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REFLEXIONES PERIODÍSTICAS, CON JOSÉ LUIS TORO

“Me enseñaron a no ser partidario del fanatismo, sino del profesionalismo”
A iniciativa de la Fundación para el Periodismo, el colega José Luis Toro, nos propone en esta entrevista algunas reflexiones sobre el rol del periodismo en Bolivia.1.  ¿Cuáles son las principales deficiencias del periodismo boliviano?

R.  En general creo que tenemos un  periodismo serio y responsable pero es indudable que hay excepciones, más que todo cuando se asume una posición política, o cuando falta profesionalismo.   En este punto  quienes deben hacer notar algún error o falta de ética a las nuevas generaciones, son precisamente los periodistas que tienen una buena formación profesional y experiencia laboral. Considero también que por hacer un trabajo público y social, que no permite equivocaciones,  es importante asistir a todo tipo de encuentros y seminarios destinados a mejorar nuestro noble oficio.

2.  ¿Cómo anda la investigación en nuestro periodismo?

R. Veo con mucho entusiasmo que  los noticieros de varios canales de televisión y periódicos estén  incorporando ahora el periodismo en investigación, y hay que hacerlo con mayor empeño en las instituciones del  estado  donde existen muchos casos de corrupción porque eso es de interés público.

3.- ¿Cómo caracterizas el periodismo para televisión?

R. ATB fue la mejor  escuela en el periodismo en televisión frente a un sensacionalismo que en su momento fue su competencia pero era obvio que se venía abajo.  Por ello  actualmente la mayoría de los directores o jefes de prensa en televisión son precisamente “egresados” de ATB, y eso es muy saludable para el periodismo en su conjunto.  Hasta ahora me atrevería a decir que es una escuela insustituible.

4.-  ¿Qué tipo de periodismo es el que precisa nuestra sociedad?

R. Desde todo punto de vista un periodismo equilibrado, ético y transparente.  El periodista debe ganarse la confianza del ciudadano, y la forma de hacerlo es precisamente demostrando credibilidad. Este tema me parece importante, porque si por ejemplo, un periodista que trabaja en un medio del estado  le piden hacer notas o reportajes en contra de alguien o de alguna situación, el periodista debe hacerlo con la mayor responsabilidad posible; está en juego su confianza que después será valorada por la gente. Me enseñaron a no ser partidario del fanatismo sino del profesionalismo.

5.- ¿hacia dónde vamos?

R. Si el periodista, asume un criterio político e interesado, no podrá ni querrá  decir la verdad; eso me parece desastroso. Es preferible a que se dedique a lo suyo aunque reconozco que son casos contados.  En síntesis el periodismo en general hace su trabajo con responsabilidad y equilibrio y tengo la dicha de contar con esos compañeros y amigos a quienes me aferro porque creo en lo que dicen. Con entusiasmo puedo decir  que vamos por buen camino y por ello los medios de comunicación tienen una amplia ventaja de credibilidad en el ciudadano.

José Luis Toro Terán es periodista, economista  y abogado. Nació en La Paz el 24 de febrero de 1969.

Breve reseña:
Trabajó en el área de seguridad en: ATB, Canal 7, Bolivisión, UNITEL, PAT y Cadena A.

En el 2006 fue distinguido por la APLP con el  Premio Nacional de Periodismo en televisión por su reportaje “Los hospitales de las FARC”.

Ese mismo año la Universidad Franz Tamayo le otorgó el Premio a la Excelencia en el Periodismo por su reportaje “Los hospitales de las FARC”.

En el año 2009 Recibió el Premio Nacional de Periodismo por la APLP al mejor documental investigativo en televisión  por su producción “Irán”

Actualmente dirige el programa de investigación, Informe Exclusivo, y emprende una cruzada internacional con su último documental denominado, “Los niños de las FARC”, para que los miles de niños reclutados por organizaciones armadas en Colombia sean liberados.

 

La Fundación para el Periodismo cerró inscripciones

Con más de 140 postulaciones

La Fundación para el Periodismo cerró inscripciones
para el concurso “La Entrevista que Siempre Soñé”

(La Paz, 12 de junio de 2012).- En el marco de la labor de investigación periodística que realiza la Fundación para el Periodismo, se ha podido evidenciar que de diez estudiantes que ingresan a las universidades, ocho no logran entender a cabalidad lo que leen. Este hecho  motivó a que nuestra organización incentive la lectura reflexiva y comprensiva, para lo cual lleva adelante el concurso infanto-juvenil, denominado “La Entrevista que Siempre Soñé”.

Este concurso consiste en que estudiantes de los establecimientos educativos, formen grupos de cuatro personas, bajo supervisión de los profesores de Lenguaje, para realizar una propuesta de la entrevista con la que habrían soñado realizar.
La Fundación Para el Periodismo, organizadora del certamen en Bolivia, cerró el plazo de inscripciones y recepción de propuestas hoy con más de 140 postulaciones de distintos colegios a nivel nacional.

Este concurso tiene alcance internacional, ya que los ganadores del mismo podrían clasificar para asistir en el certamen a realizarse en Madrid – España en octubre  de  2012.

La siguiente fase es la evaluación del jurado, compuesto por periodistas de distintos medios y la Asociación Nacional de la Prensa. Una vez  que se dé a conocer a los ganadores de evento, se publicarán las entrevistas en medios de comunicación  a nivel nacional.

LA FPP OFRECE INNOVACIONES EN LA FORMACIÓN DE PERIODISTAS

LA FPP OFRECE INNOVACIONES EN LA FORMACIÓN DE PERIODISTAS Al menos 400 periodistas participarán, este año, en un curso o programa de capacitación en periodismo y comunicación que la Fundación para el Periodismo desarrollará con el objeto de mejorar la calidad de los profesionales en este campo. Estas actividades incluyen programas de especialización, talleres de formación continua y eventos de reflexión sobre temas relacionados a la profesión.

En el plano de los talleres de capacitación, esa institución ofrecerá, en el próximo mes de mayo, tres talleres que serán dictados por el periodista inglés Oliver Wates, quien fue por más de 30 años corresponsal de la agencia Reuters en Argentina, Brasil, Paquistán y Rusia. El primer taller (ToT) tiene como objetivo formar a periodistas profesionales en una pedagogía especializada para la formación de periodistas. De esta manera, los «formados» serán los nuevos «foFundación para el Periodismo ha seleccionado a 15 periodistas profesionales que ya cursaron el primer programa el pasado año con el conocido periodista argentino Miguel Wiñaski.
Los otros dos talleres que brindará Wates son abiertos a todo periodista que desee mejorar sus capacidades en periodismo económico y financiero y en reportería. Ambos tienen una duración de tres días y se llevarán a cabo, el primero, en Santa Cruz y el segundo en La Paz.

Además de estos tres programas de formación continua, la Fundación desarrollará otros nueve talleres en distintas ciudades de Bolivia y con diferentes temáticas. Se pondrá especial énfasis en tres aspectos que se ha decidido reforzar en las capacidades de los periodistas: Periodismo digital, investigación y redacción. Se debe señalar que la institución decidió prestar especial atención a los periodistas de Oruro, Potosí y Trinidad, por lo que en esas ciudades se brindará al menos un taller.

La novedad, este año, será la realización de un programa piloto de “alfabetización en medios” (media literacy) que tiene como objetivo instruir a los estudiantes del último año de secundaria en la lectura crítica y analítica de los medios. En esta etapa se contará con el apoyo de la WAN – FRA (Asociación Mundial de Editores) que desarrolla un programa similar en Brasil.
De otro lado, se tienen previstos cuatro diplomados, dos de ellos en La Paz, uno en Santa Cruz y el cuarto en Tarija. En la sede de gobierno se ofrecerá, de manera primicial, un diplomado en Periodismo Político y otro en Redacción y Edición de Noticias. En Santa Cruz se ofrecerá la segunda versión del programa Periodismo en Economía y Finanzas y en Tarija Periodismo Ciudadano.

Las personas interesadas en participar en estos programas, deben contactarse con Javier Castaños de la Fundación para el Periodismo, al tel. 2912639 o bien escribir a info@fundacionperiodismo.org. Existe la posibilidad de inscribirse en los programas a través de la página web

www.fundacionperiodismo.org.

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Las políticas no acompañan el riesgo que asumen las mujeres jóvenes y emprendedoras que crean empleo

Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.


Ante la falta de empleo digno los jóvenes optan por el emprendedurismo

 

Miriam Telma Jemio

A sus 32 años, la ingeniera de sistemas Daniella García generó 10 fuentes de trabajo con su microempresa Elemental, donde niños y adolescentes se sumergen en el mundo de la programación. Ella pertenece al grupo de jóvenes que trabaja en el área de su profesión. Cada año, de las universidades bolivianas egresan o se titulan 170 mil nuevos profesionales; el 50% consigue empleo –la mitad no en áreas de su carrera–, la mayoría son precarios y sin beneficios sociales.

Estas y otras razones, como la contracción de algunos mercados laborales, llevan a varios jóvenes a trabajar por cuenta propia. La comunicadora Andrea Aliaga (36), dueña de The Bubble Tea Bar, un nuevo concepto de tomar té con burbujas, tiene cuatro empleados y ya dio una franquicia. Adriana (27), su hermana, decidió tomar el mismo camino. La periodista Tatiana Sanabria (32) hace un año montó su estudio fotográfico para pasar más tiempo con su hija. La diseñadora gráfica Ericka Aguilera, a la par de tener empleo, creó su microempresa con el fin de cubrir las necesidades económicas de su familia.

Lo que tienen en común es el riesgo que asumieron al invertir, entre 5 mil y 25 mil dólares, en sus emprendimientos. Además de lidiar con el burocrático papeleo que implica formalizar un negocio, un aspecto que desalentó a muchos, quienes pasaron a ser un NiNi (ni trabaja, ni estudia).

Según el gobierno, el desempleo juvenil llega al 3%. En ese panorama los jóvenes demandan la implementación de políticas públicas que generen fuentes de trabajo y que apoyen sus iniciativas; y no solo programas y proyectos que les dan acceso eventual a un cargo, sino de largo aliento.

Baja y precaria oferta laboral
Si bien los datos de 2012 del Instituto Nacional de Estadística (INE) señalan que el desempleo abierto urbano llega a 3,2%, un estudio (2011) del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) devela que en las ciudades del eje central urbano (La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y El Alto) el desempleo juvenil es del 13,5%, cifra que casi duplica la tasa general (7,9%); mientras que el desempleo “ilustrado” (bachilleres, técnicos y universitarios) es del 12,5%.

La demanda laboral no apunta a jóvenes con alto nivel educativo, afirma Bruno Rojas, investigador del Cedla. Explica que en La Paz y El Alto, dos tercios de la demanda (66%) se concentra en el comercio y servicios, donde requieren promotores, vendedores, recepcionistas, obreros y operarios, principalmente.

“Ni el Estado ni la empresa privada contrata a profesionales y técnicos”, remarca el investigador. Los datos del Cedla develan que en La Paz, cerca del 8% de las empresas contrató a técnicos y en El Alto apenas el 2%. Las  vacancias para profesionales y técnicos en el Estado son mínimas; por ejemplo en 2013, en El Alto fue del 0,5% y en La Paz del 7,5%.

Para sortear estos problemas algunos acuden a los programas estatales que promueven la inserción laboral temporal o apuestan por el emprendimiento y la innovación para tener empleo; aunque el autoempleo no cuenta con estímulos estatales.

El apoyo estatal y privado es temporal
Para el Banco Mundial, casi todos los países del mundo comparten el desafío de crear buenas oportunidades de empleo para los jóvenes y lo están haciendo con programas de aprendices, que se presentan como una fórmula prometedora. Con financiamiento de este organismo, en 2008, el Ministerio de Trabajo implementó el programa “Mi Primer Empleo Digno” para insertar a jóvenes de 18 a 24 años en un empleo formal. A la par, puso en marcha los programas “Desarrollo de habilidades para jóvenes desempleados” y de “Orientación laboral”. Entre 2010 y 2015, se invirtió 17 millones de dólares en esas iniciativas beneficiando a 14.598 personas.

En 2012, implementaron el “Programa de Apoyo al Empleo (PAE)” con el cual, hasta 2015, llegaron a 13.231 desempleados. La meta de este año es cubrir 4.000 más. Éste, tras una breve capacitación, inserta a técnicos y profesionales en una fuente de trabajo, durante tres meses perciben un salario mínimo los no profesionales y uno y medio los profesionales, además de garantizar un seguro contra accidentes. El objetivo es que los beneficiados luego sean contratados por las empresas participantes. Entre 2012 y 2014, participaron 1.971 jóvenes (56% son mujeres), cifra que muestra el bajo nivel de impacto con relación a las metas del proyecto, según análisis del Cedla.

El pasado año, este Ministerio aprobó el Proyecto “Mejora de la empleabilidad e ingresos laborales de los jóvenes 2015-2020”, que abarcará las áreas urbana y rural. Mientras, con características propias, “Mi Primer Empleo Digno” también se ejecuta en los municipios de La Paz, El Alto, Sucre y Santa Cruz.

Para Rojas, el gobierno y los municipios hacen poco para generar políticas, proyectos y programas de alto impacto porque crean empleo temporal. “Quizá la alcaldía de La Paz sea una de las pocas que está haciendo alguno relativamente interesante”, remarca.

Desde 2007, la alcaldía de La Paz ejecuta el Programa “Mi primer empleo” que da una oportunidad de trabajo a egresados y titulados de las universidades en alguna repartición del gobierno municipal, incentiva su compromiso con el desarrollo del municipio y busca contener la migración de recursos humanos calificados al exterior. El Instituto de la Juventud está a cargo de esta actividad para  que los jóvenes obtengan una experiencia laboral conforme a la exigencia empresarial, que en la mayoría de los casos les impide acceder a un puesto de trabajo, explica María Eugenia León, coordinadora de Investigación de ese instituto.

En su primera versión, se contrató a 150 jóvenes por tres meses, 67 fueron recontratados. En 2008, se extendió a seis meses y, excepcionalmente, en 2014 a un año. En ocho años, 700 jóvenes se beneficiaron del programa. En 2015, 43 accedieron al programa, 15 fueron recontratados. En su novena versión, “Mi primer empleo” contrató a 71 jóvenes por seis meses y con prestaciones sociales, servicio de salud; de acuerdo a su desempeño pueden ser recontratados.

En esta gestión, la atención en materia de empleo se amplía a tres programas. El 12 de julio, se lanzó el “Programa Emplearse” a través del cual se espera que 200 jóvenes sean contratados en una de las 14 empresas aliadas al mismo en 2016. El tercer Programa edil es “Joven emprendedor” y apunta al autoempleo, para lo cual se otorga un capital semilla.

En el ámbito privado, un estudio del Cedla señala que en gran parte los empresarios desconocen la existencia de políticas de empleo juvenil o cuentan con información general e imprecisa. Esto muestra una insuficiente articulación de las políticas con el sector empresarial, que posibilite que ese sector se interese en estas acciones.

Una de las intervenciones privadas reconocidas es el Innova Bolivia, una plataforma de apoyo que –a través de un concurso al que los universitarios presentan ideas, proyectos e investigaciones– logra acelerar el proceso de creación de empresas dinámicas de alto impacto, basadas en la innovación.

“Apostamos por la juventud, para que den un paso más allá”, señala Jorge Velasco, presidente de la Fundación Maya, impulsora de Innova Bolivia. Desde su primera versión, en 2006, hasta la sexta de este año, los universitarios presentaron más de 3 mil ideas, 100 emprendimientos ya fueron premiados. Este año, se destinaron 60 mil dólares para los 18 ganadores. Los primeros lugares reciben ente 4 y 5 mil dólares. “Es un capital semilla que les permite continuar con el desarrollo de sus proyectos”, remarca Velasco.


La urgencia de políticas de incentivo para emprendedores

La Ley de Juventudes, promulgada en 2013, reconoce el derecho de los jóvenes al acceso a un trabajo digno, con remuneración justa y seguridad social, a gozar de estabilidad laboral y horarios adecuados que garanticen su formación académica, entre otros.

La misma norma en sus artículos 30-33 propone la promoción de formas colectivas de producción (asociaciones, cooperativas y comunitarias) y el apoyo al emprendimiento juvenil en diversas actividades, disponiendo para el efecto de un sistema de asistencia técnica, económica y financiera; y programas de crédito con participación privada.

Esos aspectos son los que precisamente reclaman los jóvenes emprendedores. Tras el nacimiento de su hija, Sanabria renunció a su trabajo para contar con el tiempo necesario para criarla y decidió emprender en la fotografía de estudio. Con el nombre de Génesis FotoPro, ofrece servicios fotográficos para eventos, publicidad y retratos; el toque innovador de la comunicadora, periodista y fotógrafa son los paquetes de Bebés y mascotas, Smash cake, Parejas y mascotas, además de Sash maternity. En el año que lleva con su estudio, su cartera de clientes creció y es obligada a invertir más, por lo que desearía que haya préstamos con intereses más bajos y que exijan menos requisitos.

A la diseñadora gráfica Ericka Aguilera le gustaría dedicarse solo a trabajar en Komanda Design Studio, el emprendimiento que inició para cumplir su sueño de tener un negocio propio pero también para tener ingresos extras al de su empleo fijo. En los dos años que lleva creando diseños para diferentes marcas y actividades, contrató a una persona pero entre el alquiler y los impuestos le fue imposible conservarla. Le gustaría crecer, pero teme que sus ingresos mensuales no sean suficientes para cubrir sus obligaciones.

En poco tiempo, Daniella García logró posicionar a Elemental, una empresa unipersonal que nació en febrero pasado para capacitar a niños y jóvenes en programación. Y ya ha develado a grandes talentos principalmente en el campo de la robótica y los videojuegos. Con una fuerte inversión personal y tras sortear una serie de dificultades burocráticas que conlleva abrir un negocio formal, García tiene bajo su mando a 10 personas y cuenta con los servicios de un contador y un abogado.

Lamenta que no haya incentivos en materia impositiva para los jóvenes emprendedores. “Lo peor viene a fin de año con el IUE (Impuesto a las Utilidades de las Empresas), ahí te sacan el 25% más de tus ingresos, fuera de lo que pagas cada mes. Y las facturas no te sirven para nada, solo las que tienen que ver específicamente con el rubro”, observa García.

Reconoce que no está todavía familiarizado con todos los aspectos formales de una empresa privada. “Muchos emprendedores no saben cómo sacar el precio de un servicio, que debería incluir el IUE por ejemplo. Se debería incentivar esa cultura para que más gente se anime a entrar a ese ‘océano que da miedo’ y que por eso prefiere depender de un trabajo y recibir a fin de mes su sueldo”, puntualiza.

El Programa Emprendedor, de la alcaldía paceña, se enmarca en esta política. Los jóvenes accederán a talleres de capacitación en la parte técnica para adquirir habilidades gerenciales y concebir el negocio, también se fortalecerá el carácter con el cual se tiene que afrontar el reto. “El emprendedor tiene que arriesgar y reinventarse, estar atento y leer su contexto”, destaca León.

“Esto es lo que aprenden ahora en las escuelas de negocios donde promocionan el emprendedurismo”, dice León. Así precisamente, la comunicadora y master en Dirección de Empresas, Andrea Aliaga (36) llegó a abrir The Bubble Tea. Se especializó en comunicación para el desarrollo, al reducirse ese mercado laboral, decidió apostar por su propio negocio. Desde hace tres años ofrece a sus clientes té de frutas con burbujas y esencias.

Se trata de un emprendimiento por oportunidad, está en un buen lugar de venta (el Multicine) y ya mucha gente había probado este tipo de infusión fuera del país. Apenas empezó contrató a una persona, ahora tiene cuatro empleados. Todavía no genera los ingresos suficientes para tener un administrador o para expandirse, su deseo es entrar con su marca a Santa Cruz. Necesita de un capital y solo podrá obtenerlo con un préstamo.

A Ernesto Pérez, experto del PNUD, le llama la atención el crecimiento del grupo de mujeres urbanas ocupadas que, incluso en un contexto adverso, logran ingresos por encima de un salario mínimo, generan puestos de trabajo y oportunidades de negocio. “Las jóvenes y las adultas jóvenes están agrandando esta masa crítica. Es una buena noticia en términos de recambio generacional”, dice.

“Es una llamada a la reflexión. Se dio una dinámica espontánea importante que lograron mayores ingresos y calidad de trabajo ellas solas. Son un grupo objetivo de política pública, se quiere llamar la atención sobre la necesidad de diseño, implementación de intervenciones que apoyen a este grupo, por ahora, minoritario en el mercado de trabajo femenino, pero que está en alto riesgo de mortalidad empresarial”, explica Pérez.

¿El futuro de los emprendedores en riesgo?
En el municipio de La Paz habitan 355.000 jóvenes, son el 40% de la población total. El 44% de ellos tiene un empleo, aunque siete de cada diez trabaja en empresas informales o de manera eventual, sin derechos laborales. En El Alto, representa el 30% de la población, un poco más de la mitad es mujer.

Para el investigador Bruno Rojas, el panorama no es alentador para estos jóvenes emprendedores, toda vez que con el crecimiento de la población también crecerá la demanda de empleo. El Banco Mundial señala que, en los próximos 15 años, se necesitarán 600 millones de nuevos empleos para los jóvenes que ingresan a la fuerza de trabajo.

“El crecimiento económico, sobre todo con este gobierno, se concentró más en hidrocarburos y minería, actividades con bajo nivel de desarrollo industrial. Ése es el principal motor de la economía en desmedro de las actividades productivas como la industria, la agropecuaria, que puedan tener su oportunidad de desarrollo”, dice el investigador del Cedla.

El mercado laboral es pequeño y no tendrá un crecimiento como se requiere para cubrir la demanda de trabajo, mientras el modelo económico basado en el extractivismo no cambie, según Rojas. Por tanto, para compensar la falta de generación de empleos, nacen emprendimientos propios de las familias que no se enmarcan en el desarrollo productivo sino sólo en su necesidad de subsistencia.

La falta de mercados es el gran problema de los emprendedores. Una alternativa, que  plantea Rojas, es que el Estado, las universidades y los empresarios conformen consorcios para promover emprendedores  cuyos productos sean comprados por el Estado por un determinado tiempo. De lo contrario, pasará lo mismo que con las microempresas que son fundamentalmente de subsistencia. “Están en la lucha diaria de lograr un ingreso para seguir viviendo. Alguna que otra debe generar ganancia para pasar a ser pequeñas o medianas”, lamenta el investigador.

Al contrario de Rojas, María Eugenia León piensa que hay un panorama alentador porque en el país hay un mercado abierto al emprendedurismo. “Se tiene que revisar la tendencia del mercado, no está todavía saturado, de hecho hay servicios y productos que no han sido explorados. Se tiene que superar esa debilidad de querer hacer los que otros hacen, es decir, poner un restaurante al lado de otro”, puntualiza.

Recuadro
Punto de vista
Carlo Yáñez, gerente de Marketing.
Un ecosistema favorable para un emprendedor empieza desde la familia, que por cierto son los principales asesinos de sueños porque culturalmente no se apuesta por emprender, sino por buscar empleo y no se lo ve como la oportunidad de aprender, sino solo una fuente de ingreso, por eso muchos trabajan donde pueden y como pueden, y desde luego con un futuro poco favorable.
Una parte importante de este ecosistema son las empresas que deberían dar más espacios para los practicantes, pero para enseñarles de verdad e involucrarlos en sus procesos. No solo tomarlos como un auxiliar más o dales tareas rutinarias (como fotocopiar, hacer de mensajeros, buscar archivos, etc.) que no aportan valor a su formación.
El Estado también influye, porque no hay espacios para que los jóvenes puedan aprender a emprender y luego crear trabajo, que es una de las tres responsabilidades principales de un Estado.
Un futuro emprendedor necesita conocer sobre finanzas personales, ventas, desarrollo de marcas, manejo de personal, tecnología para emprendedores y eso no se enseña ni en las universidades, porque el sistema actual está diseñado para formar empleados, no emprendedores.
El Estado puede abrir mercados para la producción de los emprendedores con acuerdos nacionales e internacionales. Y también puede fomentar programas de financiamiento para este sector.

 

El desempleo encubierto tiene rostro de mujer

 

Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.

En la feria de la Ceja de El Alto

Julieta Tovar Ibieta

 

“Vivir al día”. Ésta es la regla 24/7 de cientos de familias que dependen de la venta de diversos productos en las ferias que se instalan en las calles y avenidas de las ciudades del país. Esta actividad económica genera ingresos para alimentar y vestir, además de contribuir a los hogares y hasta para darse algún “gustito” extra. Las comerciantes de la Ceja, avenidas Antofagasta, Tiahuanaco y calles aledañas en la ciudad de El Alto, son parte de este  universo.

El pan del día y el estudio de los hijos inducen a mujeres a salir a las calles a comerciar variados productos. Esta ocupación, si bien genera ingresos, no es un empleo de calidad y no ofrece seguros de salud ni de jubilación. En el departamento de La Paz el 55% de su población es trabajador por cuenta propia, de acuerdo con los datos del Censo de Población y Vivienda 2012 del Instituto Nacional de Estadística (INE).

En la Ceja misma no hay un mercado, en el sentido normado por la comuna, sino que hay múltiples ferias que se extienden cual si fuesen anillos de Saturno. Desde la división misma con la ciudad de La Paz, hacia las avenidas Tiahuanaco, Antofagasta, las calles: Raúl Salmón, Franco Valle y Jorge Carrasco hasta la avenida 6 de Marzo, desde la uno y hasta la 11, que es la avenida Satélite, se instalan ferias. De igual manera, ocurre  hacia la plaza Juana Azurduy y las calles aledañas: Constantino Medina, Sempértegui y Romero, aunque en esta área las asociaciones están más identificadas por productos como ser abarrotes, verduras y frutas, además con agrupaciones de mayor número de comerciantes.

Y ¿por qué es tan apetecible vender en la Ceja? La respuesta es clara: Esta área de la ciudad de El Alto, que quedó en el límite con la ciudad de La Paz, es el “centro de comercio”, según señala el coordinador de Ferias y Mercados del Gobierno Autónomo Municipal de El Alto (GAMEA), Boris Becerra. Además, es el “primer círculo” alrededor del cual se fueron formando los barrios y zonas que conforman esta urbe, asegura el Mapeo Económico Ciudad de El Alto, de la Fundación INFOCAL La Paz, elaborado por Javier Michel.


ROSTROS ENDURECIDOS, PERO RISUEÑOS

La inclemencia del tiempo en una ciudad a 4.000 msnm no es una simple frase, es una realidad que a diario golpea el rostro de cientos de mujeres jóvenes, maduras, ancianas y niñas. Todas signadas por la necesidad de ganarse el pan del día, tanto de ellas como de sus familias.

En la feria de la avenida Tiahuanaco y sus alrededores, que no es la única, hay anaqueles, pero desde las 15:00 horas, comienza el ajetreo de colocar los puestos callejeros. Doña Juana se instala cada tarde, pero en jueves y domingo también “me vendo en la 16 de Julio”, comenta, al asegurar que esa es la más grande de la ciudad de El Alto, coincidiendo en la apreciación con el Coordinador de Ferias y Mercados del GAMEA.

En la feria que sigue el trazado de la línea férrea que unía la ciudad de La Paz con el puerto de Guaqui, entre la intersección de las avenidas Tiahuanaco y Satélite, alrededor de 1.000 familias dependen de estas ventas diarias. La mayoría de las comerciantes son mujeres ancianas, mayores, jóvenes y adolescentes, aunque la presencia de varones no está ausente. De igual manera ocurre en las otras ferias.

“Hay que ganarse el pan del día”, dice lacónicamente doña Margarita con un bebé acomodado en una camita ocasional que su mamá le arma en medio de los productos para la venta. Otras madres tienen a sus hijos en cochecitos. Algunas los llevan cargados sobre sus espaldas en coloridos aguayos. Todas estas criaturas están bien abrigadas, así combaten el frío de la diaria jornada.

En las tiendas, principalmente de ropa, atienden mujeres jóvenes. Son empleadas sí, pero no son parte de ese 37,7% de trabajadores asalariados, puesto que les dan una remuneración en algunos casos por ventas y en otros sin llegar al mínimo nacional. A estos reducidos ingresos se suma la ausencia del seguro de salud y de cobertura de renta de jubilación. A diario, desde las tres de la tarde, las jovencitas ofrecen pantalones, jeans, chamarras, poleras, blusas y vestidos, entre otras prendas de vestir. La mayoría asegura que con el fruto de su trabajo ayudan a sus familias, pero también logran cubrir sus  propias necesidades.

Es casi una ventaja salir a vender por la tarde, de acuerdo con las apreciaciones de las protagonistas de esta historia. Las razones de este contento son simples. Doña Angélica, por ejemplo, comenta que por la mañana cocina para su familia, porque “si no quién nos daría de comer”. Ella es una de las cientos de comerciantes que vende en uno de los anaqueles de la avenida Tiahuanaco. Por las mañanas “puedo ir al colegio”, señala una jovencita que se niega a decir  su nombre y dar más detalles. Pero eso sí, indica que ayuda a su mamá.

Los conflictos entre vecinas, compañeras de oficio y hasta de infortunio, también forman parte de esta convivencia diaria. Así lo hace saber doña Juana. El dolor de este comportamiento, prácticamente le obliga a mencionar esta molestia. A pesar de todo, es necesario ganarse la vida.
ENCUBIERTO

Las ferias alrededor de la Ceja de la ciudad de El Alto encubren el desempleo, debido a que si bien la venta de productos genera ingresos para las familias, igual el comercio es una fuente laboral precaria, sin cobertura de seguros de salud ni de largo plazo. La atención de salud tanto de hijos como de las mismas comerciantes se da en centros públicos y, en contadas ocasiones, en clínicas privadas.

La posibilidad de acceder a una renta de jubilación es una utopía. Las mujeres mayores de 50 años, tan próximas a alcanzar la edad de retiro, porque tienen al menos tres hijos nacidos vivos, lamentan no poder hacerlo porque carecen de la cobertura de ese seguro. En tanto que las menores de 25 años ni siquiera saben de qué se trata esta protección de largo plazo.

En Bolivia el empleo “es mayoritariamente informal”, con sólo el 32% de los trabajadores protegidos por la Ley General del Trabajo, de acuerdo con el análisis que realiza Armando Méndez, Profesor Emérito de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), Académico de la Economía y expresidente del Banco Central de Bolivia.

Discriminación y acoso sexual, la realidad laboral de las mujeres negras

Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.

Yola Mamani

Las oportunidades laborales para las mujeres son más reducidas que para los hombres, pero si esa mujer es negra y vive en precariedad económica casi no existen posibilidades. Entonces, no les queda más que dedicarse a la agricultura familiar, al trabajo asalariado del hogar o, si tienen condiciones, a emprender una actividad propia. Y eso está ocurriendo con las afrobolivianas.

Sin embargo, no hay datos estadísticos que corroboren esta situación, ya que las cifras del desempleo son por sexo y no por origen o etnia. Informes del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) dan cuenta de que la tasa de desempleo en el país es del 8% y que en el caso de las mujeres alcanza al 10%.

Los principales obstáculos que enfrentan las afrobolivianas son el racismo y la discriminación, y a eso se suma, de manera muy fuerte, el acoso sexual, por la hipersexualización que envuelve a hombres y mujeres negros.


Precariedad laboral

Un estudio realizado el 2009 por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) —Parecemos extranjeras en nuestra propia tierra, totalmente desconocidas por el resto de la población: condición de las mujeres afrobolivianas— indica que para las afrobolivianas “además de la discriminación racial que limita las posibilidades de empleo, las condiciones de pobreza hacen que realicen trabajos de menor remuneración; elevados índices de analfabetismo son obstáculos para acceder a mejores condiciones de trabajo”.

En ese documento, María Inofuentes, entonces Responsable de Género del Centro Afroboliviano para el Desarrollo Integral y Comunitario (CADIC), señala que las mujeres negras, en el ámbito laboral, son “empleadas domésticas, algunas comerciantes, vendedoras, también pocas hay que hayan logrado ser auxiliares de oficina o trabajadoras en fábricas”. La situación no ha variado sustancialmente, a pesar de la Ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación, promulgada el 8 de octubre del 2010.

La norma, en su artículo 5, inciso b, define a la discriminación racial como “toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza o por el color, ascendencia u origen nacional o étnico que tenga por objeto o por resultado anular o menoscabar, directa o indirectamente el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos humanos y libertades fundamentales reconocidos en la Constitución Política del Estado y las normas internacionales de Derechos Humanos, en las esferas política, económica, social, cultural o en cualquier otra esfera de la vida pública y/o privada”.


Racismo y sexismo

Las mujeres entrevistadas coincidieron en dos aspectos. Por un lado, indican  que, en su caso, el racismo y la discriminación siguen prácticamente sin cambios, lo mismo que el sexismo que afecta en especial a las mujeres.
Por otro lado, ellas reivindican el adjetivo “negra” o “negro”, porque es una autoafirmación que visibiliza su presencia. Sin embargo, también indican que aún hay gente que utiliza estos términos de manera despectiva, lo cual es una manifestación de la pervivencia del racismo.

En cuanto a lo laboral, cuando las mujeres negras buscan trabajo son frecuentes las expresiones racistas, que suelen traducirse en frases compasivas, en el mejor de los casos, que aluden a la esclavitud que sufrió el pueblo afro, o en ofrecimientos de salarios que están por debajo del mínimo nacional, sobre todo en el trabajo del hogar, para cumplir tareas múltiples que resultan ser de explotación.

De darse la oportunidad de acceder a un trabajo, tienen que enfrentar el acoso sexual en condiciones mucho más groseras y morbosas que las no negras, y están más expuestas a manoseos y frases obscenas.
Lo anterior tiene que ver con la existencia de mitos sexuales con relación a hombres y mujeres negras, en especial la fogosidad. Todas las entrevistadas coincidieron en señalar que de ahí proviene esa mirada que las convierte en objeto sexual y sensual disponible.


Una realidad escondida

Carmen Angola, artista, fotógrafa independiente y activista, es negra; nació en la ciudad de La Paz, pero sus padres son de Coroico, una región de los Yungas que se caracteriza por la presencia de población afroboliviana.

Debido a la actividad económica de sus padres, ella no tuvo la necesidad urgente de trabajar para vivir y se dedicó al estudio; sin embargo, sí se involucró desde muy joven en las luchas de la comunidad afroboliviana, reconocida en el artículo 3 de la Constitución Política del Estado (CPE). Es así que conoce a fondo la realidad de las mujeres negras.
En lo laboral, Angola dice con contundencia que no existen oportunidades de trabajo digno. La mayoría de las integrantes de su organización, CADIC, se dedican al trabajo asalariado del hogar; a la agricultura, lo que las mantiene entre el campo y la ciudad; y algunas más difunden su cultura a través de talleres y espectáculos.

Algo que destaca es que las mujeres negras tienen muchas aspiraciones de superación y por eso se esfuerzan estudiando; no obstante, la discriminación las lleva a abandonar las aulas o, si concluyen el ciclo de estudios, no encuentran oportunidades laborales. Asimismo, cuestiona la relación mecánica que suelen hacer la mayoría de las personas entre la cultura negra y el baile.

Nesly Pérez Inofuentes nació en Chijchipa, en los Yungas; tiene 25 años y egresó de Derecho, aunque no ejerce su profesión. Dejó su hoja de vida en diferentes instituciones públicas y privadas, pero nunca la llamaron; ella trabaja en una importadora de repuestos y apoya de forma voluntaria en una organización que trabaja con niñas y niños afrobolivianos.

De más joven se dedicó al trabajo asalariado del hogar durante dos meses, pero fue una época de pesadilla. En ese tiempo llegó a odiar su color y su origen. Los hijos de su empleadora la insultaban de manera frecuente con expresiones racistas y trabajaba en condiciones de explotación.

Eliana Vargas es de la población yungueña de Tocaña. Tiene 18 años; salió bachiller en su pueblo, pero todavía no sabe qué quiere estudiar, aunque se inclina más por algo técnico. Su principal ingreso económico proviene de la agricultura familiar, actividad que la trae de manera frecuente a la ciudad de La Paz donde comercializa su producción.

Otra actividad importante en su vida es la difusión de su cultura. A ella la encontramos en los ensayos para la entrada folklórica de la Universidad Mayor de San Andrés; el grupo que baila saya afroboliviana la invitó para que enseñe a bailar a sus integrantes.

Heydi Vásquez estudio administración de empresas, pero para vivir vende cosméticos en un puesto en la calle. Hace tiempo dejó de importarle que le digan “negra” de manera despectiva, aunque siente que disminuyó la discriminación. Su papá es negro y su mamá blanca, y tiene tres hijos, dos negros y una blanca, lo que de cierta manera la estigmatiza. Su carácter fuerte le sirvió para frenar las insinuaciones sexuales que le hacían cuando trabajaba como secretaria, de más joven.

Saraí Amorós es cubana, vive en La Paz hace cinco años; es comunicadora y trabaja como presentadora de noticias de televisión. Ella no tuvo problemas para conseguir trabajo en Bolivia, pero le exigieron disimular con extensiones su cabello corto y rizado, imposición que ahora ya no está dispuesta a tolerar. La discriminación para ella se manifestó también en actitudes compasivas por su color y en la subestimación de su capacidad. El acoso que más sufre es el callejero y prefiere ignorarlo.


Sin información

Dos instituciones gubernamentales que deben velar por los derechos de la población desconocen cuál es la situación de las mujeres negras. Un funcionario de la Bolsa de Trabajo del Ministerio de Trabajo informó que ni hombres ni mujeres negras buscan ahí oportunidades laborales, por lo que esa instancia ignora el tipo de actividades que realizan y en qué condiciones.

Kioq León es responsable de la Unidad de Aplicación e Implementación de la Ley 045, dependiente de la Dirección General de Lucha contra el Racismo y toda forma de Discriminación. Su función es recibir denuncias, pero carece de datos. De manera general indicó que quienes más avanzaron en sus derechos son las poblaciones afroboliviana y lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (LGTB).

 

No me ofenderé si me llaman puta

 

Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.

LAS SALAS DE LUZ ROJA ENTRE VACÍO LEGAL Y COSTUMBRE
Después de unas semanas al lado de trabajadoras sexuales en La Paz:

“El trabajo sexual no es indigno, las condiciones son indignas”, dice Teresa Cruz, presidente de la RedTraSex.
Existe una única ley del Ministerio de Salud que exige contar con carnet sanitario, así el cliente se puede sentir en buenas manos, mientras las personas que ejercen servicios sexuales nunca saben con quién entran a las salas.
Nos acercamos a la realidad fuera y dentro del trabajo de cuatro mujeres: Melanie, Roxana, Elsita y Silvia.

Olga Yegorova

 

“Hijo de puta”. Cuando alguien te llama así, realmente le caes muy mal. Es más, creo que tanto en Bolivia como en Alemania, mi país de origen, esas tres palabras representan uno de los insultos más graves.

Sin embargo, si hoy alguien me dijera puta o hija de puta, no me sentiría muy atacada. ¿Por qué? Porque en las últimas semanas no solamente conocí a algunos de esos hijas e hijos, esos niños, adolescentes y jóvenes inteligentes, bien educados y talentosos, sino conocí a sus mamás, las supuestas “putas” o, como se debería decir, trabajadoras sexuales.

Comimos tortas y tomamos cafés, caminamos por las calles, festejamos el cumpleaños de sus hijos y también las acompañé a su trabajo durante noches y días. Entendí los sueños y las luchas de cuatro trabajadoras sexuales de La Paz y también la mochila de culpa que cada una de ellas carga por ejercer este trabajo.

La familia rara vez se entera del trabajo de la mamá, hermana o tía. Cuando pasean por las calles, cuando están con sus niños y amigos, tienen un nombre y una vida aceptada por su entorno social. Pero cuando salen a trabajar cambian de ropa, maquillaje e identidad y se llaman Melanie, Roxana, Elsita y Silvia. Para proteger sus identidades nos quedaremos con estos nombres.

Nos acercaremos a la realidad fuera y dentro del trabajo sexual de Melanie, Roxana, Elsita y Silvia.

El trabajo sexual nunca duerme: Tres ambientes en La Paz, de día y de noche

Los hombres paceños no tienen que buscar mucho hasta encontrar un lugar que les ofrezca servicios sexuales.

Sea en la Zona Sur, donde en varios casos uno paga en dólares para recibir el servicio sexual; en Sopocachi, donde la hora cuesta desde los 300 Bs por pieza, 180 para la trabajadora sexual y 120 para la sala, locales que se esconden detrás de cafés y casas aparentemente familiares; o en el centro, una zona en la cual las oficinas en edificios a menudo están al lado de oficinas del otro tipo.

En estos barrios, yo conocí en primera persona tres ambientes donde se supone que los deseos sexuales de muchos hombres se cumplen durante el día y la noche.

Las salas de luz roja, a unos metros de la plaza Alonso de Mendoza

Mi primera estación fueron las “salas”, como las llaman las trabajadoras sexuales, a una cuadra de la plaza Alonso de Mendoza. Para llegar a una de ellas, uno pasa por puestos de comida y quioscos. Al entrar por las puertas poco llamativas de metal, la luz roja pinta el ambiente de un color sensual, tratando de esconder los muebles viejos, los suelos sucios y el ambiente frío. Un único espacio está cerrado para los clientes: paredes falsas o telas cubren esta zona en la que mujeres de 19 a 50 años dejan de ser sexy y duermen, ven la tele o hablan de sus anécdotas y problemas cotidianos.

Al pasar unas horas en las salas, vi a varios hombres entrar y salir por la puerta de metal. Algunos, mayores de 45 años, vienen después de unos tragos, otros están absolutamente sobrios, bien vestidos, amables y entre 20 y 30 años, un perfil de hombre que no esperaba ver en este ambiente. Cada vez que me veían, se irritaban. Tal vez se preguntaban si yo igual estaba disponible. Supongo que mi chompa enorme, mi cara sin maquillaje y mi peinado desordenado no les dieron la impresión de que yo pudiera ser una opción más.

“Opción” es la palabra correcta en este contexto puesto que las mujeres ya arregladas, en ropa interior y disponibles salen del pequeño salón y se presentan en fila al cliente. Éste elige la mujer con quien quiere tener sexo.

Al contrario de lo que yo esperaba, no siempre vi elegir a la más joven o flaca. No era raro que un hombre de 30 años prefiriera a una mujer mayor y gordita. Parece que, aquí, en un ambiente escondido del ojo de la sociedad, la diversidad de preferencias sexuales no se reprime.

Después de la elección, empieza la negociación de los precios. Normalmente, unos 15 minutos de “lo bajo”, la penetración vaginal, cuestan alrededor de Bs. 50. De estos, unos Bs. 20 los retiene la dueña o el dueño de la sala. La mujer que da el servicio se queda con el resto.

Roxana y Melanie, las dos mujeres a quienes acompañé, salieron algunas noches con el bolsillo lleno –después de siete a 15 piezas– y otras, sin un peso. Sin embargo, el trabajo sexual en sus salas nunca duerme, ni de día, ni de noche.

Melanie

Melanie sabe más sobre la historia alemana que yo. Después de unas charlas, la falta de conocimiento de mi propio país me daba vergüenza. Y es que a Melanie le fascina la historia y en general la literatura.

Cuando la vi por primera vez, me intimidó un poco su apariencia fuerte y su seguridad en sí misma. Después de hablar unas horas con ella, entendí que fue la vida que le exigió esa fuerza.

“Soy madre de cinco hijas, jefa del hogar, una persona que tiene amistades en la sociedad. Como Melanie soy otra persona, tengo que usar más maquillaje , otro peinado, soy la dama de la noche. Lo primero que aprendemos es a mentir. Mi familia piensa que hago negocios. Porque no quiero que mis hijas piensen: ‘Si tú haces esto, ¿por qué no yo?’”, revela Melanie.

Hace diez años, se quedó sola con cinco hijas después de que su marido la dejó de un día al otro. Tras haber tenido su primera hija en la universidad, Melanie no pudo salir profesional. Por eso, conseguir un trabajo suficientemente remunerado para poder sostener sola a su familia fue complicado.
Después de haber vivido medio año en un refugio de mujeres con sus hijas, un amigo le propuso: “Virgen ya no eres, joven tampoco, sabes tomar. Anda a trabajar como prostituta”.

Él la acompañó y le encontró un local, luego le pidió que comparta sus ganancias. Apoyada por sus compañeras del local, Melanie cambió de sala, cortó el contacto con el hombre y cambió su número de teléfono.

Al principio no fue fácil: “Cuando entré por primera vez con un cliente, yo ni sabía cómo usar el condón. Me mordí los labios y pensé: ‘tengo que hacerlo por mis hijas’. El cliente terminó y yo salí de la pieza, casi desnuda, fui al baño y me puse a llorar como tonta. Hasta que una de las chicas me vio y preguntó: ‘¿Es tu primera vez?, ya se te va a pasar, no te preocupes’. Ella me limpió, me arregló otra vez, las compañeras me maquillaron y dijeron: ‘A todas nos pasa’. A pesar de toda la competencia, el compañerismo entre las trabajadoras sexuales es primordial”.

Hoy, Melanie se relaciona diferentemente con su trabajo: “Ya no es más que un trabajo. Te sirve, te estabiliza económicamente, te acostumbras. De hecho, a veces pasa que tus clientes se vuelven amigos también”.

Diez años después de la primera vez, dos de sus hijas salieron profesionales, tres todavía estudian en el colegio y la universidad. Yo conocí a dos de ellas durante una fiesta familiar: chicas curiosas y llenas de luz.

Roxana

El lugar favorito de Roxana es el Multicine. Ver películas es lo que ella más disfruta. También le encanta pasear por las calles, tomar un café y descubrir nuevos rincones de La Paz –su ciudad natal–. Por eso, nos encontramos en un café en la calle Sagárnaga. Como es una de las más concurridas por los turistas, ella ha estado ahí anteriormente.
Cuando la veo por primera vez, ella está mostrando su nuevo color de pelo a una compañera, contenta con el cambio de negro a café. De las chicas que conocí, ella es la que menos se concilia con su trabajo.

Roxana solamente lleva siete meses como trabajadora sexual. Empezó cuando su mama falleció. Al ver que su papá tuvo otra mujer una semana después, ella y su hermano menor se fueron a vivir a un alojamiento. “Empecé a trabajar en pensiones lavando platos, pero nos faltaba mucho”. Una de sus amigas la llevó a una de las salas, donde a un principio Roxana solamente observó el trabajo de las otras chicas. “Ahí me animé a trabajar. La primera vez fue horrible. No volví dos semanas a hacerlo. Después vine sola de nuevo, tenía que estabilizarme económicamente”, me relata.

Me atrevo a preguntarle si alguna vez disfrutó del sexo con un cliente. “Imagínate que estás con un hombre que no conoces. En una noche tuve hasta 15 piezas. Eso no lo disfrutas, lo haces porque es tu trabajo.”

A pesar de la intimidad física que ella comparte con sus clientes, Roxana nunca los besa. “Ay, no, qué asco”, es su reacción al imaginarse ese contacto con sus clientes. Solamente la pareja de Roxana, un chico que ella conoció hace unos meses, tiene el permiso para besarla. “Si él, mis amigos o mi hermano supieran que trabajo aquí, me escaparía a otra ciudad. Lo perdería todo”, explica la mujer de 20 años.

Por ahora, Roxana está decidida en continuar con el trabajo sexual. “Tengo que sacar adelante a mi hermano. Recién cuando él salga del colegio, puedo pensar en ir a estudiar”, cuenta y se despide. Hoy tiene una cita con su novio, a pocas cuadras del café.

Entre minibuses y pollos se vende sexo, a unas cuadras de la plaza Eguino

Es de día. Turistas suben y bajan las calles, imprentas y restaurantes de pollos fritos me saludan. Desde una avenida principal entro a un callejón más tranquilo, de vez en cuando pasa un minibús. Un lugar como miles de otros en La Paz.
Ante mis ojos se presenta una imagen no muy extraordinaria: mujeres, vestidas de manera normal, entre sus 45 y 75 años, apoyadas en diferentes peldaños de la calle. Algunas charlan, otras están sentadas aisladas de las demás.

No me equivoqué en lo de las edades; es cierto, algunas de estas mujeres tienen hasta 75 años. Una de ellas me explica que cuando ya no eres lo suficientemente atractiva o joven para generar buenas ganancias para una sala, no te dejan trabajar ahí. Entonces, empiezas a trabajar independientemente, en la calle. Aquí, al contrario de otros clubs nocturnos, las mujeres no necesitan tomar bebidas alcohólicas con sus clientes.

En vez de mostrarse en una fila para que el cliente las elija, la evaluación y elección final se realiza con un paseo por la calle. El cliente negocia con las mujeres y se retira a uno de los alojamientos cercanos. Existen variaciones entre las mujeres que generalmente esperan en este callejón: mientras algunas cobran 50 por “pieza”, como las trabajadoras sexuales llaman al servicio que dan a un cliente, otras, dependiendo de la edad, pueden pedir menos de 40. “Una ya no es nueva”, como me explica Silvia, una de las personas que conocí en esa calle.

Puesto que en este lugar las mujeres están vestidas con la ropa de todos los días, mi atuendo amplio esta vez no evitó que un hombre de unos 55 años preguntara por el precio de mi servicio sexual. Después de explicarle amablemente que no estaba disponible, él se quiso asegurar preguntando tres veces más: “¿Segura que no quieres?”. “Sí, segura”, y se fue con Elsita, la otra mujer a la cual acompañé en las siguientes semanas.

Silvia

Silvia está en constante movimiento. Cuando la conocí, me llamó mucho la atención que cada día se ponía diferentes zapatillas de deporte coloridas – como si estuviéramos en clases de aeróbic–.

En el colegio Silvia soñaba con ser paracaidista militar. Hoy no vuela, sino se mueve por tierra. Para la Feria de las Alasitas, Silvia produce deidades en miniatura para venderlas en Copacabana, La Paz y también en Puno, Perú. Desde hace tres años ella ensaya con su grupo de caporal para las entradas folclóricas.

Al trabajo sexual, Silvia también se acercó a traves del baile. “A mis 19 años fuimos con un grupo de amigas a buscar un trabajo como bailarinas. Primero en el local Isabel, después fuimos a la Cobra, en La Paz trabajé en el Sunset. Me daba miedo salir con los hombres, por eso solamente tomaba y bailaba para ganar. Mi apodo era Chuflay. Era el único trago que conocía y por eso siempre pedía Chuflay.”
Por cada trago que compartía con sus clientes, Silvia recibía un porcentaje. Pero eso significaba tomar alcohol cada día. Por eso, cuando una amiga le dijo que se ganaba bien en las calles de La Paz, ella empezó con el trabajo sexual. Cuando nos conocemos, Silvia lleva 20 años ofreciendo sus servicios. “Hoy ya estoy tranquila, es mi trabajo. Ya no tengo tantos temores, aunque al final no sabes con quién entras. Algunas veces me han pegado, a unas compañeras las han matado. Eso es el riesgo que nosotras siempre corrimos”, cuenta Silvia.

Elsita

Como miles de mujeres de Bolivia, la pollera y el sombrero caracterizan su apariencia. Pero en vez de enfadarse conmigo cuando le tomo una foto, ella levanta un poco su falda, me muestra su pierna y se ríe.

Cada día, menos los domingos, se puede encontrar a Elsita en la calle ofreciendo servicios sexuales y cuando vuelve a casa sigue trabajando en una tienda.

En la fiesta de cumpleaños de su nieto, entiendo por fin cuánto trabaja esta señora: para el aniversario Elsita organiza una fiesta con 40 niños del barrio. Ellos juegan con payasos y comen contentos una torta enorme en forma del héroe de la película Spiderman, rodeados por cientos de globos de fiesta.

Su quinto marido, un antiguo cliente de Elsita, nos lleva con su coche a la fiesta. En el camino se ríe y nos dice de broma: “Feíto es, no ve?”, mientras acaricia su pelo. Antes de entrar a la sala del festejo, Elsita me da unos pantalones y dulces para que yo pueda regalar algo a su nieto. Me incomoda un poco que, aparte de dulces, no he traído ningún regalo. Pero como Elsita me entrega las cosas con tanto tacto, este sentimiento se me pasa rápidamente.

Toda su familia conoce el trabajo de Elsita. Mi impresión es que la mayoría de la gente la trata con respeto y cariño. “A mí ya me aceptan y quieren, mis hijitos. Pero mis hijas tenían muchos problemas con sus maridos. Las pegaban porque su mamá era puta. Pero les hice callar. Ahora ya no dicen nada”, relata Elsita.

No solamente su rol como trabajadora sexual, mamá y abuela requería un carácter fuerte. Cuando empezó a trabajar en este callejón, la competencia estaba muy ruda. “Una compañera me cortó la cara”, cuenta ella.

Hoy, Elsita es representante de la calle. En este cargo tuvo tareas difíciles: “Hubo veces en que las señoras aparecieron muertas. Entonces, yo las tenía que sacar. Algunas se enferman. Cuando puedo, les apoyo con medicamentos”.

La trayectoria de esta mujer en el servicio sexual empezó muchos años atrás. A la edad de 14 años Elsita escapó de su casa, donde había sufrido violencia. Poco después, la adolescente entró en la dinámica de violencia sexual comercial, la denominación de servicios sexuales ejercidos por adolescentes. Desde entonces, han pasado 40 años.

“Pero, ¿por qué no te retiras todavía?”, le pregunto. “Necesito la platita, tres de mis hijos ya están casados, trabajan. Otros tres faltan. Además, tengo que pagar deudas para mi casita. Más bien que he ahorrado mucho cuando era joven. Hoy ya no me miran tanto. Los clientes ven que soy mayor de edad. Ya no tengo la misma fuerza. Ellos piensan: ‘Uhhh, se pasa, ya no se puede a esta edad’”, ríe la cholita.

Durante las dos horas que charlé con Elsita y Silvia, vi a Elsita ir y volver de cinco “piezas”, cinco clientes. Cada vez, ella regresaba con su bolita de coca en la boca y continuábamos a charlar de temas de la vida.

La sociedad boliviana y las trabajadoras sexuales hace 80 años: ¿qué ha cambiado desde entonces?

Antiguamente, las prostitutas bolivianas estaban obligadas a usar un mantón negro: en los años treinta esta prenda caracterizaba sus registros fotográficos policiales. Más recientemente, dentro de las ciudades se asignaron espacios particulares a los lenocinios. Se quería apartar a las prostitutas, consideradas por naturaleza distintas a las mujeres “normales”.

Hoy, la venta del servicio sexual se ampara en un vacío legal en Bolivia. Cabe resaltar que el ejercicio del trabajo sexual no está prohibido, aunque tampoco existen normativas que lo regulen. Por lo tanto, no está tipificado como delito; mientras que el proxenetismo sí lo está (Artículo 321 del Código Penal Boliviano).

La única ley del Ministerio de Salud existente exige contar con el carnet sanitario, que cada trabajadora sexual tiene que conseguir a través de controles en el Centro Departamental de Vigilancia, Información y Referencia (CDVIR). Es una prueba de que cuenta con condones y buena salud física. Así el cliente se puede sentir en buenas manos, mientras las personas que ejercen el servicio sexual nunca saben con quién entran a las salas.

¿Las chicas de la vida fácil? Un mito enorme

Dinero fácil, así declaran los opositores del trabajo sexual. La realidad muestra algo muy distinto. Teresa Cruz, la presidenta de la Red de las Trabajadoras Sexuales (RedTraSex) de La Paz explica por qué: “Hay espacios donde no tienes luz, no tienes agua, ni servicios higiénicos, las camas, las sabanas y los colchones están sucios. Por ejemplo, en la 12 de Octubre en el Alto hace un frío tremendo y las compañeras trabajan en ropa interior, casi desnudas. Para que no haga frío, las mismas mujeres tienen que comprar una garrafa de gas, cuando eso debería hacer el dueño del lugar. El trabajo sexual no es indigno, las condiciones son indignas. Por eso, queremos normas que obliguen al dueño que se encargue de condiciones en las salas donde se ejerce el trabajo sexual.”

Laritza (nombre ficticio), una integrante de la RedTraSex cuenta: “Hay clientes muy limpios, que te respetan. Pero también entras con personas muy agresivas y torpes. Es duro. Muchos nos llaman [las chicas de la vida fácil]. Pero no es fácil aguantar un hombre que tiene todo un olor a cebolla, que te coge y que te hace hacer mil cosas”.
Según Tereza Cruz, la violencia contra las trabajadoras sexuales aumenta con la falta de normas para los lugares donde se ejerce el trabajo legal y seguramente: “Los clientes ofrecen a muchas chicas ‘salidas’, servicio sexual fuera de las salas establecidas y dicen: ‘Prefiero pagarte la plata a vos y no al dueño’, pero esos 200 Bs a veces les cuestan la vida”.

Desde su propia experiencia Laritza cuenta cómo la policía trata a las personas que denuncian estos casos. “Cuando te pegan, te violan o te matan los oficiales y sobre todo los policías quienes reciben la denuncia te cuestionan: ‘Pues, eres puta. Si estás ahí es porque te gusta ¿Por qué te quejas?’. Por el hecho que sea trabajadora sexual, no me pueden violar. Yo decido con quién sí y con quién no. Antes de ser trabajadora sexual yo soy mujer. Pero en vez del apoyo moral que mereces, te cargan con la mochila de la culpa”, relata la mujer.

Fondo concursable: ¿Me quedo, hasta cuándo y cómo?

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

Lilian Castillo

Es una pregunta que se hacen muchos jóvenes que tienen acceso a un trabajo.   Pero en nuestro medio, la calidad de los empleos en su mayoría es precaria. Los jóvenes no pueden aspirar a una remuneración por lo menos aceptable. Por otro lado, está el tema del poco conocimiento, poca preparación de los interesados por lo que no son competentes a la hora de acudir a una convocatoria y lo que permiten es engrosar los puestos en los que explotan su fuerza de trabajo. Los menos, así estén preparados, tienen escasas ofertas para un aporte intelectual.

Ocho de la mañana, es martes, Román vive solo, su familia está en el campo, hace un esfuerzo por despertar. Llegó a su cuarto a la una y entre hacer sus tareas de la facultad, alistar su ropa y poner algo de orden, logró dormir a las tres y media de la madrugada. Se levanta como autómata y reacciona en la ducha.

Volvió a llegar tarde a la universidad, para su suerte también el docente. Culminadas las clases, almuerza lo que encuentra en el camino y va a dormir un poco más. Ingresa a las cuatro de la tarde al restaurante donde trabaja hasta la media noche.

Nuevamente reclama su paga atrasada de más de dos meses y el cambio de tarea, sin resultado. Era cajero y terminó pelando papas y lavando platos. Debe esperar, -¿Cuánto más?- “hasta el lunes sin falta y con reintegro”. Ante esa afirmación asiente con la cabeza.

Llegó el esperado lunes, luego martes. El miércoles comentó con sus compañeros su situación. Para su sorpresa no era el único, todos tenían alguna queja. Fue a la oficina del trabajo a presentar la suya y volvió con una citación para los propietarios del local. En ese instante lo echaron.

A la fecha acordada en la oficina del trabajo, la otra parte no asistió. Le dieron otra citación, más fuerte en contenido pero tampoco fueron y para colmo terminaron su intervención aseverando “Hasta aquí termina nuestro papel, no podemos hacer más para ayudarte”, fueron las palabras del personero de la entidad.

La institución no pudo lograr el pago de los sueldos atrasados y esclarecer el cambio de tareas en el restaurante porque la entidad solamente realiza una inspección laboral técnica para ver las condiciones reales de los trabajadores y tiene una función conciliatoria. Más allá no puede hacer nada.

MEDIA JORNADA Y LOS RIESGOS

Daniela tiene un horario de una jornada completa de trabajo, pero le cancelan menos porque para los empleadores ella trabaja solamente media jornada. Ingresa a las 07:30 de la mañana y se retira a las 15:30. Gana 1.000 Bolivianos atendiendo un internet de lunes a sábado, alternando un domingo sí y otro no. Con lo que gana puede costear sus gastos de la universidad a la que asiste por la noche.

Su mamá es comerciante y no apoya que ella estudie porque piensa que la mujer está hecha para las labores de casa. “Es una lucha diaria pero ya voy en tercer año de derecho, aunque después no será fácil el trabajo porque hay tantos abogados”, suspira profundamente al hacer esta aseveración y repite: “Debo continuar”. “Desde que comencé a estudiar trabajo en diferentes lugares, aunque la paga no es como quisiera”, concluye.

Juan Tórrez Aramayo, Inspector de Trabajo en el Área de Conciliaciones en la Oficina Departamental del Trabajo en Oruro, se refiere a las empresas formales e informales. Las primeras cumplen con las normas establecidas, pero el sector informal, al no tener a sus miembros registrados, incumple con las obligaciones que otorgan beneficios a los trabajadores como sueldos, aportes, seguros, etc.

En relación al salario, indica que el mínimo establecido en nuestro país es de Bs 1.656 por ocho horas de trabajo, pero el sector informal no lo cumple.

“Se abusa de la condición juvenil afirmando que no pueden ganar el sueldo de un empleado de mayor edad y los contratan como aprendices, les hacen trabajar horas extras, feriados, etc.”, asevera Tórrez.

En la Ley General del Trabajo no existe la media jornada, se refiere a ocho horas de trabajo y un salario mínimo nacional. En caso de existir esa anomalía, el trabajo tendría que ser de cuatro horas y la paga, la mitad del mínimo nacional. No es necesario que una empresa esté legalmente establecida, si se contrata el servicio de un o una trabajadora, los empleadores deben cumplir con las normas. Contraten a estibadores, albañiles, vendedores, etc.

Otro es el factor de riesgo al que están expuestos los jóvenes por falta de experiencia. Tórrez comentó que le tocó atender el caso de un joven en su segundo día de trabajo como albañil, cayó de un segundo piso golpeándose en una piedra la columna, quedó parapléjico. Otro se electrocutó. También se dan casos de mutilaciones de dedos y manos por el poco conocimiento de los jóvenes; quienes, por tener un empleo, aceptan tareas en las que no tienen experiencia.

La historia de Manuel, es otra vivencia para contar. Egresó de la carrera de Ingeniería Civil, no tiene experiencia en su rubro y se cansó de mandar su hoja de vida. Trabaja tres años y siete meses como mensajero, y las obligaciones como padre de familia no le permiten dejar el trabajo porque cuenta con beneficios sociales. “Sigo en el mismo lugar tanto tiempo y si me retiro pierdo el seguro, mis aportes, aguinaldos y no podré mantener a mi familia”, comenta.

EMPRESA PRIVADA

¿Y qué de la oferta de empleo en el sector privado?

Fernando Dehne Franco, presidente de la Federación de Empresarios Privados de Oruro (FEPO), comentó que con el Programa de Apoyo al Empleo (PAE) del Ministerio de Trabajo, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), lograron insertar una cantidad importante de jóvenes en las empresas; pero también aseveró: “No podemos absorber la mano de obra que existe en este momento, por las políticas salariales del gobierno”.

Para citar, “Infocal depende de la FEPO y tenemos la posibilidad de mandar al mercado gente joven muy capaz, pero la empresa privada no puede,  lamentablemente esta población va a engrosar la fila de comerciantes que en este momento crece más y más, ellos van a ir a hacer trabajo informal y en muchos casos no van a poder superarse”, dijo.

“Ahora bien, hay empresas que podrán pagar el segundo aguinaldo pero otras no. El gobierno no puede poner a todas las empresas en la misma bolsa. Las medianas y pequeñas, están en peligro de cerrar y dejar de funcionar por las obligaciones existentes. Seguramente al año también estará el tema del aumento salarial, el que pondrá en peligro la estabilidad de muchas empresas”, sentenció Dehne. Esta situación echa en saco roto las opciones de trabajo que podría ofertar este sector; por ende, de mayor calidad a las del sector informal.

APOYO A LA JUVENTUD

Ante todo este panorama, es menester nombrar el trabajo que realiza la fundación Fautapo, institución que convoca, capacita e inserta  oficios  a jóvenes en Oruro y otras ciudades desde el 2005.

Samuel Tapia Soria, Técnico de Área de Fautapo, cuenta que el programa dura nueve meses y está dirigido a jóvenes bachilleres de 17 a 25 años. La oferta académica está diseñada en función a la demanda laboral demostrada por las empresas que postulan a un estudio de mercado, teniendo que probar la existencia de espacios laborales. El empresario se compromete a pagar el 80% de salario en la fase de práctica laboral y en la inserción, por lo menos el mínimo nacional.

Pero Fautapo culminó el proyecto como responsable del programa, se trabaja en los informes finales y la transferencia de todos los componentes al  Gobierno Autónomo Municipal de Oruro (GAMO) para se haga cargo del mismo.

Ahora se trabaja en la 13ª convocatoria. Principalmente se trabajó en capacitación para confección, procesamiento de alimentos, metal mecánica, instalación de gas, transformación de motores al uso del GNV, hotelería, turismo y guiaje, orfebrería, ventas, trabajo en madera, instalación de sistemas eléctricos, sanitarios, construcción de viviendas y otros.

Hasta el año 2014 se capacitó a 2.028 jóvenes postulantes entre mujeres y varones; en muchos casos, en rubros solamente para varones participaron también  mujeres y viceversa. Nos permitimos dar a conocer estadísticas de Fautapo Oruro gracias a la gentileza del Ing. Tapia.

En total participaron 51% de mujeres y 49 % fueron varones

Fondo concursable: Un tercio de los «lustras» tiene entre 15 y 30 años

El Fondo Concursable para Investigación Periodística sobre el Empleo Juvenil en Bolivia es una iniciativa de la Fundación para el Periodismo y Solidar-Suiza que, por segundo año consecutivo, publicó la separata “Prioridad” y fue distribuido junto al periódico Página Siete. Los reportajes que se presentan fueron seleccionados por su calidad y rigurosidad periodística en el marco del programa. Sus autores recibieron una beca para estimular su realización.

 

Nelson Miguel Peredo Cuentas

«No quiero lustrar botas para siempre, pero hasta mientras con mi caja estoy bien», dice Diego Cruz (20), un joven tarateño que trabaja de “lustra” desde hace ocho años y que forma parte de los más de 50 jóvenes que se dedican circunstancialmente a este oficio en el eje metropolitano.

Aunque no hay un censo oficial de lustrabotas en Cochabamba, se prevé que en las ciudades de Cercado, Quillacollo, Tiquipaya y Colcapirhua hay aproximadamente unos 150, de los que sólo 48 están afiliados a la Asociación de Lustradores 1º de Mayo, la única de este tipo en la región, según explicó el dirigente Roger AguilarLa Asociación, fundada en 1945, muchos años antes de la reforma agraria y de que se declarara en Bolivia el voto universal, va por su quinta generación de lustrabotas y no teme que el oficio se acabe, a pesar de que sólo hay 15 miembros jóvenes.

El oficio del lustrabota puede ser circunstancial e intermitente. Diego es ambulante, no forma parte del sindicato, a veces trabaja de peón, otras de ayudante en tiendas o lo que pueda y gana de 20 a 50 bolivianos por día.

–Son “muy cerrados”–  dice. Mi principal ingreso es lustrar botas—señala mientras dirige su mirada al piso.

José (18) y Ríchar (17) lustran botas en la esquina de la 25 de Mayo y Sucre, en el centro histórico de Cochabamba. Son amigos desde hace seis años. José empezó en el oficio a sus siete años, en cambio Ríchar a los nueve. Ambos aprendieron el oficio de sus padres.

Los jóvenes, que pidieron anonimato, aseguran que lustrar botas es más fácil que otros oficios y que sus ingresos son mínimamente 40 bolivianos, aunque llegan hasta 100 en un buen día.

Según la psicóloga Sofía Guaraguara, fundadora del Centro Uyarina, Punto de Encuentro, “Son trabajadores esporádicos, un día son lustrabotas y otro limpian vidrios, generalmente tienen una historia de calle, pero (los lustrabotas) habitualmente no están en esa situación, sino en riesgo. La calle es una institución donde los jóvenes buscan lo que no encuentran en casa”.

Éste no es el caso de Jhamil (nombre ficticio), un joven de 25 años que lustra botas en la Aroma y San Martín y trabaja en la silla que heredó de su padre. Acompañado de su concubina, que tiene seis meses de embarazo, comenta: “Trabajamos bien, pero nos falta apoyo. Si alguien se enferma no hay dónde ir y si no junto platita para fin de año, no tengo Navidad”.

El dirigente Roger Aguilar dijo que los que pertenecen al sindicato aportan 10 bolivianos al mes para apoyar en caso que alguno de sus asociados sufra algún problema de salud. “Dijeron que hasta fin de año buscarán al presidente Morales para pedirle que viabilice una ley de apoyo al sector, que está trabada en el Senado desde 2012”, informó.

Desempleo juvenil

La Población Económicamente Activa en Bolivia es de 4,5 millones de personas, de un total de 10,3 millones de habitantes, mientras la tasa de desempleo es de 3,2%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), a 2013. Sin embargo, el Centro de Estudios Laborales  (CEDLA) señala que ésta alcanza a 14,5 por ciento, lo que significa en ambos casos que se trata de más del doble de la tasa de desocupación general.

La población joven, comprendida entre los 15 y 29 años de edad, llega al 28,5 por ciento del total nacional. En este sector están los lustrabotas.

Según el dirigente del sector, hay muchos niños que se inician en este oficio, pero la mayoría lo deja para terminar sus estudios. Los que se quedan lo hacen por falta de apoyo económico familiar o una inminente situación de calle.

En Bolivia, de acuerdo a datos del Fondo de Población para las Naciones Unidas (UNFPA, 2011), el 47,2% de los jóvenes (51,5%  de mujeres) está en situación de pobreza, mientras el 35,7% de los varones (37,7% en caso de las mujeres) está en situación de indigencia.

La cifra aumenta en el caso de jóvenes indígenas (58,2% de situación de pobreza) y más aún en el área rural, donde el 67,8% de los jóvenes son pobres. En el área urbana la cifra baja a 41,6%. En el caso de la población joven no indígena la cifra llega a 42,9%.

La directora del Centro de Planificación y Gestión de (CEPLAG) de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Carmen Ledo, dijo que hay una intensa relación entre el desempleo y la migración.

Esta información refleja la procedencia de los lustrabotas, según Ledo, ya que el perfil de estos trabajadores es de un migrante joven, generalmente del área rural de Cochabamba, aunque también del interior del país y con ascendencia indígena.

Sin proyectos para reducir desempleo

La Alcaldía de Cochabamba no analizó aún el tema. Según el director de Desarrollo Económico, Ackbar Jalil, el municipio tiene dos programas dirigidos a generar condiciones de empleo juvenil: el programa mi primer empleo digno, creado por ley nacional y el otro dirigido a estudiantes de las promociones y a mujeres emprendedoras, creado por la municipalidad.

Jalil dijo que recién están “ordenando la casa”. La gestión de José María Leyes comenzó en julio pasado y aseguró que para 2016 se realizará un Plan Estratégico de Desarrollo Económico Local que tendrá un fuerte componente para empleo juvenil, del que no dio detalles.

Entretanto, la Gobernación de Cochabamba tiene algunos planes para mejorar la situación del empleo juvenil. La directora de Igualdad de Oportunidades, Primitiva Guarachi, dijo que en la actualidad hay cinco proyectos productivos en las zonas rurales y uno en el área urbana en los que trabajan unos 1.500 jóvenes que se dedican a la producción de pollos, cuis, miel y panadería. Sin embargo, admitió que el impacto de estos proyectos es mínimo.

Según el INE, existen al menos 850 mil niños, niñas y adolescentes trabajadores en todo el país. A ello se suma que más de 3.800 están sometidos a las peores formas de explotación en minas, zafras de castaña y caña.

El estado de situación de la niñez y adolescencia en Cochabamba es igualmente alarmante, debido a que de enero a junio de 2015 existían 2.000 niños, niñas y adolescentes en diferentes hogares del Servicio Departamental de Gestión Social (SEDEGES).

“No quiero ser lustra toda mi vida”

Ni Diego, ni Ríchar, ni tampoco José quieren ser lustrabotas toda su vida. Sus planes varían entre ir al cuartel y terminar el colegio. José llegó a segundo medio, Ríchar está en un nocturno, Diego llegó a quinto y ya no estudiará y buscará un trabajo más “fijo”. Sin embargo, mientras no haya opción, seguirán con la “pega”.

Casi no hay mujeres en el oficio. En la Asociación 1º de Mayo, sólo dos de sus 48 miembros son mujeres. Según los jóvenes, ellas aparecen sólo los días que hay desfile y llegan desde La Paz y no interactúan con los vallunos.

Las cifras de desempleo o los planes de las alcaldías pasan desapercibidas en la calle. José recibió una vez una caja junto a otros lustras, que fue regalo del presidente Evo Morales, en 2012.

Desafíos y oportunidades de las madres adolescentes

 

Fondo Concursable para la investigación periodística
La Fundación para el Periodismo, con el apoyo de Solidar Suiza, publicó por tercer año consecutivo la separata “Prioridad” que este año abordó la temática del empleo/desempleo en casos de mujeres y madres jóvenes. El objetivo de este programa es visibilizar en los medios de comunicación impresa la situación laboral, social y económica de ese segmento de la población, reflejando la problemática de conseguir un empleo digno cuando se es joven, mujer y madre.
De las postulaciones de todo el país, fueron seleccionadas las propuestas de periodistas de La Paz, Cochabamba, Oruro y Tarija.
A partir de este lunes 05 de diciembre, presentaremos los 16 reportajes que son parte de la separata “Prioridad” publicada con el periódico Página Siete, el martes 29 de noviembre de 2016.

                                                                                                                                                     Autora: Delia Guaygua

En una Unidad Educativa, de muchas que tenemos en la ciudad de La Paz, encontramos a más una estudiante que es madre y trabajadora; conversamos con ellas sobre qué le significó ser madre a tan temprana edad.

Las mamás trabajadoras

Valentina, nombre convencional, tuvo su bebé el 2015, en septiembre. En el colegio le otorgaron el permiso correspondiente para el nacimiento de su hijo, ese año cursaba 6to. de secundaria junto a su pareja, que estaba en el mismo curso.

Ahora, ella tiene 18 años de edad, nos relata que sus padres se enteraron de su embarazo a los seis meses. Unas compañeras de curso lo notaron y avisaron a la dirección del colegio. Intervino un profesor, quién conversó con su madre y con la madre de su pareja y afortunadamente todo salió bien.

La adolescente vive con su familia, que la ayudan al sustento de ella y de su hijo. El padre de su niño continúa viviendo con su respectiva familia, no le pasa pensiones fijas pero colabora con su crianza. Ella trabaja en un puesto de venta, 8 horas al día pero no diariamente, su sueldo es menor a un salario mínimo nacional, no tiene seguro de salud, ni otros beneficios. Su hijo queda al cuidado de ella, principalmente, y al cuidado del padre o de su familia cuando ella no lo puede atender.

Si bien es cierto que necesita trabajar todos los días para cubrir sus gastos, no lo hace –recalca Valentina– porque debe cuidar a su hijo, llevarlo al médico cuando se enferma, hacerle colocar sus vacunas. Tiene proyecciones de vida, quiere estudiar en la universidad, ya que sus padres decidieron apoyarla, o tal vez cursar una carrera corta para dedicarse a la crianza de su niño.

Raquel, que así la denominaremos, nos relata su experiencia. Ella tiene 20 años, tuvo su primera hija a los 16, cuando cursaba el 2do de secundaria, con un compañero de su mismo curso. Por la nueva situación económica que le planteaba su maternidad tuvo que dejar sus estudios en la mañana, para buscar trabajo: lo consiguió en una pizzería, aunque reconoce que sus padres también la ayudaban económicamente.

Nos narra que cuando se enteró su embarazo “estaba asustada, en shock, no sabía qué hacer”, su pareja no se responsabilizó completamente de ella ni de su hijo, porque mientras vivió con él, su familia los apoyaba económicamente. En el trabajo asegura que sus compañeros varones tienen el mismo trato que las mujeres, “lo mismo hacemos y ganamos con un varón”, afirma. No gozan de todos los beneficios, pero sí tienen seguro médico.

Continuó los estudios secundarios en horario nocturno, luego volvió a la mañana, para salir bachiller. Estuvo acudiendo a un Instituto gracias a la ayuda de sus padres, pero no pudo terminar porque ellos dejaron de apoyarla y no pudo sola con los gastos. Al presente, tiene una nueva pareja y un renovado entusiasmo por continuar sus estudios, él también estudia y ambos sostienen su hogar, tiene confianza en que saldrá adelante por su hijita.

Lamentablemente, perdió al segundo bebé que tuvo con su actual pareja, a pocas semanas de nacido. Entre charla y charla, me comenta que el tiempo que vivió con su primera pareja sufrió violencia en su hogar, él la golpeaba constantemente debido a los celos o a la falta de dinero. Ella ocultaba a sus familiares los moretones que tenía en el cuerpo, hasta que la violencia aumentó y sus padres le exigieron a tomar la decisión de alejarse de él definitivamente. Hoy por hoy aún tiene problemas con su expareja porque la busca por su hija, a pesar de no otorgarle pensiones ni apoyarla con su crianza.

El rostro triste de Leonora, nombre ficticio, muestra su preocupación por el futuro, en espera del nacimiento de su criatura, pero ella no se encuentra sola, tiene el apoyo de su pareja. En este momento, estudia en un colegio fiscal de nivel secundario y con sus 18 años de edad saldrá bachiller este año.

El papá de su bebé y pareja de ella tuvo que abandonar sus estudios secundarios para asumir la responsabilidad de formar una familia. Él trabaja para la manutención de ambos, su salario “no es mucho” –recalca– y “pasan dificultades económicas”. Leonora no trabaja porque decidieron que en su estado de embarazo no podría hacerlo y tampoco le darían trabajo. Pagan el alquiler de un cuarto pequeño, tienen pocas cosas pero van comprando lo que necesitan poco a poco.

Leonora enamoró desde los 17 años –nos cuenta–. Su mamá se enteró de su embarazo cuando ya tenía 6 meses: una profesora se percató de ello y avisó a la directora. Convocaron a la mamá para informarle de la situación. Ella, nos dice, reaccionó muy enojada y decidió no apoyarla, hubo un momento en que le pidió que no tenga al bebé. Sin embargo, la adolescente decidió ser madre consciente de la responsabilidad que asumiría. Infortunadamente sus padres no viven juntos y ella no tendría su apoyo ni su comprensión.

Desmoralizada, la muchacha decidió huir de su hogar, buscando refugio en la casa de una amiga que la ayudó junto a su madre, por un tiempo. Posteriormente, su pareja decidió responsabilizarse de ella y de su hijo. Por ahora, está más tranquila y espera el nacimiento de su criatura, cuenta con el apoyo de sus compañeros del colegio y de la comunidad educativa.

La opinión profesional

La educadora del CIES –Deysi Flores subraya– que “hay muchos factores que van a desembocar en un embarazo…no hay un solo motivo, un solo factor, por qué los adolescentes se ven involucrados en embarazo en la adolescencia. Ella solita, mujer adolescente no se ha embarazado, la ha embarazado el adolescente, la responsabilidad tiene que ser de los dos, y tenemos que promover que los chicos adolescentes asuman esa responsabilidad”.

Asimismo, señala que la sociedad (familia, unidades educativas, instituciones de salud, políticas de salud, etc.) somos responsables ante un embarazo en la adolescencia. Una mujer adolescente embarazada, se va a sumar a la fila de los niveles de pobreza, porque tiene que cuidar al nuevo ser, debe empezar a trabajar en lo que haya y es víctima de la explotación laboral. También posterga sus aspiraciones de tener una profesión porque debe mantener a su hijo.

Flores considera que “sí, sería un problema social si es que nosotros no tomamos medidas con lo que es el embarazo en la adolescencia”. Entonces debemos “brindar todo el apoyo a una mujer adolescente embarazada, darles oportunidades de trabajo, que tenga oportunidades de estudiar, trabajar con su bebé, que no se la explote y que pueda salir adelante”.

El Director de un colegio del centro de la ciudad de La Paz, A.B., cuenta con 7 años en dicho cargo en diversos colegios, en este tiempo conoció unos 15 casos de embarazos. “Parece que es un hecho que va creciendo en la juventud, el embarazarse a temprana edad, de 14, 15, hasta 17 años, es una preocupación…”, concluyó.

“Yo me acuerdo de una niña de 14 años, estaba embarazada, la madre de familia se enteró por información de los profesores. La madre no sabía qué hacer y en su desesperación, preocupación quizás, quería sacarla de inmediato, pero se le explicó y se quedó. Pero igualmente, tenía que hacer sus trabajos y la madre de familia entregarlos. Me parece un caso especial, muy joven la chica. Después de algunas investigaciones, se debió al abandono de la hija, y a esa edad ya la habían mandado a trabajar, seguramente en el trabajo ha debido ocurrir, también eran de padres separados, todo eso influye…”, expone el Director.

Señala también que en los casos que tuvo que atender, las estudiantes no abandonaron el colegio y casi todas concluyeron el ciclo de estudios. Sin embargo, una que otra no volvió al siguiente año porque es más difícil con un bebé, porque es necesario trabajar, entonces las madres adolescentes se fueron a un colegio nocturno para concluir sus estudios.

Políticas Municipales

Matilde Pérez, Coordinadora del Proyecto Segunda Oportunidad, dependiente de la Dirección de Coordinación de Políticas de Igualdad del Gobierno Municipal de La Paz, nos informa que el proyecto Segunda Oportunidad está dirigido a madres adolescentes, con el objetivo de fortalecer su desarrollo personal, formativo y productivo a través de acciones que les permitirían lograr mejores condiciones de vida. El proyecto se inició el 2015, en su etapa piloto con 35 participantes, porque Pérez comenta que: “Se ha visto, que el tema de embarazos en la adolescencia se ha incrementado en La Paz y también en el país. Hay muchos programas y proyectos de prevención, pero no hay tantos proyectos para trabajar con las adolescentes que ya son madres o están en etapas de gestación”, asegura.

El proyecto se desarrolla a través de talleres, con temáticas de desarrollo personal, social, familiar y formativo laboral. Las clases son dinámicas, lúdicas, creativas para que las madres adolescentes tengan una participación activa. El producto es su proyecto de vida, con sueños y objetivos. Así, Segunda Oportunidad logra que no abandonen el colegio y tengan más posibilidades de tener un trabajo digno. También se trabaja en prevención de un segundo embarazo, porque una adolescente con un segundo niño necesitaría más tiempo, más dinero para cuidar a sus hijos y su responsabilidad aumentaría.

El proyecto es totalmente gratuito, el único requisito es que las madres adolescentes lleven una fotocopia de su carnet de identidad y que participen en todas las sesiones, dos veces a la semana durante cuatro meses. El diseño de la metodología de los talleres está dirigido solamente a las madres. Sin embargo, Segunda Oportunidad piensa hacer un taller específico para trabajar con el padre del bebé o la pareja de la adolescente.

“Las adolescentes, muchas veces, no tienen a quién dejar a su hijito entonces lo que hemos hecho, como proyecto, es habilitar un espacio exclusivo para el cuidado de los niños y tenemos personal especializado para que mientras ellas están pasando los talleres sus hijos puedan ser atendidos y cuidados”, explica la Coordinadora del proyecto. Además, Segunda Oportunidad obtiene el apoyo de instituciones como Aldeas Infantiles SOS, que fortalece la temática de la niñez y su cuidado, de SOLIDAR SUIZA, que financia el desarrollo de los talleres y la intervención tesonera de la esposa del alcalde, Mary Cruz Rivera.

Las madres adolescentes son formadas en gastronomía, repostería y comida rápida, para que obtengan un oficio que les genere ingresos y alcancen la independencia económica. El proyecto, que cuenta con un espacio céntrico propio en el Pipiripi (Av. del Ejército frente al parque Laikakota), ha tenido buena respuesta, este año tiene alrededor de unas 50 madres adolescentes que están en este proceso de formación.

Las políticas municipales no terminan, Israel Miranda, Coordinador del Centro de Jóvenes y Empleo de la Alcaldía de La Paz, nos comunica que este Centro tiene como objetivo brindar información y orientación con direccionamiento a jóvenes empresarios, emprendimiento, empleabilidad y orientación vocacional. Cuenta con servicios especializados y gratuitos para jóvenes entre 15 y 30 años de edad del Municipio. Asimismo, coadyuva a la integración socioeconómica y cultural de los jóvenes,  siendo un espacio de acogida, de información, de consejería, asistencia y derivación; valorando las capacidades personales, desarrollando su autoestima y construyendo su proyecto de vida.

Atiende a todas las personas que buscan trabajo, entre éstas a madres embarazadas o que están solas; desarrolla talleres de empleabilidad donde aprenden a elaborar  currículum vitae, cartas de presentación y otros. Asimismo, las direccionan con instituciones privadas para que encuentren trabajo, “la idea de nosotros es poder hacer el nexo de trabajo, el nexo de información para que ellas puedan conseguir un empleo, porque nosotros no podemos darles un empleo directamente”, explica el Coordinador del Centro.

A propósito, Miranda cuenta el caso de una madre universitaria de 19 años, quién quedó embarazada y cuya pareja no se hizo cargo: participó de un concurso de emprendimiento  y estaba entre los finalistas para poder ganar capital semilla, con el objetivo de generar algún tipo de ingreso económico extra mientras estudiaba “era un caso muy importante, una exvoluntaria nuestra, entonces la apoyamos bastante”.

El Técnico de la Unidad de Fortalecimiento Productivo de la Plataforma Empleabilidad y Emprendimiento del Gobierno Municipal de La Paz, René Quispe Rodríguez, explica que se abocan a jóvenes de escasos recursos entre 17 a 25 años, dentro de ellos están contempladas las mujeres en situación de vulnerabilidad y con hijos, a quienes apoyan dándoles una oportunidad de trabajo a través de una capacitación totalmente gratuita. El municipio de La Paz les da el material y la ropa de trabajo, hasta material de escritorio para que los jóvenes se capaciten en 4 horas y media sobre temas de motivación, empleabilidad y emprendedurismo.

Durante tres meses, ellos dedican su tiempo a desarrollar competencias para el mercado laboral en tres ejes temáticos: proyecto ocupacional, empleabilidad y el tema de emprendedurismo. Otros tres meses consolidan su capacitación con la práctica laboral en empresas, previo convenios de apoyo económico a los jóvenes. En muchos casos logran ganar un sueldo mínimo nacional, porque demuestran una buena capacitación en diversas áreas.

Al curso del Municipio participan unos 150 jóvenes en los diferentes rubros, “no hay cantidades precisas de asistencia de madres adolescentes y las mamás por seguridad asistían solas”, comenta Quispe. Hasta el año 2014 se les pagaba un pasaje de 10 Bs. y se les daban 8 Bs. adicionales para el hijo o hija, pero actualmente ya no gozan de este beneficio por la reducción de presupuesto.

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