La crisis económica y la pandemia han golpeado también a los medios de comunicación. Lo que ya se veía venir como una crisis de los modelos de negocios tradicionales de los medios de comunicación y prensa, se precipitó con la pandemia y muchos de ellos, en todo el mundo, se vieron ante la necesidad de reducir sus operaciones e incluso cerrarlas; otros despidieron trabajadores y acortaron sus emisiones.

El espíritu de los medios del Estado es la promoción del desarrollo económico y social. Esto quiere decir que fueron creados como un medio de comunicación que debe servir a la sociedad difundiendo cultura, conocimiento e información plural y verás. Sin embargo, desde su creación, los medios del Estado han servido como instrumentos políticos que promocionan la imagen de las principales autoridades y difunden información sesgada con el objetivo de crear una opinión pública favorable al gobierno de turno. La ciudadanía reclama medios estatales de calidad que cumplan sus funciones y difundan información equilibrada y plural.

La radio es, en países como Bolivia, el medio de comunicación por excelencia, no sólo en las ciudades, sino también en las zonas rurales. El país tiene una amplia tradición con las radios mineras y las comunitarias que han servido como un recurso comunicacional no sólo para mantener informada a la comunidad, sino también para movilizarla en torno a objetivos comunes. La radio también trajo, a las comunidades, progreso e información valiosa que impulso el desarrollo económico y social. Sin embargo, con las nuevas tecnologías de la comunicación e información (tics), la radio pierde aquellas características para convertirse, en algunos casos, en un mecanismo de propaganda política y en otras, en un medio poco atractivo que difunde información desactualizada y descontextualizada. Además de ello, las nuevas generaciones han perdido interés en las radios. Son pocos los jóvenes menores de 30 años que acuden a la radio en busca de información.