en 2001 a 51% en 2011 de empleos precarios extremos, que afecta principalmente a las mujeres: 65 de cada 100 trabajan en esas condiciones.

El calor asciende a los 18 grados y no hay sombra dónde cubrirse; a pesar de ello, y al peso de su hija, Eugenia camina rápido. Su objetivo es trabajar en algunas de las chacras de río abajo y al menos ganar 60 bolivianos, poco más de ocho dólares, al día.

Es la primera vez que Eugenia viene a Jupapina, barrio recién urbanizado y, esencialmente, agrícola. Al ver los cerros de su izquierda asegura que hallará empleo que la acepte con su bebé y que incluya un cuarto para vivir. Así trabajó su papá algún tiempo acá.

Eugenia dejó hace dos horas y media el alojamiento ubicado en la Ceja de El Alto donde pasó la noche. No desayunó por ahorrar el poco dinero ganado en trabajos ocasionales, aunque requiera buena alimentación pues aún amamanta a Daniela, quien está desnutrida.

Tras dos cuadras recorridas, llegamos a una tienda de plantines. Eugenia con timidez pregunta a un joven por empleo. Él le dice que su suegra tal vez requiera gente para laborar en su chacra más adelante. Le pide un número de contacto; ella le dicta y se despide.

La esperanza retorna a su mente, la deja callada un minuto y le hace caminar aún más aprisa. Esa misma esperanza con la que partió hace tres domingos de su pueblo para buscar empleo en la urbe como trabajadora del hogar con un pago de al menos 1.500 bolivianos, monto menor a un salario mínimo.

Aquel día viajó con 500 bolivianos, una bolsa grande con poca ropa para ella y su hija; olvidó el biberón de Daniela por la premura de salir de su casa, de la cual —dice— quería huir.

Continuamos con la caminata y, ahora, Eugenia pregunta a una señora sentada en la acera, quien la ve con desconfianza y le dice: “como tienes wawa es difícil que encuentres”. Entonces, Eugenia le consulta por Regina o Claudia, mujeres con las que trabajaba su papá. Recién, la señora le explica que Claudia vive cuatro cuadras arriba y que busca personal.

Seguimos las indicaciones y una delgada franja de sombra atrae a Eugenia, quien cruza al frente para refrescarse un poco. Sus mejillas morenas y rajadas están coloradas. Ese rubor en su rostro me recuerda que tiene 18 años. A veces me parece adulta, tal vez sea por la apariencia que le da su cuerpo grueso o la seriedad con la que habla o la responsabilidad que carga al ser madre soltera o todos los aspectos juntos.

***

Pocas veces tengo presente su edad, la primera vez fue cuando estábamos sentadas en la plaza Juana Azurduy de Padilla de El Alto, tras comprar, con 24 bolivianos, la información de seis ofertas laborales en agencias comerciales. Con nervios propios de su edad inició las llamadas.

El estudio “Migración y Educación” del Programa de Investigación Estratégica (PIEB) señala que llegan con mayor frecuencia a las urbes personas jóvenes y mujeres indígenas, cuya lengua madre es originaria. Precisamente Eugenia es aymara y habla castellano con cierta dificultad. Este último aspecto influyó para que no tenga éxito en el primer intento.

— Buenas tardes, llamo por el trabajo— dijo.

— ¿Para embolsar CDs?— contestó una mujer.

— Sí.

— Es para señoritas.

— Señora yo tengo mi wawita.

— Los bebés lloran mucho, no dejan trabajar.

— ¡Ah! ya señora. Gracias.

Al colgar la llamada, Daniela —sentada en las piernas de Eugenia— se inquietó y lloró.

— Ves así dicen: ‘los bebes lloran’–, le reclamó mientras la tranquilizaba. Minutos más tarde la niña se entretuvo con la bolsa de chizitos, su comida alterna a la leche materna.

En el resto de los empleos no tuvo suerte. Por la tarde, recorrió algunas calles de Villa Dolores. En una tienda de cotillones consultó sobre el aviso de vendedora. El dueño la vio de los pies a la cabeza y luego le preguntó su edad. Apenas escuchó la respuesta, le dijo: “No, eres muy mayor, más joven estoy buscando para manejar esto”.

Era su quinto día que dormía en alojamientos de El Alto y aún no había ganado dinero. De sus 500 bolivianos, le restaban 60 y era poco probable que consiga trabajo el fin de semana.

Por ello, al finalizar la tarde, llegamos a la Dirección de Asuntos Generacionales del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto (GAMEA), para preguntar por algún albergue. La titular de esta repartición y la directora de Género nos explicaron que los únicos albergues municipales son los itinerantes para personas en situación de calle y que es peligroso llevarla ahí. Sin embargo, gestionaron para que el hogar Munasim Kullakita —que acoge a jóvenes víctimas de violencia sexual comercial y maltrato— la cobije el fin de semana.

Así fue que durante dos días se despreocupó de los gastos de dinero y compartió con chicas de su edad. Al menos ese fin de semana volvió a vivir su adolescencia, pero esta mañana nuevamente actúa como adulta.

***

Sin darme cuenta, subimos tres cuadras de Jupapina. En la esquina está Flora —una mujer de unos 40 años— con quien caminamos y afirma que conoce al papá de Eugenia.

— Creo que está trabajando en una de las chacras de Claudia—, nos comenta.

— Ahí no quiero trabajar. No me llevo bien con mi papá por eso me he venido de mi pueblo. Mi mamá es mala— responde asustada, como si la niña escondida emergiera de su interior.

Llegamos al frente de la casa señalada. Flora entra a la escuela y nosotras cruzamos. Tocamos la puerta varias veces pero nadie abre.

Mientras Eugenia me comenta que cuando su hermano de 15 años trabajó en las plantaciones, su jornada laboral era de 10 horas, Flora se acerca con una amiga suya. Ambas, preocupadas por Eugenia, le recomiendan buscar, tres cuadras más abajo, a doña Vilma que necesita empleados. Se despiden y emprendemos el descenso.

Llegamos a la casa indicada, que está al lado de una carnicería. Eugenia toca la puerta sin éxito. Entonces, pregunta a la carnicera por algún trabajo. Ésta le aconseja bajar a la altura del río Irpavi porque todos los agricultores están allá.

Eugenia se sienta en una pequeña tarima afuera de la carnicería, descarga a Daniela, aún dormida, y la sostiene con sus brazos.

¿Ahora qué quieres hacer? —le pregunto—. Se queda en silencio y con la mirada perdida. De pronto, su rostro es invadido por una amargura que hasta ahora no había visto en ella.

Tal vez piensa que su última oportunidad está por fracasar. Quizás recuerda todos los rechazos o las dos veces que esperó sin éxito por casi dos horas a una señora que buscaba una trabajadora del hogar y que Eugenia confiaba que la contrataría.

Tras una ruidosa exhalación de aire, Eugenia dice: “vamos al río”. Se para y abordamos un minibús. Ya adentro, Eugenia intenta tranquilizarse, pero su mirada nerviosa la traiciona.

Ese nerviosismo es el mismo con el que se instaló la noche del pasado martes en la casa de don Juan Luque, hombre aymara de unos 50 años, quien la contrató como vendedora ambulante de gomitas, unas golosinas a base de gelatina y huevo.

Tardó en aceptar ese empleo porque si bien la admitía con su hija e incluía casa y comida, dormiría en el mismo cuarto de don Juan, quien vivía solo, y no ofrecía salario fijo sino un porcentaje diario del 25%, que oscilaba entre 20 y 60 bolivianos.

Al final aceptó porque no tenía otra oportunidad. Su realidad es similar a la del resto de los migrantes —como se señala en el estudio “Efectos de la migración: rural-urbana” de Eduardo Valencia—: de 100 de ellos en busca de empleo, 40 se incorporan a actividades informales, 58 al sector de construcción y sólo dos hallan trabajo formal.

Su labor iniciaba a las siete y media de la mañana y consistía en caminar, empujando el carro tipo carretilla, unas dos horas de su casa a los puntos de venta y vender en el día. A Eugenia el viaje le era eterno por el peso de su hija. Por ello llegó exhausta al domingo.

— He fracasado, 170 bolivianos no más he ganado—, me dijo sobre su paga de cuatro días.

Esa jornada apenas vendió un valor de 60 bolivianos de los cuales 20 fueron para ella. Ese día, al igual que el anterior, don Juan le dio más del 25%. Aun así, lo ganado era poco por eso renunció. Además, no se sentía cómoda al compartir el mismo cuarto con un hombre extraño, pese a que don Juan siempre fue respetuoso e inclusive le regaló un biberón para Daniela y un celular usado. Pero para sentirse segura, ayer retornó a su búsqueda.

***

Llegamos al puente de Lipari, donde —nos indican— debemos bajar. Ya en la calle, vamos en dirección contraria al río y frente a nosotras se extienden varias hectáreas verdes.

En la primera chacra están Marco y Gloria, quienes explican a Eugenia que alquilan el terreno a productores, que son los que contratan gente. Sin embargo, dicen que ellos requieren una empleada doméstica.

Gloria le detalla el empleo, pero Marco expresa su preocupación de que Eugenia no tenga parientes en El Alto que sean sus garantes. Le sugiere buscar trabajo acá y le dice que si no encuentra le llame. Intercambian números telefónicos y se despiden.

La sonrisa retorna al rostro de Eugenia. Ahora pregunta en una chacra de perejil, donde una mujer dice que no necesita personal pero en el terreno contiguo sí.

Llegamos al inicio de la chacra de flores donde un niño de dos años juega con un automóvil de juguete. Adentro, doña Mery y la mamá del niño sacan las malas hierbas entre las aleluyas.

— Buenas tardes, estoy buscando trabajo— dice fuerte Eugenia.

— Entrate pues, pero pata pila— le contesta doña Mery y se ríe. Deja su labor y se acerca.

Nos saluda y le pregunta a Eugenia de dónde es y qué experiencia tiene. Ella le contesta con palabras cortas. Doña Mery le dice que necesita ayuda tres días para desyerbar y recoger las flores. Le indica que puede empezar ahora mismo y que hoy sólo le pagará media jornada del honorario diario que es de 50 bolivianos.

— Pero nos dijeron 60—, le digo.

— Sí, al que sabe 60, al que no sabe 50. A medio día más atendemos (con comida). Cuando aprenda ya puede ganar eso, pero su wawita también puede llorar— contesta. Además ofrece alojarla en su casa.

— Ya. Está bien— dice Eugenia. Con prisa tiende el aguayo en la tierra a la sombra de un sauce llorón que bordea el río y deja sentada a su hija. Se saca sus zapatos e ingresa al medio de las flores. Daniela intenta llorar pero se distrae con el auto de juguete.

Eugenia saca con la picota las matas mientras conversa en aymara con las señoras que se ofrecen a presentarla a otras agricultoras. Ahora su rostro está sereno quizás sea por la energía y el color de las flores que la rodean o porque está entre mujeres o saber que al menos por tres días tendrá un sueldo fijo o por todos los aspectos juntos.

Sin perspectivas: Jóvenes bolivianos en busca de un empleo digno

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

María Claudia Hacker

El desempleo juvenil en Bolivia está a la orden del día. A falta de oportunidades, muchos optan por una carrera universitaria esperando mejorar así su valor en el mercado laboral. Varias empresas, sin embargo, no valoran el nivel educativo de sus empleados. Los jóvenes se encuentran ante una situación desesperante.

A finales del pasado mes de septiembre, los países miembros de las Naciones Unidas se juntaron tras no haber cumplido los objetivos del Milenio establecidos 15 años atrás y lanzaron otros 17 nuevos objetivos a lograr en los próximos 15 años: los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre ellos figura el objetivo número ocho: “Trabajo decente y crecimiento económico”. Éste simboliza el desafío actual de miles de jóvenes bolivianos que se encuentran en busca de un empleo digno.

En el continente latinoamericano, los jóvenes se ven actualmente enfrentados a una serie de obstáculos en su día a día, el desempleo siendo solamente uno de ellos. Terminar la secundaria y empezar la universidad sigue suponiendo una meta irreal para muchos, pues una sexta parte de los alumnos abandona la educación secundaria. En contraste, para aquellos que consiguen terminar la secundaria, las posibilidades de encontrar un empleo digno aumentan en un 80%. La informalidad y el desempleo es otro de los desafíos a los que los jóvenes se someten de forma diaria: su tasa de desempleo en el continente latinoamericano triplica la de los adultos. Sin embargo, con un 14% de desempleo juvenil actualmente en el continente, éste se encuentra en una mejor situación que la Unión Europea, donde una cuarta parte de los jóvenes –el 26%– sufre las consecuencias del desempleo.

Específicamente en Bolivia, la situación no es diferente a la que se sometió gran parte del mundo desde que surgió la crisis económica. Ésta hizo que a nivel mundial la tasa de desempleo se duplique. Como consecuencia, el sector de la sociedad que se vio más afectado por la crisis terminó y sigue siendo el sector de los jóvenes. En nuestro país, la mitad de la población desempleada es joven. De los 120.000 jóvenes bolivianos que ingresan al mercado laboral un importante 88% se encuentra con un empleo precario, inestable, sin seguridad social y con un ingreso bajo.

Si bien el número de estudiantes que se gradúa en las universidades aumentó durante la última década de forma considerable, optar por estudios universitarios y no ingresar al mundo laboral es para muchos una forma de evitar el desempleo. Una vez titulados, los problemas persisten pues de los 170.000 estudiantes universitarios que se titulan cada año a nivel nacional solamente el 53% encuentra un empleo, mientras que el 47% termina o bien desempleado o bien subempleado o sino creando un negocio propio por falta de alternativas, alentando de esta manera el mercado informal.

Por más que el país haya registrado un crecimiento importante de su PIB durante los últimos años, esto no conllevó a que se generara una mayor oferta de empleo. Más aún, la brecha entre los empleados y desempleados se fue ampliando ¿Cuáles son las razones para esta falta de oferta de empleo especialmente para los jóvenes de nuestro país? Existe una serie de factores que influyen de forma negativa en su acceso al mercado laboral. Uno de ellos es la creencia –que se estableció en e país a lo largo de su historia– de que una persona mayor necesariamente debe tener mayor experiencia. Es por ello que los empleadores a la hora de contratar, le dan preferencia a una persona mayor que una persona joven. No es por casualidad que en Bolivia ningún cargo importante está ocupado por una persona joven. Otro motivo que afecta a los jóvenes en su búsqueda de empleo es de naturaleza estructural: El crecimiento urbano que tuvo y sigue teniendo lugar en Bolivia no ha ido acompañado por una industrialización paralela. Es por ello que la actividad económica del país se centra en su mayoría en el sector terciario, es decir, en comercio y servicios, y en el sector informal. La economía del país se ha visto afectada por el aumento de exportaciones agroalimentarias concentradas en la ciudad de Santa Cruz y compuesta por una paleta de productos muy limitada. Otro factor importante, que si bien no empeora la situación tampoco aporta a que ésta mejore, es la falta de políticas públicas por parte tanto del Estado como del Gobierno.

En unos estudios realizados por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario en los años 2014 y 2015 en La Paz y El Alto respectivamente, se analizaron las posibilidades que los jóvenes de entre 15 y 24 años tienen en el mercado laboral de su ciudad. Mediante los estudios se mostró que la oferta es reducida y que los únicos empleos que surgen son aquellos que requieren una calificación laboral baja, sin importar el nivel de instrucción del empleado. De manera concreta los resultados de los estudios indican que solamente el 10% de las empresas ubicadas en El Alto contratan a jóvenes en función de técnicos y un casi inexistente 0,5% son empleados como profesionales. Las tareas que se les asigna a los jóvenes que no tienen la suerte de ser empleados como técnicos o profesionales, son en su mayoría tareas rutinarias y mecánicas. Además, se suele recurrir a los empleados jóvenes para jornadas extensas. Solamente en segundo lugar los empleadores habilitan a los jóvenes para que éstos puedan desarrollar sus conocimientos y habilidades técnicas. Como consecuencia lógica, los jóvenes empiezan a cuestionar seriamente el valor y la función que les puede brindar tener un mayor nivel educativo. La situación no cambia en la sede de gobierno del país, pues en La Paz solamente el 19% de las empresas quiere contratar a estudiantes universitarios. La demanda se centra por el contrario en la mano de obra menos calificada y en el sector informal, ofreciendo a los jóvenes empleos como promotores de venta, ayudantes de cocina o de construcción y con ello, unas condiciones laborales altamente precarias.

Ante esta falta de oportunidades, los jóvenes no pueden gozar del efecto de empoderamiento que conlleva el empleo. Éste, aparte de ser necesario para reducir la pobreza, aumentar la productividad y la cohesión social de los empleados, puede empoderar a los sectores considerados los más débiles de nuestra sociedad: las mujeres y los jóvenes. Es por ello que la generación de empleo especialmente para jóvenes es un factor que aporta al desarrollo del país, mientras que la falta de oportunidades puede a su vez conducir a un aumento de violencia. La energía de la juventud debería más bien ser canalizada de forma positiva en la reivindicación de sus derechos y de un empleo. Es importante que los jóvenes empiecen a creer en sus capacidades y en su independencia para poder exigir un cambio en el trato que reciben, pues a nivel mundial en numerosos casos y a lo largo de la historia han sido los jóvenes quienes mediante el cuestionamiento de las estructuras lograron la instalación de sistemas democráticos e incluso el derrocamiento de otros autoritarios, como fue el caso con la Primavera Árabe.

¿Qué medidas podrían mejorar la situación de los jóvenes desempleados en Bolivia? Teniendo en cuenta que la mayor parte de las empresas busca profesionales con experiencia laboral previa, se deben crear programas que promocionen el primer empleo de los jóvenes, además de ofrecerles más y mejores pasantías laborales. Tanto el gobierno como el Estado deberían encargarse de asegurar que la juventud del país se vea integrada al mercado laboral y que se tenga en cuenta sus habilidades y su pleno potencial. Para ello es necesario instalar una política pública al respecto, pues la creación de oportunidades debe de ser garantizada por el Estado. No sólo importa la creación de empleos sino a igual parte una remuneración digna. Un estudio del CEDLA, en colaboración con el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo (IRD) del 2013, revela que el salario promedio de los jóvenes bolivianos de 15 a 24 años es de Bs 930, quedando por debajo del salario mínimo a nivel nacional que es de Bs 1.656. Principalmente, los empleadores deberían valorar los estudios universitarios que gran parte de los jóvenes en Bolivia tienen cumplidos y ofrecerles empleos de mayor calificación laboral. De esta manera los jóvenes podrán gozar del efecto transformador positivo que conlleva un empleo digno, y a su vez, aportar al desarrollo del país.

Ser joven y trabajar en el mejor oficio peor pagado del mundo

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Santiago Espinoza A.
Sergio de la Zerda

Pamela (nombre ficticio) tiene 27 años, un marido, una hija, una licenciatura en Comunicación Social, experiencia laboral, pero no un empleo. A sus 22, cuando aún estudiaba en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), tuvo oportunidad de trabajar por unos meses en un medio impreso, en reemplazo de otra periodista. Había leído y escuchado que el periodismo -García Márquez ipse dixit- era “el mejor oficio del mundo”. Y aunque la experiencia laboral no desmintió del todo esa sentencia, sí le imprimió algunos matices.

Trabajaba sin horario hasta terminar sus notas, hacía turnos nocturnos y de fin de semana, debía costearse algunos gastos extraordinarios como sus pasajes y, al final del mes, la paga estaba lejos de ser sustanciosa. Aun así, al concluir el periodo de reemplazo, estaba decidida a persistir en el periodismo, sólo que, no habiendo un cupo para ella, debió dejar el periódico. Desde entonces, por más que lo ha intentado en reiteradas oportunidades y en distintos medios, no ha vuelto a conseguir trabajo como periodista.

Pamela ya no está tan segura de que el periodismo sea el mejor oficio del mundo. Y aun siéndolo, cree que es más conveniente definirlo como el mejor oficio peor pagado del mundo. No por nada ha decidido dejar de buscar trabajo en él y comenzar a estudiar otra carrera que le abra más oportunidades laborales.

Trabajar mucho, ganar poco

A diferencia de Pamela, a Carlos Pérez, también comunicador formado en la UMSS, no le fue difícil conseguir empleo en medios de comunicación. Vinculado a la producción radiofónica desde antes de estudiar Comunicación, Pérez debió resignar su vocación por estar detrás de los controles de la cabina para salir a la calle y recoger noticias. “No me gusta, pero creo que es lo que mejor sé hacer”, bromea este reportero que trabaja para la radioemisora estatal Patria Nueva y que, a sus 30 años, ya no se siente tan joven.

Pero si conseguir trabajo como periodista no le fue difícil, sí le cuesta encontrar mejores condiciones de vida con el sueldo que gana. Aunque reconoce que su salario, de poco más de tres mil bolivianos, es uno de los más altos de su gremio, asegura que le es insuficiente para costear algo más que sus necesidades urgentes. “Soy soltero y, ayudando a mis papás, ese sueldo sólo es para cubrir gastos básicos y deudas al banco. Si quiero algo nuevo, debo esperar por el doble aguinaldo”, relata Pérez, quien funge actualmente como Secretario de Conflictos del Sindicato Mixto de Trabajadores de los Medios de Comunicación de Cochabamba.

Si la situación de Pérez es crítica, ni hablar de la de sus colegas de radio que ganan un promedio de 2.200 bolivianos. Con variaciones, esta situación de salarios bajos rige también en otros medios. En impresos, los periodistas más jóvenes comienzan con un sueldo cercano a los dos mil bolivianos, dice la periodista, docente e investigadora Amparo Canedo. Y en televisión, esta suma también es válida.

Estando así el panorama, no debería sorprender que para buena parte de los estudiantes de comunicación, el mercado laboral del periodismo resulte poco interesante. En la UCB de Cochabamba, por ejemplo, sólo el 5% de los estudiantes se decanta por esta profesión, “por el tipo de trabajo (más demandante) y sobre todo por la baja expectativa salarial”, sostiene el comunicador y docente Marcelo Guardia. “Es el campo de la comunicación peor remunerado y más devaluado por los empleadores”, remata.

Eso lo sabe bien Pérez, que no es partidario de abandonar el periodismo, sino de hacer algo desde la dirigencia sindical para buscar mejorar las condiciones laborales de su gremio.

¿Trabajo o familia?

Julieta (nombre ficticio) estudió comunicación en la Universidad Católica Boliviana (UCB) de Cochabamba y destinó prácticamente toda su juventud a trabajar en medios radiofónicos, televisivos e impresos.

A sus 37 años, casada y con dos hijos pequeños, Julieta hoy ya no trabaja como periodista. En un momento dado, supo que tenía que elegir entre su trabajo o su familia. El periodismo “crea distanciamiento y problemas por la reiterada ausencia en el hogar, tanto que he preferido cambiar de trabajo, antes de cambiarlo por la familia”, dice.

Aun así, entiende que de haber seguido en un medio habría acabado fallando a su familia, pero también al trabajo. Porque como sentencia Amparo Canedo: “Un periodista que no descansa bien, que no se capacita, que encima pelea con su familia porque llega tarde todo el tiempo, no puede producir bien”.

“Prostitución de la profesión”

Si algo lamentan los periodistas es la complicidad de algunos jóvenes colegas, que a fin de conseguir una fuente laboral ofrecen su trabajo por salarios más bajos aún de los que ya rigen en el medio periodístico. A este fenómeno Carla (nombre ficticio), una periodista de televisión, califica como “prostitución de la profesión”. “Los recién egresados o los titulados, en el afán de conseguir una fuente laboral, aceptan salarios bajos y los empresarios de los medios se aprovechan de eso”, afirma. Carlos Pérez, periodista radiofónico y dirigente sindical, cree que este comportamiento vuelve más soberbios a muchos dueños de medios al momento de contratar personal. “Prefieren contratar a practicantes que sólo pidan pasaje y no así a periodistas ya formados con experiencia, porque su salario es superior, debido a que tienen más necesidades”, explica.

Perciben que las universidades no facilitan ingreso al mercado laboral

Periodistas de prensa, radio y televisión coinciden en que la formación universitaria no les permite un desenvolvimiento solvente una vez que comienzan a trabajar.

Julieta (nombre ficticio), quien estudió la carrera de Comunicación en la UCB de Cochabamba, recuerda que, si bien aprendió a escribir y manejar estructuras de textos periodísticos en las aulas universitarias, éstas no le enseñaron a buscar la noticia ni saber cómo tratar a las fuentes, entre otras técnicas. “La experiencia hace un gran papel para que aprendamos lo bueno y, a veces, lo malo del oficio”, reconoce.

No siendo suficiente el paso por la universidad, es común que los estudiantes de comunicación empiecen recién a familiarizarse con el trabajo periodístico al momento de hacer prácticas no remuneradas en medios.

Sólo una vez que demuestran sus aptitudes en el trabajo y el medio les otorga cabida, tras periodos de baja o nula remuneración, que pueden extenderse indefinidamente, algunos periodistas noveles acaban adaptándose a la rutina laboral.

Es el caso de Carla (nombre ficticio), periodista de un canal de televisión cochabambino, quien estudió Comunicación Social en la UMSS y sólo encontró un trabajo como reportera tras hacer prácticas.

“La universidad me ha formado para ser comunicadora social, es decir, ‘todóloga”, apunta. “Comencé a incursionar en los medios de comunicación, primero haciendo prácticas no remuneradas. Y así fui abriéndome espacio y con la ayuda de una mano amiga logré conseguir mi primer trabajo”, añade.

Carreras

Conscientes de estas limitaciones formativas, algunas carreras del país pusieron en marcha medidas para promover una mejor capacitación en periodismo que facilite la adaptación de los comunicadores al mercado laboral.

Así, por ejemplo, la carrera de Comunicación de la UCB de La Paz abrió la modalidad de titulación mediante un gran reportaje multimedia, indica Amparo Canedo, una de las docentes del área de periodismo. “Han empezado a haber defensas de reportajes multimedia, cuyo nivel no se ve en los periódicos”, destaca Canedo.

Otro ejemplo es el de la carrera de Comunicación de la UCB de Cochabamba, en la que, tras el rediseño de su último pensum, se duplicó la cantidad de materias  periodísticas, precisa Marcelo Guardia, docente de la carrera.

Esperan que las condiciones mejoren

Periodistas activos o temporalmente desvinculados de los medios confían en que las condiciones laborales en su gremio vayan mejorando de a poco, por lo que demandan un papel más activo de sus organizaciones sindicales y llaman a no dejarse amedrentar por los propietarios de las empresas periodísticas.

Julieta (nombre ficticio), ahora alejada del periodismo, observa que, aún lentos, hay avances para cualificar las condiciones de trabajo. “Si los mismos periodistas se unen y exigen mayor cumplimiento de sus derechos, se puede avanzar de mejor manera”, dice.

Un criterio similar tiene César Arellano, quien trabajó por más de ocho años en medios impresos. Sin dejar de reconocer que “muchas de las prácticas de los periodistas, directores y propietarios de medios están naturalizadas”, estima que el panorama laboral puede mejorar a largo plazo, un proceso en que deben jugar un rol importante “las organizaciones sindicales de la prensa”.

El reportero radiofónico y también dirigente sindical Carlos Pérez cree que los propios periodistas deben dejar de hacerles el juego a los propietarios y denunciarlos si es que cometen abusos, cosa que muy pocos hacen. “Siendo periodistas no denunciamos, algo irónico, pero cierto”, observa. En la misma línea, la periodista e investigadora Amparo Canedo apunta: “Siempre decimos que somos un sector supuestamente rebelde, pero nunca luchamos por nuestros propios derechos”.

Datos y apuntes

– 14,5% fue la tasa de desempleo abierto registrada en 2011 por Fundapro, en ciudades del eje, para personas de 15 a 24 años. La cifra equivale aproximadamente a 58 mil desocupados.

– 38% es el porcentaje que representan los jóvenes del total de desocupados en el país, según Fundapro.

– 66% de los periodistas consultados para un estudio sobre condiciones laborales, realizado por el Observatorio Nacional de Medios (ONADEM), entre 2005 y 2008, afirma tener contrato, aunque paradójicamente -en muchos casos- dicen no conocerlo.

-En Bolivia hay 44 carreras universitarias de comunicación, pero ninguna de ellas se dedica exclusivamente a formar periodistas, sino solamente a comunicadores sociales.

– En su estudio “Periodistas ante el espejo”, sobre condiciones laborales de los periodistas en el país entre 2005 y 2008 e incluido en el libro “Medios a la vista”, el ONADEM señala que el salario promedio que reconocen percibir los periodistas es de tres mil bolivianos, con variaciones según ciudad y empresa.

– En el mismo estudio, se señala que los periodistas trabajan alrededor de 12 horas y hacen turnos de noche, fines de semana o días feriados sin remuneración extra. El 32% dice que no tiene computadora propia, al 40% no le dan material de escritorio.

El 63% de los periodistas afirma que tiene acceso a teléfono fijo y un porcentaje similar tiene teléfono celular proporcionado por la empresa.

– Este reportaje se efectuó gracias al Fondo Concursable para Investigación Periodística impulsado por la Fundación Para el Periodismo (FPP) y  Solidar Suiza, que seleccionó y apoyó 16 proyectos periodísticos de todo el país.

Punto de Vista

Hacia la igualdad en el trabajo

*Pedro Luis López

*Presidente del Colegio de Comunicadores de Cochabamba

Si bien las carreras de comunicación aportan con profesionales jóvenes a los medios, no es suficiente. Con la proliferación de los medios, siguen apareciendo los “usurpadores de la profesión” que, a nombre de la libertad de expresión, se aprovechan para fines e intereses propios. Por eso las universidades, las instituciones que aglutinan a los comunicadores sociales, debemos encausar una defensa intransigente del ejercicio de la profesión en cumplimiento de la Ley 494 y su decreto complementario. Otro aspecto fundamental que se debe considerar para todos los periodistas, es el respeto a sus derechos laborales. Es necesario buscar igualdad en el tratamiento laboral y salarial. Los derechos laborales son respetados para pocos y no para la mayoría. Por ejemplo, muchos no cuentan con un seguro médico y no aportan para su jubilación. Por tanto, se debe mejorar las condiciones internas y externas que hacen del trabajo periodístico. El ejercicio de una verdadera libertad de prensa no sólo depende de las instituciones sino de las personas que están detrás. Las ganancias que buscan los empresarios de la comunicación deben estar acompañadas de la responsabilidad del manejo informativo con ética, transparencia y equilibrio.

 

Cuánto vale un título en un país saturado de profesionales

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Isabel A. Vega Mareño
Carmen J. Luján Corrales

“El que uno tenga su título no le garantiza encontrar trabajo”, son las palabras de Marisol Aguilar de 30 años que es arquitecta titulada y que además tiene una segunda carrera terminada en diseño de interiores y, como plus, cuenta con un título en diseño de modas de un instituto técnico.

Karina Rocha, una joven de 25 años, defendió su tesis en Comunicación Social en junio de este año y recuerda las palabras de Marisol contemplando la ciudad de Cochabamba desde un mirador en la zona del Temporal a las 15:00 horas del 14 de septiembre, justamente día de su aniversario departamental. Es feriado y no hay mucho movimiento, desde su posición percibe que la ciudad y su eje metropolitano se expanden cada vez más. Llegan a su mente los rostros de los jóvenes que entrevistó para conocer su situación laboral y aprovechar para realizar un reportaje sobre el empleo juvenil que le sirva como una herramienta para concursar en alguna convocatoria de periodismo que suele salir a menudo.

Luego de mirar su cuaderno de apuntes, imagina a los miles que están en la misma situación. Todos tienen algo en común: son profesionales, tienen un título en mano, algunos acumulan especializaciones que van adjuntando a su hoja de vida. Vuelve a mirar la ciudad y sí, lo que parece no crecer a la par de las edificaciones, como le dijeron algunos especialistas, es el mercado laboral.

Karina regresa la mirada a sus apuntes y lee que según datos de “El Nuevo Mundo del Trabajo, investigación de la Realidad Laboral en el Área Metropolitana de Cochabamba 2013” de la Fundación Abril, el mundo laboral joven es de 30% en un rango de edad entre 19 y 30 años, donde las mujeres se encuentran en una situación de desventaja  en relación al salario, incluso cuando tienen una tasa de profesionalización más alta que los hombres. Sigue buscando cifras y encuentra el análisis de la realidad boliviana realizado por la Fundación Jubileo en julio de 2015, donde dice que en el país la bonanza macroeconómica registrada durante la última década se contrasta con una crisis laboral, porque la pérdida creciente de la calidad del empleo implica la generalización de la precariedad laboral en todos los sectores y ramas de actividad económica.

Nunca fue afecta a las cifras, pero pone atención en las características de la demanda laboral de jóvenes que según el Centro para el Desarrollo Laboral Agrario (CEDLA) son preocupantes porque la demanda está sujeta a criterios de discriminación, ya que en su mayoría (58%) buscan a hombres adultos y a mujeres jóvenes sin hijos (54%). Además, los jóvenes fueron contratados para puestos de vendedores (31,2%), trabajadores no calificados (26,5%), y obreros en manufacturas diversas (17%). El CEDLA también señala que sí disminuyó el desempleo, pero afecta más a la población con mayor nivel educativo en un 10.5%, a jóvenes de 15 a 24 años en un 14,5%, a mujeres 9,5% y a los más pobres en 12,7%.

Pasó media hora desde que Karina llegó al mirador, decide cerrar su hoja de apuntes y comienza a traer a  su mente los rostros de los  jóvenes que entrevistó y comienza a entender otras realidades de vida. Decide dividirlos en tres grupos. El primero, jóvenes profesionales (entre 25 y 30 años) que “deben trabajar” porque no cuentan con la ayuda familiar para poder costearse especializaciones que los lleven a una realización profesional. El segundo, jóvenes profesionales en el mismo rango de edad que pueden sacar adelante estudios complementarios y que sí cuentan con el colchón financiero de una familia que no les cobra manutención. El último grupo es de jóvenes profesionales más adultos (30 a 35 años), que los denominó los “con carrera” porque encontraron estabilidad laboral. Todos ellos coincidieron en algo que para muchos se convierte en frustración y desánimo: por más títulos que un profesional pueda acumular, acomodarse en un trabajo estable y que coincida con el área de especialización por la cual se eligió una carrera universitaria, es un privilegio que pocos gozan.

Jóvenes SIN ayuda económica

Karina se pone más cómoda  sobre una piedra que parece una banca, la primera persona que le viene en mente es Judith Becerra, licenciada en Ciencias de la Educación de 27 años, quien le contó que  tuvo varios problemas para conseguir empleo porque influye mucho la “muñeca” o influencia  para acomodarse en un buen trabajo. Además, le aseguró que por la necesidad de llevar dinero a casa, los jóvenes optan por aceptar cualquier trabajo, en cualquier área y con baja remuneración; en otros casos, tienden a hacerse militantes de un partido político para asegurarse una “pega” (empleo).

Luego, Karina recuerda su charla con Noemí Apaza, comunicadora social de 25 años. El lugar del encuentro fue una banca de la Plazuela Colón, la había esperado a que saliera de una entrevista de trabajo. Noemí le relató que debido a la situación económica de su familia debió empezar a trabajar desde el colegio como niñera y, en otras ocasiones, como vendedora de ropa. Esto la retrasó en su proceso de titularización, pero logró sacar su título. Sin embargo, al momento de buscar empleo dentro su profesión, el peso de la experiencia de trabajo dejó que debilite sus ilusiones y expectativas. Conocer sobre las experiencias de Noemí hizo que Karina revise nuevamente su hoja de apuntes, en seis domingos anteriores había revisado las publicaciones dominicales de los dos periódicos de Cochabamba donde la demanda laboral en un 34% pide de tres a cinco años de experiencia y en un 46%  de uno a dos años, y sólo el 19% no demanda ninguna experiencia previa. Y sí, esto coincide con lo que Noemí le contaba.

“Al principio te dicen ‘no tienes título’, luego tienes el título, pero te dicen ‘no tienes experiencia’ y al final no hay nada otra vez y es frustrante’”, recuerda las palabras que Noemí le dijo tomándose de la cabeza, indicando con ese gesto la incoherencia  de los empleadores.

Saúl Sarabia, sociólogo de  26 años fue el tercer entrevistado de Karina en este grupo de jóvenes que no cuentan con apoyo financiero. Pero él, a diferencia de las dos muchachas anteriores, desistió de seguir buscando un trabajo dentro su área de estudios porque además de la inexperiencia pesó su apariencia, catalogada por varios bajo el estereotipo de “rockero”, o sea, irresponsable. Por ello, tuvo que trabajar como portero de un edificio, mesero, carpintero y ahora es recolector de llantas usadas en una empresa recicladora. Él nunca contó con beneficios sociales.

Pensar en la situación de estos jóvenes, hace que Karina recuerde lo que Gabriel Rodríguez, investigador y comunicador de la Fundación Abril, le dijo con anterioridad sobre el efecto del subempleo, es decir, el joven se ve imposibilitado de ejercer su profesión y debe realizar otro tipo de tareas o ganar menos salario por necesidad. Por otro lado, el subempleo también está afectando a los profesionales jóvenes o denominados “junior” que desean incorporarse al mercado, como le confirmó la socióloga y economista Tania Ayllón, pues en el mundo laboral se encuentra cada vez más gente con alta calificación que se ve obligada a empezar su carrera profesional en condición de subcontratación, es decir,  ellos están cualificados para trabajaos de mayor nivel, pero aceptan esa situación.

¿Cómo combatir esto? Ayllón le mencionó que el desafío está en consolidar políticas mucho más profundas que van más allá de las dirigidas a las empresas en términos de las condiciones laborales o de condiciones de captación de la fuerza de trabajo, es decir, es un problema estructural que tiene Bolivia donde se comprueba su imposibilidad  de generar un aparato productivo que sea alimentado por un mercado interno y que devele una industria competitiva.

Jóvenes CON ayuda económica

En otra entrevista, pero de carácter grupal, Karina pudo reunirse con seis jóvenes profesionales en diversas áreas que viven otra realidad. Cuentan con el apoyo de una familia que puede esperarlos a cumplir sus metas profesionales y a que consigan especializaciones mediante cursos, posgrados e incluso la posibilidad volverse independiente con la creación de su propia empresa.

En un café céntrico de la ciudad, una auditora, una odontóloga, un ingeniero industrial, una arquitecta, una ingeniera comercial y un ingeniero en telecomunicaciones le habían hablado sobre sus experiencias en su vida laboral profesional. Todos coincidieron en que no es fácil conseguir un trabajo, es necesario buscar, hacerse de contactos y pagar el derecho de piso, pero afirmaron que éste debe ser practicado antes de salir de la universidad para que sirva como un puente al mundo laboral.

“Es difícil, el país no ofrece las condiciones para tantos profesionales, hay demasiados en el Departamento y más con la competencia de las universidades, ahora hay que prepararse mucho más”, le contó Mariela, odontóloga de 27 años. Esto le vuelve a recordar que en su hoja de apuntes trae datos de una revisión de cuatro universidades representativas de Cochabamba, tres privadas y una estatal, y sí existen algunos convenios para pasantías y otras formas de práctica laboral, pero sólo para algunas carreras y no llega a la totalidad de los estudiantes.

Sobre la famosa “muñeca”, los jóvenes que asistieron a esa sesión-entrevista, sí la consideran como algo frustrante, pero que deja abierta la vena de la competitividad para demostrar la calidad académica y de vocación reflejadas en la satisfacción de un mérito propio. Karina recuerda la expresión de los rostros de todos cuando lanzó la pregunta sobre la realización profesional, miedo a contestar y otros gestos que denotaban que recién caían en cuenta de su situación. “No soy feliz con lo que hago, pero esto me da estabilidad económica, pero no estoy realizándome”, le confesó Carol Fiel, auditora de 28 años, quien dijo haber escogido una carrera lucrativa más que vocacional y que ahora recién ve las consecuencias.

Al oír esto, Karina recordó que en otra oportunidad, Gustavo Maldonado,  psicólogo organizacional con más de 15 años en esta área, le dio pautas para entender lo que ocurre con los profesionales que se conforman con un trabajo ya sea porque necesitan el dinero o porque les conviene: a la larga se convierte en una frustración que podría terminar en una depresión, esto tiene como consecuencia un mal desempeño laboral que puede terminar en un despido. Sin contar que la depresión y frustración afectan otros niveles como el familiar y el social. “Yo creo que las personas que estudian, no estudian para frustrarse, estudian más bien para poder tener opciones en la vida tanto personales como  profesionales. El tema es que nuestro mercado laboral es muy saturado, más bien creo que es importante que las personas se capaciten para enfrentarlo”, le dijo.

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